El tipo de letra que usas molesta. Su uso es acotado (ejemplos abajo)
Te aconsejo que le creas a Jehová Dios y no a Satanás el Diablo.
Fue Satanás el que mintió en Edén, con una promesa vacía de que en realidad no morirían si desobedecían a su Creador. “Positivamente no morirán" (Gé 3:4) le dijo. Para perpetuar esta mentira Satanás el Diablo inventó el mito del "alma inmortal".
La Biblia es clara, la muerte es lo contrario de la vida, los muertos han dejado de existir. Jesús comparó la muerte con el sueño, los muertos duermen en la muerte, cuando duermes estás inconsciente del entorno y luego despiertas, del mismo modo, en la resurrección los muertos serán despertados.
"los vivos saben que morirán, pero los muertos no saben nada en absoluto..." (Ec 9:5, 6)
Ya dejen de propagar sus doctrinas sectarias. El atractivo del aniquilacionismo reside en su promesa de una alternativa más misericordiosa a las doctrinas tradicionales del castigo eterno. Sus implicaciones abordan temas más amplios como la justicia divina y el destino humano, pero son herejias viejas rechazadas por la iglesia desde el siglo 4to e.C.
La Biblia nos dice que sí, hay vida después de la muerte. Este mundo no lo es todo, y la humanidad fue creada para algo más. Al morir, el cuerpo deja de funcionar y comienza el proceso de regresar a la tierra, pero la parte espiritual del hombre sigue viva: «El polvo vuelve a la tierra de donde salió, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7; cf. Salmo 146:4).
A quienes son redimidos y reciben el perdón de sus pecados, Dios les da vida eterna, una existencia tan gloriosa que «ningún ojo vio, ningún oído oyó, ni ha imaginado mente alguna lo que Dios ha preparado para quienes lo aman» (1 Corintios 2:9, NTV). Esta vida eterna está inextricablemente ligada a la Persona de Jesucristo: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). En la oración de Jesús en este pasaje, Él equipara la “vida eterna” con el conocimiento de Dios y del Hijo. “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Juan 5:12).
Jesucristo, Dios encarnado, vino a la tierra para pagar por nuestros pecados y darnos el don de la vida eterna: “Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:5). Tres días después de su crucifixión, Jesús demostró su victoria sobre la muerte al resucitar de la tumba: Él es la vida personificada (Juan 11:25) y la prueba definitiva de que hay vida después de la muerte.
La resurrección de Cristo es un acontecimiento bien documentado. El apóstol Pablo invitó a la gente a interrogar a los más de 500 testigos oculares que vieron a Jesús después de su resurrección (1 Corintios 15:6). Todos ellos pudieron dar testimonio de que Jesús está vivo y de que existe vida después de la muerte.
La resurrección de Cristo, que nos da la esperanza segura de vivir después de la muerte, es la piedra angular de la fe cristiana (1 Corintios 15:12-19). Dado que Cristo resucitó de entre los muertos, tenemos fe en que nosotros también resucitaremos. Como Jesús dijo a sus discípulos: «Porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19). Cristo fue solo el primero de una gran cosecha de quienes resucitarán (1 Corintios 15:23). Así como Dios resucitó el cuerpo de Jesús, también nuestros cuerpos resucitarán a su regreso (1 Corintios 6:14).
Sin embargo, la realidad de la vida después de la muerte no significa que todos irán al cielo. Las personas seguirán existiendo después de morir, y algún día habrá una resurrección, pero Dios distingue entre la resurrección de los justos (quienes están en Cristo) y la de los injustos (quienes mueren en su pecado): «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2). Pablo lo expresó así: «Habrá resurrección tanto de justos como de impíos» (Hechos 24:15).
Cada persona debe tomar una decisión en esta vida, una decisión que determinará su destino eterno. Está establecido que muramos una sola vez, y después de eso vendrá el juicio (Hebreos 9:27). Quienes han sido justificados por la fe en Cristo irán a la vida eterna en el cielo, pero quienes han rechazado a Cristo como Salvador serán enviados al castigo eterno en el infierno (Mateo 25:46). El infierno, al igual que el cielo, es un lugar literal. Es un lugar donde los injustos experimentarán la ira eterna e inagotable de Dios. El infierno se describe como un lago de fuego donde sus habitantes serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10). En el infierno, habrá llanto y crujir de dientes, lo que indica intenso dolor e ira (Mateo 13:42).
Dios no se complace en la muerte de los malvados, sino que desea que se aparten de sus malos caminos para que puedan vivir (Ezequiel 33:11). Pero no nos obligará a someternos; si elegimos rechazar a Cristo, el único Salvador, rechazamos el cielo que Él ha preparado y viviremos eternamente separados de Él. La vida en la tierra es una preparación para lo que está por venir. La fe en Cristo nos prepara para la vida después de la muerte: «El que cree en [el Hijo de Dios] no es condenado; pero el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:18).
Todos experimentaremos la vida después de la muerte de alguna manera. Para los creyentes en Cristo, la vida después de la muerte es la vida eterna en el cielo con Dios. Para los no creyentes, la vida después de la muerte es la eternidad en el lago de fuego. ¿Cómo podemos recibir la vida eterna y evitar el infierno? Solo hay un camino: mediante la fe en Jesucristo. Jesús dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Juan 11:25-26).
The free gift of eternal life is available to all. “Whoever believes in the Son has eternal life, but whoever rejects the Son will not see life, for God’s wrath remains on them” (John 3:36). We will not be given the opportunity to accept God’s gift of salvation after death. Our eternal destination is determined in our earthly lifetimes by our reception or rejection of Jesus Christ. “I tell you, now is the time of God’s favor, now is the day of salvation” (2 Corinthians 6:2). If we trust in the death of Jesus Christ as the full payment for our sin, and we believe in His resurrection from the dead, we are guaranteed eternal life after death, in glory (1 Peter 1:3–5).
Saludos.