Pero se supone que el alma es inmortal desde su origen por haber sido creada a imagen y semejanza de Dios. Dios ha dado inmortalidad a todas las almas desde su origen. Si una alma no fuera inmortal moriría con el cuerpo; y no habría existencia posterior en el Reino de Dios, o en el Infierno (o en el Purgatorio, en caso que lo haya).
¿No es así?
Los significados que se suelen atribuir a la palabra “alma” no se derivan principalmente de las Escrituras Hebreas o de las Griegas Cristianas, sino de la antigua filosofía griega, que en realidad es pensamiento religioso pagano.
El filósofo griego Platón, por ejemplo, puso en boca de Sócrates las siguientes palabras:
“El alma, [...] que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, [...] se va hacia lo que es semejante a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, [...] y de todos los demás males humanos, [...] para pasar de verdad el resto del tiempo en compañía de los dioses”.
(Fedón, 80 d, e; 81 a.)
La traducción católica romana
The New American Bible, en su “Glosario de términos de la teología bíblica” (págs. 27, 28), dice: “En el Nuevo Testamento, ‘salvar uno su alma’
(Mr 8:35) no significa salvar alguna parte ‘espiritual’ del hombre, como algo en oposición a su ‘cuerpo’ (en el sentido platónico), sino a la persona completa, destacando el hecho de que la persona vive, desea, ama y ejerce su voluntad, etc., además de ser algo concreto y físico” (publicada por P. J. Kenedy & Sons, Nueva York, 1970