Bendiciones
Abro este nuevo tema porque creo que es importante que de una ves nos demos cuenta de la verdad que muchos desconocen acerca de Calvino y la muerte de Servet.
¿De donde sacas Luis Fernando que Calvino se reía a carcajadas de la muerte de Servet?
No podemos comparar al Papa Inocencio III con Calvino pues Inocencio (que no tenia nada de inocencio)decreto La Transubstanciacion y La confecion de los pecados a un Sacerdote como doctrinas infalibles siendo tan malvado como Neron, no podemos creer que el Espíritu hubiera estado con el para revelarle estos decretos que siguen en pie hasta la fecha.
En cambio Calvino no decreto nada el solo enseño tales doctrinas y el no las impuso a la fuerza y menos las decreto infalibles, y mucho menos aun los Calvinistas le tenemos como un Papa, Calvino fue un gran Teólogo con todo el Espíritu de Dios pero con errores como todo hombre.
Sacado del Libro de los Martires de Juan Fox
Ha sido el regocijo tanto de los incrédulos como de algunos profesos cristianos, cuando quieren arrojar lodo sobre las opiniones de Calvino, referirse a su papel en la muerte de Miguel Servet. Esta ha sido la actitud que siempre adoptan los que han sido incapaces de refutar sus opiniones, como si fuera un argumento concluyente contra todo su sistema. «¡Calvino quemó a Servet, Calvino quemó a Servet'.» es una buena prueba, para cierta clase de razonadores, de que la doctrina de la Trinidad no es cierta, que la soberanía divina es antiescrituraria, y que el cristianismo es una falsedad.
No tenemos deseo alguno de paliar ninguna acción de Calvino que sea manifiestamente errónea. Creemos que no se pueden defender todas sus acciones en relación con el desdichado asunto de Servet. Pero deberíamos comprender que los verdaderos principios de la tolerancia religiosa eran muy poco comprendidos en tiempos de Calvino. Todos los demás reformadores que entonces vivían aprobaron la conducta de Calvino. Incluso el gentil y amigable Melancton se expresó en relación a este asunto de la manera siguiente. Dice él en una carta dirigida a Bullinger: «He leído tu declaración acerca de la blasfemia de Servet, y encomio tu piedad y juicio; y estoy convencido de que el Consejo de Ginebra ha actuado rectamente al dar muerte a este hombre obstinado, que nunca habría cejado en sus blasfemias. Estoy atónito de que se encuentre a nadie que desapruebe esta acción.» Farel dice de manera expresa que «Servet merecía la pena capital.» Bucero no duda en declarar que «Servet merecía algo peor que la muerte.»
La verdad es que aunque Calvino tuvo cierta parte en el arresto y encarcelamiento de Servet, no deseaba en absoluto que fuera quemado. «Quiero,» dijo él, «que se remita la severidad del castigo.» «Intentamos mitigar la severidad del castigo, pero en vano.» «Al querer mitigar la severidad del castigo,» le dijo Farel a Calvino, «haces el oficio de amigo hacia tu más acerbo enemigo.» Dice Turritine: «Los historiadores no afirman en lugar alguno, ni se desprende de ninguna consideración, que Calvino instigara a los magistrados a que quemaran a Servet. No, sino que lo cierto es además que él, junto con el colegio de pastores, atacó esta clase de castigo.»
A menudo se ha dicho que Calvino tenía tal influencia sobre los magistrados de Ginebra que hubiera podido lograr la liberación de Servet, si no hubiera querido su destrucción. Pero esto es falso. Bien lejos de ello, Calvino mismo fue una vez desterrado de Ginebra por estos mismos magistrados, y a menudo se opuso en vano a sus arbitrarias medidas. Tan poco deseoso estaba Calvino de querer la muerte de Servet que le advirtió de su peligro, y lo dejó estar varias semanas en Ginebra, antes que fuera arrestado. Pero su lenguaje, que era entonces considerado blasfemo, fue la causa de su encarcelamiento. Mientras estaba en la cárcel, Calvino lo visitó y empleó todos los argumentos posibles porque se retractara de sus horribles blasfemias, sin referencia alguna a sus peculiares creencias. Esta fue toda la participación de Calvino en este infeliz acontecimiento.
Sin embargo, no se puede negar que en este caso Calvino actuó de forma contraria al espíritu benigno del Evangelio. Es mejor derramar una lágrima por la inconsistencia de la naturaleza humana, y lamentar estas debilidades que no se pueden justificar. El declaró que había actuado en conciencia, y en público justificó la acción.
La opinión era que los principios religiosos erróneos son punibles por el magistrado civil, y esto causó tantos males, fuera en Ginebra, en Transilvania o en Gran Bretaña; a esto debe imputarse, y no al Trinitarianismo, o al Unitarismo.
Después de la muerte de Lutero, Calvino ejerció una gran influencia sobre los hombres de aquel notable período. Irradió gran influencia sobre Francia, Italia, Alemania, Holanda, Inglaterra y Escocia. Se organizaron dos mil ciento cincuenta congregaciones reformadas que recibían sus predicadores de parte de él.
Calvino, triunfante sobre sus enemigos, sintió que la muerte se le aproximaba. Pero siguió esforzándose de todas las maneras posibles con energía juvenil. Cuando se vio a punto de ir a su reposo, redactó su testamento, diciendo: «Doy testimonio de que vivo y me propongo morir en esta fe que Dios me ha dado por medio de Su Evangelio, y que no dependo de nada más para la salvación que la libre elección que El ha hecho de mi. De todo corazón abrazo Su misericordia, por medio de la cual todos mis pecados quedan cubiertos, por causa de Cristo, y por causa de Su muerte y padecimientos. Según la medida de la gracia que me ha sido dada, he enseñado esta Palabra pura y sencilla, mediante sermones, acciones y exposiciones de esta Escritura. En todas mis batallas con los enemigos de la verdad no he empleado sofismas, sino que he luchado la buena batalla de manera frontal y directa.»
El 27 de mayo de 1564 fue el día de su liberación y de su bendito viaje al hogar. Tenía entonces cincuenta y cinco años.
Que un hombre que había adquirido tal reputación y autoridad tuviera sólo un salario de cien coronas y que rehusara aceptar más, y que después de vivir cincuenta y cinco años con la mayor frugalidad dejara sólo trescientas coronas a sus herederos, incluyendo el valor de su biblioteca, que se vendió a gran precio, es algo tan heroico que uno debe haber perdido todos los sentimientos para no sentir admiración. Cuando Calvino abandonó Estrasburgo para volverse a Ginebra, ellos quisieron darle los privilegios de ciudadano libre de su ciudad y el salario de un prebendado, que le había sido asignado; él aceptó lo primero, pero rehusó rotundamente lo segundo. Llevó a uno de sus hermanos a Ginebra consigo, pero jamás se esforzó por que se le diera a él un puesto honorífico, corno cualquiera que poseyera su posición habría hecho. Desde luego, se cuidó de la honra de la familia de su hermano, consiguiéndole la libertad de una mujer adúltera, y consiguiendo licencia para que pudiera volverse a casar; pero incluso sus enemigos cuentan que le hizo aprender el oficio de encuadernador de libros, en lo que trabajó luego toda su vida.
Abro este nuevo tema porque creo que es importante que de una ves nos demos cuenta de la verdad que muchos desconocen acerca de Calvino y la muerte de Servet.
¿De donde sacas Luis Fernando que Calvino se reía a carcajadas de la muerte de Servet?
No podemos comparar al Papa Inocencio III con Calvino pues Inocencio (que no tenia nada de inocencio)decreto La Transubstanciacion y La confecion de los pecados a un Sacerdote como doctrinas infalibles siendo tan malvado como Neron, no podemos creer que el Espíritu hubiera estado con el para revelarle estos decretos que siguen en pie hasta la fecha.
En cambio Calvino no decreto nada el solo enseño tales doctrinas y el no las impuso a la fuerza y menos las decreto infalibles, y mucho menos aun los Calvinistas le tenemos como un Papa, Calvino fue un gran Teólogo con todo el Espíritu de Dios pero con errores como todo hombre.
Sacado del Libro de los Martires de Juan Fox
Ha sido el regocijo tanto de los incrédulos como de algunos profesos cristianos, cuando quieren arrojar lodo sobre las opiniones de Calvino, referirse a su papel en la muerte de Miguel Servet. Esta ha sido la actitud que siempre adoptan los que han sido incapaces de refutar sus opiniones, como si fuera un argumento concluyente contra todo su sistema. «¡Calvino quemó a Servet, Calvino quemó a Servet'.» es una buena prueba, para cierta clase de razonadores, de que la doctrina de la Trinidad no es cierta, que la soberanía divina es antiescrituraria, y que el cristianismo es una falsedad.
No tenemos deseo alguno de paliar ninguna acción de Calvino que sea manifiestamente errónea. Creemos que no se pueden defender todas sus acciones en relación con el desdichado asunto de Servet. Pero deberíamos comprender que los verdaderos principios de la tolerancia religiosa eran muy poco comprendidos en tiempos de Calvino. Todos los demás reformadores que entonces vivían aprobaron la conducta de Calvino. Incluso el gentil y amigable Melancton se expresó en relación a este asunto de la manera siguiente. Dice él en una carta dirigida a Bullinger: «He leído tu declaración acerca de la blasfemia de Servet, y encomio tu piedad y juicio; y estoy convencido de que el Consejo de Ginebra ha actuado rectamente al dar muerte a este hombre obstinado, que nunca habría cejado en sus blasfemias. Estoy atónito de que se encuentre a nadie que desapruebe esta acción.» Farel dice de manera expresa que «Servet merecía la pena capital.» Bucero no duda en declarar que «Servet merecía algo peor que la muerte.»
