Re: DOS APRECIACIONES
Re: DOS APRECIACIONES
Estimado hermano Edison
Respuesta a Mensaje # 32: Como un complemento a tu “granito de arena” aporto un testimonio que protagonicé unos cuantos años atrás, y que ojalá ayude a clarificar el propósito con que abrí este epígrafe, que por supuesto para nada se opone a la confesión de los pecados, en tiempo, lugar y forma.
Hacia el final de nuestra reunión dominical de la Cena del Señor, un hermano se levantó a orar, dando gracias por el pan, comenzando más o menos como recuerdo:
-Te quiero pedir, Señor, que en este momento me examines y veas si en mi hay pecados, para que en tu bondad me perdones. Si he ofendido a alguien, Señor, perdóname. Por cualquier otro pecado que pudiera haber cometido, perdóname. Que lo mismo estés haciendo con cada uno de mis hermanos y hermanas, para que todos podamos participar dignamente de este un pan en comunión con el cuerpo único de Cristo.
Varias semanas después, esta escena se volvió a repetir. Pasaron otras semanas, y esta vez fue otro hermano quien oró en forma similar al dar las gracias por el pan.
Al domingo siguiente creí que era oportuno atajar el mal antes que cundiera. Tenemos la costumbre que después de participar de los emblemas de la muerte de nuestro Salvador, algún hermano comparta algo de la Palabra de Dios, ya sea como inspiración, instrucción, exhortación o corrección, aunque siempre vinculado con el hacer memoria del Señor y anunciar su muerte hasta su pronta venida.
Comencé leyendo 1Co 11:29: “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”. Entonces proseguí:
-¿Saben ustedes hermanos qué es discernir el cuerpo del Señor? Al menos veamos dos aspectos. Uno: cuando en esta reunión veo este un pan entero sobre la mesa, que tras la acción de gracias se romperá para que todos comamos de él, discierno el cuerpo santo de nuestro Salvador que fue cargado con los pecados de todos nosotros. Hacemos así memoria de nuestro substituto que en la cruz padeció el juicio que debía haber recaído sobre nosotros. Otro aspecto, es que en ese un pan (1Co 10:17) estamos confesando la indisoluble unidad del cuerpo de Cristo, del cual Él es la Cabeza, y nosotros miembros en parte.
¿Y cuando es que no discernimos el cuerpo del Señor?
Un aspecto, se ha dado en ocasiones que tuvimos que escuchar a algún hermano o hermana que nos dijera: -Yo vengo aquí por el Señor, no por los hermanos –y esto todavía dicho con aire de espiritualidad y en olor de santidad. Siempre nos costó trabajo explicar y convencer que si no somos capaces de saludar a los hermanos sentados a nuestros lados en el mismo banco, no era de esperar comunión alguna con el Señor. Si la relación horizontal no funciona, es ilusorio imaginar que sí funcione la vertical.
El otro aspecto de no discernir el cuerpo del Señor, es cuando nos acercamos a su mesa no para hacer memoria de Él -¡como nos mandó!-, sino para traer en memoria nuestros pecados, reales, imaginarios, supuestos o eventuales. ¡Eso es una vergüenza! ¿No alcanza con que Él haya llevado sobre su cuerpo, en el madero, el pecado de todos nosotros, qué en vez de agradecerle y alabarle por ello todavía le seguimos presentando nuestros pecados, “vivitos y coleando”? ¿Por qué sigo todavía ocupándome con mis pecados, impedido de hacerlo con mi Redentor? ¿Cómo puedo allegarme a la mesa del Señor con pecados inconfesados sobre mi corazón? ¡Hermanos y hermanas! El problema no es que diariamente cometamos pecados. El problema es que convivamos con ellos como si tal cosa. ¡Y que todavía tengamos la audacia de rodear al que está en medio de nosotros para presentarle nuestros pecados! El problema mayor no es que pequemos; sino que no nos arrepintamos, confesemos y acudiendo a nuestro abogado que también es la propiciación por nuestros pecados, recibamos el perdón y la limpieza por su sangre.
No sería esto que se está cometiendo un sacrilegio si el Espíritu Santo al momento nos redarguyera de pecado y juicio; ¿pero Vdes. se han dado cuenta? Se confiesa al azar, “por si las moscas”. Nadie confiesa realmente sus pecados sino que se ora pidiendo perdón caso que alguno accidentalmente hubiera incurrido en algún desliz”.
Bueno, más o menos así finalicé y gracias a Dios se detuvo aquella iniciativa.
Espero que con esto algo haya aclarado el punto en cuestión.
Saludos cordiales a todos.
