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Espero que le dijeran que hay decenas de miles de mariposas que se niegan a posarse grácilmente en el hombro de los hombres después de esperar cinco horas (cinco... cinco horas... se dice pronto) a que se posaran, y que revolotean por ahí cuervos cabr**** que se te ciscan al menor descuido.
Pues a mí me dura la desilusión, la honda tristeza, la franca frustración que viví en el campo de amapolas donde las gráciles mariposas no se posaban en el hombro de los hombres, que...
¡Santo Dios! ¡Acabo de darme cuenta que ahora ya sé el color de la luz con que la Tierra quedó maravillosamente iluminada unos versos atrás!
Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores...
Señoras y señores, hasta aquí el capítulo de hoy. Nos vemos en la próxima entrega de... “Estrellitas, Estrellitas, donde las dan no las quitan*.”
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¿Usted estuvo allí?
Mire, yo estuve allí, en aquel campo de amapolas... y pernocté en una tienda de campaña gris de la época carlista que mi abuelo Mariano me dejó por herencia. De hecho era... mi abuelito vivió toda su vida en aquella andrajosa tienda, y era todo lo que la vida le había dejado por herencia; aquel jirón y un oxidado juego de sartenes de hierro retorcido. Bueno, el caso es que toda la noche estuvo diluviando, y pocos pueden contar que vieron una lluvia de estrellas.
Así que no se crea todo lo que cualquier mujer aburrida venga a decir.
... se le ha olvidado el color de la luz con que la Tierra quedó maravillosamente iluminada.
Esto se pone interesante.
Espero que le dijeran que hay decenas de miles de mariposas que se niegan a posarse grácilmente en el hombro de los hombres después de esperar cinco horas (cinco... cinco horas... se dice pronto) a que se posaran, y que revolotean por ahí cuervos cabr**** que se te ciscan al menor descuido.
Pues a mí me dura la desilusión, la honda tristeza, la franca frustración que viví en el campo de amapolas donde las gráciles mariposas no se posaban en el hombro de los hombres, que...
1, 2, 3...
Algún cuervo malnacido se ciscaría en el GPS de la estrellita... yo conozco cómo se las gastan estos inmundos bichos.
Ya hay que echarle ganas...
Definitivamente, una estrella con mucho serrín en la cabeza.
Habría que reprogramar a la estrellita de marras, por necia.
¡Santo Dios! ¡Acabo de darme cuenta que ahora ya sé el color de la luz con que la Tierra quedó maravillosamente iluminada unos versos atrás!
¡Era color de malva con... con estrías rojas!
¿Se ha percatado usted que es una estrellita del mismo color que los mocos?
Estaba rodeada de decenas de miles de mariposas desconsideradas y egoístas...
No me salen las cuentas.
Por San Arturo, patrón de los templarios... qué imfumable tostón.... pero, ¿esto acaba ya? Oiga, que hay muchas cosas que tienen las mujeres y no necesita Dios.
Mentira gorda. La Biblia dice que yo soy perfecto y que tengo esperanza. La esperanza es propia de personas perfectas.
Cuanto desequilibrado suelto por el verde y ancho mundo...
Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores...
Qué implacable e irreponsable la pedazo de... MUJER que se inventó esto (pues es matemáticamente imposible que un hombre escribiera esto). Implacable e inmisericorde hasta el final.
Con tanta mariposa ingrata es difícil ser positivo, pero prometo que hacer un esfuerzo.
Señoras y señores, hasta aquí el capítulo de hoy. Nos vemos en la próxima entrega de... “Estrellitas, Estrellitas, donde las dan no las quitan*.”
* Título a confirmar por la redactora jefe, La Tigresa del Oriente.
