LA CANONIZACION DEL NUEVO TESTAMENTO
Algunos Libros No Canónicos de la Epoca del NT
1ª Clemente, epístola escrita por Clemente de Roma (c. 96 D.C.) a la iglesia de Corinto, era altamente estimada. Algunos la consideraban como de autoridad canónica y era leída públicamente en la iglesia de Corinto alrededor del 170. Diversos escritores en Egipto se valieron de ella, entre ellos Clemente de Alejandría y Orígenes. Fue incluida en el Códice Alejandrino.2a Clemente también ue incluida en el Códice Alejandrino. Se la atribuyó erróneamente a Clemente de Roma, pero nunca fue muy leída.¬Ninguna de las dos epístolas de Clemente recibió reconocimiento canó¬nico en el mundo occidental.
La Didache (La Enseñanza de los Doce Apóstoles) (c. 120) era con¬siderada como Escritura Sagrada por algunos en Egipto, especialmente Clemente de Alejandrí¿¡ y Orígenes. Tuvo amplia circulación.
La Epístola de Bernabé (c. 130) estaba incluida en el Códice Sinaí¬tico y se consideraba autorizada en Egipto. Jerónimo (c. 400) la consi-deraba apócrifa, y gradualmente fue perdiendo todo derecho a figurar entre las Escrituras Sagradas.
El Pastor de Hermas (c. 140) fue escrito por Hermas, que era her¬mano de Pío, obispo de Roma. También fue incluido en el Códice Sinaí¬tico, siendo altamente estimado por el Canon de Muratorio. Nunca ad¬quirió, sin embargo, jerarquía de Escritura Sagrada.
El Apocalipsis de Pedro (c. 145), de menor importancia que los li¬bros anteriores, recibió sin embargo considerable atención en oriente, siendo también conocido en occidente. No fue aprobado por el Canon Muratorio y Eusebio lo consideró falso.
Hechos de Pablo (c. 170) circuló ampliamente y algunos lo consi¬deraron canónico; pero los eruditos más versados detectaron su carác-ter apócrifo y fue finalmente rechazado.
Posteriormente fueron apareciendo numerosos evangelios, hechos, epístolas y apocalipsis invocando paternidad apostólica. Se trataba de falsificaciones evidentes que nunca recibieron aprobación por parte de la iglesia.
Factores que Impulsaron a la Determinación del Canon Neotestamentario
La aceptación de 1ª Clemente, la Didache, la Epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas como canónicos o semi-canónicos, especialmente en oriente, hacia fines del tercer siglo puso de manifiesto la necesidad de definir claramente el canon. Además, el canon incompleto del hereje Marción (c. 140) había comenzado a recibir amplia adhesión. Mar¬ción era un gnóstico que, basado en argumentos doctrinales, aceptaba únicamente el Evangelio de Lucas y diez de las epístolas de Pablo, luego de mutiladas seriamente. Al propio tiempo la aparición de otros libros apócrifos y pseudoepigráficos atribuidos a autores inspirados, hacía im¬perativa una clara determinación del canon. Algo más tarde el edicto del emperador Diocleciano (303), por el que se ordenaba la incinera¬ción de todos los libros sagrados, hizo necesario que se definiera cuida¬dosamente el canon.
Criterios para Determinar la Canonicidad del NT
El primer criterio a tener en cuenta fue el del carácter apostólico. De¬bía determinarse si el autor era o no un apóstol auténtico. En caso con-trario, debía establecerse si tuvo alguna asociación estrecha con algún apóstol, como era el caso de los escritores del Evangelio de Marcos, el de Lucas, el del libro de los Hechos y el de la Epístola a los Hebreos.
El segundo criterio atendía al contenido. Debía determinarse si el contenido y el tratamiento del mismo respondían a los elevados prin-cipios y al nivel espiritual que se exigían como evidencia de que se tra¬taba de la Sagrada Escritura. Siguiendo este criterio se eliminaron los libros falsos.
El tercer criterio tenía en cuenta la universalidad. Debía establecerse si el libro tenía aceptación en toda la iglesia y si respondía a un interés universal.
El cuarto criterio era la inspiración divina. Se procuraba determinar si el libro ofrecía pruebas evidentes de haber sido dado por inspira-ción de Dios (2 Ti. 3.16), Y si el Espíritu Santo concedía a hombres piadosos la convicción de que así era. Esta era la prueba final. De no haber mediado la intervención providencial el canon del NT jamás se hubiera podido determinar acertadamente.
