Re: Como se demuestra que Pedro es el primer Papa ?
Esto sí que es verdaderamente interesante:
Sucesión Apostólica de los Papas
Examinemos ahora con más detenimiento otro aspecto de la creencia católica que se dice emana de la iglesia cristiana del primer siglo. Nos referimos a la enseñanza de que línea sucesoria de los ‘Papas’ puede ser trazada históricamente hasta San Pedro mismo. Este es considerado como uno de los cuatro dogmas básicos de la fe católica, siendo prominentemente enarbolado en la vanguardia de las afirmaciones de esa iglesia. Por esta razón el tema es de suficiente trascendencia como para merecer una consideración aparte. Otra vez nos dirigiremos a los registros de la historia a fin de que ella nos informe sobre los hechos que necesitamos conocer.
La lista oficial de ‘Papas’ mantenida por la Iglesia Católica se inicia con San Pedro y se extiende en una sucesión no interrumpida hasta el papa actual. Dejando de lado a Pedro por el momento, debe llamarnos la atención el hecho de que todos los nombres ofrecidos como Papas para los cinco primeros siglos corresponden en realidad a meros obispos de Roma.
Inmediatamente surge la pregunta, ¿Calificaron en realidad estos primeros obispos de Roma para ostentar el título de ‘Papas’? Dicho en otras palabras, ¿Fueron ellos reconocidos, cada uno a su turno, como el "Papa Universal" gobernando sobre la entera Iglesia Cristiana? La resonante respuesta de la historia es "NO". El proceso por el cual el obispo de Roma alcanzó la autoridad sobre la entera congregación fue muy lento a la vez que amargamente impugnado a medida que avanzaba en ese sentido. Y el mismísimo concepto de que el obispo Romano debiera ejercer esa autoridad suprema, nunca ha sido universalmente reconocido por la ‘Iglesia’.
No hay indicio alguno que muestre que los obispos de Roma del primer siglo se hayan considerado a sí mismos como las Cabezas gobernantes de la iglesia. Sus cartas o epístolas mantienen un locuaz silencio al respecto. No fue sino hasta bien entrado el segundo siglo, que los primeros signos de la política de dominio de la iglesia de Roma se dejó notar.
Durante ese periodo, los obispos romanos intentaron ejercer indebida influencia sobre los demás obispos en relación a la observancia de la Semana Santa. Aniceto (154-168 d.C), por ejemplo, intentó imponerse en este asunto por sobre Policarpo, obispo de Esmirna, pero fue finalmente resistido. Víctor I (190-202 d.C) fue igualmente rechazado por Polícrates, obispo de Efeso, cuando aquél intentó dictar a las iglesias de Oriente. Víctor fue también reprendido por Ireneo, un compañero obispo de occidente, por tratar de extender su autoridad de esa manera. Así, en cada caso donde el obispo romano trató indebidamente de extender su influencia hacia otra provincia, se tuvo que enfrentar con la oposición del obispo vecino, quien claramente dejó sentada su propia e independiente autoridad.
En el tercer siglo, Tertuliano de Cartago, uno de los más prominentes ‘padres’ de la iglesia temprana, consideró a Calixto I (218-223 d.C) un usurpador porque se hizo llamar "Obispo de obispos"; éste fue el primero en basar su pretensión en Mateo 16:18. La autoridad de Esteban I (253 d.C-257 d.C) fue disputada por Cipriano, obispo de Cartago, quien sostenía que cada obispo era supremo sólo en su propia diócesis.
Tan tarde como el cuarto siglo hallamos evidencia indisputable en el sentido que ningún supuesto Papa había sido reconocido hasta ese momento como ‘Cabeza’ de la Iglesia. Fue más bien Constantino, el convertido Emperador Romano, el que sí se consideró a sí mismo como aquella única ‘Cabeza’. Fue responsable de convocar el Primer Concilio Mundial de la iglesia en Nicea en 325 d.C., el mismo que presidió personalmente. Uno de los actos de ese Concilio fue otorgar a los obispos de Alejandría y Antioquia completa jurisdicción sobre sus respectivas provincias. Gradualmente, sin embargo, simultáneamente con la división del Imperio Romano, Constantinopla vino a ser reconocida como líder de la Iglesia de Oriente y Roma la correspondiente líder de Occidente.
