EL CATOLICISMO ROMANO: UN CAMINO HACIA EL INFIERNO.

Imagínense cuántas almas se han perdido por causa del catolicismo romano. Eso es una razón suficiente para salvar a los que están metidos dentro de esa religión, advirtiéndoles de todas las mentiras de su sistema religioso.
 
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LA FUENTE Q

Varón, indaga la fecha de datación de los libros, algunos consideran la existencia del documento Q (Fuente Q) como la obra de algún seguidor de Cristo en su Ministerio, que se dio a la tarea de escribir los dichos de Jesús, de ahí la enorme similitud de buena parte de los dichos de Jesús, que aparecen recogidos en los evangelios, posteriormente.

Estaríamos entonces, hablando de un texto previo que fue utilizado por Mateo y por Lucas.

Algunos historiadores han llegado a pensar que ese documento pudo haber sido escrito previo a la muerte de Jesús, lo que nos haría considerar la antigüedad de los evangelios sinópticos, no más allá de un puñado de años luego de la resurrección de Cristo.


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¿Dónde dijo Jesús a los discípulos que escribieran lo que llamamos el Nuevo Testamento?
 
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No yo creo que ninguna imagen o yeso sea Dios

Y para que se arrodilla y encima le ora , lo ve que se miente y por màs que no acepte el pecado de la idolatrìa, lo hace con todo su corazòn, por más excusas y palabras estúpidas inventadas por sus papas y obispos y que encima usted si siquiera saben que significa como hiperdulía, ignorantes.​

 

La atroz historia del sacerdote que alcoholizó y drogó a once niños monaguillos para violarlos​

Rudolph Kos era cura de la diócesis católica de Dallas, abusó de niños entre 1980 y 1992. La justicia obligó a la institución religiosa, que lo había amparado, a resarcir con 120 millones de dólares a las víctimas. El párroco, además, recibió una condena a prisión perpetua. Este caso aberrante impulsó otras investigaciones sobre delitos sexuales en ámbitos religiosos​

Miguel Frías

PorMiguel Frías
12 Jul, 2023


Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad
Una tarde de viernes, en mayo de 1997, Brooks Egerton, periodista de The Dallas Morning News, recibió una llamada telefónica inesperada en la redacción de su periódico. Al otro lado de la línea, alguien se presentó como Rudolph Kos, un sacerdote acusado de abusar de niños monaguillos, al que Egerton conocía bien -aunque no personalmente- y buscaba sin éxito desde hacía cuatro años, cuando había estallado el escándalo a nivel público. “Bueno, hablemos”, le dijo el cura. Al principio, el periodista pensó que era una broma. Pero no. Estaba a punto de hacer la entrevista más rara y revulsiva de su carrera, a un tipo que había guardado silencio hasta entonces.
Egerton tenía los datos básicos en la cabeza: chicos, algunos de 8 o 9 años, abusados entre 1980 y 1992 por el hombre que le hablaba. Las autoridades de la diócesis católica de Dallas, en donde Kos había trabajado durante once años, mantuvieron una actitud negadora o cómplice, incluso después de que un asistente social les dijera un rotundo: “Es un pedófilo de manual”. No lo escucharon, o sí, y no hicieron nada. Lo dejaron en funciones once meses más, meses durante los que cometió más abusos. Ahora, en 1997, Kos llevaba un año suspendido y el obispo Charles Victor Grahmann, a cargo de la diócesis, decía que no recordaba las advertencias del asistente social.
Te puede interesar: “Me sentaba en su falda y me tocaba”: el desgarrador testimonio de la argentina que encontró en Madrid al sacerdote que la abusaba de niña
Egerton se dispuso a escuchar a Kos, que estaba acorralado por un megajuicio civil y otro penal. Diez ex monaguillos, que ya oscilaban entre 18 y 30 años, y la familia de otro que se había suicidado a los 21, Jay Lemberger, lo demandaban. Un dato suplementario resultaba irónico y macabro: Kos, muy probablemente el causante del suicidio de Jay, había dado la homilía durante su funeral.
Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad. En distintos claustros, les daba alcohol y diazepam, un ansiolítico y sedante. Cuando los chicos iban perdiendo la conciencia, el párroco, una especie de padre para ellos, les hacía masajes en los pies, su fetiche, y luego se masturbaba frotando las plantas contra sus genitales. Las denuncias incluían también la práctica, reiterada, de sexo oral y anal.
Uno de los ex monaguillos calculó que el sacerdote había abusado de él hasta cuatro veces por semana durante nueve años, a partir de que tenía 13; es decir, unas 500 veces.

Rudolph en el momento que ingresa a los Tribunales en los que se llevó adelante el juicio en su contra
Palabra de victimario
¿Pero qué le dijo Kos a Egerton aquel viernes de 1997? Le dio una justificación ambigua, cargada de absurdos y contradicciones. Nacido el 29 de abril de 1945, tenía 52 años, se había mudado a un departamento alquilado en San Diego, vivía con un hombre 14 años menor -al que definió como amante, aunque al mismo tiempo se declaró célibe- y era conocido en su entorno como Rudy. En primer lugar, negó ser un “pedófilo empedernido” y aseguró que, a través de una terapia, había “superado” su atracción por los chicos. Agregó que si veía a algún niño por la calle cruzaba de vereda, una aclaración que desde luego oscurecía.
Dijo: “Acepto la responsabilidad por cualquier cosa que haya hecho. Lo siento por eso”. Negó conocer a la gran mayoría de los once acusadores, quienes, según él, buscaban un rédito económico. Negó también que fueran ciertos los testimonios, tomados bajo declaración jurada, de que usaba drogas y alcohol para embotar niños y violarlos. Y sostuvo que intentó “no culpar a nadie más” por su caída, aunque se quejó de la decisión de su diócesis de suspenderlo, porque, según él, la obligación de la institución religiosa era “cuidarlo” de por vida. Cerró con una frase que nada tenía que ver con los hechos: “Una vez bautizado, siempre bautizado. Una vez sacerdote, siempre sacerdote. Una vez católico, siempre católico”.
Cuando cortaron, Egerton apuró una de las notas de su vida, publicada el domingo 25 de mayo de 1997 en The Dallas Morning News. Brad Lollar, abogado de Kos, se indignó con su cliente, al que le había recomendado lo mismo que a todos sus defendidos: no hablar con la prensa, la policía ni la propia madre.
En octubre de 1997, Kos fue detenido en San Diego: tenía ocho órdenes de arresto e iba derecho a la cadena perpetua. “Lo que hizo Rudy fue inconcebible. Pero, de una manera extraña, siento pena por él -fue la desconcertante declaración de Egerton-. Kos no era peor que otros clérigos abusadores de niños. La jerarquía de la iglesia miró hacia otro lado durante décadas y ninguno de ellos fue a prisión. De alguna manera, Rudy se convirtió en símbolo de todo”.
Fuego cruzado en los tribunales

Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia. Muchos de ellos se habían hecho adictos a distintas drogas y tenido serios problemas psicológicos, sobre todo en el ámbito de las relaciones sentimentales. También padecían conductas erráticas en sus trabajos, en sus vidas íntimas, y severas depresiones con intentos de suicidio. La mayoría dijo que le habían enseñado a confiar y a respetar a los sacerdotes y que eso, más la inmadurez propia de la edad en que fueron abusados, los había sumido en estados de confusión, vergüenza y culpa en torno de violaciones que tardaron años en comprender.
Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso de Rudolph Kos había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia
Contra toda evidencia, en el juicio penal, Kos volvió a decir que no era pedófilo, aunque admitió que “sufría” un fetiche con los pies del que se había “curado”. También habló de supuestos traumas infantiles propios, de su angustia ante el matrimonio disfuncional de sus padres y de un supuesto abuso sexual que había sufrido. “Hay ciertas cosas de la vida que no podés evitar. Nacés con ciertas cosas, e incluso sabiendo que esas cosas son tuyas para siempre, a veces nunca querés admitirlo”, dijo. Alegó que no esperaba quedar libre, pero que no creía que la cárcel fuera lo justo. “Ya pasé por cinco años de infierno. Perdí a mis amigos. Perdí el respeto por mí mismo. Perdí mi dignidad. Lo perdí todo. Todo”.
Se definió como “un sanador herido” y como “un chivo expiatorio de todos los sacerdotes acosadores”. Le apuntó, en particular, a la diócesis de Dallas, a la que llamó “mi familia”: aseguró que la institución manejaba mucho dinero y que, para desviar la atención acerca de su funcionamiento, lo había convertido “en la peor y más despreciable criatura del mundo”. De eso mismo, de desviar la atención, lo acusó Randal Mathis, abogado de la institución religiosa: “Está tratando de señalar con su dedo a otro lugar. Hay una persona a quien culpar y es Rudolph Kos. Ya demostró su capacidad para ser astuto, persuasivo, y de decir o hacer cualquier cosa para satisfacer sus necesidades y culpar a los otros. La diócesis claramente estaba equivocada, pero en ese momento estaba tomando decisiones que consideraba apropiadas, justas y razonables”.
El veredicto
En julio de 1997, en el plano civil, Kos y la diócesis de Dallas -culpada de no haber detenido los abusos de Kos durante más de una década- fueron condenados a pagarles 119 millones de dólares a los demandantes, la indemnización más alta impuesta, hasta ese momento, a la iglesia católica en un caso (colectivo) de abuso sexual. “Espero que hoy despierten al Papa con esta noticia”, declaró a la salida de los tribunales Sylvia Demarest, abogada de una de las víctimas. “La diócesis de Dallas no asumió sus responsabilidades y no pudo controlar a sus miembros”, agregó Windle Turley, abogada de otra de las víctimas. Los demandantes habían solicitado, en el plano civil, una indemnización de 146 millones de dólares.
En abril de 1998, Kos -hoy de 78 años- fue condenado a prisión perpetua. Y el 10 de julio de 1998, tras algunos intentos de apelar el fallo civil, la diócesis de Dallas acordó el pago de 30,9 millones de dólares a los ex monaguillos con los que aún no había llegado a un arreglo y dio por cerrado el caso. En los días previos se había hecho cargo de abonar las sumas de 7,5 millones de dólares y de 23,4 millones de dólares por la misma causa. “Es un día de alivio para todos”, dijo Nathan Nichols, de 19 años, una de las víctimas.
Grahmann publicó una carta de disculpas tardías: “A las víctimas y familiares, una y otra vez quiero ofrecerles disculpas en nombre de la diócesis. Aceptamos el veredicto. Lamento mucho lo que pasó y siento profundamente su dolor”. La abogada querellante Tahira Merritt optó por el escepticismo: “La ciudadanía debe tomar en cuenta que la iglesia debió haber actuado mucho antes y que las listas de curas abusadores nunca están completas”.
 

