Re: Adventistas Y Pseudomedicinas
Peligros de algunas medicinas alternativas– 3a. parte
Pueden dar resultados temporales, pero en realidad conducen a la ruina eterna.
Por Pedro Tabuenca
En los dos artículos anteriores, expusimos el origen
satánico de los diagnósticos realizados mediante la
iridomancia (mal llamada iriología, que es adivinación
por el iris), la uromancia (adivinación observando
la orina) y la estolomancia (adivinación por
medio de una prenda de vestir). También señalamos
cómo el enemigo de las almas está detrás de las supuestas
“curaciones” realizadas mediante el hipnotismo
y la acupuntura. Consideremos ahora otras paramedicinas
terapéuticas y sus peligros.
La aurículopuntura
Éste es otro enfoque supersticioso de la anatomía
humana. Pretende que la oreja tiene la forma
de un feto dentro del útero materno, que cada parte
del cuerpo está representada en un determinado punto
de la oreja y que punzando estos puntos, se armonizan
las funciones de todos los órganos allí representados.
La verdad científica es que no existen mapas
del cuerpo en el iris, ni en las orejas, ni en las rayas
de las manos ni en las plantas de los pies. De modo
que, como nos lo advierte San Pablo: “Mirad que
nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas,
según las tradiciones de los hombres, conforme
a los rudimentos del mundo y no según Cristo”
(Colosenses 2:8). Por eso, como cristianos, no
nos dejaremos engañar por iriólogos, acupunturistas,
reflexólogos ni quiromantes.
El mesmerismo o magnetismo animal
El Dr. Franz Mesmer nació en Austria en
1733, y propuso la teoría de que algunas personas
tenían poder en sus manos para curar enfermedades
aun sin tocar al enfermo. Eso lo atribuyó al “magnetismo
animal”, que luego se llamó mesmerismo.
Gran parte del curanderismo que hoy se practica se
basa en esta forma de superstición.
El hombre o la mujer que pretende tener en sí
mismo el poder de curar, olvida la verdad expresada
en el Salmo 103:2 y 3, que dice: “Bendice, alma mía
a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él
es quien perdona todas tus iniquidades y el que sana
todas tus dolencias”. En realidad, se entrega en manos
de “espíritus de demonios que hacen señales”
(Apocalipsis 16:14).
Contra estos peligros, el Señor nos ha advertido
a tiempo. “El señor me mostró en visión que el
mesmerismo es del diablo, proviene del abismo y
pronto volverá allí junto con los que continúan
practicándolo”.1
Yo era estudiante de Medicina en la ciudad de
La Plata (Prov. de Buenos Aires, Rep. Argentina), y
1
1 Elena G. de White, Primeros escritos (Buenos Aires: ACES, 1987), p. 21.
una joven llamada Angélica Alberto, dirigente de la
Iglesia Adventista, recibió un pedido muy especial
por parte de una familia vecina. Le dijeron que un
curandero iba a tratar a una hijita enferma, y le pidieron
que ella estuviera presente en la habitación con
la niña, para tranquilidad de la familia. Angélica accedió
al pedido, se sentó en una silla, en un rincón de
la pieza, mientras esperaban al curandero; y allí estuvo
orando continuamente para que los ángeles de
Dios estuvieran presentes protegiendo a la niña. El
curandero llegó, se acercó a la cama de la enfermita,
se arremangó la camisa y comenzó a moverse. Pero,
muy pronto, se puso nervioso y dijo: “Aquí hay algo
que me impide trabajar”. Salió precipitadamente de
la pieza y, al cruzar frente a nuestra hermana Angélica,
le dijo: “Usted, ¡sepa que yo curo!” y se fue.
¿Qué o quién sería lo que le impidió “trabajar”?
La respuesta está en el Salmo 34:7. “El ángel
de Jehová acampa alrededor de los que le temen y
los defiende”.
