Estimado Elifel (Neftalí Espinoza):
-Luego de leer tus aportes, encontré que la clave de tu reinterpretación del episodio en que Abraham se dispuso a sacrificar a Isaac, bien puede estar en la frecuencia con la que te refieres a la moral o conciencia moral del patriarca, lo que te sirve para contrastarla con la fe, como si la primera pudiera estar desasociada de la segunda.
-Abraham no tiene por qué empeñarse en hacer o no hacer lo que él -criatura falible- tuviese por justo o injusto, sino en obedecer -no ciegamente- al único que sí puede considerarse como el Justo (Gn 18:25), lo que es propio de Dios y nadie más. O sea, si Dios ordenó jamás su mandamiento podría ser injusto.
Agradezco nuevamente tu reflexión, y me parece importante profundizar en uno de los puntos que mencionas: el concepto de
mandato divino y su relación con las pruebas de Dios.
Planteas que si Dios manda algo, no puede ser injusto. Y estoy de acuerdo:
Dios no se contradice a sí mismo, ni en su justicia ni en su amor. Pero justamente por eso debemos preguntarnos con profundidad: ¿
todo lo que parece un mandato en el texto bíblico lo es realmente? ¿Y qué sentido tiene que Dios “pruebe” a sus siervos si lo que espera no es discernimiento, sino obediencia automática?
La
naturaleza de una prueba no consiste en imponer un solo camino, sino en evaluar la capacidad de la persona para tomar decisiones a la luz de los valores que ha recibido. Dios no prueba para informarse (pues ya lo sabe todo), sino para que
nosotros mismos descubramos lo que llevamos dentro. Las pruebas en la Biblia muchas veces revelan
no la obediencia exterior, sino el carácter interior, la justicia, la compasión.
Entonces pregunto: ¿
cuándo y dónde se nos ha dicho que las pruebas de Dios son exclusivamente “mandatos” que deben ser cumplidos sin pensar? No hay tal declaración. Lo que sí encontramos en toda la Escritura son
enseñanzas que forman la conciencia, que nos invitan a elegir el bien, a actuar con justicia, misericordia y amor.
Como bien decía el profeta Miqueas:
“¿Y qué pide Jehová de ti? Solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios.”
(Miqueas 6:8)
Esa es la verdadera fe:
una fe viva, que se expresa en el amor y en la justicia. No una fe vacía, sin discernimiento, que cumple sin pensar. ¿Acaso Jesús no criticó precisamente esa obediencia ciega, cuando dijo: “Si supierais qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes”? (Mateo 12:7)
Dices que Abraham obedeció un mandato, pero observemos bien:
no se le dice “haz esto y punto”, sino
“toma a tu hijo… y ofrécelo”. No hay consecuencias declaradas si no lo hace. No hay castigo anunciado. No hay ley que respalde semejante orden. Por eso sostengo que
no es un mandato en sentido legal, sino una prueba que apela a su discernimiento moral. Y Dios ya había formado a Abraham en valores, en diálogo, en justicia. ¿Entonces por qué esperar de él una obediencia ciega?
Además, como bien sabemos en la pedagogía humana y divina,
toda prueba debe tener una retroalimentación, una enseñanza. En este caso, la única respuesta que vemos es un aparente silencio divino. No hay una felicitación explícita. No hay una enseñanza moral clara para generaciones futuras. Solo un ángel que dice: “Ahora sé que temes a Dios”. ¿Y antes no lo sabía? ¿Qué clase de prueba es esa, que no concluye con claridad ni revela un aprendizaje directo?
Por todo esto, insisto con humildad pero con convicción:
esta prueba no puede entenderse como mandato legal, ni como modelo ético de fe. Es una historia profundamente simbólica que, leída críticamente, nos confronta y nos obliga a preguntarnos:
¿qué haríamos nosotros? ¿Y qué imagen de Dios estamos transmitiendo a nuestros hijos cuando justificamos el sacrificio de un inocente en nombre de la obediencia?
Yo no quiero alejarme de la fe. Quiero acercarme al corazón del Padre. Y si para eso hay que replantear ciertos pasajes, lo haré con reverencia, no con arrogancia. Porque como tú mismo dijiste, Dios es el único verdaderamente justo. Y justamente por eso,
sé que jamás pediría lo que es injusto, ni pondría a prueba a sus hijos con algo que contradice su carácter.
Con respeto y apertura,
Neftalí Espinoza (Elifel)