I
(Aunque me lleve varios aportes, podemos ir intercambiando ideas de a poco)
El haber nacido a mediados del Siglo XX, nos ha facilitado el trato con personas de todo ese siglo, a más de algunas del XIX y las del XXI que vamos conociendo.
Mis abuelos, cuando jóvenes, no conocieron Internet, Fax, televisión, cine, radio o teléfono, sino que toda comunicación impersonal entre ellos era epistolar, y solo ante alguna urgencia, el telégrafo. El entretenimiento gráfico lo daban los libros, periódicos y revistas. Por supuesto, el teatro, las salas de concierto y de conferencias hacían su mejor aporte cultural en las ciudades. Los estudios superiores quedaban limitados a los que perseguían una carrera universitaria.
Entonces, como desde hacía siglos, la conversación era todo un arte que no necesariamente distinguía entre cultos e ignorantes, ya que el intelecto puede avivarse en iletrados y apagarse en los más letrados. El buen decir, podía ser virtud de poco instruidos y falta notoria en los más leídos, pues el cuidado que unos ponen en tal ejercicio es descuido imperdonable en los que por el mucho leer mejor tendrían que expresarse. El analfabeto, no por carencia de letras lo era también de voces en un rico lenguaje que correctamente dicho podía dejar perplejos a personas doctas.
Antiguamente, los cafés céntricos de las grandes urbes, eran punto de encuentro de los intelectuales locales, que en torno a una mesa discutían méritos y deméritos de las últimas obras literarias aparecidas. Parroquianos asiduos al lugar, carentes de estudios pero ávidos del saber, podían arrimar su silla, y de acostumbrarse a escuchar, acabar por sorprender con comentarios agudos correctamente expresados.
Por mucho tiempo, la conversación fue el arte más difícil y apreciado en aquellas sociedades. Con apenas vivir despierto y poseer mediana inteligencia, era capaz un hombre de sostener una charla provechosa con individuos de su nivel y superior todavía.
El arte del conversador consistía en pensar bien y decirlo bien. La precisión, claridad y brevedad se acompañaban con la acertada elección de un bello vocabulario.
Actualmente, abundan los charlatanes y escasean los conversadores. Proseguiremos con esto.
Saludos cordiales