Originalmente enviado por: Eddy González
¿Podría alguien, por favor, explicarme porqué Juan 17:20-23 dice lo siguiente acerca de la gloria?
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.”
Juan 17.20, 26 En su última petición Jesús ora por la unidad de los creyentes de futuras generaciones. La unidad que pide no es de naturaleza organizacional sino espiritual, la cual se manifestaría de manera visible en la vida de la Iglesia y daría testimonio de la divina misión de Cristo. La unidad de la Iglesia alcanzaría su consumación en el cielo (vv. 24–26).
Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.
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GLORIA Expresión de la excelencia del carácter y la perfección de los atributos de Dios, hechos manifiestos en toda la creación (Sal 19.1; Hab 3.3). Esta gloria se revela principalmente en Cristo (Heb 1.3), quien la muestra a los hombres (Jn 1.14): es apreciada en su nacimiento (Lc 2.9, 14), su transfiguración (Mt 17.1–8), su muerte (Jn 7.39; 12.23–28; cf. Heb 2.9), su resurrección (Lc 24.26) y ascensión (Hch 3.13; 7.55; 1 P 1.20).
En sentido absoluto solo Dios es glorioso; solo en Él existe la hermosura de la santidad. Sin embargo, se habla, con sentido relativo, de la gloria de los seres humanos (Job 19.9; 1 Co 11.7), que es equivalente a su honor. Por haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios, el hombre tiene gloria pero esta es efímera (1 P 1.24).
Gloria es también la ® Alabanza que se le rinde a Dios, en reconocimiento de su grandeza, bondad y poder. En muchísimas partes de la Biblia se exhorta al pueblo de Dios a dar gloria a su nombre (Sal 29.2; 115.1; Flp 4.20; Ap 7.12). Nuestra vida misma, como cristianos, debe ser para la gloria de Dios (1 Co 10.31; 6.20). El estado final de los redimidos se describe como participación en la gloria de Dios, como algo infinitamente superior a lo que experimentamos ahora (Ro 8.18; 1 P 4.13).
La gloria de Dios se vio en el Antiguo Testamento principalmente en el tabernáculo (Éx 40.34, 35), en forma de una nube resplandeciente; y en el templo (1 R 8.11; 2 Cr 7.1–3).
En el Nuevo Testamento la fe es una condición indispensable para ver la gloria de Dios (Jn 11.40), la cual debe reflejarse incluso en los miembros y vida humanos (1 Co 6.20).
Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.