TENGA MANIPULADOR, TENGA:
La segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (cfr 1 Cor 12,3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura bíblica tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es otra cosa que el desarrollo de lo que se dice con esta simple afirmación: “Jesús es Señor”. De esta profesión de fe, san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo. Si queremos estar en el Espíritu, debemos adherirnos a este Credo.
Después viene una explicación de su significado. Y ELLO TAMBIÉN LO HAGO YO, JUSTAMENTE ES LA ARGUMENTACIÓN QUE UTILIZO CONTRA LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ, Y BIEN LO SABE.
Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión “Jesús es Señor” se puede leer en los dos sentidos: Jesús es Dios, y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad de nosotros mismos. Dejarse iluminar profundamente por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión. En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios.