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Cristiano de hoy
Dios, Padre y Madre
Dios no es un cualquiera, no es un extraño, no es un ser lejano
Por: Máximo Alvarez Rodríguez | Fuente: Catholic.net
Recuerdo que en cierta ocasión un niño hizo un gesto de desprecio cuando le estaba hablando de que Dios es Padre. No le decía nada esta palabra, más aún, para él tenía un sentido despectivo, debido a la amarga experiencia de que su padre lo despreció y abandonó. Por desgracia no es un hecho aislado.
En realidad también podría aplicarse a Dios la palabra “madre”. En este caso podemos decir que para esta palabra tenga verdadero sentido también es necesario partir de una experiencia gozosa de la maternidad. Por desgracia no faltan madres que tampoco quieren a sus hijos.
Pero cuando se ha vivido con profundidad el ser padre o madre o el sentirse hijos amados, estas palabras tienen una riqueza inmensa y entonces sí que nos ayudan verdaderamente a comprender lo que es Dios.
Cualquier padre o madre normal sabe lo que se siente ante los hijos. Sufren por ellos, gozan con ellos y estarían dispuestos a darlo todo, incluso la propia vida. Su deseo no puede ser otro que el que vayan por buen camino, que tengan suerte en la vida, que triunfen en los estudios o tengan un buen trabajo, que gocen de salud, que vivan felices. Y cuando estos deseos no se ven cumplidos, cuando las cosas se tuercen y los hijos se descarrían, cuando les sobrevienen desgracias... los padres también experimentan el sufrimiento de los hijos más que si ellos mismos sufrieran en su propia carne.
Y aunque es muy importante la experiencia de sentirse hijos queridos por los padres para comprender lo que significa el amor de Dios, nos tememos que esto ha de ser mucho más fácil de comprender aun para los que son padres, pues es como si vieran las cosas desde el lado de Dios. ¿Qué dolor es más grande, el de los hijos que no se sienten queridos por sus padres o el de los padres que no se sienten queridos por sus hijos? Tal vez no sea fácil responder, pero lo que está claro es que el sufrimiento de Dios es como el de los padres que se sienten rechazados.
Pienso en tantos padres y madres jóvenes que aunque tengan sus defectos conservan íntegro el amor a sus hijos. Me vienen a la mente aquellos que por problemas de separación matrimonial tienen verdaderos problemas para verlos o para estar con ellos. Sin duda esta amarga experiencia les puede ayudar a entender mejor lo que puede significar para Dios el que a veces nos alejemos de Él, que le tengamos marginado u olvidado. O tratemos de imaginar lo que supone para los padres la pérdida de un hijo. ¿Puede haber dolor que le iguale? Conocemos a padres que hace ya bastantes años perdieron algún hijo y cómo lo siguen recordando como si fuera ayer mismo.
Dios no es un cualquiera, no es un extraño, no es un ser lejano que tal vez decidió un día crear este mundo en el que más tarde apareceríamos nosotros, pero que ahora nos tiene abandonados. Cuando llamamos a Dios
“Padre nuestro” podemos también añadir
“Padre bueno”. Si de veras tomáramos en serio todo lo que esto supone, necesariamente debería mejorar nuestra actitud con relación a Él. Y, sobre todo, debería producir en nosotros una sensación mayor de confianza, de seguridad, de paz.
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