Apreciado Melviton
Apreciado Melviton
Respuesta a Mensaje # 575:
1 – Ni fue a regañadientes ni fue por exclusivo artificio tuyo, sino que de buena gana y hombro con hombro me puse a tu lado para llevar la deducción paso a paso de modo que cupiera a la sangre y a la vida aquellas cualidades de santidad y sacralidad no registradas como tales en versículo alguno.
No es seguir discutiendo lo obvio notar que esta conclusión a la que llegamos y con la que convinimos, a mi modo de ver resultaba inútil; ya que compartiendo lo que es general a todo lo que del Eterno procede y pertenece, y recibiendo su transgresión igual pena capital que la aplicada a otras literalmente registradas como santas y sagradas, aquel susodicho alegato al que desde el inicio apunta el epígrafe, se esfumaba en el aire.
Si a tu propio modo de ver -pese a no corresponderles esa particularidad que validaría el argumento (“porque Dios considera santa la sangre y sagrada la vida que representa”)-, prefieres seguir manteniéndolo en pie, es cosa que sólo a ti incumbe y contra lo que nada puedo hacer.
No persisto pues en discutir ese punto, de suyo indiscutible.
Pero si alguien cree que estoy equivocado, que me lo haga saber.
2 – Yo no he rechazado la información aportada sobre el uso medicinal de la sangre entre los egipcios o la que bebieran los gladiadores en Roma.
Sin embargo, ahora escribes “la boca era “el único medio utilizado”, con referencia al introducir sangre en el cuerpo, sin tomar en cuenta que repetidamente hice notar que en la medicina antigua practicada desde los tiempos de Hipócrates hasta los de Galeno en toda aquella región del Mediterráneo y Cercano Oriente, se recetaban lavativas de sangre para los anémicos vía anal o vaginal. Eso no me lo inventé sino que consta en un gran Diccionario Enciclopédico en 28 tomos del Siglo XIX que tengo en mi Biblioteca, y que el forista Norberto ha tenido en sus manos. Sin embargo, procedes como si nada hubiese dicho.
Claro, se entiende, ese dato resta fuerza al pretendido argumento que la prohibición de comer sangre equivalía a que se hubiese dicho “no meter sangre en el cuerpo”, ¡así que mejor ignorarlo o hacerlo a un lado!
3 - Yo no expresé ni di a entender que Dios omitiera al dar la Ley usar el término científico “transfundir”, sino que si en su presciencia conocía la práctica universal actual, sencillo le fuera a Él, a Moisés y los israelitas todos la versión de Alfageme refrendada con tu alegato:
-“No meterás sangre en el cuerpo”.
Efectivamente, los verbos “meter” o “introducir” están citados profusamente en nuestras biblias y existen en todos los idiomas, y de haberlos usado se hubiera prevenido el uso indebido de la sangre tal como la Watchtower nos lo achaca.
¿Qué puede tener de patético que haga notar que Dios no se decidió por la versión de Alfageme e insistiera con la suya propia del “no comerás”?
Por el contrario, previendo Dios que veinte siglos después del advenimiento del Mesías muchas vidas serían salvadas con las transfusiones de sangre, dejó abierta la puerta para tan benéfica práctica con su “no comerás” desestimando la versión de Alfageme y asociados.
¿Soy yo quién no veo o tú quién definitivamente no quiere ver?
4 – Cité Lv 3:16,17 como prueba de que Dios equiparó la grasa con la sangre como perpetua prohibición de comerlas. Nada tiene eso que ver con equipararlas en su representatividad, duplicado absurdo. Allí el mismo verbo “olam” (que no prescribe) comprende tanto a la sangre como a la grasa. Por supuesto, hablamos de la Tora para la casa de Israel.
5 – La razón de la importancia de la sangre está en su vitalidad intrínseca y su aplicación en la expiación. La sin razón está en todo lo demás con lo que se intente hacerla sobresalir, empeño por demás innecesario.
6 – Es muy fácil atribuirle a la Biblia el origen de nuestras ideas, cuando el problema no está en ella sino en nuestra peculiar percepción.
No es necesario que me convenzas de la verdad de aquella metáfora, lo que no va en desmedro de los pajarillos cuya caída a tierra Dios toma en cuenta.
Los humanos dentro de nuestra limitación todo lo pesamos, medimos y valoramos según nuestro propio sentido de justicia y valoración. Pero lo que en Dios es perfecto, en nosotros es relativo, pues obedece a nuestra propia conveniencia e interés (Pr 20:14).
Diferencia e igualdad son conceptos que aplican a todo lo conocido, por lo que yo jamás lo negaría. Pero cuando se nos dice que algo es idéntico o que es distinto, debo usar de discernimiento para comprobar si es efectivamente así.
Se me muestra que una estrella es mayor que otra en gloria (brillo, resplandor), y eso es verdad, al momento, ante mis propios ojos. Sin embargo, la de mayor fulgor puede ser inexistente, pues no es a ella a la que veo -pues hace mucho dejó de ser-, sino su luz que todavía viene viajando desde lo profundo del Universo.