La verdad es que aunque Calvino tuvo cierta parte en el arresto y encarcelamiento de Servet, no deseaba en absoluto que fuera quemado. «Quiero,» dijo él, «que se remita la severidad del castigo.» «Intentamos mitigar la severidad del castigo, pero en vano.» «Al querer mitigar la severidad del castigo,» le dijo Farel a Calvino, «haces el oficio de amigo hacia tu más acerbo enemigo.» Dice Turritine: «Los historiadores no afirman en lugar alguno, ni se desprende de ninguna consideración, que Calvino instigara a los magistrados a que quemaran a Servet. No, sino que lo cierto es además que él, junto con el colegio de pastores, atacó esta clase de castigo.»
A menudo se ha dicho que Calvino tenía tal influencia sobre los magistrados de Ginebra que hubiera podido lograr la liberación de Servet, si no hubiera querido su destrucción. Pero esto es falso. Bien lejos de ello, Calvino mismo fue una vez desterrado de Ginebra por estos mismos magistrados, y a menudo se opuso en vano a sus arbitrarias medidas. Tan poco deseoso estaba Calvino de querer la muerte de Servet que le advirtió de su peligro, y lo dejó estar varias semanas en Ginebra, antes que fuera arrestado. Pero su lenguaje, que era entonces considerado blasfemo, fue la causa de su encarcelamiento. Mientras estaba en la cárcel, Calvino lo visitó y empleó todos los argumentos posibles porque se retractara de sus horribles blasfemias, sin referencia alguna a sus peculiares creencias. Esta fue toda la participación de Calvino en este infeliz acontecimiento.
Sin embargo, no se puede negar que en este caso Calvino actuó de forma contraria al espíritu benigno del Evangelio. Es mejor derramar una lágrima por la inconsistencia de la naturaleza humana, y lamentar estas debilidades que no se pueden justificar. El declaró que había actuado en conciencia, y en público justificó la acción.
La opinión era que los principios religiosos erróneos son punibles por el magistrado civil, y esto causó tantos males, fuera en Ginebra, en Transilvania o en Gran Bretaña; a esto debe imputarse, y no al Trinitarianismo, o al Unitarismo.
Después de la muerte de Lutero, Calvino ejerció una gran influencia sobre los hombres de aquel notable período. Irradió gran influencia sobre Francia, Italia, Alemania, Holanda, Inglaterra y Escocia. Se organizaron dos mil ciento cincuenta congregaciones reformadas que recibían sus predicadores de parte de él.
Calvino, triunfante sobre sus enemigos, sintió que la muerte se le aproximaba. Pero siguió esforzándose de todas las maneras posibles con energía juvenil. Cuando se vio a punto de ir a su reposo, redactó su testamento, diciendo: «Doy testimonio de que vivo y me propongo morir en esta fe que Dios me ha dado por medio de Su Evangelio, y que no dependo de nada más para la salvación que la libre elección que El ha hecho de mi. De todo corazón abrazo Su misericordia, por medio de la cual todos mis pecados quedan cubiertos, por causa de Cristo, y por causa de Su muerte y padecimientos. Según la medida de la gracia que me ha sido dada, he enseñado esta Palabra pura y sencilla, mediante sermones, acciones y exposiciones de esta Escritura. En todas mis batallas con los enemigos de la verdad no he empleado sofismas, sino que he luchado la buena batalla de manera frontal y directa.»
El 27 de mayo de 1564 fue el día de su liberación y de su bendito viaje al hogar. Tenía entonces cincuenta y cinco años.
Que un hombre que había adquirido tal reputación y autoridad tuviera sólo un salario de cien coronas y que rehusara aceptar más, y que después de vivir cincuenta y cinco años con la mayor frugalidad dejara sólo trescientas coronas a sus herederos, incluyendo el valor de su biblioteca, que se vendió a gran precio, es algo tan heroico que uno debe haber perdido todos los sentimientos para no sentir admiración. Cuando Calvino abandonó Estrasburgo para volverse a Ginebra, ellos quisieron darle los privilegios de ciudadano libre de su ciudad y el salario de un prebendado, que le había sido asignado; él aceptó lo primero, pero rehusó rotundamente lo segundo. Llevó a uno de sus hermanos a Ginebra consigo, pero jamás se esforzó por que se le diera a él un puesto honorífico, corno cualquiera que poseyera su posición habría hecho. Desde luego, se cuidó de la honra de la familia de su hermano, consiguiéndole la libertad de una mujer adúltera, y consiguiendo licencia para que pudiera volverse a casar; pero incluso sus enemigos cuentan que le hizo aprender el oficio de encuadernador de libros, en lo que trabajó luego toda su vida.