Así también nosotros éramos esclavos 	de Satanás el “gran dragón” (Apo. 12:9); y no podíamos librarnos por 	nuestros propios medios; pero un día viene Jesús a nuestras vidas y, al 	igual que el pueblo de Israel que tuvo que celebrar la Pascua en 	representación del sacrificio de Cristo y su liberación; nosotros lo 	aceptamos a él como salvador y libertador personal y somos perdonados por su 	sangre derramada en sacrificio por nosotros.
	Luego somos bautizados, como el pueblo de Israel fue bautizado en la nube y 	en el mar.
 La Biblia llama a los 	Diez Mandamientos “el pacto” en estos versículos; pero también los llama 	“las tablas del testimonio” (Exo. 31:18). Por eso, el arca donde 	fueron colocadas las dos tablas de piedra de los Diez Mandamientos se le 	llama “el arca del pacto”; “el arca del testimonio”. (Heb. 9:3-4).
	    	Cuando Adán y Eva pecaron, fueron destituidos de la 	gloria de Dios (Rom. 6:23), una de las consecuencias inmediatas del pecado 	fue una separación entre Dios y el hombre.
	Ya el hombre no podía vivir en 	armonía con Dios, y el Creador se ve obligado a sacarlo de su hogar 	original. Pero el amor de nuestro Dios por nosotros es tan grande (Juan 	3:16), que él decide venir a vivir con nosotros, sacrificarse por nosotros, 	justificarnos, santificarnos, redimirnos y glorificarnos, hasta que podamos 	vivir otra vez en armonía para siempre con él. El hombre fue sacado del 	huerto del Edén, para ser errante en esta tierra, y Dios decide morar con el 	hombre. Por eso encontramos en Éxodo 25:8 “Y harán un santuario para mi, 	y habitaré en medio de ellos.” Nuestro Dios decide habitar con el hombre 	aquí en la tierra, y manda a construir un santuario terrenal, parecido al 	modelo que está en el cielo (Exo. 25:9; Heb. 9:24).
 
 
	El santuario terrenal era la casa en 	esta tierra donde habitaba Dios según leímos en Éxodo 25:8. ¿Dónde se 	manifestaba la presencia de Dios en el santuario?
	“Y pondrá el propiciatorio encima 	del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me 	declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los 	dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te 	mandare para los hijos de Israel.” (Exo. 25:21-22).
	“Y cuando entraba Moisés en el 	tabernáculo de reunión, para hablar con Dios, oía la voz que le hablaba de 	encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre 	los dos querubines; y hablaba con él.” (Num. 7:89).
	    	Cuando Dios descendía al santuario para hablar con 	Moisés, Dios descendía sobre el arca del pacto, el arca del testimonio, el 	arca que fue hecha para en ella ser colocadas las tablas de piedra de los 	Diez Mandamientos.
	   Jehová Dios es el Rey 	de reyes y Señor de señores, es el Amo absoluto de todo el universo. Y como 	Rey de todo el universo, nuestro Gobernante celestial se sienta siempre en 	un trono. ¿Será posible que el arca del pacto fuera el trono de Dios en esta 	tierra…?
	¿Podrá ser posible que los Diez 	Mandamientos sean el fundamento del gobierno de Dios en todo el universo?  	Satanás pecó en el cielo porque infringió la ley de Dios.
	¿Es posible que la ley que Satanás y sus ángeles quebrantaron en el cielo 	sean los Diez Mandamientos?
 La Biblia nos enseña que sí.
	   Analicemos por un 	momento la historia del arca del pacto, pues el arca del pacto tenía un 	poder tremendo, como nos dice la Biblia:
	   “Cuando el arca se 	movía, Moisés decía: Levántate, oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos, 	y huyan de tu presencia los que te aborrecen.
	Y cuando ella se detenía, decía: 	Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel.”  (Núm. 10:35-36). Estudie también Josué 6.
