¿CULTOS DE SANIDAD?
Recientemente proliferan los predicadores que afirman que Dios quiere sanar a todos los cristianos enfermos, y dicen que en su iglesia Dios está haciendo exactamente eso.
Hay iglesias donde se celebran regularmente cultos de sanidad, y cuentan historias realmente emocionantes de milagros y curaciones.
Las librerías cristianas están repletas de las maravillas que Dios está haciendo. Si sólo la mitad de lo que relatan estos libros es verdad, entonces hay algunas sanidades asombrosas que están ocurriendo en la actualidad.
Quizá el mayor problema en toda la temática no es si las pretensiones son ciertas o no, sino si las pretensiones cuadran con lo que el Nuevo Testamento nos lleva a esperar.
Jesús mismo hizo grandes milagros:
Juan 14:11 “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creed por las mismas obras.
Juan 14:12 De cierto, de cierto os digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre.”
En el versículo 12 dice:
“El que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará.” Esto debería poner punto final a la discusión. Después de todo, Pablo y los apóstoles hicieron milagros de sanidad, ¿no? ¿No muestra esto que la promesa es para todos los tiempos?
En primer lugar, si Jesús se está refiriendo a milagros en Juan 14:12, entonces no estaba hablando sólo acerca de la sanidad, porque el versículo anterior dice: “creed por las mismas obras”; lo cual incluye alimentar a grandes multitudes con un puñado de pan y pescado, andar sobre el agua, calmar la tempestad, etc. ¿Saben ustedes donde está ocurriendo estas cosas actualmente?
Estamos siendo selectivos cuando aplicamos las palabras “obras mayores” sólo a la sanidad.
¿Dónde dice en el Nuevo Testamento que Pablo, Pedro o cualquiera de los apóstoles hicieran “obras mayores” que Cristo? ¡Es que no las hicieron! Lejos de calmar la tempestad, Pablo naufragó al menos cuatro veces. Lejos de alimentar milagrosamente grandes multitudes, nos dice en 2ª Corintios 11:12 que hubo momentos cuando él mismo pasó hambre:
“Pero seguiré haciendo lo que hago, para quitarles la ocasión a aquellos que la desean, con el fin de que en lo que se jactan se encuentren en las mismas condiciones que nosotros.”
(2ª CORINTIOS 11:12.)
Y en lugar de curar a todos, estuvo a punto de perder la esperanza en cuanto a Trófimo, y admite que lo dejó “enfermo en Mileto”
“Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto.” (2ªTIMOTEO 4:20.)
¿Y dónde resucitó Pablo a alguien que hubiera estado muerto cuatro días?
Entonces ¿qué significado tiene Juan 14:12? ¿Es seguro de que las “obras mayores” tienen que ver necesariamente con milagros?
Cuando Jesús dijo: “El que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará”, muchos creyentes dan por supuesto que se está refiriendo a milagros porque eso es lo que menciona en el versículo anterior. Lo que realmente dice es que “yo estoy en el Padre, y el Padre en mi”. En otras palabras, sus milagros prueban su singular relación como Padre e Hijo.
Sí alguien puede hacer realmente mayores milagros que Cristo mismo, entonces esta prueba singular de quién es Cristo debe saltar en pedazos.
“Decid a los de corazón apocado: “¡Fortaleceos; no temáis! He aquí que vuestro Dios viene con venganza y retribución divina. El mismo vendrá y os salvará.”
Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán.
Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo; porque aguas irrumpirán en el desierto, y torrentes en el Arabá.” (ISAIAS 35:4-6.)
Comparar con:
“Ahora bien, cuando oyó Juan en la cárcel de los hechos de Cristo, envió a él por medio de sus discípulos, y le dijo: --¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?
Y respondiendo Jesús les dijo: --Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio.”
(MATEO 11:25.)
Entonces cuando Cristo dice que nosotros haremos lo que Él ha estado haciendo, y que haremos “obras mayores que éstas”, debe estar refiriéndose a otra cosa.
