Romanos 9
Romanos 9
Originalmente enviado por: SolaGratia
Estimado Jetonius
Hemos tocado un punto importante sobre Romanos 9, ya expuse vagamente mis puntos espero sus argumentos. Claro si desea hacerlo, pues siento que me ha pasado por alto.
saludos
Así es, querido hermano, pero involuntariamente. Supongo que se refiere a este comentario mío y la respuesta suya:
Jetonius
En cuanto a Romanos 9:15, en su contexto no se aplica a la salvación individual por más que hable en singular; pues lo que Pablo subraya es lo que acaba de señalar, a saber, la soberanía de Dios en la elección de ciertas personas, dentro de su propósito salvífico: Isaac en lugar de Ismael, Jacob en lugar de Esáú. Esta elección es conforme a la misericordia de Dios y su propósito, afirmación que se introduce con la cita de Exodo 33:19, que simplemente afirma la soberanía de Dios.
Malcom
Me extraña que diga que no se aplica a la salvacion individual, y que pase por alto el que Romanos 9 hable en singular, ¿osea que Romanos 9:16 tampoco habla en singular, como explica este versiculo. ¿Que entiende estimado Jetonius por Soberania de Dios?
Virtualmente todos los estudiosos concuerdan en que los capítulos 9 al 11 de la epístola a los Romanos forman una unidad. Pablo ha expuesto el problema de los gentiles (cap. 1) y de los judíos (cap. 2), ha presentado la solución divina al dilema humano en la justificación por gracia mediante la fe en Jesucristo (cap. 3-4), ha desarrollado el significado y las implicaciones de esta reconciliación (cap. 5), ha contestado argumentos contra la doctrina (cap. 6), ha iluminado el predicamento del pecador (cap. 7) y ha mostrado la gloriosa libertad y esperanza en Cristo Jesús (cap. 8).
Pero resta un problema, una objeción que también es causa de continuo dolor en el Apóstol: ¿Por qué la nación de Israel, primera beneficiaria de la obra de Cristo, la ha rechazado?
La respuesta apostólica inspirada a esta paradoja se encuentra en los capítulos 9 a 11, los cuales pueden disecarse con el propósito de analizarlos, pero sin olvidar nunca su esencial unidad y objetivo. Pablo expone el tema como respuesta a diferentes objeciones de un hipotético interlocutor. Me referiré aquí solamente al capítulo 9; si lo desea y me es posible luego podríamos abordar los capítulos siguientes.
El primer argumento es que no todo lo que se llama Israel es legítimo hijo de Abraham y heredero de la promesa. Aquí pone como ejemplo, entre los descendientes de Abraham, a la elección de Isaac en lugar de Ismael como continuador de la línea de la cual vendría el Mesías. Y otro tanto ocurre con Jacob, preferido sobre Esaú. La razón bíblica de esta disposición es que Dios así lo quiso.
Romanos 9:1-5
Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
Pablo abre su corazón a los cristianos de Roma, al confesarles su tristeza y dolor por los judíos, a quienes llama sus hermanos y parientes según la carne. Declara que hasta preferiría ser él personalmente maldito si con eso pudiera rescatarles. Recuerda todos sus privilegios, desde su adopción como pueblo especial de Dios hasta la venida del Salvador en su seno.
Romanos 9:6-13
Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que POR ISAAC SERA LLAMADA TU DESCENDENCIA .
Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.
Porque esta es una palabra de promesa: POR ESTE TIEMPO VOLVERE, Y SARA TENDRA UN HIJO .
Y no sólo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRA AL MENOR . Tal como está escrito: A JACOB AME, PERO A ESAU ABORRECI .
El primer cuestionamiento al que responde Pablo es: ¿Ha fallado entonces la Palabra de Dios? El Apóstol niega enfáticamente que el endurecimiento de la nación de Israel implique un fracaso de la promesa de Dios. Esta promesa es que a través de Abraham y su descendencia fuesen bendecidas todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-3) y se cumple plenamente en Cristo.
Ahora bien, desde el principio no toda la nación de Israel fue la auténtica heredera de la promesa, del mismo modo que no todos los hijos de Abraham, sino el que nació de Sara, fue el escogido para constituir la línea a través de la cual la promesa se cumpliría. Y por si este caso no fuese suficientemente claro, ya que Ismael e Isaac no eran hijos de la misma madre, el Apóstol añade el ejemplo de Esaú y Jacob, quienes eran mellizos. Dios dispuso quién sería el heredero a través del cual la promesa tendría continuidad, y esto por su soberana decisión anunciada desde antes de su nacimiento, es decir, independientemente de la disposición que hubieran mostrado o las obras que hubieran realizado ambos hermanos (v. 11-12).