	El arca mandaba plagas: 	 “Cuando 	los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a 	Asdod. Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de 	Dagón, y la pusieron junto a Dagón. Y cuando al siguiente día los de Asdod 	se levantaron de mañana, he aquí Dagon postrado en tierra delante del arca 	de Jehová; y tomaron a Dagon y lo volvieron  su lugar. Y volviéndose a 	levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagon había caído postrado 	en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagon y las dos palmas 	de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagon el 	tronco solamente.
	Por esta causa los sacerdotes de 	Dagon y todos los que entran en el templo de Dagon no pisan el umbral de 	Dagon en Asdod, hasta hoy. Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod, 	y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y en todo su territorio. Y 	viendo esto los de Asdod, dijeron: No quede con nosotros el arca del Dios de 	Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagon.
	Convocaron, pues, a todos los 	príncipes de los filisteos, y les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de 	Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de Israel a Gat. Y 	pasaron allá el arca del Dios de Israel.Y aconteció que cuando la habían 	pasado. La mano de Jehová estuvo contra la ciudad con gran quebrantamiento, 	y afligió a los hombres de aquella ciudad desde el chico hasta el grande, y 	se llenaron de tumores.
	Entonces enviaron el arca de Dios 	a Ecrón. Y cuando el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronistas dieron voces, 	diciendo: Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a 	nosotros y a nuestro pueblo. Y enviaron y reunieron a todos los príncipes de 	los filisteos, diciendo: Enviad el arca del Dios de Israel, y vuélvase a su 	lugar, y no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; porque había 	consternación de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había 	agravado allí. Y los que no morían, eran heridos de tumores; y el clamor de 	la ciudad subía al cielo”.
	“Cuando llegaron a la era de 	Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes 	tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí 	Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios.
	Y se entristeció David por haber 	herido Jehová a Uza, y fue llamado aquel lugar Pérez-uza, hasta hoy. 
	Y temiendo David a Jehová aquel día, dijo: ¿Cómo ha de venir a mí el arca de 	Jehová? De modo que David no quiso traer para sí el arca de Jehová a la 	ciudad de David; y la hizo llevar David a la casa de Obed-edom geteo. Y 	estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo 	Jehová a Obed-edom y a toda su casa.
	Fue dado aviso al rey David, 	diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a 	causa del arca de Dios. Entonces David fue, y llevó con alegria el arca de 	Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David.”  (1 Sam. 5:1-12; 2 Sam. 	6:6-11).
 
 
	    	Hemos leído el poder que tenia el arca de Dios; pero hay 	varias cosas interesantes también.  Cada vez que el pueblo se 	trasladaba de un lugar a otro, o iba a la guerra, el arca era transportada 	por los levitas e iba siempre delante del pueblo: (Num. 3:29-31; 4:5-15; 	Jos. 3:3; 8:33; 1Rey. 8:2,3). ¿Por qué?
	En Éxodo 25 leímos que Dios 	descendía sobre el arca del testimonio, y como Comandante y Rey del pueblo 	iba delante de él cuando se mudaba y cuando iba a la guerra, como lo hacen 	los reyes de la tierra al pelear, que van delante de sus tropas. Jehová Dios 	siempre iba delante del pueblo para protegerlo y para guiarlos directamente 	a la Canaán terrenal.
	   Hay algo singularmente 	impresionante en la santificación especial de las dos tablas de la ley. 	Estando así colocadas dentro del arca, y puesto que Dios se encontraba con 	su pueblo directamente encima de ellas 
	(Exo. 25:22), la ley está indisolublemente unida con Dios mismo. El 	sitio más sagrado del templo era el lugar santísimo, y lo más sagrado allí 	era el arca que contenía la ley de Dios. Puesto que Dios, por su misma 	naturaleza, es santo y eterno, así también lo es su ley. Todo lo que podía 	haberse hecho para impresionar a sus hijos con la santidad eterna de su ley 	fue hecho por Dios en el mobiliario de su santo templo. Esta ley en el 	antiguo pacto, fue escrita en tablas de piedras; en el nuevo pacto está 	escrita en el corazón de los rectos (Jer. 31:31-33).
	   Ahora bien; tenemos que 	entender que la Biblia es clara al enseñar que el arca del pacto era el 	mueble más sagrado e importante que tenía el pueblo de Israel.