Situémonos en la mitad del quinto siglo y dirijamos nuestra atención a León I (440-461 d.C), considerado por algunos historiadores como el primer Papa. Ciertamente fue el primero en obtener reconocimiento del emperador Valentiniano II a su pretensión de ser el primero entre todos los obispos. No obstante, el Cuarto Concilio Mundial de la Iglesia, reunido en Calcedonia en 451 d.C., acordó reconocerle al Patriarca de Constantinopla igual autoridad que al Patriarca de Roma, negándose así a reconocer la pretendida señoría de León sobre la totalidad de la Iglesia.
Gregorio I (590-604 d.C) apareciendo al final del siglo sexto, es generalmente considerado por la mayoría de los eruditos como el primer Papa real de la historia. Su control de todas las iglesias de Italia, España, Galia, e Inglaterra fue indiscutido. Si bien no pretendió jurisdicción alguna sobre la Iglesia de oriente, su influencia se dejó sentir allí.
Así, por medio de un breve bosquejo, nos hemos podido remontar a los comienzos del poder Papal tal como está inequívocamente registrado en las páginas de la historia. Hemos visto que, más de cuatrocientos años de la Era Cristiana mediaron antes que al obispo de Roma se le diera reconocimiento real alguno como ‘Cabeza de la iglesia’. Esto coloca la aparición del primer Papa Católico por lo menos cuatrocientos años después de la fecha que las autoridades de aquella iglesia quisieran hacernos creer. Demuestra, otra vez, el porqué los protestantes no pueden estar de acuerdo con la afirmación de que la Iglesia del primer siglo fue Católica.
Esto sí que es verdaderamente interesante:
Sucesión Apostólica de los Papas
Examinemos ahora con más detenimiento otro aspecto de la creencia católica que se dice emana de la iglesia cristiana del primer siglo. Nos referimos a la enseñanza de que línea sucesoria de los ‘Papas’ puede ser trazada históricamente hasta San Pedro mismo. Este es considerado como uno de los cuatro dogmas básicos de la fe católica, siendo prominentemente enarbolado en la vanguardia de las afirmaciones de esa iglesia. Por esta razón el tema es de suficiente trascendencia como para merecer una consideración aparte. Otra vez nos dirigiremos a los registros de la historia a fin de que ella nos informe sobre los hechos que necesitamos conocer.
La lista oficial de ‘Papas’ mantenida por la Iglesia Católica se inicia con San Pedro y se extiende en una sucesión no interrumpida hasta el papa actual. Dejando de lado a Pedro por el momento, debe llamarnos la atención el hecho de que todos los nombres ofrecidos como Papas para los cinco primeros siglos corresponden en realidad a meros obispos de Roma.
Inmediatamente surge la pregunta, ¿Calificaron en realidad estos primeros obispos de Roma para ostentar el título de ‘Papas’? Dicho en otras palabras, ¿Fueron ellos reconocidos, cada uno a su turno, como el "Papa Universal" gobernando sobre la entera Iglesia Cristiana? La resonante respuesta de la historia es "NO". El proceso por el cual el obispo de Roma alcanzó la autoridad sobre la entera congregación fue muy lento a la vez que amargamente impugnado a medida que avanzaba en ese sentido. Y el mismísimo concepto de que el obispo Romano debiera ejercer esa autoridad suprema, nunca ha sido universalmente reconocido por la ‘Iglesia’.