Pablo cita dos Escrituras a propósito de la elección de Jacob. La primera se encuentra en Génesis 25:23 y es la respuesta de Yahveh a la pena de Rebeca porque sus hijos «luchaban dentro de su seno». Dios le contestó: «Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor». En su contexto original es más una profecía que un decreto de predestinación; de todos modos indica el propósito de Dios, es decir, su soberana elección.
El segundo texto proviene de Malaquías 1:2-3 y se refiere al diferente curso posterior de las naciones surgidas de Jacob y Esaú, es decir los israelitas y edomitas, respectivamente. “Odio en el sentido ordinario no encajaría en la situación, ya que Dios otorgó muchas bendiciones sobre Esaú y sus descendientes. El «aborrecimiento» es simplemente una forma de decir que Esaú no fue el objeto del propósito de la elección de Dios” (Everett F. Harrison, en The Expositor´s Bible Commentary, 10:105).
Aunque este pasaje y los versículos que siguen son a menudo esgrimidos para justificar la idea de una predestinación en cuanto al destino eterno (salvación o perdición) de las personas, debe notarse que Pablo no trata de este tema aquí. Toda la sección trata del
llamado al servicio de la promesa de personas o pueblos, en el contexto de los planes divinos para la redención humana. El Apóstol
no dice que Isaac se salvó e Ismael no, ni que Esaú se perdió en tanto que Jacob fue redimido. La elección soberana de Dios en la que Pablo se concentra aquí concierne a las personas y acontecimientos que llevaron al cumplimiento de la promesa para redención así de judíos como de gentiles.
Romanos 9:14-18
¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo!
Porque El dice a Moisés: TENDRE MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRE COMPASION DEL QUE YO TENGA COMPASION .
Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Porque la Escritura dice a Faraón: PARA ESTO MISMO TE HE LEVANTADO, PARA DEMOSTRAR MI PODER EN TI, Y PARA QUE MI NOMBRE SEA PROCLAMADO POR TODA LA TIERRA .
Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece.
Habiendo mostrado con los ejemplos de Isaac e Ismael y de Jacob y Esaú la realidad de que no todos los descendientes físicos de Abraham son los llamados como
continuadores de la promesa, Pablo responde a otra objeción: ¿Es Dios injusto en sus tratos con los hombres?
De nuevo, el Apóstol responde con un rotundo «NO». No hubo injusticia en la elección de Isaac y de Jacob, como tampoco la hubo en otros casos que podrían plantearse. En lugar de atenuar esta verdad, Pablo insiste en ella con otro ejemplo, esta vez tomado del Éxodo. Aquí contrasta lo dicho a Moisés con lo declarado a Faraón.
Después del incidente del becerro de oro (Exodo 32) Yahveh Dios había declarado a Moisés: «Anda, vete de este lugar, junto con el pueblo que sacaste de Egipto ... Yo no los acompañaré, porque ustedes son un pueblo terco, y podría yo destruirlos en el camino» (33:1). Pero más tarde, luego de que el pueblo hubo mostrado señales de arrepentimiento (33:4-6), Moisés le rogó a Dios que les acompañara, y el Señor accedió. Es en este contexto que declara Yahveh: «Y verás que tengo clemencia de quien quiero tener clemencia, y soy compasivo con quien quiero serlo». Esta clemencia y compasión se manifestó concretamente en la preservación del pueblo culpable por pura gracia, y no porque el deseo o el esfuerzo humanos.
La declaración a Faraón pareciera diametralmente opuesta, pero en realidad es parte del mismo propósito salvador: El endurecimiento de Faraón, que puso a todo su imperio en contra de los israelitas, sirvió para poner de manifiesto que la liberación de ellos no se debió a la voluntad humana sino al poder de Dios. Yahveh sabía desde el principio que el faraón no consentiría la partida del pueblo: «Yo sé bien que el rey de Egipto no va a dejarlso ir, a no ser por la fuerza. Entonces manifestaré mi poder y heriré de muerte a los egipcios con todas las maravillas que realizaré entre ellos. Después de eso el faraón los dejará ir» (Exodo 3:19-20). En otras palabras, la arrogante obstinación del faraón fue la ocasión para que Dios manifestase de manera inequívoca su poder.