La homeopatía
Esta forma de paramedicina con pretensiones
terapéuticas es, quizá, la más difundida. En casi todas
las farmacias se publicita la homeopatía.
Conocer los orígenes, las pretensiones y la
realidad de la homeopatía es importante para no caer
en sus engaños.
Orígenes de la homeopatía. El médico alemán
Samuel Hahnemann, nacido en 1755, al comprobar
la ineficiencia de las drogas usadas como medicamentos
en su tiempo, a las que denominó alopáticas,
ideó los preparados homeopáticos. En el año
1810, publicó su famoso libro El Organon de la Medicina.
En él, explica que “Similia similibus curantur”,
es decir: “Lo similar cura lo similar”. La alopatía,
sostenía él, pretende curar por medio de lo contrario.
Por ejemplo: para curar una diarrea, se usaba
un antidiarreico, pero la farmacología científica aún
no había nacido, y el antidiarreico era ineficaz. Entonces,
había que tratar la diarrea con algo que produjera
diarrea, pero “dinamizado homeopáticamente”,
para que su potencia curativa se liberara. De
acuerdo con su teoría, las “drogas madres” tenían
virtudes curativas ocultas y, para liberarlas, había
que diluirlas y sacudirlas tantas veces como fuera
necesario, hasta que las sustancias hubieran desaparecido
y sus poderes curativos se hubiesen liberado.
Hahnemann era un seguidor de Mesmer;
creía en el magnetismo animal. En su libro, escribe:
“Las curaciones verdaderas sólo se verifican por medio
de la homeopatía y el mesmerismo. El magnetismo
animal, o mesmerismo, es una fuerza curativa
de cuya realidad sólo pueden dudar los insensatos.
Por medio de tactos, obra de una manera
homeopática”.2
Pretensiones de la homeopatía. “La sucusión
y la dilución logran la dinamización de los medicamentos”:
la “droga madre” que se desea “potenciar”
se diluye colocando 1 cc en 99 cc de agua, en
una botella de 150 cc, para que se pueda sacudir
bien. Se tapa con un corcho y se sacude enérgicamente
cien veces; así se ha logrado la “primera dinamización”.
El procedimiento se repite sacando 1
cc de la primera botella y agregándolo a los 99 cc de
agua que tiene la segunda botella, que se tapa y se
sacude cien veces. Ésta es la “segunda dinamización”.
El mismo procedimiento se repite decenas de
veces, y se pretende que la “potencia” del medicamento
es tanto mayor cuanto más veces se lo haya
diluido y sacudido.
Además de las gotas, los medicamentos homeopáticos
pueden presentarse en glóbulos, que se
preparan diluyendo la droga madre con azúcar de
leche (lactosa), batiéndola en un mortero y repitiendo
el procedimiento de dilución, mortero y batido
tantas veces como con las botellas.
La realidad de la homeopatía. La verdad es
que ya a la sexta “dinamización” ningún análisis
químico logra identificar la sustancia “medicamentosa”,
y que a la décima “dinamización”, de acuerdo
con las leyes químicas, ya no puede haber ninguna
2
2 Samuel Hahnemann, El Organon de la Medicina (1810), pp. 131, 244.
molécula de la sustancia original en el “medicamento”.
Por esta razón, en el Foro Mundial de la Salud,
volumen IV, de 1983, se realiza esta afirmación:
“La homeopatía y la medicina científica no tienen
absolutamente nada en común”.
Quizás una explicación de por qué sigue
prosperando la homeopatía en este mundo engañoso,
sería la relación existente entre la teoría homeopática
y la doctrina espiritista. Según el espiritismo, cuando
el hombre muere, su espíritu inmortal se libera y tiene
una potencia que nunca tuvo cuando estaba encerrado
en el cuerpo, al igual que cuando la materia de
la droga madre va desapareciendo, su poder terapéutico
va aumentando y, cuando no queda nada de materia,
la preparación homeopática está en su máxima
potencia.
