Cuando Jesús explica por qué Moisés permitió que el varón expidiera con cierta facilidad carta del divorcio a su esposa (pero no al revés, que la esposa expidiera carta de divorcio al espso), mencionó que era por los dureza de sus corazones, pero que en el principio no era así. Es decir, que el ideal paradisiaco al que Dios quiere conducir la civilización no contempla tal cosa.
Por eso mismo, al plantéarsele el problema de la resurrección de la mujer que había estado casada con 7 hombres, Jesús aclara que en el reino de los cielos la mujer no será propiedad de nadie ni tratada como una propiedad en disputa legal.
Todo esto me da a entender que, con el fin de revelarse, con un fin pedagógico, Dios permite que imperen las leyes q más justas posibles para una sociedad y época... pero no las que serán las más sabias o justas para una sociedad y época posterior.
Si Dios hubiera querido revelar la totalidad de su verdad de una sola vez, habría insertado microchips en el cerebro de sus hijos, conteniendo la información completa de qué pensar, qué hablar y cómo actuar. Y lo habría hecho ni bien hubieran salido de la sabana africana a poblar el mundo, no a pedacitos a través de milenios. Es más: no habría permitido la evolución de nuestra especie, sino hecho descender del cielo ángeles para poblarlo. Pero Dios, evidentemente, no actúa así. Dios acompaña al hombre como un papá acompaña el tambaleante paso de un niño que aprende a caminar.
Por eso mismo, al plantéarsele el problema de la resurrección de la mujer que había estado casada con 7 hombres, Jesús aclara que en el reino de los cielos la mujer no será propiedad de nadie ni tratada como una propiedad en disputa legal.
Todo esto me da a entender que, con el fin de revelarse, con un fin pedagógico, Dios permite que imperen las leyes q más justas posibles para una sociedad y época... pero no las que serán las más sabias o justas para una sociedad y época posterior.
Si Dios hubiera querido revelar la totalidad de su verdad de una sola vez, habría insertado microchips en el cerebro de sus hijos, conteniendo la información completa de qué pensar, qué hablar y cómo actuar. Y lo habría hecho ni bien hubieran salido de la sabana africana a poblar el mundo, no a pedacitos a través de milenios. Es más: no habría permitido la evolución de nuestra especie, sino hecho descender del cielo ángeles para poblarlo. Pero Dios, evidentemente, no actúa así. Dios acompaña al hombre como un papá acompaña el tambaleante paso de un niño que aprende a caminar.