Ricardo.
Re: DOS APRECIACIONES
Estimado hermano Edison
Respuesta a Mensaje # 32: Como un complemento a tu “granito de arena” aporto un testimonio que protagonicé unos cuantos años atrás, y que ojalá ayude a clarificar el propósito con que abrí este epígrafe, que por supuesto para nada se opone a la confesión de los pecados, en tiempo, lugar y forma.
Hacia el final de nuestra reunión dominical de la Cena del Señor, un hermano se levantó a orar, dando gracias por el pan, comenzando más o menos como recuerdo:
-Te quiero pedir, Señor, que en este momento me examines y veas si en mi hay pecados, para que en tu bondad me perdones. Si he ofendido a alguien, Señor, perdóname. Por cualquier otro pecado que pudiera haber cometido, perdóname. Que lo mismo estés haciendo con cada uno de mis hermanos y hermanas, para que todos podamos participar dignamente de este un pan en comunión con el cuerpo único de Cristo.
Varias semanas después, esta escena se volvió a repetir. Pasaron otras semanas, y esta vez fue otro hermano quien oró en forma similar al dar las gracias por el pan.
Al domingo siguiente creí que era oportuno atajar el mal antes que cundiera. Tenemos la costumbre que después de participar de los emblemas de la muerte de nuestro Salvador, algún hermano comparta algo de la Palabra de Dios, ya sea como inspiración, instrucción, exhortación o corrección, aunque siempre vinculado con el hacer memoria del Señor y anunciar su muerte hasta su pronta venida.
Comencé leyendo 1Co 11:29: “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”. Entonces proseguí:
-¿Saben ustedes hermanos qué es discernir el cuerpo del Señor? Al menos veamos dos aspectos. Uno: cuando en esta reunión veo este un pan entero sobre la mesa, que tras la acción de gracias se romperá para que todos comamos de él, discierno el cuerpo santo de nuestro Salvador que fue cargado con los pecados de todos nosotros. Hacemos así memoria de nuestro substituto que en la cruz padeció el juicio que debía haber recaído sobre nosotros. Otro aspecto, es que en ese un pan (1Co 10:17) estamos confesando la indisoluble unidad del cuerpo de Cristo, del cual Él es la Cabeza, y nosotros miembros en parte.
¿Y cuando es que no discernimos el cuerpo del Señor?
Un aspecto, se ha dado en ocasiones que tuvimos que escuchar a algún hermano o hermana que nos dijera: -Yo vengo aquí por el Señor, no por los hermanos –y esto todavía dicho con aire de espiritualidad y en olor de santidad. Siempre nos costó trabajo explicar y convencer que si no somos capaces de saludar a los hermanos sentados a nuestros lados en el mismo banco, no era de esperar comunión alguna con el Señor. Si la relación horizontal no funciona, es ilusorio imaginar que sí funcione la vertical.
El otro aspecto de no discernir el cuerpo del Señor, es cuando nos acercamos a su mesa no para hacer memoria de Él -¡como nos mandó!-, sino para traer en memoria nuestros pecados, reales, imaginarios, supuestos o eventuales. ¡Eso es una vergüenza! ¿No alcanza con que Él haya llevado sobre su cuerpo, en el madero, el pecado de todos nosotros, qué en vez de agradecerle y alabarle por ello todavía le seguimos presentando nuestros pecados, “vivitos y coleando”? ¿Por qué sigo todavía ocupándome con mis pecados, impedido de hacerlo con mi Redentor? ¿Cómo puedo allegarme a la mesa del Señor con pecados inconfesados sobre mi corazón? ¡Hermanos y hermanas! El problema no es que diariamente cometamos pecados. El problema es que convivamos con ellos como si tal cosa. ¡Y que todavía tengamos la audacia de rodear al que está en medio de nosotros para presentarle nuestros pecados! El problema mayor no es que pequemos; sino que no nos arrepintamos, confesemos y acudiendo a nuestro abogado que también es la propiciación por nuestros pecados, recibamos el perdón y la limpieza por su sangre.
No sería esto que se está cometiendo un sacrilegio si el Espíritu Santo al momento nos redarguyera de pecado y juicio; ¿pero Vdes. se han dado cuenta? Se confiesa al azar, “por si las moscas”. Nadie confiesa realmente sus pecados sino que se ora pidiendo perdón caso que alguno accidentalmente hubiera incurrido en algún desliz”.
Bueno, más o menos así finalicé y gracias a Dios se detuvo aquella iniciativa.
Espero que con esto algo haya aclarado el punto en cuestión.
Saludos cordiales a todos.
Ricardo.