Al fin, ¿creó Dios en 7 días terrestres de 24 horas "toda la creación"?
De haber sido así, entonces, fue creada primero le estrella mediana llamada el Sol, y seguidamente o al mismo tiempo, o como haya sido, la Tierra... luego el resto de "toda la creación".
Toda la creación, ¿es lo que llamamos los “cielos”?
El "paganismo", del latín "paganus", que significa "campesinos", era el término mediante el cual eran llamadas despectivamente las gentes iletradas, incultas y por lo tanto ignorantes a criterio de quienes se consideraban “intelectuales”, pero similar ignorancia ha sido la constante en la humanidad hasta los días presentes, sobre todo con base al precario conocimiento que aún se tiene del universo infinito, su insondable composición, organización y todo lo que allí existe.
"Un día terrestre todos creemos que sabemos lo que es: lo que tarda en dar una vuelta la Tierra.
Claro que después vienen los afinamientos: ¿Cómo se sabe que ha dado una vuelta? Y entonces viene el problema serio. Realmente definimos nuestro día de un modo bastante complejo. Nuestras 24 horas son el valor medio de lo que tarda el Sol en pasar dos veces por el mismo meridiano. Me explico, supongamos que hoy a una hora X el Sol pasa por nuestro meridiano. Mañana lo hará a la hora Y. Entre los dos acontecimientos habrán transcurrido Z horas. Z es variable y cambia cada día. Si sumamos las duraciones de las Z de los 365 días del año y lo dividimos por 365 obtenemos el valor solar medio. Y es a ese valor al que llamamos 24 horas.
Podríamos haber utilizado otra definición de día y otra definición de hora. Por ejemplo, podríamos haber dicho que un día era el tiempo transcurrido entre dos pasadas sucesivas por nuestro meridiano de una estrella brillante y lejana. Ese día no sería igual a 24 horas. Ese día sería un poco menor que nuestras 24 horas actuales. Nada impide que hubiéramos llamado 24 horas a ese otro intervalo, que no es nada más que una definición muy simple de día sidéreo.
La razón por la que el día sidéreo y el día solar no sean iguales es porque a la vez que la Tierra gira también avanza en su órbita respecto al Sol. Si estuviéramos quietos respecto a nuestra estrella, el día solar y el día sidéreo serían iguales. Pero avanzamos sobre la órbita, de modo que cuando han transcurrido 23 horas y 56 minutos, nuestro meridiano apunta al lugar que ESTABA el Sol ayer, pero hoy está un poco más adelante, por tanto nosotros tenemos que recorrer todavía 4 minutos para alcanzarle.
También se puede ver de otro modo. Al transcurrir un año, hemos perdido una vuelta alrededor del Sol frente a las vueltas que ha dado la Tierra sobre sí misma. Es decir, en un año la Tierra ha dado 366 vueltas sobre sí misma, pero el Sol sólo ha salido 365 veces. Si dividimos 24 horas entre los 365 días nos salen los 4 minutos de diferencia entre día solar y día sidéreo. (Las cifras son sólo aproximadas, ni son 4 minutos, ni el año son 365 días, ni las definiciones de día solar y día sidéreo son tan sencillas.)
La Tierra, la luna y los demás planetas giran sobre si mismos. Lo mismo ocurre con el Sol. Mejor dicho, no tan 'lo mismo'. La Tierra, la Luna, Marte... son sólidos y giran como tales. Pero el Sol es gaseoso y no gira lo mismo la parte ecuatorial que las partes polares. Lo que nos trae un montón de dificultades y de preguntas.
¿Cómo sabemos la velocidad de rotación del Sol? (Es decir, cuanto dura la rotación de su día)
¿Cómo la medimos? El Sol tiene manchas que dan vueltas con él. Como el Himalaya da vueltas con la Tierra. Una forma de medir el giro del Sol es elegir la posición de una mancha en el disco solar, por ejemplo tocando el borde derecho, y esperar a que vuelva a estar en el mismo sitio.
Si eso lo hacemos, viéndolo desde la Tierra, se llama periodo sinódico. (Hay que tener en cuenta que cada día desde la Tierra vemos una parte diferente de la esfera solar, pues vamos dando vueltas a su alrededor). Si en vez de verlo desde la Tierra lo hiciéramos respecto a una estrella lejana estaríamos calculando el día solar verdadero (el día del propio Sol).
Veamos otro modo de explicarlo. Consideremos que el Sol tiene un meridiano cero, equivalente al de Greenwich en la Tierra. El día solar verdadero sería el tiempo que tardan las manchas en pasar dos veces por ese meridiano; pero desde la Tierra, mientras avanzan las manchas también avanzamos nosotros y vemos otra parte del Sol. El día solar sinódico es el tiempo que tarda una mancha en verse en la misma posición aparente desde la Tierra. Por ejemplo, consideremos que el punto solar que nos sirve de referencia es el borde derecho, llamaríamos día solar sinódico al tiempo que tarda una mancha en pasar dos veces por dicho borde derecho.
