Todos de alguna cosa nos hemos vacunado, atribuirle a la nueva vacuna colores diabólicos no es prudente si no tenemos en cuenta algo:
El 99% de lo que nos rodea entre humanos pasa por algún negocio, la ropa que usamos y la tecnología que usamos aún entre familiares, los materiales refinados por empresas para nuestras casas, los medicamentos para el dolor de cabeza; etc. Como todo negocio, el que vende quiere elevar sus ganancias disminuyendo su esfuerzo, y por eso los alimentos que consumimos tienen mucha porquería (aún las frutas y verduras, carnes, sodas, granos, etc) porque se usan sustancias de laboratorio para hacerlas crecer a dichas plantas o, en el caso de los animales engordarlos. Una gallina sin modificación genética pone hasta 6 huevos por año, y las que conocemos ponen más de 300 por año porque han sido manoseadas por las personas. A las vacas les inyectan porquerías, a los cerdos, a todo se le ponen sustancias de laboratorio desde hace muchos muchos años, y ésto tiene sus comienzos con la industrialización.
Venir ahora con hacer una diabolización molar, es poco serio, lo diabólico siempre estuvo moviéndose desde lo molecular: TODOS CONTRIBUIMOS. Hasta el aire que respiramos está mezclado con toxinas de fábricas y laboratorios. Los laboratorios tiran sus desechos a la tierra, al mar, también las fábricas. Creerse puros es un consuelo muy precario, desde hace más de 50 años que ya somos transhumanos (siguiendo el artículo que compartió al principio el usuario). Desde que los bebés están en el útero son afectados por medicamentos artificiales, comida artificial, ¿y no es la pantalla que miramos artificial?
El problema no es si algo es natural o no, si es artificial o no, si es puro o no; todo eso son falsas oposiciones, cuentos simplistas para sentirnos cómodos y los buenos de la historia. Queremos ser buenos, sí, pero las cosas no son tan simples como cuando existían pueblos con sus propias tierras con las cuales trabajar, ya no, ni siquiera los colectivos agroecológicos pueden lograr pureza ninguna (aún cuando evidentemente sus plantaciones son mil veces mejores (y las he probado, y sí, son verdaderamente alimentos con un sabor que a priori podría llamar ''real'' sin ánimos de exactitud) y se nota enseguida) en sus terrenos, chacras, etc.
El problema se trata en las formas con las que vamos a interactuar con el contenido, por ejemplo, muchos quieren culpar al COVID por las cosas malas que pasan pero, no es el COVID en sí sino la manera en la que hemos habitado nuestras relaciones en torno a la aparición del COVID.
Es necesario empezar a pensarnos dentro de nuevas formas de habitar nuestros espacios y también las relaciones que tenemos, la tarea de imaginar y dialogar sobre otras formas de acercarse al mundo y entre personas es trabajo crucial para comenzar a mejorar. Señalar malos es una labor fútil, es el consuelo de creerse buenos porque señalamos en grupos a los malos; eso no sirve de nada, crea impotencia y resentimiento. Es necesario (si realmente nos tomamos enserio nuestro anhelo por ser buenos) hacer esfuerzos en cosas menos fastfood y ponerse a elaborar. Sin duración no hay elaboración, ergo, fastfood es lo que obtendremos.
Es mi humilde reflexión sobre el asunto.