No hay indicio alguno que muestre que los obispos de Roma del primer siglo se hayan considerado a sí mismos como las Cabezas gobernantes de la iglesia. Sus cartas o epístolas mantienen un locuaz silencio al respecto. No fue sino hasta bien entrado el segundo siglo, que los primeros signos de la política de dominio de la iglesia de Roma se dejó notar.
Durante ese periodo, los obispos romanos intentaron ejercer indebida influencia sobre los demás obispos en relación a la observancia de la Semana Santa. Aniceto (154-168 d.C), por ejemplo, intentó imponerse en este asunto por sobre Policarpo, obispo de Esmirna, pero fue finalmente resistido. Víctor I (190-202 d.C) fue igualmente rechazado por Polícrates, obispo de Efeso, cuando aquél intentó dictar a las iglesias de Oriente. Víctor fue también reprendido por Ireneo, un compañero obispo de occidente, por tratar de extender su autoridad de esa manera. Así, en cada caso donde el obispo romano trató indebidamente de extender su influencia hacia otra provincia, se tuvo que enfrentar con la oposición del obispo vecino, quien claramente dejó sentada su propia e independiente autoridad.
En el tercer siglo, Tertuliano de Cartago, uno de los más prominentes ‘padres’ de la iglesia temprana, consideró a Calixto I (218-223 d.C) un usurpador porque se hizo llamar "Obispo de obispos"; éste fue el primero en basar su pretensión en Mateo 16:18. La autoridad de Esteban I (253 d.C-257 d.C) fue disputada por Cipriano, obispo de Cartago, quien sostenía que cada obispo era supremo sólo en su propia diócesis.
Tan tarde como el cuarto siglo hallamos evidencia indisputable en el sentido que ningún supuesto Papa había sido reconocido hasta ese momento como ‘Cabeza’ de la Iglesia. Fue más bien Constantino, el convertido Emperador Romano, el que sí se consideró a sí mismo como aquella única ‘Cabeza’. Fue responsable de convocar el Primer Concilio Mundial de la iglesia en Nicea en 325 d.C., el mismo que presidió personalmente. Uno de los actos de ese Concilio fue otorgar a los obispos de Alejandría y Antioquia completa jurisdicción sobre sus respectivas provincias. Gradualmente, sin embargo, simultáneamente con la división del Imperio Romano, Constantinopla vino a ser reconocida como líder de la Iglesia de Oriente y Roma la correspondiente líder de Occidente.
Situémonos en la mitad del quinto siglo y dirijamos nuestra atención a León I (440-461 d.C), considerado por algunos historiadores como el primer Papa. Ciertamente fue el primero en obtener reconocimiento del emperador Valentiniano II a su pretensión de ser el primero entre todos los obispos. No obstante, el Cuarto Concilio Mundial de la Iglesia, reunido en Calcedonia en 451 d.C., acordó reconocerle al Patriarca de Constantinopla igual autoridad que al Patriarca de Roma, negándose así a reconocer la pretendida señoría de León sobre la totalidad de la Iglesia.
Gregorio I (590-604 d.C) apareciendo al final del siglo sexto, es generalmente considerado por la mayoría de los eruditos como el primer Papa real de la historia. Su control de todas las iglesias de Italia, España, Galia, e Inglaterra fue indiscutido. Si bien no pretendió jurisdicción alguna sobre la Iglesia de oriente, su influencia se dejó sentir allí.
Así, por medio de un breve bosquejo, nos hemos podido remontar a los comienzos del poder Papal tal como está inequívocamente registrado en las páginas de la historia. Hemos visto que, más de cuatrocientos años de la Era Cristiana mediaron antes que al obispo de Roma se le diera reconocimiento real alguno como ‘Cabeza de la iglesia’. Esto coloca la aparición del primer Papa Católico por lo menos cuatrocientos años después de la fecha que las autoridades de aquella iglesia quisieran hacernos creer. Demuestra, otra vez, el porqué los protestantes no pueden estar de acuerdo con la afirmación de que la Iglesia del primer siglo fue Católica.