En Paraguay y en Argentina se acostumbra desde el siglo XIX, que el Presidente de la Nación sea nombrado "padrino" del séptimo hijo varón de un matrimonio consolidado bajo las mismas la costumbres. Esta costumbre irregular se debió a que los supersticiosos a veces sacrificaban a su séptimo hijo a pedradas en especial en Paraguay por el terror que les producía la "posibilidad" de que les hubiera nacido un Luisón o Luisónte (un "hombre-lobo" prematuro).
Si bien este padrinazgo se realizaba de modo informal hasta 1907, se tienen registros de que en ese año se hizo el primer bautismo oficial, con el presidente de la Nación como padrino. Ya el 12 de marzo de 1973, el presidente Juan Domingo Perón dio formato legal a esta costumbre a través del decreto número 848, conocido como ley de padrinazgo presidencial. El decreto otorga además becas totales para estudios primarios y secundarios, a la vez que aclara que este padrinazgo "no crea derechos ni beneficios de naturaleza alguna en favor del ahijado ni de sus parientes".