Si se cree en la Biblia literalmente, se puede creer cualquier cosa.
Bueno, no cualquier cosa, pero cosas raras.
Por ejemplo, que la burra de Balaam habló. O que Jonás sobrevivió dentro del vientre de un pez. O que Eva fue creada a partir de una costilla de Adán.
El objetivo del hilo, sin embargo, no es argumentar a favor o en contra de la evolución biológica de nuestra especie, sino cómo afectaría a nuestra vida como creyentes, de saber que sí hubo tal evolución.
Mi tesis es que no tendría por qué afectarse, porque continuarían incólumes los conceptos de Creador, pecado, gracia, salvación, la misión de Jesús, frutos del espíritu, etc.
En otro post pondré como ejemplo el rechazo de los adventistas del séptimo día a la evolución. Según los hermanos adventistas, aceptarla afectaría la doctrina de la observancia del sábado, y la idea de que el pecado entró al mundo por un hombre. Mi tesis es que no tiene en lo mínimo por qué afectarla, y me dispongo a explicar por qué.
Hoy por hoy, hay miles de cristianos que no ven ningún conflicto entre la evolución humana a partir de mutaciones y selección natural, y su vida diaria como creyentes. Estos cristianos pueden ser luteranos, católicos, metodistas, cuáqueros, presbiterianos, católicos ortodoxos, pentecostales, etc.