De modo que la soberanía de Dios conforme al propósito de su promesa se manifiesta también en la preservación de Israel cuando merecía la destrucción y también en el endurecimiento del Faraón. Esto da ocasión a la tercera pregunta u objeción.
Romanos 9:19-29
Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios ? Porque ¿quién resiste a su voluntad?
Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?
¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso deshonroso?
¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción?
Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano El preparó para gloria, es decir , nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles.
Como también dice en Oseas:
A LOS QUE NO ERAN MI PUEBLO, LLAMARE: "PUEBLO MIO",
Y A LA QUE NO ERA AMADA: "AMADA mía ."
Y ACONTECERA QUE EN EL LUGAR DONDE LES FUE DICHO: "VOSOTROS NO SOIS MI PUEBLO",
ALLI SERAN LLAMADOS HIJOS DEL DIOS VIVIENTE .
Isaías también exclama en cuanto a Israel: AUNQUE EL NUMERO DE LOS HIJOS DE ISRAEL SEA COMO LA ARENA DEL MAR, sólo EL REMANENTE SERA SALVO;
PORQUE EL SEÑOR EJECUTARA SU PALABRA SOBRE LA TIERRA CABALMENTE Y CON BREVEDAD .
Y como Isaías predijo:
SI EL SEÑOR DE LOS EJERCITOS NO NOS HUBIERA DEJADO DESCENDENCIA,
HUBIERAMOS LLEGADO A SER COMO SODOMA, Y HECHOS SEMEJANTES A GOMORRA.
El imaginario interlocutor de Pablo cuestiona: si la voluntad divina es irresistible, «Entonces, ¿por qué nos echa la culpa Dios?» (NVI). La contestación apostólica en este punto consiste en impugnar el derecho del objetante de formular siquiera esta pregunta. La criatura no puede enjuiciar al Creador. En este punto introduce la analogía del alfarero y la arcilla con la cual modela diferentes piezas según su voluntad.
La figura del alfarero aparece en los profetas (Isaías 29:16; 45:9; Jeremías 18:2-6) con referencia al
propósito soberano de Dios con respecto a Israel: Yahveh le dio forma, y puede según le parezca darle una forma nueva. El barro no está en pie de igualdad ni tiene opinión en el propósito del alfarero. El alfarero puede hacer vasos con diferentes fines, «honrosos» y «deshonrosos» o «comunes». Cada uno tiene una utilidad. Y si la vasija que está haciendo se arruina, puede emplear el mismo barro para formar otra. «¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?». La respuesta obvia a esta pregunta es «sí». Dios puede hacerlo. De ahí que Pablo continúe diciendo: «¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción?»
El hombre no puede disputar con Dios sobre la base del derecho. Esto es lo que Pablo cuestiona, ya que «contestarle a Dios» o «altercar con Dios» es una expresión forense.
Nadie puede decirle a Dios que no tiene derecho. Solamente puede confiar en Su gracia. En el terreno del derecho todos estamos bajo justa condenación del soberano Dios.
«He aquí la respuesta para el justo a sus propios ojos que contiende con Dios: Pablo no le habla más que del derecho. La Biblia revela a Dios bajo otro aspecto para los que recurren a su gracia: ellos saben que Dios no obra de un modo arbitrario y fatal, sino siempre de conformidad a su sabiduría y su amor; ellos saben “que él quiere que todos sean salvados”, que “usa de paciencia, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”; que Cristo no “echa fuera a ninguno de los que a él van” (1 Tim 2:4; 2 Pedro 3:9; Juan 6:37); saben por último que hay una gran diferencia, en un punto, entre la parábola empleada aquí por el apóstol y la realidad, entre los vasos del alfarero y los pobres pecadores que compara: es que éstos son todos seres morales y responsables; que en todos halla Dios el mal ya existente; que, por último, si los unos no pueden hacerse
vasos para uso honroso, sino por la obra de su gracia, los otros permanecen tal como están, porque contestan a Dios por vía de la justicia. La arcilla en la mano del alfarero no contiende. Poder hacerlo es señal de la libertad moral.»
(L. Bonnet, A. Schroeder,
Comentario del Nuevo Testamento. Buenos Aires: Junta Bautista de Publicaciones, s.f.; 3: 136-137).