Pero ¿qué es mayor que los milagros? Sin duda, esto sólo puede significar una cosa: extender las buenas noticias del Reino y conducir a las personas al mismo. Cuando piensas en esto puedes ver lo evidente que es. Nadie, ni aun cualquiera de los apóstoles, tiene testimonio de haber realizado mayores milagros que Cristo; si los hubieran hecho, ello probaría que tenían una relación con el Padre mucho más elevada que Cristo mismo. Pero hablar a otros de Cristo es mucho mayor que los milagros; es mayor en importancia y también en valor. Después de todo, nuestro Señor consideró su predicación como la parte más significativa de su ministerio antes de la cruz. Entonces, ¿somos capaces de hacer mayores obras que Cristo en el sentido de compartir el Evangelio con más personas que Él? Un folleto, un libro o cinta o un sermón por la radio pueden alcanzar a más personas, que las que alcanzó nuestro Señor durante toda su vida.
Por tanto, habiendo entendido correctamente uno de los versículos clave utilizados por los que tratan de convencernos acerca de la sanidad, veamos lo que dice el resto del Nuevo Testamento acerca de los cristianos y la sanidad.
Aunque acabamos de decir que los apóstoles no tienen testimonio de haber hecho mayores milagros que nuestro Señor mismo, ellos realizaron, de hecho algunos milagros.
“Las señales de apóstol han sido realizadas entre vosotros con toda paciencia, con señales, prodigios y hechos poderosos.” (2ª CORINTIOS 12:12.)
Pablo escribe acerca de “las señales de un apóstol... señales, prodigios y hechos poderosos”. De la misma manera que nuestro Señor hizo milagros que eran señales de su singular filiación, así también, así también los apóstoles hicieron milagros que eran señales de su singular apostolado. Sí alguien desde entonces pudiera hacer milagros de la misma “categoría” que los apóstoles, ello significaría que los apóstoles no eran únicos.
Ellos no hicieron mayores milagros que Cristo mismo. Desde el tiempo de los apóstoles, nadie puede hacer mayores milagros que ellos. Esa es la razón por que sus milagros eran especiales. Pero hay quienes están pretendiendo hacer mayores milagros que los apóstoles.
Queremos un fundamento bíblico sólido antes de ver lo que está ocurriendo hoy.
Los apóstoles hicieron algunos milagros grandes e inusuales; pero a diferencia de nuestro Señor mismo, tenían sus limitaciones. Pablo no calmó la tempestad, ni alimentó grandes multitudes o anduvo sobre el agua, ni hizo nada parecido a convertir el agua en vino. Cuando se trata de la sanidad, hemos visto que Pablo dejó a Trófimo enfermo en Mileto, y podemos estar seguros que había orado por él.
Según Filipenses 2:27, Epafrodito estuvo a punto de morir:
Fil 2:25 “Sin embargo, también creí necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de milicia y vuestro mensajero y suministrador de mis necesidades,
Fil 2:26 ya que él os añoraba a todos vosotros y estaba angustiado porque habíais oído que él estaba enfermo.
Fil 2:27 Pues en verdad estuvo enfermo de muerte, pero Dios tuvo misericordia de él; y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.”
La única ayuda que Pablo le ofreció a Timoteo para su “estomago” y [sus] frecuentes “enfermedades” fue que no bebiera “agua... sino un poco de vino”:
“De aquí en adelante no tomes agua; usa, más bien, un poquito de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.” (1ª TIMOTEO 5:23.)
Quizá el agua contaminada de Efeso causó estragos en el estómago de Timoteo, y Pablo le aconsejó que tomara vino como una especie de medicina para calmar su disentería, por estar menos contaminado que el agua.
Pablo nos habla de su propia “espina en la carne”, que Dios rehusó quitar aun cuando el apóstol oró con fervor que Dios lo librara.
2Cor 12:7 “Y para que no me exalte desmedidamente por la grandeza de las revelaciones, me ha sido dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás, que me abofetee para que no me enaltezca demasiado.