Así también, no es lógico que atribuya a la sangre y a la vida una santidad y sacralidad distintivas, cuando tales cualidades las otorgamos por simple deducción, con criterio general, y no particular o especial, cuando la Escritura confiere expresamente aquellas a muchas cosas, y no a estas dos.
7 – Cuando escribí acerca de Dios discriminando, usaba la expresión en su sentido general de distinguir unas cosas de otras, y no como se hace en Derecho referente al trato de inferioridad. ¿Por qué te fuiste tan lejos?
8 – “Coces contra los aguijones” no es algo contra lo que me sigo golpeando sino que tú continúas repitiendo en ese reducido repertorio que tienen de dichos que reiteran sin ton ni son, como “efectos especiales”. No era necesario que disertaras sobre 1Co 12:14-26 sino simplemente mostrar lo mal que estuve en haber contrapuesto ese pasaje al de 15:41. Claro, no pretendía con aquel desvirtuar este, sino poner las cosas en su lugar.
9 – En mi país el verbo “valorar” significa fijar el precio de algo o reconocerle su valor. Si en el tuyo el no valorar implica la falta de respeto y desobediencia, no es mi culpa.
10 –Lo científico es ver la desigualdad en dos gotas de agua. Lo natural, es ver como iguales tantísimas cosas que no lo son. Nuestra percepción es subjetiva; no necesariamente y siempre, científica.
11 – He dicho que en la sangre está la vida (porque Dios así lo dijo), lo que no es el alma de la persona con su mente, emociones y volición.
12 – Siempre están asustando con el “cuco” de una transfusión mal hecha o con sangre contaminada. Con todos los casos que conozco de personas transfundidas y salvadas (mi propia esposa) no conozco un solo caso de que alguien muriera a resultas de una transfusión. Antiguamente pudo haberse dado, actualmente sería muy difícil. Lo más probable es la muerte del que se niega a ser transfundido, como el año pasado trascendió el caso de una joven mujer TJ en la Argentina.
13 – Me dices:
“¿Vuelves a tus andadas Ricardo? ¿Acaso no habías aceptado que el “comerla” equivale a “meterla” al cuerpo?”
No que equivalga, sino que todo lo que se come penetra al cuerpo. Pero nunca al revés. Nuestro Presidente vive desde hace cuarenta años con varias balas alojadas en su cuerpo. Le dispararon y lo penetraron, pero él no come plomo.
14 – Mantener que el “no comerás sangre” incluye por deducción, afinidad o asociación de ideas la prohibición de las transfusiones intravenosas, es un barbarismo semejante a decir que dentro de la Ley de la circuncisión de todo varón estaba implícita la ablación genital femenina. No sería esto más insólito que aquello. Siempre se podría argüir de modo de convencer a los dispuestos a creerlo todo.
15 – Yo llamo a Dios con el nombre que en una sola palabra castellana dice lo que tetragrama hebreo significa (El Eterno). Tú reproduces el invento del monje dominico español Raimundo Martini, que ni en la grafía ni en la pronunciación se aproxima siquiera a la realidad.
16 – Conozco unas cuantas infracciones de la Ley que se castigaban con la pena de muerte. Sin embargo, no recuerdo una sola que prohibiera salvar la vida de quien por enfermedad o herida estuviese perdiéndola.
A este propósito, suenan bastante sugestivas las mismas palabras del Señor Jesucristo cuando leemos en Mr 3:4:
“Y les preguntó: -- ¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?”
Complementa todavía mejor Mt 12:11,12:
“Él les dijo: -- ¿Qué hombre entre vosotros, si tiene una oveja y esta se le cae en un hoyo, en sábado, no le echa mano y la saca?
Pero, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, está permitido hacer el bien en sábado”.
A veces podría no resultar fácil sino bastante trabajoso, pero con todo: ¿acaso se quebrantaba el sábado por salvar la vida de la oveja?
En tal caso, el Sanedrín no juzgaba, condenaba ni lapidaba al que trabajó en sábado para salvar su oveja.
No salvar la vida que se puede salvar ¿no es una forma de quitarla?
La omisión de asistencia es castigada por nuestras humanas leyes.
¿Dejará el Dador de la vida sin castigo a quien pudiendo dar un poco de la suya para salvar otra, se abstiene de hacerlo pretextando que Él mismo lo tiene prohibido?
17 – Al dilema final de qué es lo que realmente prevalece, si el retraerse a no dar ni recibir vida en conformidad a una abstención deducida e inferida de una Ley o el hacerlo convencido de que lejos de transgredir se agrada a Dios con ello, has puesto los dos versículos de 1Sa 15:22,23.
A ello yo contrapongo la Biblia entera desde Gn 1:1 a Ap 22:21, pero para no citarla aquí toda, la voluntad de Dios está claramente expuesta en las mismas palabras del Señor Jesucristo en Jn 15:13:
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”
Cordiales saludos.