No debe olvidarse el tema central de estos capítulos, el cual es el problema de la nación de Israel. Ahora, de forma paralela con los «vasos de uso deshonroso» y «vasos de uso honroso» se refiere respectivamente a «vasos de ira» y «vasos de misericordia». De los primeros, nos dice que Dios los «soportó con mucha paciencia» a estos, aunque estaban «preparados para la destrucción». Esta destrucción anunciada es la consecuencia del juicio de Dios, pero la paciencia o longanimidad (griego
makrotimias) de la que aquí se habla indica que, lejos de ser este juicio un decreto predestinador arbitrario de parte de Dios, responde al hecho de la justicia divina ejecutada por quienes no han sabido valorar su paciencia y su misericordia. Estos «vasos» han abusado de la paciencia de Dios hasta el colmo, y de aquí que deban experimentar su ira; esto se hará más claro en los versículos 30-33.
En el griego, los versículos 22-24 son una misma frase: «¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción, y para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano El preparó para gloria, nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles?»
Aparentemente los «vasos de ira» representan aquí los judíos incrédulos a quienes Dios ha soportado por largo tiempo a pesar de la obstinación de ellos y su rechazo del Mesías, en tanto que los «vasos de misericordia» son los creyentes en Cristo, tanto judíos como gentiles, es decir la Iglesia. A estos, que sí han respondido al llamado de Dios y han recibido la salvación por gracia, ha determinado Él dar a conocer «las riquezas de su gloria».
Por esta razón el Apóstol cita el texto de Oseas (que en su contexto original se refiere a la restauración de Israel) a propósito del nuevo pueblo que Dios ha formado de los que son de la fe de Abraham, tanto judíos como gentiles. Y por el contrario, con respecto a la nación de Israel, los «israelitas según la carne» cita un texto de Isaías referido al remanente: el verdadero Israel, los que de toda la nación heredan la promesa de Abraham, no son sino un remanente. El contexto original del pasaje es la invasión asiria, producto de un justo juicio de Dios. Y la preservación del remanente no es el producto de la justicia humana, sino de la gracia divina; de ser por un estricto criterio de justicia, el destino de Israel no hubiera sido diferente del trágico final de Sodoma y Gomorra.
Romanos 9:30-33
¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley.
¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, tal como está escrito:
HE AQUI, PONGO EN SION UNA PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO ;
Y EL QUE CREA EN EL NO SERA AVERGONZADO .
Ahora Pablo llega al centro del problema de sus compatriotas, en contraste con los gentiles o no judíos. Desde luego, no se trata de
todos los gentiles, como tampoco de
todos los judíos. Se trata de los gentiles que aceptan la justificación por la fe y los judíos que persisten aferrados a la Ley como vía de justificación.
La imagen es la de una carrera pedestre. Los judíos corrían esforzadamente pero por obras, para alcanzar una «ley de justicia». Los gentiles ni siquiera estaban participando, pero ganaron la competencia (alcanzaron la justicia de Dios) por medio de la fe. No se trata, desde luego, que el Apóstol exalte el descuido de los gentiles: «El éxito gentil es atribuido a su evitación del falso enfoque del judío y a su disposición a recibir la justicia como un don.» (Harrison, p. 109).
Por otro lado, en su fútil intento de establecer su propia justicia, y con ella su derecho ante Dios, los judíos tropezaron en su frenética carrera. Pablo cita aquí dos pasajes de Isaías (8:14; 28:16). La piedra de tropiezo es, desde luego, Jesucristo; si bien es la Piedra angular de la salvación de Dios, para quienes se niegan a recibirlo, es motivo de tropiezo y descalificación de la competencia. Sin embargo, sigue siendo cierto tanto para el judío como para el griego, que, como Pablo sabía bien por su propia experiencia, «
quien crea en Él no será avergonzado».
En resumen, al problema de por qué muchos hebreos rechazaban al Mesías, Pablo contesta:
1. Que la promesa de Dios no ha sido invalidada, pues no por ser miembro de la nación de Israel se tiene automáticamente derecho a la herencia.
2. Que Dios no es injusto, pues dispone todas las cosas conforme a sus planes, administrando misericordia y juicio en conformidad con ellos.
3. Que el hombre no está en absoluto en condición de cuestionarle a Dios su proceder, en particular su disposición de tolerar pacientemente a los rebeldes con el objeto de mostrar «las riquezas de su gloria» y su misericordia a todo el que crea, tanto judío como gentil.
4. Que de hecho si hay judíos que aceptaron el Evangelio fue solamente por la gracia de Dios, quien ha conservado un remanente.
5. Que el grave tropiezo de Israel ha sido pretender establecer su propia justicia por medio de la Ley, en tanto que los gentiles han aceptado la justicia de Dios por medio de la fe.
Bendiciones en Cristo
Jetonius
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