Pero hay otra dificultad, las manchas no dan la vuelta a la misma velocidad en todas las latitudes. Como el Sol es fluido, no compacto, en el ecuador va más deprisa que en los polos. Así que, ¿qué machas medimos?
Fue entre 1853 y 1861 que Richard Christopher Carrington estudio diariamente las manchas solares; estableció el eje de giro del Sol -sus polos-; vio erupciones solares; vio que cerca de los polos las manchas tardaban 31 días en dar la vuelta, mientras que en el ecuador sólo eran 26 días...
Así que decidió ver lo que ocurría con las manchas que estaban a 16º de latitud y observó que era de 27,27 días terrestres. A ese periodo le llamó periodo sinódico.
Y se estableció el día 9 de noviembre de 1853 como el origen del 'calendario' de vueltas del Sol.
El día verdadero solar -lo que tarda el Sol en dar una vuelta sobe sí mismo- es de 25 días.
Desde el 9 de noviembre de 1853 hasta el día 20 de febrero de 2003 habrán transcurrido 2 000 veces 27,27 días terrestres. Si una mancha situada a 16º de latitud hubiera durado estos 150 años (lo que es imposible), la habríamos visto pasar 2 000 veces.
No olvidar:
Día sinódico solar (o periodo sinódico): el tiempo que tarda una mancha solar que está a 16º de latitud ocupa la misma posición aparente -vista desde la Tierra- de la esfera solar.
Día verdadero: el tiempo que tarda la mancha solar que está situada a 16º de latitud en ocupar el mismo lugar en la esfera solar, vista desde las estrellas. (Ciencia15).
En el universo, firmamento, celeste o "cielo" se manifiesta una creación saturada de galaxias, conformadas a su vez por la agrupación de estrellas, gases y materia en diversas formas que giran alrededor de un núcleo central. Actualmente por medio de los telescopios modernos, y especialmente del Hubble, con el cual se han descubierto mas cuerpos siderales en el poco tiempo que lleva en el espacio que con los telescopios convencionales en los últimos 40 o 50 años, se tiene una mayor idea de la magnitud del celeste. Los científicos anotan, con base a los descubrimientos, que en el universo observable hay aproximadamente 100.000.000.000 de galaxias y cada una de ellas conformada por cientos de miles de millones de estrellas.
Las deducciones matemáticas científicas calculan que el diámetro de la Vía Láctea, una de las galaxias, es de 100.000 años luz (un año luz es la distancia que recorre la luz en un año) la cual viajando a 300.000 Km. por segundo recorre aproximadamente 10.000.000.000.000 (diez billones) de kilómetros en ese tiempo, y, multiplicando este valor por 100.000 se llega a la conclusión de que el diámetro de la Vía Láctea es de aproximadamente 1.000.000.000.000.000.000 (un trillón) de kms. y contiene mas de 100.000.000.000 estrellas.
Intentar calcular el tamaño del universo observable arroja unos números que no caben en la mente (un radio, tomando la tierra como eje, de 6000 megaparsecs o 6000 millones de pársecs, donde 1 pársec son 3.26 años luz, lo que significa que para llegar desde la Tierra al punto mas alejado, que hasta la fecha haya sido ubicado, se necesita viajar mas de 19.000 millones de años a la velocidad de la luz). Los adelantos científicos humanos, en razón de las distancias siderales, apenas están logrando progresos significativos donde las regiones invisibles a la óptica son desconocidas e insondables.
Los científicos en el área de la astronomía han detectado que las galaxias están por lo general organizadas en lo que han denominado "cúmulos" los cuales se asemejan a racimos. Toda una insondable galaxia es como una uva la cual esta agrupada con otras "uvas" formando un racimo y a su vez sumada a muchos "racimos" que forman parte de una "vid". La distancia de una "uva" (galaxia) a otra puede ser, como promedio, de un millón de años luz pero la distancia de un "racimo" (cúmulo) a otro puede llegar a ser cien veces mayor y de estos cúmulos o "racimos", llenos de infinidad de "uvas" todas sujetas a muchas "vides". Los científicos hasta la fecha han fotografiado miles!
Nuestra galaxia es llamada la "Vía Láctea" y se encuentra ubicada en lo que se ha denominado el "Cúmulo Local" del cual forman parte, entre otras galaxias, "Andrómeda" (M31) y "Triángulo" (M33), las cuales tienen un tamaño entre 15.000 y 50.000 parsecs; las dos nubes de Magallanes (Nebecula Major y Nebecula Minor) de entre 3.000 y 12.000 parsecs, Maffei I y Maffei II, entre las 20 galaxias que conforman este cúmulo el cual tiene un diámetro de mas de un millón de parsecs (3.26 millones de años luz) lo que significa que para ir de un extremo a otro de este "Cúmulo Local" se necesita viajar 3.26 millones de años a la velocidad de la luz!
