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LA PSICOLOGÍA Y LA FE CRISTIANA
NO SE DEBEN INTEGRAR
DAVID BARCELÓ
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Yo amo y deseo tu palabra,
pues me llena de alegría.
Tus promesas me dan esperanza;
¡no te olvides de ellas!
Tus promesas me dan vida;
me consuelan en mi dolor.
Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna,
pues ella me da consuelo.
Los orgullosos me ofenden;
me molesta saber que esos malvados
no siguen tus enseñanzas.
Pero yo las cumplo sin falta.
Poco tiempo estaré en este mundo,
pero siempre diré que es buena tu enseñanza.
Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre;
quiero seguir tus enseñanzas,
pues es lo que me corresponde.
Dios mío, tú eres todo lo que tengo;
de todo corazón quiero obedecerte y agradarte.
¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
A medianoche me levanto
y te alabo porque tus sentencias son justas.
Soy amigo de los que te adoran
y de los que te obedecen.
Dios mío, ¡trátame bien,
tal como lo has prometido!
Yo creo en tu palabra.
¡Dame más sabiduría e inteligencia!
Los orgullosos hablan mal de mí;
son gente que no tiene sentimientos.
Pero yo sigo tus enseñanzas
porque ellas me hacen feliz.
Ven con tu amor a darme ánimo,
pues soy feliz con tus enseñanzas.
Yo medito en ellas,
así que cumple tu promesa.
Avergüenza a esos orgullosos
que sin motivo me hacen daño,
La vida se me escapa, la vista se me nubla,
esperando que cumplas tu promesa de venir a salvarme,
pues yo confío en tu palabra.
Aunque ya estoy viejo y arrugado,
no me olvido de tu palabra.
¡Dame ánimo y te obedeceré,
pues tú eres un Dios de amor!
Dios mío, tú eres eterno y siempre fiel.
Mientras el cielo y la tierra existan,
tu palabra permanecerá;
¡todo lo creado está a tu servicio!
Si tu palabra no me hiciera tan feliz,
¡ya me hubiera muerto de tristeza!
Jamás me olvido de tu palabra,
pues ella me da vida.
Todo en este mundo acabará;
¡solo tu palabra no tiene fin!
¡Tanto amo tus enseñanzas
que a todas horas medito en ellas!
Siempre están conmigo,
y me hacen aún más sabio
que mis enemigos y mis maestros.
Hasta entiendo mejor que los ancianos,
porque las pongo en práctica.
Me he apartado de todo mal camino
porque quiero obedecer tu palabra.
No me he apartado de tu enseñanza
porque tú eres mi maestro.
Me das tanta sabiduría
que no soporto la mentira.
¡Tu palabra es para mí más dulce que la miel!
Tu palabra es una lámpara que alumbra mi camino.
Dios mío, ¡ya es mucho lo que he sufrido!
Mi vida está siempre en peligro,
pero nunca olvido tus enseñanzas.
Los malvados me ponen trampas,
pero yo obedezco tus mandamientos.
Recibe con agrado esta alabanza que te ofrezco,
y enséñame tu palabra.
Cumple tu promesa y dame ánimo.
Tus enseñanzas son mías;
¡son la alegría de mi corazón!
He decidido cumplirlas para siempre y hasta el fin.
Muy temprano me levanto
para pedirte que me ayudes,
pues confío en tu palabra.
Me paso la noche en vela meditando en ella.
Dios mío, tú eres todo amor, ¡escúchame!
Eres todo justicia, ¡dame vida!
Cada vez siento más cerca
a los que se han alejado
de tus enseñanzas y procuran mi mal.
Pero a ti, Dios mío, te siento cerca,
y confío en tus mandamientos.
Desde hace mucho tiempo conozco tu palabra;
tú la estableciste para siempre.
Todas tus palabras se basan en la verdad;
todas ellas son justas y permanecen para siempre.
Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen;
solo tiemblo ante tu palabra.
Aborrezco la mentira; ¡no la soporto!
Pero amo tus enseñanzas.
Ellas son tan justas que no me canso de alabarte.
Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz
y no sufren ningún tropiezo.
Dame vida y te alabaré;
¡que tu palabra me sostenga!
Ando como oveja perdida;
ven a buscarme, pues te pertenezco
y tengo presentes tus mandamientos.
Salmos 119:47-58, 62-63, 65-66, 69-70, 76-78, 81-83, 88-93, 96-105, 107-112, 147-152, 160-161, 163-165, 175-176 TLA
Yo amo y deseo tu palabra, pues me llena de alegría. Tus promesas me dan esperanza; ¡no te olvides de ellas! Tus promesas me dan vida; me consuelan e...
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