Libros Aceptados como Canónicos en Epoca Temprana
A dichos libros Orígenes (245) los llamó homologoumena (libros "confirmados" o "aceptados"). Se trataba de los escritos del NT univer¬salmente reconocidos como Sagrada Escritura inspirada. Orígenes in¬cluyó los cuatro Evangelios, las epístolas de Pablo, la Pedro, 1 a Juan, Hechos y el Apocalipsis. Si bien no incluyó el libro de Hebreos entre los homologoumena lo mencionó como paulino y canónico. Más aún, los únicos libros que no citó como parte de la Escritura fueron Judas y 2a y 3a Juan.
Eusebio de Cesarea (c. 300-325), el historiador de la iglesia, inclu¬yó entre los homologoumena a los cuatro Evangelios, Hechos, las epís¬tolas paulinas, 1 a Juan, la Pedro y el Apocalipsis. Parece haber omitido inadvertidamente a Hebreos.
Libros Neotestamentarios que Fueron Cuestionados Inicialmente
Orígenes llamó a los libros cuestionados los antilegomena ("discuti¬dos" o "cuestionados"). Entre dichos libros colocó a Hebreos (véase arriba", 2a Pedro, 2a y 3a Juan, Santiago, Judas, y los siguientes apócri¬fos: la Epístola de Bemabé, el Pastor de Hermas, la Didache, y el Evan¬gelio de los Hebreos.
Eusebio de Cesarea dividió los antilegomena en (1) aquellos que es¬taban simplemente cuestionados-Santiago, Judas, 2a Pedro, 2a y 3" Juan; (2) aquellos que ya se consideraban realmente falsos o no inspi¬rados-Hechos de Pablo, el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pe-dro, la Epístola de Bernabé, y la Didache.
Razones para Dudar de Ciertos Libros del Nuevo Testamento
Los siete libros que inicialmente fueron cuestionados son Santiago, 2a Pedro, Hebreos, 2a Juan, 3a Juan, Judas y el Apocalipsis. La vacilación de algunos dirigentes de la iglesia primitiva se explica por la peculiar evidencia interna de los mencionados libros. (1) Santiago y Judas se titulan simplemente "siervos" de Cristo, y no apóstoles, mientras que el autor de 2a y 3a Juan se refiere a sí mismo como "presbítero" o "an¬ciano", y no como apóstol. En el Apocalipsis Juan se titula a sí mismo "siervo" y "hermano". (2) El autor de Hebreos se mantiene en el ano¬nimato y el contenido difiere en vocabulario y estilo de las epístolas reconocidamente paulinas. La segunda epístola de Pedro, si bien no es anónima, se diferencia de la Pedro en la misma forma. (3) Por otra parte, Santiago estaba dirigida a los primitivos conversos judíos y no a la gran iglesia gentil y universal. (4) Judas estaba cuestionado, ade¬más, porque se decía que citaba al libro apócrifo de Enoc (1.9; 5.4; cf. Judas 14-15). Gradualmente, sin embargo, todos estos libros controver¬tidos si bien genuinos, fueron universalmente aceptados por la iglesia. En occidente esto ocurrió hacia el año 400 D.C. y en oriente hacia el 500 D.C.
Reconocimiento del Canon en Occidente
En testimonio de Clemente de Roma (c. 96 D.C.). En la muy venera¬da carta (conocida como 1ªClemente) a la iglesia en Corinto mientras era obispo de Roma, da muestras de que conocía el libro de Mateo, el de Romanos, el de 1 a Corintios, y se refiere repetidas veces al de He¬breos.
El testimonio de Marción (c. 140). Como hereje gnóstico aceptaba únicamente el Evangelio de Lucas y diez de las epístolas de Pablo. Pero su testimonio, si bien equivocado, es ilustrativo y constituye un impor¬tante hito en el proceso de colección y aprobación del canon actual del NT.
El testimonio de Hermas (c. ISO). Como supuesto autor del venerado libro del Pastor de Hermas ofrece autenticación del Evangelio de Mateo, de Efesios, y aparentemente también de Hebreos y Santiago, y especial¬mente del Apocalipsis.