La "Vía Láctea" es una galaxia espiral. Su disco se ve como una tenue cinta blanca que divide en dos el firmamento, celeste o "cielo" que compete al espacio donde flota el planeta Tierra. La región del espacio que ocupa la "Vía Láctea" se llama "plano galáctico". En el centro o núcleo esta la mayor densidad de estrellas y se encuentra en dirección de la constelación Sagitario. El área de menor densidad esta en la dirección opuesta, hacia el Toro (Taurus). Tiene tres vertientes en espiral (de entre 1.000 y 1.500 parsecs cada uno) llamados "Brazos de Orión", "Perseo" y "Sagitario" y el sistema entero gira en el espacio infinito.
Entre la enorme cantidad de estrellas o "soles" que se encuentran en la "Vía Láctea" encontramos una gran variedad, como por ejemplo, las estrellas rojas, azules, blancas, enanas, gigantes, súper gigantes, novas y supernovas, estrellas de primera magnitud, estrellas grandes, medianas como nuestro astro sol; las hay pequeñas, las denominadas Cefeidas que son estrellas pulsares, solitarias o asociadas, binarias, binarias eclipsantes, etc.
Entre esa impresionante gama de estrellas encontramos una llamada el "sol", que es solitaria, de orden mediano y "especial" por el hecho de que alrededor de ella giran una serie de planetas, uno de los cuales, hasta donde los descubrimientos científicos hasta la fecha lo han demostrado, es el único que tiene, entre otras características singulares, vida en formas inimaginables. Desde la antigüedad, ese planeta, "especial" en razón de la multiexpresión de la vida, mediante las infinitas e insondables vidas que lo habitan, ha sido llamado "La Tierra", nombre que curiosamente coincide con la identificación hebrea bíblica: "Ha-aretz". Nada indica que ese nombre haya sido tomado del "Baráshit" bíblico.
El hombre, en términos globales, suele basar sus apreciaciones y comprensión del universo, firmamento, celeste o del "cielo" físico a partir de la aceptación de lo que abarca su horizonte y el barrido de su vista hacia "arriba", y poco tiene en cuenta lo alto, ancho, profundo y la longitud del insondable, majestuoso e infinito del entorno universal.
Por otro lado, dentro de la realidad del "viñedo" (universo) compuesto por la "vid", conformada a su vez por los infinitos racimos llenos de "uvas" (cúmulos galácticos), los puntos de referencia "arriba" y "abajo", según la gravedad de la Tierra no existen, y siendo el planeta "La Tierra" uno de los tantos cuerpos celestiales que flotan en algún lugar del cosmos infinito, y aun ubicándola en medio de su propia galaxia, carece también de los puntos de referencia "arriba" o "abajo" con respecto a ese inescrutable universo.
Las referencias "arriba y abajo" se originan y están sustentadas tanto en la ley de la gravedad como en la "ley antípoda", que enfatiza lo relativo a una zona de la esfera terrestre con respecto a otra situada en un lugar diametralmente opuesto.
Independientemente de si fueron extraídas de la Tierra, es, entonces, improbable que existan unas aguas encima de estos cielos y en ese mismo orden es improbable que existan aguas debajo de estos cielos. También es improbable que una expansión haya hecho su efecto expansivo en La Tierra, aumentando su volumen solamente en sentido vertical, hacia arriba y hacia abajo.
No obstante lo anterior, es altamente probable que el relato bíblico hebreo nos esté revelando que “esos los cielos”, enmarcados en el ‘día segundo’, no sean este cielo o celeste o firmamento o el universo que nos rodea, porque la vacuidad, llamada cielos, desarrolló su labor en lo ya creado y en lo ya creado Elohím, mediante esa vacuidad, primeramente “diferenció entre aguas de las [otras] aguas” y luego procedió a organizar esa “la vacuidad y diferenció entre las aguas tal como [quedaron] debajo de la vacuidad y entre las aguas tal como [quedaron] encima de la vacuidad y fue así”.
Esto concuerda con el versículo bíblico iniciador de la revelación que consigna que “en lo creado creó Elohím esos los cielos y esa la tierra”, continuando su relato proyectándonos la situación en la cual ya se encontraba la tierra, planeta que necesariamente tenía que estar en el universo o en los cielos. Por las razones que la tenían sumida en ese caos y en esa soledad, Elohím tomó el control para poner orden en ese caos.
El meollo en la revelación son esas “aguas”. ¿Aguas sobre los cielos? ¿Aguas debajo de los cielos? ¿Aguas sobre el universo? ¿Aguas debajo del universo?
Shalom
Efgi