	Pero el arca que Dios mandó a Moisés 	construir, era una replica o modelo de la original que está en el cielo: “Conforme 	a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos 	sus utensilios, así lo haréis” “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha 	sido mostrado en el monte.” (Exo. 25:9, 40)
  
	“Tuvieron nuestros padres el 	tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando 	dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto.” (Hech. 	7:44).
	   “Ahora bien, el 	punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo 	sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los 	cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó 	el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para 	presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste 	tenga algo que ofrecer.  
	Así que, si estuviese sobre la 	tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan 	las ofrendas según la ley. Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de 	las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el 	tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se 	te ha mostrado en el monte.” (Heb. 8:1-5).
	    	Entonces; según la Biblia hay un Santuario en el cielo, 	del cual y en el cual Cristo es el Sumo Sacerdote y ministra con su sangre 	por el perdón de nuestros pecados y para la redención del hombre. Pero; 	¿Habrá también un arca del pacto? Leamos:
	“Y el templo de Dios fue abierto 	en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, 	voces, truenos, un terremoto y grande granizo.” (Ap. 11:19).
	Este versículo es muy significativo, 	pues nos enseña y corrobora lo que leímos en Éxodo, Hechos y Hebreos, de que 	en el cielo, no en la tierra, está el Santuario original, que fue hecho por 	Dios y no por hombre. Pero además de eso, nos muestra que en el Santuario 	original del cielo, está el “arca del pacto”. ¿Y por qué es el arca de su 	pacto? Y ¿Cuál es el pacto de Dios? La respuesta es que dentro del arca del 	pacto que está en el cielo, están los Diez Mandamientos. ¿Cómo es esto 	posible? La razón es muy simple: Los Diez Mandamientos son la base del 	gobierno de Dios en todo el universo.
	La “Ley de Dios”, la “Ley de Fuego”, 	la “Ley de Libertad”, la “Ley que es santa y buena”, la “Ley por la cual 	todos seremos juzgados”, escrita por el “Espíritu Santo” es guardada por 	todas las criaturas de Dios en todo el universo.
	   Fue esta Ley la que 	Satanás y sus ángeles caídos infringieron cuando pecaron en el cielo. Y es 	esta misma ley que Satanás quiere que nosotros no cumplamos ni obedezcamos, 	es esta ley que él a través de sus ministros y maestros humanos trata de 	enseñar que: “fue clavada en la cruz”,  “no hay que guardarla”,  	“Cristo lo hizo por nosotros”, “fue abolida” porque el “fin de la ley es 	Cristo”, “eso era para los judíos”.
	Pero no nos dejemos engañar por Satanás y sus falsos maestros, aferremonos a 	lo que nos enseña la Santa Palabra de Dios. Cuando el templo de Dios fue 	abierto en el cielo, y se vio el arca de su pacto, ocurrieron varios 	fenómenos parecidos a los que nos describe Éxodo 19 cuando Dios desciende 	del cielo al monte Sinaí para darle su ley al pueblo: terremoto, relámpagos, 	voces y truenos.
	   ¿De dónde salen las 	plagas en el libro de Apocalipsis?
	“Después de estas cosas miré, y 	he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y 	del templo salieron los siete ángeles que tenia las siete plagas, vestidos 	de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos 	de oro.” (Apoc. 15:5-6).
	Los ángeles salen con las plagas del 	templo del arca del pacto, al igual que del arca en la tierra  salieron 	plagas para destruir
	“El séptimo ángel derramó su copa 	por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: 	Hecho está. Entonces hubo relámpagos y 	voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual 	no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.” (Apoc.16:17-18)
	    	Analicemos estos versículos detenidamente. Cuando el 	templo de Dios fue abierto en el cielo se ve el arca del pacto, salen los 	siete ángeles con las siete plagas para derramarlas sobre la tierra. En el 	templo terrenal construido por Moisés de acuerdo al modelo celestial que 	Dios le mostró, sólo en el día del juicio el sacerdote podía entrar al lugar 	santísimo donde estaba el arca del pacto, y cuando salía, salía con una copa 	en la mano para derramar su contenido sobre el animal que representaba a 	Satanás (Levítico 16).
