Te quedaste en el AT. En el NT Jesús dice:
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí. (Mateo 19:13-15)
Con respecto a Jeremías 2, aquí te explican el contexto del verso 9 al 13:
Que gran contradicción la de los hombres, que gran ingratitud del pueblo elegido por Dios luego de tantos favores, luego de conducirlos por medio de los peligros del desierto y de entregarles un “país de vergeles” el pueblo ha elegido no seguir al Señor. Y es que también nosotros muchas veces obramos con la misma ingratitud. No sabemos reconocer al Dios que nos ha entregado la vida y todo lo que tenemos. Cuando olvidamos a Dios y nos apartamos de sus caminos, estamos optando por la no-felicidad y la no-vida… y ¡cuánto se apena el corazón de Dios con esto!, ya que su gloria es que “el hombre viva”.
Jeremías es muy gráfico para describir esta elección que realizamos los hombres, este cambiar “su Gloria por algo que no sirve de nada” y dice, aludiendo al pueblo, que ha cambiado una “fuente de agua viva” por una “cisterna agrietada”. El cambio que ha hecho el pueblo no tiene razón de ser, ha dejado de beber el agua de la fuente, un agua pura, que brota constantemente, que para obtenerla no tiene mas esfuerzo que ir hasta ella, por un pozo de agua para el cual se ha fatigado cavando, se ha esforzado buscando la napa de agua, debe buscar con que sacar agua del pozo y además es un agua turbia; así de significativo es el cambio que ha hecho el pueblo dejando a Dios y yendo tras los ídolos.
Y es que el corazón del hombre es complicado, nuestro corazón es complicado y muchas veces buscamos complicarnos más nuestra existencia. Muchas veces olvidamos la grandeza de Dios y buscamos y nos fabricamos ídolos que son del tamaño de nuestra pequeñez. Nos alejamos del Dios que es paz para dejarnos consumir por la débil tranquilidad de las riquezas. Dejamos de lado al Dios que es nuestra felicidad para cambiarlo por placeres pasajeros que duran “lo que un soplo”. Abandonamos al Dios poderoso y nos contentamos con nuestro poder sobre los demás.
Abandonar a los ídolos, es dar a Dios todo lo que es de Dios y no a las cosas, es recurrir a la fuente de agua viva y no a las cisternas agrietadas, es ser conscientes de que solo hallaremos la plena felicidad en el Dios de la vida. Es recordarnos a nosotros mismos, a nuestros hijos ya los hijos de nuestros hijos, que tenemos un Dios grande y fiel que vela por nosotros.
Además esa cita de Jeremías es del Antiguo Pacto. Con Jesús hay un nuevo pacto en el que los bebés y niños pequeños automaticamente reciben la vida eterna en caso de una muerte prematura.