Abusos en la Iglesia: pidieron 10 años de prisión para un ex capellán del Ejército por violar a un seminarista​

El sacerdote José Miguel Padilla, fundador de la Congregación La Fraternidad de Belén, en La Pampa, está acusado por haber atacado sexualmente a Vicente Suárez Wollert. La historia de la víctima y cómo la Iglesia católica niega los hechos​

Fernando Soriano

PorFernando Soriano
10 May, 2023

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José Miguel Padilla está acusado de abusar sexualmente del joven seminarista Vicente Suárez Wollert, entre 2015 y 2016
Cuatro años después de que el joven Vicente Suárez Wollert se animara a denunciarlo, primero en Twitter y luego en la Justicia, el sacerdote y ex capellán del Ejército José Miguel Padilla escuchó este miércoles, sentado en el banquillo de los acusados dentro de los Tribunales de General Pico, La Pampa; un pedido para que sea condenado a 10 años de prisión efectiva por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado contra la víctima, un ex seminarista de su orden religiosa.
La jueza a cargo del debate, María José Gianinetto, escuchó los argumentos finales presentados en sus respectivos alegatos por los fiscales Andreína Montes y Luciano Rebecchi, ambos de la Fiscalía temática de delitos de género, y la querella, representada por Mauro Fernández, en nombre de la víctima. En contraste, los abogados defensores de Padilla, Jorge Salamone y Florencia Boglietti, solicitaron su absolución al considerarlo inocente.
El juicio, que se llevó a cabo a puertas cerradas debido a la naturaleza del delito contra la integridad sexual, se extendió desde el 2 de mayo, en la Sala de Audiencias 1 del Edificio Judicial de General Pico. Ahora, la jueza Gianinetto tiene un plazo de 10 días hábiles para comunicar el veredicto.

Durante el debate, Suárez Wollert declaró y detalló los presuntos abusos ocurridos entre 2015 y mediados de 2016. Durante aproximadamente cuatro horas y media, relató los pormenores de los hechos denunciados. La víctima ingresó al seminario en La Plata y luego se trasladó a la congregación Fraternidad de Belén, en la localidad de Intendente Alvear, bajo la tutela de Padilla.
Vicente Suárez Wollert, la víctima que denunció al cura Padilla
“Ingresé en noviembre de 2015 y salí en mayo de 2016. Las situaciones empezaron en Villa La Quebrada, en San Luis, durante un viaje y después continuaron en La Pampa. Hablo de manoseos, de pedirme que lo penetre. Y llegamos a golpes, maltratos físicos, verbal, sobre todo el último tiempo donde le dije que iba a contar esto. Yo tenía 20 años”, reveló a Infobae Suárez Wollert.
En el primer día de juicio, Padilla declaró y negó los hechos. Dijo que estaba sorprendido ante las acusaciones formuladas por alguien que consideraba “inteligente”. Y aseguró que se sentía “fusilado” desde el momento en que se presentaron las denuncias.
Suárez Wollert asegura que Padilla miente. Cuenta que la primera vez que el sacerdote abusó de él fue en una casa de retiro en San Luis. “Me llama una noche. Yo sentía el llamado de Dios, pero me costaba porque era la orden era estricta en reglas, y yo extrañaba a mi familia. Le cuento esto y ahí fue la primera vez que comenzó a tocarme. Primero, me abrazó y luego empezó con besos y a tocarme. Quedé extrañado. Uno no entiende si es una prueba para ver si es casto, si se condice con los votos religiosos, era un cúmulo de cosas que pensaba, pero no imaginaba que me iba a hacer daño la persona que me guiaba”, recordó la víctima en una charla con este medio.
Padilla junto a otros frailes y monseñor Raúl Martin, obispo de La Pampa, que declaró como testigo en el juicio y dijo no saber nada del asunto
El joven cree recordar que el segundo ataque sexual fue en la sede de la orden religiosa en Intendente Alvear, durante una visita de sus padres. “No les pude decir nada a mis papás. No me atreví. Después me entero en 2019, charlando con ellos, que él les había dicho en esos días que yo tenía un odio profundo a mi familia y que no quería vivir con ellos. Y al mismo tiempo me decía que mis papás no me soportaban. Intentó distanciarnos, fue muy perverso”, contó.
Durante el juicio se tomó testimonio a tres obispos a través de videoconferencia, uno de ellos fue Héctor Aguer, ex prelado de La Plata. Fue la primera vez en que las autoridades eclesiásticas no pudieron evitar responder a las preguntas de los fiscales y querellantes. Antes se les permitía declarar mediante presentaciones escritas.
La semana pasada, los obispos Raúl y Luis Martín, titular y auxiliar de la diócesis de La Pampa, declararon de forma remota sobre los hechos denunciados en esa provincia. Asimismo, monseñor Héctor Aguer dio testimonio sobre los abusos presuntamente ocurridos en La Plata. Los religiosos negaron conocer las circunstancias denunciadas por Suárez Wollert, pero él tiene muy fresco en la memoria lo que ocurrió.
“Los abusos ocurrieron, la Iglesia no colaboró nunca. En 2016, cuando estaba regresando de mi casa en Entre Ríos a La Pampa, Padilla me echa por mail y acudo al obispado de La Plata, donde estaba Aguer. Le comenté esta situación y me ofreció dinero para volver a mi casa. Y cuando lo contactan para corroborar esta audiencia dice que no se acuerda”, explica la víctima.
"La ermita", una habitación alejada utilizada únicamente por Padilla en el convento de San Martín, La Pampa, donde según la denuncia ocurrieron algunos de los abusos
Lo mismo le pasó con el obispo de La Pampa, Raúl Martín. “Le conté y él me respondió que lo iba a tener en cuenta y que iba a rezar por mí, pero nada. Tiempo después le mandé capturas de pantalla con las cosas que me decía Padilla”, detalló.
De acuerdo con la versión de Suárez Wollert, Padilla lo echó del monasterio porque él ya no quería acceder a los abusos. “Viendo que yo no cedía, me invitó a pasar unos días en casa de mis padres, en Entre Ríos. Me sacó el pasaje uno de los frailes y él se fue de retiro a Mendoza. Cuando me encontraba de viaje, me escribió un mail donde me pedía que por el bien de la comunidad deje la vida religiosa. Para mí fue difícil, me recomendaba ir a otros lugares. Yo trataba de priorizar lo que creía que era un llamado de Dios y eso no me dejaba ver otras situaciones totalmente irregulares”, contó el joven, que ahora trabaja como docente de una escuela de educación especial en la ciudad de Santa Fe.

