Tan seguro no estoy, simplemente expuse que el mismo vacío se produce en Jesús ante el "abandono de Dios" en la Cruz, y que por tanto veo un posible significado de ese "silencio de Dios" del que no había caído en la cuenta hasta ahora.no deberá serte muy engorroso si tan seguro estás
Debemos tener siempre presente que la teología y la revelación son dinámicos, de no serlo no estaríamos en este foro discutiendo.
La guía espiritual además ofrece un conocimiento bastante profundo de la escritura, aunque inevitablemente surgen nuestros sesgos, pero eso no implica que pueda de vez en cuando aparecer una "pepita de oro", la misma revelación de la Cruz ha pasado por variadas fases:
1.- Cordero de Dios (sacrificio expiatorio, aplacar a Dios, ya descartado por casi todos).
2.- Cordero de Dios (sacrificio de sustitución, Isaac o sangre de cordero como salvación en Egipto).
3.- Cordero de Dios (fe abrahámica, obediencia y sumisión, creo que no estaría mal ir pensando si tiene sentido la obediencia ciega).
4.- Segundo Adán (consumación en la cruz de un sacrificio pascual, por un hombre entró el pecado en el mundo, por uno sale).
5.- Tanto amo Dios al mundo que entregó a su propio Hijo.
El Cordero de Dios es consecuente con el Génesis y el Éxodo en los símbolos de sustitución y sangre salvadora, pero enseguida se injertan en ceremonias directamente prohibidas por Dios como la que ha causado este debate, y ya casi ningún teólogo lo defiende, porque si la revelación es progresiva, el Evangelio deja en muy mal lugar este principio expiatorio, y no digamos si lo vemos como medio para aplacar la "ira de Dios".
El Segundo Adán, que creo que viene de San Pablo, es consecuencia de una tesis del pecado original y la caída del hombre por su desobediencia, que enlazado con este debate me provoca una profunda crisis desde siempre, ya desde bien pequeñito en mi familia (muy católica y practicante) discutíamos como podía siquiera plantearse Abrahán sacrificar a su propio hijo por una presunta orden de Dios.
La primera experiencia verdaderamente luminosa fue sin duda la de San Juan el evangelista, y es que descubrió por fin el verdadero sentido de la Cruz, que se deduce del resto de evangelios y la experiencia de amor de San Pablo, hay una congruencia fundamental que evidencia que Dios no quiere sino amarnos, y tanto nos amó, que para perdonarnos (o más bien para que supiéramos pedir perdón) nos entregó a su Hijo para que con nuestros ritos lo sacrificáramos por nuestros pecados, pero no en el sentido que casi todo el mundo defiende, sino que no lo hizo para expiarnos del pecado, o estaríamos habilitados a seguir pecando, sino para derrotar el pecado.
Debería extenderme mucho al respecto, pero es esencialmente que la Resurección derrota la muerte (pecado) y nos hace vivos para en la Gracia hacer del pecado algo pasado, y todo el que vive en esa Gracia, difícilmente pecará, es una armadura de Cristo que el que la experimenta sabe que vivifica y no te hace mojigato ante el mal del mundo.