La verdadera medicina
¿Cuál es la medicina que Dios nos ha dado
como iglesia? Es la medicina fundada en la Revelación
y en la ciencia. La Revelación precede a la
ciencia en milenios, en siglos o en décadas, pero no
puede haber conflictos entre la verdadera ciencia y la
revelación divina, porque ambas proceden de la
misma fuente. “Porque grande es el Señor nuestro,
de mucho poder, y su entendimiento es infinito”
(Salmo 147:5). En Dios el Padre y en Cristo, “están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento” (Colosenses 2:2, 3). Porque “no hará
nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus
siervos los profetas” (Amós 3:7). Este Dios, omnisapiente
y amante, ha sido siempre el médico de su
pueblo. Él nos dice: “Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así
como prospera tu alma” (3 Juan 2), y nos aconseja
que no olvidemos “ninguno de sus beneficios, porque
él es quien perdona todas tus iniquidades, el que
sana todas tus dolencias” (Salmo 103:2, 3). En su
amor, nos pide que oigamos atentamente su voz, que
hagamos lo recto delante de sus ojos, que demos oído
a sus mandamientos y guardemos todos sus estatutos,
“Porque yo soy Jehová, tu sanador” (Éxodo
15:26).
Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
y hemos de glorificar a Dios en nuestro cuerpo (1
Corintios 6:19, 20). Por eso, si comemos, bebemos o
hacemos cualquier otra cosa, debemos hacerlo todo
para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Mediante
el espíritu de profecía, Dios ha actualizado sus consejos,
revelándonos cuáles son los verdaderos remedios
que, al formar parte del estilo de vida de sus hijos,
promoverán nuestra salud.
“El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso,
el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente,
el agua y la confianza en Dios, éstos son los verdaderos
remedios”.3 “[...] Dios es tan ciertamente el Autor
de las leyes físicas como lo es de la Ley moral.
Su ley está escrita con su propio dedo sobre cada
nervio, cada músculo y cada facultad que ha sido
confiada al hombre”.4
“Indúzcase a la gente a que estudie la manifestación
del amor de Dios y de su sabiduría en las
obras de la naturaleza. Indúzcase a que estudie el
maravilloso organismo del cuerpo humano y las leyes
que lo rigen. Los que disciernen las pruebas del
amor de Dios, que entienden algo de la sabiduría y el
buen propósito de sus leyes, así como los resultados
de la obediencia. [...] en vez de ver en la obediencia
un sacrificio o un renunciamiento, la tendrán por lo
que es en realidad: un inapreciable beneficio”.5
Finalmente, nuestra única seguridad contra
los engaños del diablo consiste en dejarnos conducir
por el Espíritu de Dios y ser, de esta forma, hijos de
Dios (Romanos 8:14); en pedir a Jesús lo mismo que
le pidieron sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar”
3
3 Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 1990), p. 89.
4 __________Palabras de vida del gran Maestro (Buenos Aires: ACES, 1991), p. 152.
5 __________El ministerio de curación, p. 105.
y “auméntanos la fe” (Lucas 11:1; 17:5). Y entonces,
orando con fe, rogar al Padre, en el nombre de Jesús,
que nos dé el Espíritu Santo, aferrándonos a su promesa:
“Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo
a los que se lo pidan” (Lucas 11:13). Sólo así podremos
hacer los cambios que Dios desea que realicemos
en nuestro estilo de vida, viviendo a la altura de
la luz que él nos ha brindado, que incluye “la luz de
la reforma pro salud, que ha de preparar a su pueblo
para la segunda venida de Cristo”.6
_______________
Pedro Tabuenca, es médico cirujano y pastor. Fue
director del Sanatorio Adventista del Plata y decano
de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad
Adventista del Plata. Actualmente jubilado,
reside en Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina.
Se le puede escribir a:
ptabuenc@lsmartin.com.ar
4
6 Elena G. de White, Consejos sobre el régimen alimenticio (Buenos Aires: ACES, 1995), pp. 81-83.