Un cura cómplice de la dictadura​

De acuerdo con lo que denuncia la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, Padilla tuvo un rol en el Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea (GADA) 141 de San Luis durante la última dictadura militar argentina. Claudia Giacobbe, autora del libro sobre el caso llamado “La verdad los hará libre”, detalla que fue capellán del Ejército entre 1980 y 1983 y que, después, estuvo en San Luis con el obispo Juan Rodolfo Laise, acusado en juicios por delitos de lesa humanidad de haber cooperado con los genocidas.
Giacobbe cuenta en su libro que Padilla tuvo participación activa en el levantamiento carapintada y también en abril de 1987, cuando bendijo las armas de los enemigos de la Patria. “También calificó el Día de la Memoria como una fiesta ideológica y consideró al genocidio de los ‘70 como una guerra contra la subversión y las minorías rebeldes extremistas. Al mismo tiempo, caracterizó como patéticos y deplorables a los militantes de derechos humanos”, remarcó la autora.
La víctima, en sus tiemps de seminarista, entre 2015 y 2016, cuando ocurrieron presuntamente los abusos
El cura decía que yo tenía problemas psiquiátricos y yo le creí porque me habían dicho en el convento que me hicieron un estudio y decían que era esquizofrénico. Pero después se hizo una pericia en la Justicia y determinó que no había ningún tipo de trastorno. Sí, de estrés postraumático. Claudia Giacobbe lo clasifica como estafa emocional”, contó Suárez Wollert.
La víctima aseguró que hay más como él, caídas en las garras de Padilla: “Algunas personas declararon como testigo durante la pandemia, pero finalmente el juez de control no hizo lugar a que se incorporen estos testimonios. Son cinco personas de Mendoza, otra de Buenos Aires, otra de Córdoba. Son testimonios cruciales para delinear el perfil de abusador”. Y amplía que “son testimonios de distintas épocas, desde la década del 90 hasta estos últimos años, y todos son todos varones”.
A pesar del infierno que le tocó vivir, Suárez Wollert siente que se sacó un peso de encima tras la denuncia y el juicio. “Estoy tranquilo. Estuve casi cuatro años esperando. Conozco cómo son los procesos por acompañar a otros en la Red de Sobrevivientes y eso me dio fuerza y aguante. Cuando denunciás por primera vez, te sacás un peso. Fue un proceso muy largo, muy desgastante. Con muchas dilaciones, reprogramaciones. Necesito cerrar ese ciclo, independientemente de la pena. Padilla tiene casi 70 años, va a poder acceder a privilegios, pero cerrar ese ciclo es importante. La condena no es garantía de nada”, comentó, con cierta piedad.
 

Còmo ser hipócrita, el siguiente escrito demuestra como.​

El papa Francisco instó a la Iglesia a reconocer sus “comportamientos crueles” en los casos de abusos a menores​

El líder católico indicó que “solo afrontando la verdad” y buscando el perdón de las víctimas se podrá volver a ser considerada un lugar confiable de acogida​

19 Sep, 2021

El papa Francisco instó a la Iglesia a reconocer sus “errores” y sus “comportamientos crueles” en los casos de abusos a menores al tiempo que ha manifestado la necesidad de buscar siempre el “perdón” de las víctimas por encima de “la equívoca preocupación por la reputación de la Iglesia como institución”.
Solo afrontando la verdad de estos comportamientos crueles y buscando humildemente el perdón de las víctimas y los sobrevivientes, la Iglesia podrá encontrar su camino para ser de nuevo considerada con confianza como un lugar de acogida y seguridad para aquellos que lo necesitan”, expresó Francisco.
Los animo a escuchar la llamada de las víctimas y a comprometerse, los unos con los otros y con la sociedad en general, en estos importantes debates porque atañen verdaderamente al futuro de la Iglesia en Europa Central y Oriental, no sólo al futuro de la Iglesia, sino también al corazón del cristiano, atañen a nuestra responsabilidad”, pidió el Papa en un mensaje grabado y dirigido a los representantes de los episcopados, las órdenes religiosas y los profesionales laicos que se reúnen en Varsovia desde este domingo y hasta el 22 de septiembre en la Conferencia Internacional sobre la Protección de menores y los adultos vulnerables para las Iglesias de Europa Central y Oriental.
“Reconocer nuestros errores y fracasos puede hacernos sentir vulnerables y frágiles, eso es seguro. Pero también puede ser un tiempo de gracia maravillosa, un tiempo de vaciamiento, que abre nuevos horizontes de amor y de servicio mutuo. Si reconocemos nuestros errores, no tendremos nada que temer, porque será el Señor mismo quien nos habrá llevado hasta allí”, añadió el Papa.
(Reuters)
En su discurso el Papa ha deseado que esta reunión en la que participarán religiosos y expertos sirva “para responder más adecuadamente a esta conmoción gravísima a la que nos enfrentamos”. Y ha agregado: “Nuestras expresiones de contrición deben convertirse en un concreto camino de reforma”.
Para el pontífice este camino debe pasar por la prevención de “ulteriores abusos” pero también por garantizar “a los demás la confianza en el hecho de que nuestros esfuerzos conducirán a un cambio real y fiable”.
Al encuentro “Nuestra misión común de proteger a los niños de Dios” organizado por la Pontificia Comisión para la Protección de los Menore, asistirán representantes de las Conferencias Episcopales de 20 países de Europa central junto a quienes trabajan pastoralmente en el campo de la protección de los menores y de los jóvenes.
La conferencia internacional con el tema “nuestra misión común de salvaguardar a los hijos de Dios” contará con la participación del presidente de la Pontificia Comisión para la protección de menores y Arzobispo de Boston (Estados Unidos), el Cardenal Seán Patrick O’Malley.
Según describieron los organizadores del evento, durante los tres días de trabajo los participantes buscarán “examinar la respuesta a la crisis de los abusos sexuales a menores y evaluar el impacto en el contexto regional” e intercambiarán experiencias para crear “una red de personas implicadas en el ámbito de la protección de la infancia, para establecer una cooperación más estrecha y compartir recursos en una dialéctica de aprendizaje mutuo”.
 