El testimonio de Ireneo (c. 140-203). Al haber estado en contacto con Policarpo de Esmirna en su juventud y por haber sido luego obispo de Lyons en la Galia, ofrece testimonio sobre los cuatro Evangelios, Hechos, 1 a Pedro, 1 a Juan, todas las cartas paulinas con excepción de Filemón, y el Apocalipsis.
El testimonio del Canon Muratorio (c. 172). El fragmento fue des¬cubierto por el italiano Muratori en la biblioteca de Ambrosio en Milán en 1740. La primera parte, que está mutilada, contenía aparentemente los libros de Mateo y Marcos. Confirma todos los libros del NT con ex¬cepción de 1 a Pedro, 2a Pedro, Santiago y Hebreos.
El testimonio de la antigua versión latina anterior al 170. Da fe de todos los libros excepto Santiago y 2a Pedro; Hebreos fue agregado an¬tes de la época de Tertuliano.
El testimonio de Tertuliano (c. 150-222). Este voluminoso escritor latino de Cartago da testimonio de cuatro Evangelios, 13 epístolas pauli¬nas, Hechos, 1 a Pedro, 1 a Juan, Judas y el Apocalipsis. Sin embargo, rechazó el libro de Hebreos; sostenía que había sido escrito por Bernabé.
El testimonio de Cipriano (c. 200-258). Como obispo de Cartago aceptó la posición de Tertuliano con respecto a Hebreos, y no citó, por otra parte, a Filemón, Santiago, 2a y 3a Juan, ni a Judas.
Reconocimiento Posterior del Canon en Occidente
El testimonio de Jerónimo (c. 340-420). El gran traductor de la Vul¬gata latina y renombrado erudito atestiguó todos los libros canónicos de nuestro NT. Aceptó a Hebreos sosteniendo que fue escrito por Pablo, y explicó la forma en que Santiago y 2a Pedro fueron reconocidos. Su opinión tiene un valor superlativo.
El testimonio de Agustín (354-430). Su opinión, a diferencia de la de Jerónimo, no tuvo igual lucidez. Si bien aceptó la totalidad de los siete libros que habían sido cuestionados, propuso diferentes grados de autoridad para las Escrituras, y fue el principal responsable de que en la Iglesia Católica Romana se aceptase un canon ampliado del AT, que incluía a los apócrifos.
Acción de los concilios eclesiásticos. La determinación del canon del NT no fue obra de ningún concilio. El valor como obra inspirada y la autoridad intrínseca de cada libro individual constituyeron los factores decisivos. Este hecho constituye una prueba fehaciente del carácter ge¬nuino y auténtico de los libros que nos han llegado en el canon. Recién al final del siglo cuarto hubo un pronunciamiento conciliar sobre la cuestión.
El tercer concilio de Cartago (397) produjo la primera decisión sobre el canon. Uno de los cánones de dicho cuerpo estipula que únicamente los libros "canónicos" debían leerse en las iglesias. A continuación enu¬meraba exactamente los 27 libros actuales. Hebreos fue aceptado ba¬sándose en el criterio de tratarse de un libro paulino. El concilio de Hipona (419) reprodujo nuevamente la lista del tercer concilio de Car¬tago. La selección del canon fue, por lo tanto, un proceso espontáneo que se fue desarrollando en la iglesia hasta que cada libro hubo dado mues¬tras de su valor intrínsico.
Reconocimiento del Canon en Oriente
Ignacio, obispo de Antioquía (c. 116); Policarpo, obispo de Esmirna (c. 69-155), y Papías, obispo de Hierápolis (c. 80-c. 155), confirman los libros de Mateo, Juan, las epístolas paulinas, 1" Pedro, 1" Juan y po¬siblemente Hechos.
La Didache (c. 120) presenta a Mateo y conoce a Lucas, como así también a la mayoría de los libros de nuestro NT.
Melito, obispo de Sardis (c. 170), tiene citas de todos los libros del NT con excepción de Santiago, Judas, 2" y 3" Juan.
Teófilo de Antioquía (c. 115-c. 188) aceptaba la mayoría de los li¬bros del NT y los tenía en igual estima que a los del canon del AT. Con todo, su sucesor, Luciano (martirizado en 312) excluyó de su "Canon Antioquino" el Apocalipsis, 2& Pedro, 2& y 3& Juan y Judas al hacer su re¬visión del texto del AT y NT.
Basilio el Grande de Capadocia (c. 329-379) y Gregorio Nacianceno (c. 330-390) aceptaron todos los libros del canon actual, exceptuando el Apocalipsis, si bien lo citaron como procedente de Juan.