2Cor 12:8 En cuanto a esto, tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí;
2Cor 12:9 y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad.” Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo.
2Cor 12:10 Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
2Cor 12:11 ¡Me he hecho necio! ¡Vosotros me obligasteis!
Pues más bien, yo debería ser recomendado por vosotros; porque en nada he sido menos que los apóstoles eminentes, aunque nada soy.”
Algunos suponen que era un problema ocular, porque se ve claramente que estaba enfermo cuando visitó a los gálatas:
Gál 4:13 “Sabéis que fue a causa de una debilidad física que os anuncié el evangelio la primera vez;
Gál 4:14 y lo que en mi cuerpo era prueba para vosotros, no lo desechasteis ni lo menospreciasteis. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.
Gál 6:11 Mirad con cuán grandes letras os escribo con mi propia mano.”
Pablo llama la atención sobre las letras tan grandes que utiliza al escribirles: ¡quizá una enfermedad ocular le causaba una miopía que daba lugar a una mala escritura! Sin embargo en la actualidad hay algunos grupos cristianos que celebran regularmente reuniones que se anuncian como “cultos de sanidad”. Cuando se les dice que en el Nuevo Testamento no aparecen “los cultos de sanidad”, responden que hay muchos casos de sanidades públicas en los Hechos de los Apóstoles, Aunque esto parece muy convincente es una interpretación muy superficial del Nuevo Testamento.
Si repasamos cuidadosamente los Hechos de los Apóstoles, notaremos un hecho muy interesante que a menudo se pasa por alto. La sanidad pública sólo ocurría cuando el Evangelio llegaba por primera vez a una ciudad. Una vez que una iglesia estaba establecida, la sanidad quedaba confinada a la iglesia local, y aun así no ocurría con frecuencia. El hecho es que no había reuniones públicas de sanidad. Nunca se nos dice que los apóstoles anunciaran de antemano que fueran a sanar.
La sanidad era siempre una respuesta espontánea a una necesidad inmediata, cuando una ciudad que nunca había oído de Cristo era evangelizada.
Esto pone en cuestión muchas de las practicas de personas que pretenden hacer curaciones milagrosas en la actualidad.
En el libro de Hechos, sólo hay trece ocasiones en que se hace referencia a milagros de sanidad; esto es si damos por supuesto que las “señales y milagros” en los capítulos 2, 6, y 14 incluyen la sanidad. Lo interesante es que diez de esas trece ocasiones tuvieron lugar antes del final del primer viaje evangelistico de Pablo; en otras palabras, antes del final de Hechos capítulo catorce. Los cuatro primeros tuvieron lugar en Jerusalén, pero después del capítulo 6 nunca leemos otra sanidad allí. No digo que no ocurriera; sólo digo que no hay nada registrado.
El hecho es que en Samaria (Hechos 8), en Iconio y Listra (Hechos 14), en Efeso (Hechos 19) y en Malta (Hechos 28), los milagros de sanidad confirman el Evangelio en ciudades que nunca habían oído acerca de Cristo.
Ocurrieron en el transcurso del evangelismo inicial y quedaban al margen del mismo: no era lo principal. Todos los demás casos de sanidad milagrosa tuvieron lugar en la intimidad de la comunidad cristiana. Una vez que una iglesia era establecida, nunca leemos que los apóstoles hicieran milagros de sanidad aun cuando visitaran de nuevo una ciudad.
Es interesante que las únicas sanidades registradas durante toda la segunda gira evangelística de Pablo, con la excepción de la resurrección de Eutico en privado, fueron las de Efeso, una ciudad que no había sido visitada durante la primera gira de Pablo.
Dios nunca tuvo intenciones de que los milagros se confundieran con el Evangelio. Él quiere que las personas respondan a Cristo y no a los milagros.
Donde no se había oído a Cristo anteriormente, los milagros atraían la atención al mensaje y le conferían autoridad, pero una vez que las personas eran convertidas, era su vida y testimonio lo que tenía el propósito de atraer la atención hacia el Salvador.
