Tus mensajes son similares a los de Catholico y Pablo Pereyra, ya que tengo la impresión que nadie los lee, ni siquiera el forista con el que están debatiendo. Mirándolos apenas por arriba nomás, se advierte lo bien escritos que están, prolijos, puntillosos, exhaustivos en el tratamiento de los temas, y en un nivel de respeto que son todo un ejemplo en el Foro. A la verdad, merecerían que fuesen leídos por los millares diarios de visitantes, y hasta releídos, pues sin duda tanto esfuerzo invertido merece la mejor de las atenciones.
Concretándonos a tu caso personal, veo que no cejas en tu inveterada costumbre de descuidar la atención de los temas que tú mismo abres, desapareciendo de los debates por temporadas, y cuando regresas es para contestarles a todos juntos, cuando estos ya han perdido interés y no recuerdan lo que se venía hablando.
Este estilo únicamente puede servir a la autosatisfacción de desplegar las ideas con gusto, para luego en sucesivas lecturas refocilarse por lo bien redactadas que quedaron.
Todo escritor, aunque no haga fortuna con sus obras, por lo menos aspira a ser leído, si no por millares, al menos por unos cuantos.
Es estimulante saber que cuando escribimos en el Foro, hasta los que nos son contrarios en las ideas, con sólo ver nuestro nombre acuden a ver qué es lo que decimos sobre tal o cual asunto.
Pero es decepcionante y deprimente ponerse a escribir bajo sospecha que aunque nuestro trabajo mereciera si no un Nobel por lo menos un Cervantes de Literatura forense –si lo hubiera-, probablemente no sea leído y menos contestado.
Ya he expresado que considero impropio del debate el chateo superficial y una falta de respeto que a un conceptuoso y denso mensaje se le responda con pocas palabras o en una sola línea. ¡Pero tampoco el otro extremo! El debate aquí en el Foro se corresponde con el oral en público, y nadie esperaría que a una conferencia se le conteste con otra, pues se perdería todo interés en el asunto, ya que no necesariamente con un discurso se respondiera al otro, sino que meramente se estaría haciendo gala de las habilidades histriónicas.
Se puede aprender de los debates televisivos de candidatos presidenciales, cuando el conductor les va proponiendo preguntas de interés fundamental para los electores, y contando a veces con no más de dos minutos para ello, deben dividir tan escaso tiempo para presentar su idea y a la vez -de ser oportuno-, refutar la de su adversario. Así, el debate se hace tan ágil como interesante.
Algunos de nosotros todavía nos acordamos de la sensación con que esperábamos el años pasado el debate entre Davidben (ahora Wilson) y Melviton sobre el tema de los 144.000 y que no pasó más allá de la introducción.
Acá, en este epígrafe, también nos aprestamos a presenciar un singular duelo entre Catholico y Pablo Pereyra, pero apenas colmó las expectativas de cada uno de ellos con todo cuanto escribieron.
Bien, ya me estoy yo mismo excediendo, por lo que me conviene cortar por acá, animándote a que busques la forma para que todo lo que tengas para compartir sea aprovechado en la justa medida del tiempo y esfuerzo invertidos.
Saludos cordiales