Para entender correctamente la Biblia, no*se debe incurrir en el error común de pensar que todo lo que se llama “perfecto” lo es en sentido absoluto, es decir, a un grado infinito o ilimitado. La perfección en sentido absoluto tan solo corresponde al Creador, Jehová Dios. Debido a esto, Jesús pudo decir de su Padre: “Nadie es bueno, sino uno solo, Dios”. (Mr 10:18.) Jehová es incomparable en su excelencia, merecedor de toda alabanza, supremo en sus magníficas cualidades y poderes, a tal grado, que “solo su nombre es inalcanzablemente alto”. (Sl 148:1-13; Job 36:3, 4,*26; 37:16, 23,*24; Sl 145:2-10,*21.) Todos los caminos, palabras y leyes de Dios son perfectos, refinados y no*tienen falta o defecto. (Sl 18:30; 19:7; Snt 1:17,*25.)
La perfección de cualquier otra persona o cosa es relativa, no*absoluta (Salmo 119:96) A toda perfección he visto fin. Tu mandamiento es muy amplio.es decir, una cosa es “perfecta” en relación con el propósito o fin para el que su diseñador o hacedor la designa, o el uso al que la destina su receptor o usuario. El significado mismo de perfección requiere que haya quien decida cuándo algo está “completo”, las normas de excelencia, los requisitos que han de satisfacerse, así como los detalles que son esenciales. En última instancia, Dios, el Creador, es el Árbitro supremo de la perfección, Aquel que fija las normas de acuerdo con sus propósitos e intereses justos.
Visto todo lo anterior,y ver que solo Jehova es perfecto completamente,se puede ver el porque Satanas primeramente y despues Adan Y Eva fueron cautivados por un deseo que no les pertenecia
(Santiago 1:14) Más bien, cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo.
(Génesis 3:6) Por consiguiente, la mujer vio que el árbol era bueno para alimento, y que a los ojos era algo que anhelar, sí, el árbol era deseable para contemplarlo. De modo que empezó a tomar de su fruto y a comerlo. Después dio de este también a su esposo cuando [él estuvo] con ella, y él empezó a comerlo.
(1 Juan 2:16) porque todo [lo que hay] en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se origina del Padre, sino que se origina del mundo.