En todas las cartas del Nuevo Testamento hay muy poco acerca de la sanidad. De hecho, aparte de tres referencias de pasada a los dones de sanidad en 1ª Corintios 12:9,28,30, y una en Santiago 5:14,15.
1Cor 12:9 A otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu;
1Cor 12:28 A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros; después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los que tienen diversidad de lenguas.
1Cor 12:30 ¿Acaso tienen todos dones de sanidades? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?”
Stg 5:14 ¿Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia y que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
Stg 5:15 Y la oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados.”
No se dice nada más acerca del tema en ninguna otra carta. Realmente, en las cartas del Nuevo Testamento hay más referencias a los que estaban enfermos que a los que eran sanados.
En la carta de Santiago capítulo 5 dice: “la oración de fe dará salud al enfermo”. Hay tres cosas que tener en cuenta; en primer lugar, Santiago lo sitúa en el contexto de “los ancianos”. Eso quiere decir que es en una iglesia local y no en una reunión pública.
La importancia de este punto es que los ancianos conocen a los enfermos y pueden ayudarlos espiritual y pastoralmente y no orar meramente por su sanidad física. En segundo lugar, Santiago escribe acerca de ungir con aceite. Debemos entender, que el aceite se utilizaba con muchos propósitos en el siglo I. El médico griego Galeno, que vivió unos 150 años antes de Cristo, tenía esta pretensión: “El aceite es el mejor de todos los remedios para sanar cuerpos enfermos”. Esa es la razón por que cuando el buen samaritano en la parábola de nuestro Señor vendó las heridas de la víctima, derramó aceite y vino sobre ellas. Santiago, pues, puede que no haya estado pensando para nada en la unción simbólica, sino en el uso de asistencia médica: como el consejo de Pablo a Timoteo de que tomara algo de vino para sus problemas estomacales.
Santiago está diciendo: “Toma una medicina y haz que los ancianos oren por tí”. La palabra “ungir” aquí en Santiago 5:14 es realmente la palabra normal para el uso de aceite o perfume como un artículo doméstico. De esta manera, las mujeres en Juan 11:2 y Lucas 7:38 ungieron al Señor con perfume:
“María era la que ungió al Señor con perfume y secó sus pies con sus cabellos.
Y Lázaro, que estaba enfermo, era su hermano.” (JUAN 11:2.)
“Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume.” (LUCAS 7:38.)
Éste no era un acto de unción religiosa. Para la unción religiosa se utiliza una palabra griega diferente; como en 1ª Juan 2:27, donde se refiere al Espíritu Santo.
“Y en cuanto a vosotros, la unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe. Pero, como la misma unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no falsa, así como os enseñó, permaneced en él.” (1ª JUAN 2:27.)
Santiago ofrece una certeza de que el enfermo será restaurado. Éste tercer punto Santiago lo matiza con lo que él llama “la oración de fe”. La mayoría de nuestras oraciones fieles, confiando en que Dios responda como mejor quiera.
Puesto que frecuentemente no sabemos cuál es el plan de Dios, nunca está mal añadir: “si es tu voluntad”. Aun Cristo mismo oró así una vez: ¿no podremos entonces hacerlo nosotros? La oración de fe, por otro lado, se hace cuando estamos absolutamente seguros de saber cómo Dios va a responder. Esa clase de oración no es corriente y es, de por sí, un don de Dios.
Pablo se refiere a esta clase de fe en 1ª Corintios 12:9, cuando escribe que el Espíritu da un don de fe a alguien.
“A otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu.” (1ª CORINTIOS 12:9.)
Cuando oramos lo hacemos con fe, pero nuestra fe consiste en confiar en que Dios responderá sabiamente; nosotros no sabemos necesariamente cómo responderá Él. La oración de fe consiste en cómo: sin una sombra de duda. No estoy hablando de convencernos a nosotros mismos o de fingir. Es un don y por lo tanto no depende de nuestra voluntad. Ese don y esa oración son raros, pero suceden.
