"Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." -- Romanos 3:24.
...Y ahora proseguimos a explicar algunas de las características de esta justificación. En el momento en que un pecador arrepentido es justificado, recuerden, él es justificado en relación a todos sus pecados. He aquí un hombre plenamente culpable. En el instante en que cree en Cristo, recibe su perdón de inmediato, y sus pecados ya no son más suyos; son arrojados a las profundidades del mar. Fueron puestos sobre los hombros de Cristo y han desaparecido. Ahora es un hombre justo a los ojos de Dios, y acepto en el Amado. "¡Cómo!", dicen, "¿quieres decir eso literalmente?" Así es, en efecto. Esa es la doctrina de la justificación por la fe.
El hombre deja de ser considerado por la justicia divina como un ser culpable. En el instante en que él cree en Cristo toda su culpa es quitada. Pero voy un paso más allá. En el momento que el hombre cree en Cristo, deja de ser considerado culpable desde la perspectiva de Dios. Y lo que es más, se vuelve justo, se vuelve meritorio. Pues en el instante en que Cristo toma sus pecados, él toma la justicia de Cristo; así que cuando Dios mira al pecador que sólo una hora antes estaba muerto en pecados, ahora lo contempla con tanto amor y afecto como siempre miró a Su Hijo. Él mismo lo ha dicho: "Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado".
Él nos ama tanto como su Padre Le ama a Él. ¿Pueden creer en una doctrina como ésa? ¿No sobrepasa a todo pensamiento? Pues bien, es una doctrina del Espíritu Santo; la doctrina mediante la cual debemos esperar ser salvados. ¿Podría yo ilustrar mejor este pensamiento para cualquier persona no instruida? Les voy a decir la parábola que encontramos en los profetas, la parábola de Josué el sumo sacerdote. Josué entra vestido con ropas inmundas; esas ropas inmundas representan sus pecados. Quítenle esas ropas inmundas; ese es el perdón. Pongan una mitra en su cabeza, vístanlo con ropajes reales, háganlo rico y apreciable: eso es la justificación.
Pero, ¿de dónde salen estas ropas, y a dónde van a parar esos harapos? Los harapos que Josué vestía pasan a Cristo, y con las vestiduras de Cristo se viste Josué. El pecador y Cristo hacen exactamente lo que hicieron Jonatán y David; Jonatán dio su ropa David, y David dio a Jonatán sus vestidos; así también Cristo toma nuestros pecados, y nosotros tomamos la justicia de Cristo; y por medio de esta gloriosa sustitución e intercambio de lugares, los pecadores son liberados y son justificados por Su gracia.
"Pero", dice alguien, "nadie es justificado así, sino hasta que se muera." Créanme, lo es.
"El instante en que un pecador cree,
Y confía en su Dios crucificado,
Recibe de inmediato su perdón;
Salvación plena, mediante Su sangre."
Si aquel joven por allá ha creído verdaderamente en Cristo hoy, habiéndose dado cuenta mediante una experiencia espiritual de lo que yo he intentado describir, está tan justificado ahora a los ojos de Dios como lo estará cuando esté ante el trono. Los espíritus gloriosos no son más aceptables a Dios en el cielo que el pobre hombre aquí en la tierra que ha sido justificado una vez por la gracia. Es una perfecta purificación, es un perfecto perdón, una perfecta imputación. Somos plenamente, libremente y totalmente aceptados por Cristo nuestro Señor.
Sólo una palabra más sobre esto, y dejaré el tema de la justificación. Quienes han sido justificados una vez, son justificados irreversiblemente. Tan pronto un pecador ocupa el lugar de Cristo, y Cristo toma el lugar del pecador, no hay temor de un segundo cambio. Si Jesús ha pagado la deuda una vez, la deuda está saldada y nunca más será presentada al cobro; si son perdonados, son perdonados de una vez y para siempre. Dios no otorga al pecador Su libre perdón firmado de Su puño y letra para retractarse más tarde y castigarle. Está lejos de Dios proceder de esta manera. Él dice: "He castigado a Cristo; tú puedes irte libremente". Y después de esto "nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios", porque "justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".
...Es doctrina de la Santa Escritura que nadie puede condenar a quien Dios justifica, y nadie puede acusar a aquellos por los que Cristo ha muerto, pues están completamente liberados de pecado. Así que, como dice uno de los profetas, Dios "no ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel".
En el mismo instante en que ellos creen, sus pecados son imputados a Cristo, dejan de ser suyos, y la justicia de Cristo les es imputada y contada como suya, de manera que son aceptados...
Fragmento del Sermón No.126 predicado la mañana del Domingo 5 de Abril, 1857 por Charles Haddon Spurgeon
En el Music Hall, Surrey Gardens, Londres.
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El Púlpito de la Capilla New Park Street
La Justificación por Gracia