Creo que todavía es posible ordenar el debate comenzando por lo más elemental:
Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) ha enviado apóstoles:
a) El Padre ha enviado un solo Apóstol: “considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (He 3:1).
b) El Hijo “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lc 6:13).
c) El Espíritu Santo comenzó a llamar apóstoles para su obra empezando con Bernabé y Saulo (Hch 13:1-4ª).
Explicaciones a los dos puntos en conflicto (b y c):
b) Matías substituyó legítimamente a Judas Iscariote. El Señor ya lo había escogido para el caso (Hch 1:24b) y únicamente faltaba reconocerle por tal: “y fue contado con los once apóstoles” (v.26). “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once” (2:14); “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos” (6:2).
c) “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo” (Hch 14:14). Nótese otras veces que el nombre de Bernabé antecede al de Pablo: Hch 13:7; 14:12; 15:12, 25. Es indiscutible la especialidad del ministerio del apóstol a los gentiles, sin embargo Bernabé era tan auténtico apóstol como lo era Pablo. Paradójicamente, el NT no registra cuestionamiento alguno de las iglesias al apostolado de Bernabé sino al de Pablo.
Otros casos en que el término “apóstoles” podría incluir a otros siervos de Dios:
-Sóstenes (1Co 1:1 y 4:9).
-Los hermanos del Señor (1Co 9:5).
-Silvano o Silas (desde Hch 15:22 a 18:5; 2Co 1:19; 1Ts 1:1 y 2:6; 2Ts 1:1; 1Pe 5:12).
-Timoteo (1Ts 1:1 y 2:6; Flp 2:19-23; 1Co 16:10).
-Apolos (Hch 18:24-28; 19:1; 1Co 1:12; 3:4-9, 22; 4:6; 16:12; Tito 3:13).
-Judas (Hch 15:22,27,32).
-Tito (Tito 1:5, 2:7,15; 3:10; 2Co 8:23, etc.).
Es difícil determinar quienes eran auténticos apóstoles enviados por el Espíritu Santo como Bernabé y Pablo, y cuales apenas colaboradores de ellos. Pero como no era el de apóstol un título eclesiástico que debía anteponerse al nombre (como los falsos hacen), sino un ministerio dedicado a predicar el evangelio donde Cristo todavía no hubiera sido anunciado, e instruir a los hermanos edificando las iglesias que se iban formando, los nombres de los hermanos que necesariamente debían viajar en un ministerio itinerante no los hace extraños al apostolado, como bien pudiera ser el caso de Aquila y su esposa Priscila, Andrónico y Junias (Ro 15:3, 7), Artemas, Tíquico y Zenas (Tito 3:12,13), y Epafrodito (Flp 2:25-30). Quizás también Estéfanas, Fortunato y Arcaico (1Co 16:15-18), Aristarco, Marcos, Jesús (Justo) y Epafras (Col 4:10-13) y sin “quizás” Lucas. Algunos posiblemente no eran apóstoles sino evangelistas como Felipe o los que Gayo hospedaba a su paso (3Juan 5-8).
Muchos auténticos apóstoles enviados por el Espíritu Santo y martirizados a poco de comenzar su ministerio y que no dejaran escritos propios, pueden haber quedado en el anonimato, y sólo en la Jerusalén Celestial los conoceremos.
Como muy bien ha señalado Dagoberto, el haber visto al Señor (1Co 9:1) era un fuerte argumento adicional a la defensa que hace Pablo de su apostolado, y jamás un requisito para el mismo, por más que lectores superficiales del versículo lo toman por tal.
Indudablemente que hoy en día apenas excepcionalmente se hallarán auténticos apóstoles entre los misioneros, pero este término moderno bien pudo comprender a genuinos enviados del Espíritu Santo como Hudson Taylor en China y Guillermo Carey en India entre muchísimos más que se podrían citar.
Resumiendo, el NT no ofrece dificultad alguna a que actualmente el Espíritu Santo (Dios soberano que hace todo como quiere sin consultar con nosotros) pueda enviar a su obra aquellos apóstoles que Cristo dio como dones suyos a la iglesia de acuerdo a Efesios 4. El que yo no conozca a ninguno no quiere decir que no los pueda haber. Tan probablemente como los falsos son reconocidos por apóstoles, los verdaderos estén sirviendo en el apostolado sin que lo sepamos.
El problema con los apóstoles no está en serlo sino en decirlo: “los que se dicen ser apóstoles y no lo son” (Ap 2:2). En la iglesia en Éfeso estos eran probados y hallados mentirosos. En las iglesias modernas nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato y por eso algunos a quienes ya les queda chico el título de Pr. (Pastor) preceden su nombre con el Ap. (Apóstol). Un genuino apóstol enviado por el Espíritu Santo jamás hará tal cosa.
En los encabezamientos de las epístolas de Pablo y Pedro el término “apóstol” aparece como adjetivo luego del nombre y jamás antecediéndolo como un título eclesiástico.
Si tomamos como regla general que el sello de un falso apostolado estará en ese Ap. antecediendo al nombre o firma, o al llamarlo de “Apóstol” como si fuera un título universitario o un grado militar (sin protestar el destinatario por tal exceso), daremos
por clarificada y concluida esta situación.
Ricardo.