Cuando los ancianos oran con esta clase de certeza, el enfermo será sanado, y esa es la razón por que Santiago dice que ésta es la responsabilidad de los ancianos. Es demasiado peligroso dejar que cualquiera pretenda tener este don, y aun los ancianos no lo tienen con frecuencia.
Es demasiado peligroso presumir de tener este don, porque hay cristianos que han causado un daño indecible diciendo a las personas que van a ser sanadas: cuando de hecho no lo son. O cuando se les dice a cristianos enfermos que están así sólo porque les falta fe. Es igualmente cruel cuando se les dice a los cristianos que consultar al médico o tomar medicinas es señal de no confiar en Dios. Y es trágicamente peligroso decir que la enfermedad puede ser curada nombrando y echando fuera a los demonios apropiados. Nada de esto se enseña en la Biblia.
Cuando surge este tema estos grupos citan que en Mateo 8, nuestro Señor había sanado a la suegra de Simón, y entonces se nos dice que continuó sanando a todos los enfermos que le llevaron. Mateo añade en el versículo 17 que Cristo hizo esto para cumplir Isaías 53:4.
“De modo que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, quien dijo:
El mismo tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.” (MATEO 8:17.)
Isa 53:1 “¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehovah?
Isa 53:2 Subió como un retoño delante de él, y como una raíz de tierra seca.
No hay parecer en él, ni hermosura; lo vimos, pero no tenía atractivo como para que lo deseáramos.
Isa 53:3 Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos.
Isa 53:4 Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores.
Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido.
Isa 53:5 Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados.
Isa 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Jehovah cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isa 53:7 El fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca.
Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca.
Isa 53:8 Por medio de la opresión y del juicio fue quitado.
Y respecto a su generación, ¿quién la contará? Porque él fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la transgresión de mi pueblo fue herido.
Isa 53:9 Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte.
Aunque nunca hizo violencia, ni hubo engaño en su boca,
Isa 53:10 con todo eso, Jehovah quiso quebrantarlo, y le hirió. Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad de Jehovah será en su mano prosperada.
Isa 53:11 A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho.
“Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos.
Isa 53:12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos. Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores.” (ISAÍAS 53:1-12.)
“Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores”, dicen que esto prueba que hay sanidad en la expiación de Cristo. En otras palabras, cuando Él murió en la cruz, no sólo llevó nuestros pecados sino también nuestras enfermedades, y que de la misma manera que recibimos completo perdón por fe mediante su obra en la cruz, así podemos recibir completa sanidad por fe. La sanidad y el perdón son beneficios igualmente prometidos a los que confían en Cristo.
Mateo 8:17 e Isaías 53:4 han sido seriamente malentendidos. El primer error es suponer que Isaías 53 se refiere en su totalidad a la cruz. Está claro que no, veamos el versículo 2 y 3:
“Isa 53:2 Subió como un retoño delante de él, y como una raíz de tierra seca.
No hay parecer en él, ni hermosura; lo vimos, pero no tenía atractivo como para que lo deseáramos.
Isa 53:3 Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos.”
El versículo 2 se refiere a su nacimiento, infancia y vida.
El versículo 4 habla de la reacción de los líderes judíos a su ministerio.
La primera parte del versículo 4 se refiere aún a lo que logró durante su ministerio terrenal: “Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores.”
Después, la última mitad del versículo y los siguientes cuatro versículos 9 y 10, leemos acerca de su sepultura, y la segunda parte del versículo 10 y los versículos 11 y 12 hablan de su resurrección y ascensión y todo lo que logró.
El versículo 4 trata de su vida y ministerios terrenales y no de su muerte, así es como lo toma Mateo; él aplica ese versículo al ministerio de sanidad de nuestro Señor y no a la cruz, en Mateo 8:17 se utilizan dos palabras diferentes para “tomó” nuestras debilidades y “cargó” con nuestras enfermedades; son lambano (recibir) y bastazo (llevarse). Lo que importa es que estas dos palabras nunca se usan en el Nuevo Testamento para referirse al sacrificio de Cristo en la cruz.
