Solo para cristianos.
Para los cristianos es claro que el unigénito de Dios es el Verbo de Dios hecho hombre, que el Verbo de Dios es Dios y que es desd el principio pues es Dios, es el Alfa y la Omega el Principio y el Fin, el que es, el que era, el que vendrá, el Todopoderoso.
Pero los arrianos, en su maldad, no pueden creer, los judíos* tampoco, los musulmanes, los comunistas, los ateos, los yihadistas, las brujas, los libres pensadores, los masones...y resto del mundo.
Nadie absolutamente nadie del mundo adora al Hijo de Dios, solo sus santos ángeles y nosotros, los cristianos le adoramos, en espíritu y en verdad. No existe absolutamente nadie más.
¿Quién ha creído nuestro anuncio?
Estamos solos en esto, soldados de oración.
Si todo el mundo y el camino ancho están bien, desdichados de nosotros, pero si el camino angosto que lleva a la vida eterna es Jesucristo, desdichados de todos ellos.
Pronto vendrá el Rey de Reyes, el Señor Jesucristo en gloria para juzgar al mundo y sus santos ángeles a separar a la izquierda los cabritos y a la derecha a sus ovejas.
Él conoce a sus ovejas y para nosotros somos sus ovejas y escuchamos su voz
Para los cristianos es, ha sido y será una bendición y un privilegio recibir a nuestro Señor y Salvador, a Jesucristo, el Verbo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores a la final trompeta pues no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.
* Los judíos tienen por ahora impuesto un velo santo de incredulidad, pero les será quitado cuando miren a Aquel que traspasaron y harán lamento como por primogénito y se convertirán de todo su corazón. El resto del mundo, no. Por tanto, se perderá.
Ven Señor Jesús.
"Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Como está escrito:
"El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía."
Y así como un cabrito no se convierte en oveja ni una oveja en cabrito, ni un peral en olmo, tampoco un arriano en cristiano, ni un necio sale de su necedad.
Somos lo que somos, cristianos para la gloria y la honra de Dios y ovejas de Su prado.