Jua 6:54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Jua 6:55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
Jua 6:56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
ENTENDIENDO EL LENGUAJE DEL SEÑOR
- En el mensaje #17.973 que el forista Lobolobizon presenta a este tema, hizo énfasis en las siguientes frases, para enfatizar la falsa doctrina de la transubstanciación, leemos:
Jua 6:54 El que COME MI CARNE y BEBE MI SANGRE, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Jua 6:55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
Jua 6:56 El que COME MI CARNE y BEBE MI SANGRE, permanece en mí, y yo en él.
¿CUAL CARNE Y SANGRE?
En el discurso dado en la sinagoga de Capernaum (Jn. 6), el Señor se presenta como el pan de vida: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (6:51).
Los judíos debían haber entendido su lenguaje, porque desde el principio del discurso, el Señor hizo la diferencia entre la comida que perece (que ellos estaban buscando) y la comida que a vida eterna permanece (v. 27). Pero ellos “contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Hasta el día de hoy muchos no entienden el lenguaje del Señor, porque piensan que, cuando Él dijo: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”, estaba hablando de participar del pan y de la copa en la Cena del Señor.
Pero el Señor ya había aclarado que la vida eterna se obtiene por venir a Él y creer en Él (v. 29, 35, 37, 40, 44, 47).
Entonces, cuando el Señor dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (v. 54), es por demás evidente que el Señor está usando el sencillo acto de comer y beber como una figura de creer en Él. Al comer y beber estamos recibiendo la comida en nuestro cuerpo, asimilándola, haciéndola parte de nuestro ser. Cuando el Señor habla de comer su carne y beber su sangre, está hablando de apropiarnos de Su sacrificio en la cruz, de recibir personalmente al Cristo que murió por nuestros pecados.
El pan y la copa en la Cena del Señor solamente son emblemas que representan el cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo. No tienen ningún valor intrínseco para darnos la vida eterna. La salvación no se obtiene por comer del pan y beber de la copa. Los que partían el pan en Hechos 2:42 eran aquellos que habían recibido la palabra y ya eran salvos. Ya habían creído en el Señor Jesucristo, habían aceptado el valor de su sacrificio.
En el lenguaje espiritual del Señor, ya habían comido Su carne y bebido Su sangre.
Estas enseñanzas del Señor marcaron la diferencia entre los verdaderos discípulos y los falsos. Los que dijeron:
“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?”, y se ofendieron, demostraron que no eran verdaderos creyentes, y se“volvieron atrás, y ya no andaban con Él” (v. 60-66).
Los verdaderos discípulos, como Simón Pedro, dijeron: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 67-69).
Los verdaderos discípulos se conocen por su actitud hacia la Palabra de Dios: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye” (8:47).
En un claro contraste, los que no son de Dios, los que no son verdaderos discípulos del Señor, prefieren la falsa doctrina de la transubstanciación, inventada por el magisterio del catolicismo católico romano.
La Deidad del Hijo de Dios se expresa en la frase “el pan de Dios”, Juan 6:33. “El verdadero pan del cielo” es “el pan que desciende del cielo”, v.50, y se refiere a Su encarnación como “Dios manifestado en carne”. Así, Él es “el pan de vida” de manera que, aquel que va al Hijo, y cree en El, tiene vida eterna, v.40. “El pan vivo”, es una expresión muy amplia que abarca la resurrección y exaltación del Hijo de Dios, Juan 1:4, 5:26, 2 Tim. 1:10, Heb. 7:25, Ap. 1:18,
Que el Señor prospere su Palabra.