“El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados.” (1ª PEDRO 2:24.)
“El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”, pero la palabra que utiliza es anaphero, que significa subir [algo] a un altar. Entonces Pedro cita Isaías 53 pero no cita el versículo 4 sino el 5: “por sus heridas fuimos nosotros sanados”.
Isaías 53:4 se refiere a lo que nuestro Señor efectuó en su vida, y el versículo 5 se refiere a lo que efectuó en su muerte. Ni Mateo 8:17 ni Isaías 53:4 se refieren a la cruz. Por tanto, no podemos utilizar esos versículos para pretender que todo cristiano ha de ser perfecta e inmediatamente sanado por que Cristo llevó todas nuestras enfermedades en la cruz.
¿Es que no hay sanidad por la cruz de Cristo? ¡Por supuesto que sí!
Rom 8:23 “Y no sólo la creación, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.
Rom 8:24 Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve?” (ROMANOS 8:23,24.)
Pablo anhela el día que recibamos “la redención de nuestro cuerpo”. ¿Cuándo será esto? Cuando Cristo vuelva, En el siguiente versículo, Pablo añade:
“Porque fuimos salvos con esperanza”.
Juan nos dice que en el cielo “no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor”.
“Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron.” (APOCALIPSIS 21:4.)
Sólo entonces promete Dios una sanidad perfecta y eterna.
Y puesto que el cielo es nuestro por el sacrificio de Cristo, es en última instancia a través de la cruz como somos sanados. La cruz nos promete una sanidad final, pero no inmediata.
Hay muchisímas pretensiones hoy en día de personas sanadas. He leído libros, visto vídeos y hablado con personas. No estoy diciendo que es todo mentira.
Sin duda, creemos que Dios puede sanar hoy en día, no podemos ser cristianos si negamos esa posibilidad.
Pero ¿qué sentido tiene negar las afirmaciones que hacen estos grupos? Si son ciertas, deberíamos alegrarnos, y si son falsas... ¿no se hace ningún mal? Si la mayoría de las pretensiones son falsas, entonces el nombre de Dios está siendo deshonrado a gran escala. El mundo pensará que los cristianos son tontos, crédulos o mentirosos y que se burlan de Dios. Pero además de deshonrar a Dios, estas falsas pretensiones están haciendo daño a los cristianos que desearían ser sanados pero no lo son. Alguien, en algún lugar, debe estar fallándoles, ya sea Dios, o sus amigos o ellos mismos.
Vamos a definir lo que es una curación milagrosa, utilizando el Nuevo Testamento como vara de medir, la sanidad a través de Cristo y los apóstoles tendrá que ser algo así: “La curación completa de una enfermedad, incapacidad o accidente, inmediata y totalmente y por encima de una explicación médica”.
Cuando oramos por una persona enferma, y la persona mejora durante un largo período de tiempo, podría ser una curación milagrosa, pero nadie puede juzgar.
Muchas enfermedades con o sin oración. Aún ciertas enfermedades importantes o graves remiten, para asombro de los médicos, sin ninguna explicación aparente.
Lo único que digo es que una sanidad así no es lo que queremos decir con curación milagrosa, por supuesto que Dios puede sanar si quiere, y no dudo que a veces lo haga. En nuestra propia Iglesia hemos visto notables respuestas a la oración a lo largo de los años. Pero el hecho es que la sanidad no está teniendo lugar al nivel que algunos pretenden; la mayor parte de lo que se pretende es, en el mejor de los casos, una ilusión, y en el peor un engaño impío. Lo atribuimos a cristianos crédulos. O sea cristianos que creen ver lo que quieren ver, en parte, y también a la obra de dinámicos estafadores.