Juan Crisóstomo (347-407) aceptó todo a excepción de 2" Pedro, 2" y 3" Juan y el Apocalipsis.
Teodoro de Mopsuestia (c. 350-428) rechazó las epístolas universales o católicas y el Apocalipsis. Por lo tanto la opinión de esta parte de la iglesia se vio fuertemente influenciada por el canon de Constantinopla, que rechazó la 2" y 3" Pedro, Judas y el Apocalipsis, y que se formó en base al "Canon Antioquino" de Luciano.
La Peshito (411-435) siguió también el canon de Constantinopla. Re¬cién cuando Filógeno (c. 508) hizo revisar la Peshito siriaca a fin de agregar los libros rechazados que la nociva influencia del canon de Cons¬tantinopla fue eliminada.
Reconocimiento del Canon en Egipto y Palestina
Justino Mártir (c. 100-165) aportó su importante testimonio sobre el Apocalipsis, considerado por él obra del apóstol Juan. Conocía también el libro de Hebreos y probablemente se refirió al Evangelio de Marcos con el título de "Memorias de Pedro."
Clemente de,Alejandría (c. 1 55-c. 215) era hombre de amplias lec¬turas y aceptaba lados los libros de nuestro NT, incluyendo a Judas, Hebreos, las epístblas universales y el Apocalipsis.
En Orígenes de Alejandría (c. 185-c. 253) hay indicaciones de que aceptaba los libros cuestionados (Hebreos, 2" Pedro, 2" y 3" Juan, San¬tiago, Judas). Sostuvo que el Apocalipsis estaba entre los libros acepta¬dos (homologoumena).
Desarrollo Posterior del Canon en Egipto y Palestina
Los papiros Chester Beatty pertenecientes al 1110 siglo, editados por Sir Frederic Kenyon en 1933-37, aportan autenticación a los cuatro Evangelios, los Hechos, las epístolas paulinas y Hebreos (que sigue a Romanos), y el Apocalipsis (únicamente se conserva, sin embargo la sección correspondiente a 9.10-17.2).
Dionisio de AlejandrÍa (c. 200-265) confirma a Hebreos como epísto¬la paulina, al tiempo que afirma que Santiago, 2a y 3' Juan y el Apoca¬lipsis constituyen Escritura inspirada.
Atanasio de Alejandría (298-373) aplicó el término de "canónicos" al total de 27 libros que componen nuestro NT canónico.
Síntesis sobre la Formación del Canon del Nuevo Testamento
El canon del NT se formó espontáneamente, y no por acción de con¬cilios eclesiásticos. La inspiración y la autoridad intrínsica de cada libro individual constituyeron los factores determinantes para su eventual aceptación y canonización. Hacia el 200 D.C. el NT contenía esencial¬mente los mismos libros que tenemos hoy. A dichos libros se les asigna¬ba entonces el mismo grado de autoridad y el mismo carácter definiti¬vo que les asignan los cristianos en el día de hoy.
En el tercer siglo se debatió la cuestión de los antilegomena. En orien¬te se le hizo oposición al Apocalipsis. Hebreos revestía carácter discu¬tible en occidente. Hacia fines del III siglo prácticamente todos los li¬bros extracanónicos habían sido ya eliminados de las listas autorizadas.
Durante el IV siglo el debate sobre cuestiones de la posición canó¬nica de ciertos libros cesó casi totalmente en occidente, debido a la in-fluencia de Jerónimo y Agustín y a las claras distinciones relativas al ca¬non que hizo Atanasio en Egipto. El tercer concilio de Cartago (397) selló la decisión alcanzada, y desde aquel momento no ha habido oposi¬ción apreciable hacia ninguno de los libros del NT.
En oriente, no obstante, la discusión continuó por cierto tiempo. Pero el ejemplo de occidente, de Atanasio en Alejandría, y la influencia de los padres de Capadocia, anularon toda la oposición que todavía per¬duraba. Al agregarse 2" y 3' Juan, 2" Pedro, Judas y el Apocalipsis a la Peshito (la Biblia siriaca) , la cuestión del canon quedó resuelta en el este también. De este modo quedó resuelta la canonicidad del NT, en sus aspectos fundamentales, alrededor del año 400 D.C. en occidente, y del 500 D.C. en oriente.