Y para que se arrodilla y encima le ora , lo ve que se miente y por màs que no acepte el pecado de la idolatrìa, lo hace con todo su corazòn, por más excusas y palabras estúpidas inventadas por sus papas y obispos y que encima usted si siquiera saben que significa como hiperdulía, ignorantes.​

Cuando me vistes haciendo eso??????
 

La atroz historia del sacerdote que alcoholizó y drogó a once niños monaguillos para violarlos​

Rudolph Kos era cura de la diócesis católica de Dallas, abusó de niños entre 1980 y 1992. La justicia obligó a la institución religiosa, que lo había amparado, a resarcir con 120 millones de dólares a las víctimas. El párroco, además, recibió una condena a prisión perpetua. Este caso aberrante impulsó otras investigaciones sobre delitos sexuales en ámbitos religiosos​

Miguel Frías

PorMiguel Frías
12 Jul, 2023


Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad
Una tarde de viernes, en mayo de 1997, Brooks Egerton, periodista de The Dallas Morning News, recibió una llamada telefónica inesperada en la redacción de su periódico. Al otro lado de la línea, alguien se presentó como Rudolph Kos, un sacerdote acusado de abusar de niños monaguillos, al que Egerton conocía bien -aunque no personalmente- y buscaba sin éxito desde hacía cuatro años, cuando había estallado el escándalo a nivel público. “Bueno, hablemos”, le dijo el cura. Al principio, el periodista pensó que era una broma. Pero no. Estaba a punto de hacer la entrevista más rara y revulsiva de su carrera, a un tipo que había guardado silencio hasta entonces.
Egerton tenía los datos básicos en la cabeza: chicos, algunos de 8 o 9 años, abusados entre 1980 y 1992 por el hombre que le hablaba. Las autoridades de la diócesis católica de Dallas, en donde Kos había trabajado durante once años, mantuvieron una actitud negadora o cómplice, incluso después de que un asistente social les dijera un rotundo: “Es un pedófilo de manual”. No lo escucharon, o sí, y no hicieron nada. Lo dejaron en funciones once meses más, meses durante los que cometió más abusos. Ahora, en 1997, Kos llevaba un año suspendido y el obispo Charles Victor Grahmann, a cargo de la diócesis, decía que no recordaba las advertencias del asistente social.
Te puede interesar: “Me sentaba en su falda y me tocaba”: el desgarrador testimonio de la argentina que encontró en Madrid al sacerdote que la abusaba de niña
Egerton se dispuso a escuchar a Kos, que estaba acorralado por un megajuicio civil y otro penal. Diez ex monaguillos, que ya oscilaban entre 18 y 30 años, y la familia de otro que se había suicidado a los 21, Jay Lemberger, lo demandaban. Un dato suplementario resultaba irónico y macabro: Kos, muy probablemente el causante del suicidio de Jay, había dado la homilía durante su funeral.
Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad. En distintos claustros, les daba alcohol y diazepam, un ansiolítico y sedante. Cuando los chicos iban perdiendo la conciencia, el párroco, una especie de padre para ellos, les hacía masajes en los pies, su fetiche, y luego se masturbaba frotando las plantas contra sus genitales. Las denuncias incluían también la práctica, reiterada, de sexo oral y anal.
Uno de los ex monaguillos calculó que el sacerdote había abusado de él hasta cuatro veces por semana durante nueve años, a partir de que tenía 13; es decir, unas 500 veces.

Rudolph en el momento que ingresa a los Tribunales en los que se llevó adelante el juicio en su contra
Palabra de victimario
¿Pero qué le dijo Kos a Egerton aquel viernes de 1997? Le dio una justificación ambigua, cargada de absurdos y contradicciones. Nacido el 29 de abril de 1945, tenía 52 años, se había mudado a un departamento alquilado en San Diego, vivía con un hombre 14 años menor -al que definió como amante, aunque al mismo tiempo se declaró célibe- y era conocido en su entorno como Rudy. En primer lugar, negó ser un “pedófilo empedernido” y aseguró que, a través de una terapia, había “superado” su atracción por los chicos. Agregó que si veía a algún niño por la calle cruzaba de vereda, una aclaración que desde luego oscurecía.
Dijo: “Acepto la responsabilidad por cualquier cosa que haya hecho. Lo siento por eso”. Negó conocer a la gran mayoría de los once acusadores, quienes, según él, buscaban un rédito económico. Negó también que fueran ciertos los testimonios, tomados bajo declaración jurada, de que usaba drogas y alcohol para embotar niños y violarlos. Y sostuvo que intentó “no culpar a nadie más” por su caída, aunque se quejó de la decisión de su diócesis de suspenderlo, porque, según él, la obligación de la institución religiosa era “cuidarlo” de por vida. Cerró con una frase que nada tenía que ver con los hechos: “Una vez bautizado, siempre bautizado. Una vez sacerdote, siempre sacerdote. Una vez católico, siempre católico”.
Cuando cortaron, Egerton apuró una de las notas de su vida, publicada el domingo 25 de mayo de 1997 en The Dallas Morning News. Brad Lollar, abogado de Kos, se indignó con su cliente, al que le había recomendado lo mismo que a todos sus defendidos: no hablar con la prensa, la policía ni la propia madre.
En octubre de 1997, Kos fue detenido en San Diego: tenía ocho órdenes de arresto e iba derecho a la cadena perpetua. “Lo que hizo Rudy fue inconcebible. Pero, de una manera extraña, siento pena por él -fue la desconcertante declaración de Egerton-. Kos no era peor que otros clérigos abusadores de niños. La jerarquía de la iglesia miró hacia otro lado durante décadas y ninguno de ellos fue a prisión. De alguna manera, Rudy se convirtió en símbolo de todo”.
Fuego cruzado en los tribunales

Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia. Muchos de ellos se habían hecho adictos a distintas drogas y tenido serios problemas psicológicos, sobre todo en el ámbito de las relaciones sentimentales. También padecían conductas erráticas en sus trabajos, en sus vidas íntimas, y severas depresiones con intentos de suicidio. La mayoría dijo que le habían enseñado a confiar y a respetar a los sacerdotes y que eso, más la inmadurez propia de la edad en que fueron abusados, los había sumido en estados de confusión, vergüenza y culpa en torno de violaciones que tardaron años en comprender.
Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso de Rudolph Kos había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia
Contra toda evidencia, en el juicio penal, Kos volvió a decir que no era pedófilo, aunque admitió que “sufría” un fetiche con los pies del que se había “curado”. También habló de supuestos traumas infantiles propios, de su angustia ante el matrimonio disfuncional de sus padres y de un supuesto abuso sexual que había sufrido. “Hay ciertas cosas de la vida que no podés evitar. Nacés con ciertas cosas, e incluso sabiendo que esas cosas son tuyas para siempre, a veces nunca querés admitirlo”, dijo. Alegó que no esperaba quedar libre, pero que no creía que la cárcel fuera lo justo. “Ya pasé por cinco años de infierno. Perdí a mis amigos. Perdí el respeto por mí mismo. Perdí mi dignidad. Lo perdí todo. Todo”.
Se definió como “un sanador herido” y como “un chivo expiatorio de todos los sacerdotes acosadores”. Le apuntó, en particular, a la diócesis de Dallas, a la que llamó “mi familia”: aseguró que la institución manejaba mucho dinero y que, para desviar la atención acerca de su funcionamiento, lo había convertido “en la peor y más despreciable criatura del mundo”. De eso mismo, de desviar la atención, lo acusó Randal Mathis, abogado de la institución religiosa: “Está tratando de señalar con su dedo a otro lugar. Hay una persona a quien culpar y es Rudolph Kos. Ya demostró su capacidad para ser astuto, persuasivo, y de decir o hacer cualquier cosa para satisfacer sus necesidades y culpar a los otros. La diócesis claramente estaba equivocada, pero en ese momento estaba tomando decisiones que consideraba apropiadas, justas y razonables”.
El veredicto
En julio de 1997, en el plano civil, Kos y la diócesis de Dallas -culpada de no haber detenido los abusos de Kos durante más de una década- fueron condenados a pagarles 119 millones de dólares a los demandantes, la indemnización más alta impuesta, hasta ese momento, a la iglesia católica en un caso (colectivo) de abuso sexual. “Espero que hoy despierten al Papa con esta noticia”, declaró a la salida de los tribunales Sylvia Demarest, abogada de una de las víctimas. “La diócesis de Dallas no asumió sus responsabilidades y no pudo controlar a sus miembros”, agregó Windle Turley, abogada de otra de las víctimas. Los demandantes habían solicitado, en el plano civil, una indemnización de 146 millones de dólares.
En abril de 1998, Kos -hoy de 78 años- fue condenado a prisión perpetua. Y el 10 de julio de 1998, tras algunos intentos de apelar el fallo civil, la diócesis de Dallas acordó el pago de 30,9 millones de dólares a los ex monaguillos con los que aún no había llegado a un arreglo y dio por cerrado el caso. En los días previos se había hecho cargo de abonar las sumas de 7,5 millones de dólares y de 23,4 millones de dólares por la misma causa. “Es un día de alivio para todos”, dijo Nathan Nichols, de 19 años, una de las víctimas.
Grahmann publicó una carta de disculpas tardías: “A las víctimas y familiares, una y otra vez quiero ofrecerles disculpas en nombre de la diócesis. Aceptamos el veredicto. Lamento mucho lo que pasó y siento profundamente su dolor”. La abogada querellante Tahira Merritt optó por el escepticismo: “La ciudadanía debe tomar en cuenta que la iglesia debió haber actuado mucho antes y que las listas de curas abusadores nunca están completas”.
La atroz historia de un discípulo de nuestro señor que le vendió por unas monedas de plata ,que esperabas si los que andaban caminando con nuestro señor le fallaban que no dijo nuestro señor que Iván a convivir al mismo tiempo el trigo y la zizaña 😁en cuanto alos que le fallan a nuestro señor pues ya se encargará el mero de ellos incluyendo todos los pastorcetes evangélicos violadores que abundan más que en la icar😁😁😁😁👍
 
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La atroz historia del sacerdote que alcoholizó y drogó a once niños monaguillos para violarlos​

Rudolph Kos era cura de la diócesis católica de Dallas, abusó de niños entre 1980 y 1992. La justicia obligó a la institución religiosa, que lo había amparado, a resarcir con 120 millones de dólares a las víctimas. El párroco, además, recibió una condena a prisión perpetua. Este caso aberrante impulsó otras investigaciones sobre delitos sexuales en ámbitos religiosos​