Debemos animar a los cristianos de hoy a dejar de fingir y comenzar a vivir en la realidad. Después de todo, la verdadera Iglesia ha crecido constantemente a lo largo de los siglos sin apoyarse en las falsas pretensiones que se tienen hoy. Es francamente absurdo que algunos cristianos estén aún subiéndose al carro de las “señales y maravillas” cuando las ruedas se le cayeron hace unos años. Esa clase de ficción no nos lleva a ninguna parte.
Si me encuentro una persona genuinamente sanada de manera milagrosa, me regocijare. Pero no se corresponde con la Escritura ni con la experiencia creer que todo aquel que tenga fe será sanado. Hay tantos libros hoy que nos dicen que lo único que tenemos que hacer es creer, y que todo lo que pidamos ocurrirá... ¿No prometió eso Cristo mismo: “todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé.”
“Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé.” (JUAN 15:16.)
Pero la frase “en mi nombre” constituye una matización muy importante. Eso no es una promesa de que puedas conseguir cualquier cosa de Dios simplemente con añadir el nombre de Jesús como si fuera una clave mágica. Significa que lo que pidamos debe armonizar con el carácter de Cristo y los planes que Él tiene para nosotros.
Contrariamente a lo que algunos predicadores y autores nos dicen, Dios nunca nos da un cheque en blanco para que escribamos en él. Me temo que no se puede confiar tanto en nosotros.
Puedes oír cantidad de historias de dolores de oídos y dolores de espalda, de cabeza que han sido sanados, pero todo esto no prueba nada. ¡Una buena dosis de autosugestión funciona tan bien como una aspirina! Pero no tan bien como un milagro.
Si el mundo va ha ser persuadido mediante la sanidad milagrosa, necesitará casos mucho más “fuertes” que puedan soportar la investigación y muchas menos pretensiones. No estoy diciendo que Dios no sane a las personas hoy. Estoy seguro que sí; como Dios es SOBERANO, a veces obra en una parte más que en otras, en distintas ocasiones. Tampoco existe ninguna razón para que Dios no use a algunos cristianos más que a otros en este ministerio. Sólo pido honestidad e integridad; y eso no es demasiado común actualmente en cuanto al tema de la sanidad. Si alguien pretende tener un don de sanidad que lo pruebe por la medida del “éxito” los apóstoles del Nuevo Testamento, de lo contrario, denunciémoslo como un fraude.
Fue en el tiempo de nuestro Señor y los apóstoles cuando no había fallos, sólo éxito instantáneo. Por supuesto que oramos por la curación de cristianos enfermos. La iglesia cristiana siempre lo ha hecho y, de tiempo en tiempo, Dios responde de una manera muy especial. Pero frecuentemente, el restablecimiento es o bien lento y “normal” o bien inexistente: cualquiera de las dos cosas no debería sorprendernos.
Dios no sana a todos los cristianos hoy, simplemente porque tiene mejores planes.
Dios le ama por lo que Él es, y no simplemente porque sane sus cuerpos.
Mediante el sufrimiento, Dios moldea frecuentemente el carácter de su pueblo, dándoles amor, compresión, ánimo y cuidado. La historia de la Iglesia está llena de ilustraciones de esto. Mediante los cristianos que sufren, Dios también muestra al mundo lo que puede significar la verdadera fe. Mi consejo en cuanto a este tema es que continuéis orando y confiando en Dios en tiempos de enfermedad, pero que estéis siempre preparados para que Dios no responda de la manera que vosotros queráis. No os dejéis intimidar por todo el triunfalismo y las pretensiones que oigáis; la sanidad no está ocurriendo hoy como la gente cree. Hemos examinado este tema en la Escritura en primer lugar y debemos probarlo todo por ella. La evidencia del cristianismo no consiste en cuerpos sanados, sino en personas cambiadas que viven para alabar a Dios: cualesquiera que sean las circunstancias. En eso consisten nuestras buenas noticias.
(RESUMIDO DEL LIBRO ¿EXISTE HOY LA SANIDAD? -BRIAN H. EDWARS.)
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