XXXIII. ¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos?
¿Hemos de abstenemos ociosamente de hacer bien,
hemos de abandonar el amor? Que el Señor no
permita que nos suceda tal cosa; sino
apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda
buena obra. Porque el Creador y Señor del mismo
universo se regocija en sus obras. Porque con su
poder sumo Él ha establecido los cielos, y en su
sabiduría incomprensible los ha ordenado. Y la
tierra Él la separó del agua que la rodeaba, y la puso
firme en el fundamento seguro de su propia
voluntad; y a las criaturas vivas que andan en ella Él
les dio existencia con su ordenanza. Habiendo,
pues, creado el mar y las criaturas vivas que hay en
él, Él lo incluyó todo bajo su poder. Sobre todo,
como la obra mayor y más excelente de su
inteligencia, con sus manos sagradas e infalibles Él
formó al hombre a semejanza de su propia imagen.
Porque esto dijo Dios: Hagamos al hombre según
nuestra imagen y nuestra semejanza. Y Dios hizo al
hombre; varón y hembra los hizo Él. Habiendo,
pues, terminado todas estas cosas, las elogió y las
bendijo y dijo: Creced y multiplicaos. Hemos visto
que todos los justos estaban adornados de buenas
obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado
Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que
tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda
diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia
con toda nuestra fuerza.