Miguel Frías

PorMiguel Frías
12 Jul, 2023


Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad
Una tarde de viernes, en mayo de 1997, Brooks Egerton, periodista de The Dallas Morning News, recibió una llamada telefónica inesperada en la redacción de su periódico. Al otro lado de la línea, alguien se presentó como Rudolph Kos, un sacerdote acusado de abusar de niños monaguillos, al que Egerton conocía bien -aunque no personalmente- y buscaba sin éxito desde hacía cuatro años, cuando había estallado el escándalo a nivel público. “Bueno, hablemos”, le dijo el cura. Al principio, el periodista pensó que era una broma. Pero no. Estaba a punto de hacer la entrevista más rara y revulsiva de su carrera, a un tipo que había guardado silencio hasta entonces.
Egerton tenía los datos básicos en la cabeza: chicos, algunos de 8 o 9 años, abusados entre 1980 y 1992 por el hombre que le hablaba. Las autoridades de la diócesis católica de Dallas, en donde Kos había trabajado durante once años, mantuvieron una actitud negadora o cómplice, incluso después de que un asistente social les dijera un rotundo: “Es un pedófilo de manual”. No lo escucharon, o sí, y no hicieron nada. Lo dejaron en funciones once meses más, meses durante los que cometió más abusos. Ahora, en 1997, Kos llevaba un año suspendido y el obispo Charles Victor Grahmann, a cargo de la diócesis, decía que no recordaba las advertencias del asistente social.
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Egerton se dispuso a escuchar a Kos, que estaba acorralado por un megajuicio civil y otro penal. Diez ex monaguillos, que ya oscilaban entre 18 y 30 años, y la familia de otro que se había suicidado a los 21, Jay Lemberger, lo demandaban. Un dato suplementario resultaba irónico y macabro: Kos, muy probablemente el causante del suicidio de Jay, había dado la homilía durante su funeral.
Los delitos sexuales de Kos comenzaron cuando era seminarista. Se acercaba a sus futuras víctimas, siempre niños, usando un señuelo quíntuple: golosinas, videojuegos, confianza, simpatía y principio de autoridad. En distintos claustros, les daba alcohol y diazepam, un ansiolítico y sedante. Cuando los chicos iban perdiendo la conciencia, el párroco, una especie de padre para ellos, les hacía masajes en los pies, su fetiche, y luego se masturbaba frotando las plantas contra sus genitales. Las denuncias incluían también la práctica, reiterada, de sexo oral y anal.
Uno de los ex monaguillos calculó que el sacerdote había abusado de él hasta cuatro veces por semana durante nueve años, a partir de que tenía 13; es decir, unas 500 veces.

Rudolph en el momento que ingresa a los Tribunales en los que se llevó adelante el juicio en su contra
Palabra de victimario
¿Pero qué le dijo Kos a Egerton aquel viernes de 1997? Le dio una justificación ambigua, cargada de absurdos y contradicciones. Nacido el 29 de abril de 1945, tenía 52 años, se había mudado a un departamento alquilado en San Diego, vivía con un hombre 14 años menor -al que definió como amante, aunque al mismo tiempo se declaró célibe- y era conocido en su entorno como Rudy. En primer lugar, negó ser un “pedófilo empedernido” y aseguró que, a través de una terapia, había “superado” su atracción por los chicos. Agregó que si veía a algún niño por la calle cruzaba de vereda, una aclaración que desde luego oscurecía.
Dijo: “Acepto la responsabilidad por cualquier cosa que haya hecho. Lo siento por eso”. Negó conocer a la gran mayoría de los once acusadores, quienes, según él, buscaban un rédito económico. Negó también que fueran ciertos los testimonios, tomados bajo declaración jurada, de que usaba drogas y alcohol para embotar niños y violarlos. Y sostuvo que intentó “no culpar a nadie más” por su caída, aunque se quejó de la decisión de su diócesis de suspenderlo, porque, según él, la obligación de la institución religiosa era “cuidarlo” de por vida. Cerró con una frase que nada tenía que ver con los hechos: “Una vez bautizado, siempre bautizado. Una vez sacerdote, siempre sacerdote. Una vez católico, siempre católico”.
Cuando cortaron, Egerton apuró una de las notas de su vida, publicada el domingo 25 de mayo de 1997 en The Dallas Morning News. Brad Lollar, abogado de Kos, se indignó con su cliente, al que le había recomendado lo mismo que a todos sus defendidos: no hablar con la prensa, la policía ni la propia madre.
En octubre de 1997, Kos fue detenido en San Diego: tenía ocho órdenes de arresto e iba derecho a la cadena perpetua. “Lo que hizo Rudy fue inconcebible. Pero, de una manera extraña, siento pena por él -fue la desconcertante declaración de Egerton-. Kos no era peor que otros clérigos abusadores de niños. La jerarquía de la iglesia miró hacia otro lado durante décadas y ninguno de ellos fue a prisión. De alguna manera, Rudy se convirtió en símbolo de todo”.
Fuego cruzado en los tribunales

Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia. Muchos de ellos se habían hecho adictos a distintas drogas y tenido serios problemas psicológicos, sobre todo en el ámbito de las relaciones sentimentales. También padecían conductas erráticas en sus trabajos, en sus vidas íntimas, y severas depresiones con intentos de suicidio. La mayoría dijo que le habían enseñado a confiar y a respetar a los sacerdotes y que eso, más la inmadurez propia de la edad en que fueron abusados, los había sumido en estados de confusión, vergüenza y culpa en torno de violaciones que tardaron años en comprender.
Ante un jurado conformado por diez mujeres y dos hombres, los demandantes testificaron que el abuso de Rudolph Kos había destruido su fe en sí mismos, en las figuras de autoridad y en la Iglesia
Contra toda evidencia, en el juicio penal, Kos volvió a decir que no era pedófilo, aunque admitió que “sufría” un fetiche con los pies del que se había “curado”. También habló de supuestos traumas infantiles propios, de su angustia ante el matrimonio disfuncional de sus padres y de un supuesto abuso sexual que había sufrido. “Hay ciertas cosas de la vida que no podés evitar. Nacés con ciertas cosas, e incluso sabiendo que esas cosas son tuyas para siempre, a veces nunca querés admitirlo”, dijo. Alegó que no esperaba quedar libre, pero que no creía que la cárcel fuera lo justo. “Ya pasé por cinco años de infierno. Perdí a mis amigos. Perdí el respeto por mí mismo. Perdí mi dignidad. Lo perdí todo. Todo”.
Se definió como “un sanador herido” y como “un chivo expiatorio de todos los sacerdotes acosadores”. Le apuntó, en particular, a la diócesis de Dallas, a la que llamó “mi familia”: aseguró que la institución manejaba mucho dinero y que, para desviar la atención acerca de su funcionamiento, lo había convertido “en la peor y más despreciable criatura del mundo”. De eso mismo, de desviar la atención, lo acusó Randal Mathis, abogado de la institución religiosa: “Está tratando de señalar con su dedo a otro lugar. Hay una persona a quien culpar y es Rudolph Kos. Ya demostró su capacidad para ser astuto, persuasivo, y de decir o hacer cualquier cosa para satisfacer sus necesidades y culpar a los otros. La diócesis claramente estaba equivocada, pero en ese momento estaba tomando decisiones que consideraba apropiadas, justas y razonables”.
El veredicto
En julio de 1997, en el plano civil, Kos y la diócesis de Dallas -culpada de no haber detenido los abusos de Kos durante más de una década- fueron condenados a pagarles 119 millones de dólares a los demandantes, la indemnización más alta impuesta, hasta ese momento, a la iglesia católica en un caso (colectivo) de abuso sexual. “Espero que hoy despierten al Papa con esta noticia”, declaró a la salida de los tribunales Sylvia Demarest, abogada de una de las víctimas. “La diócesis de Dallas no asumió sus responsabilidades y no pudo controlar a sus miembros”, agregó Windle Turley, abogada de otra de las víctimas. Los demandantes habían solicitado, en el plano civil, una indemnización de 146 millones de dólares.
En abril de 1998, Kos -hoy de 78 años- fue condenado a prisión perpetua. Y el 10 de julio de 1998, tras algunos intentos de apelar el fallo civil, la diócesis de Dallas acordó el pago de 30,9 millones de dólares a los ex monaguillos con los que aún no había llegado a un arreglo y dio por cerrado el caso. En los días previos se había hecho cargo de abonar las sumas de 7,5 millones de dólares y de 23,4 millones de dólares por la misma causa. “Es un día de alivio para todos”, dijo Nathan Nichols, de 19 años, una de las víctimas.
Grahmann publicó una carta de disculpas tardías: “A las víctimas y familiares, una y otra vez quiero ofrecerles disculpas en nombre de la diócesis. Aceptamos el veredicto. Lamento mucho lo que pasó y siento profundamente su dolor”. La abogada querellante Tahira Merritt optó por el escepticismo: “La ciudadanía debe tomar en cuenta que la iglesia debió haber actuado mucho antes y que las listas de curas abusadores nunca están completas”.
La atroz historia de un discípulo de nuestro señor que le vendió por unas monedas de plata ,que esperabas si los que andaban caminando con nuestro señor le fallaban que no dijo nuestro señor que Iván a convivir al mismo tiempo el trigo y la zizaña 😁en cuanto alos que le fallan a nuestro señor pues ya se encargará el mero de ellos incluyendo todos los pastorcetes evangélicos violadores que abundan más que en la icar😁😁😁😁👍
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No vallas tu hacer uno de esos eeee vale ,por qué tú y el natas tan medios obsesionados con los esfinteres y eso está medio raro aquí en la tierra podrán hacer sus cochinadas amparados en la libertad que Dios da pero al supremo juez no se le van escapar ,aguaaasssss😁
 
La atroz historia de un discípulo de nuestro señor que le vendió por unas monedas de plata ,que esperabas si los que andaban caminando con nuestro señor le fallaban que no dijo nuestro señor que Iván a convivir al mismo tiempo el trigo y la zizaña 😁en cuanto alos que le fallan a nuestro señor pues ya se encargará el mero de ellos incluyendo todos los pastorcetes evangélicos violadores que abundan más que en la icar😁😁😁😁👍

No vallas tu hacer uno de esos eeee vale ,por qué tú y el natas tan medios obsesionados con los esfinteres y eso está medio raro aquí en la tierra podrán hacer sus cochinadas amparados en la libertad que Dios da pero al supremo juez no se le van escapar ,aguaaasssss😁

Por mucho tiempo su Iglesia fue refugio de homosexuales y unos cuantos pedófilos y que siempre defendieron y justificaron al agresor que a las victimas y hasta su Papa lo confeso .​

 
La atroz historia de un discípulo de nuestro señor que le vendió por unas monedas de plata ,que esperabas si los que andaban caminando con nuestro señor le fallaban que no dijo nuestro señor que Iván a convivir al mismo tiempo el trigo y la zizaña 😁en cuanto alos que le fallan a nuestro señor pues ya se encargará el mero de ellos incluyendo todos los pastorcetes evangélicos violadores que abundan más que en la icar😁😁😁😁👍

En realidad Judas defraudo al Señor y a Dios Padre, pero sus curas defraudan y agreden a su grey .​

 
Cuando me vistes haciendo eso??????

Supongo que no sorprendería que usted no sea un activo miembro de su Iglesia y habla por hablar , porque no tiene otra cosa que hacer que molestar, porque no puede negar lo que todos vemos lo que hacen en su Iglesia y por supuesto que no veo su accionar y ni me interesa que hace, sino lo que enseña su Iglesia que es idolatrar y que todos hacen .​

 

Supongo que no sorprendería que usted no sea un activo miembro de su Iglesia y habla por hablar , porque no tiene otra cosa que hacer que molestar, porque no puede negar lo que todos vemos lo que hacen en su Iglesia y por supuesto que no veo su accionar y ni me interesa que hace, sino lo que enseña su Iglesia que es idolatrar y que todos hacen .​

Repito cuando me as visto como profeso mi fe?????
 
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