	El sacerdote siempre ministraba 	“delante de Jehová”. Entonces, cuando los ángeles salen con sus copas en sus 	manos alguien se queda dentro del templo en el cielo.
	Ese personaje que se queda dentro 	del templo en el cielo, es el dueño de la voz que dice: “y salió una gran 	voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está” (vers. 17)
	Es el mismo que en la cruz del calvario dijo “Consumado es” (Ju. 	19:30). ¡Cristo Jesús!
	   “y salió una gran 	voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho esta”
	Entonces según este versículo, Dios 	está dentro del templo del cielo, pero dentro del templo del cielo hay un 	trono. Leamos otra vez: “y salió una gran voz del templo del cielo, del 	TRONO, diciendo: Hecho está”. ¡Cuán profunda y maravillosa es la Biblia!
	En el templo, tanto en el terrenal, 	como en el cielo, se encuentra el arca del pacto, a la cual este versículo 	la llama TRONO. Entonces, el arca del pacto es realmente el trono de Dios. 	¡Dentro del arca del pacto donde se sienta el Señor del universo a gobernar, 	fueron colocados los Diez Mandamientos que son las bases del gobierno de 	Dios!
	Pero los ángeles salen del templo 	del cielo con las plagas para aplicar el juicio de Dios sobre la tierra por 	el pecado de sus moradores. Pero, ¿en base a qué fueron juzgados?
	En base a que pecaron y el “pecado es infracción de la ley”. ¡Los Diez 	Mandamientos!
	Entonces la Biblia nos enseña que 	los Diez Mandamientos, la Ley de Dios, no sólo está vigente y que hay que 	guardarla; sino que es la Ley Universal de Dios, por la cual todos seremos 	juzgados. 
 
 
	    	Es interesante notar que en la mayoría de los casos 	cuando el arca del templo se ve en el cielo, siempre va acompañado de 	relámpagos, truenos, voces y terremotos. Los mismos fenómenos que cuando 	Dios le dio su ley al pueblo.
	   El pueblo de Israel 	debía prepararse para recibir la ley y ser el pueblo santo de Dios, por el 	cual Dios iba a impartir su santa ley al mundo, y evangelizarlo.Debían de 	santificar sus vidas, lavar sus ropas para poder recibir en sus vidas la 	presencia permanente del Rey del cielo y del universo, que iba a morar con 	ellos físicamente.
	¿Debemos nosotros estar haciendo lo 	mismo hoy?
	“Seguid la paz con todos, y la 	santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno 	deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os 	estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún 	fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su 	primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la 	bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, 	aunque la procuró con lágrimas.
	Porque no os habéis acercado al 	monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las 	tinieblas y a la tempestad, al sonido de trompeta, y a la voz que hablaba, 	la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase mas, porque no 	podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será 	apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés 	dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de 	Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de 	muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están 	inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los 	justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre 	rociada que habla mejor que la de Abel.”(Heb. 12:14-24)
 
 
	    	 	Nosotros debemos de hacer lo mismo hoy en día. Teniendo 	fe en Cristo Jesús, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en 	vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Fil. 	1:6).
	Nuestro Dios nos acepta tal y como 	somos, nos tomas en cualquier lugar y estado en que nos encontramos. Pero no 	nos deja ahí, no nos deja como somos ni en el estado pecaminoso en que 	estamos. Por la fe en él somos “justificados” (Rom. 5:1), y cuando Dios por 	fe en Cristo nos justifica, la justicia de Cristo es imputada a nosotros.
	“Y el mismo Dios de paz os 	santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea 	guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es 	el que os llama, el cual también lo hará.” (1 Te. 5:23-24).
	    	 	A través de la sangre de Cristo somos limpiados de todo 	pecado (infracción de la ley); y somos santificados. Apartados por el Señor 	para vivir vidas santas y permanecer irreprensibles hasta que Cristo venga.
	El cristiano debe de vivir “de 	toda palabra de Dios”  (Luc. 4:4).
	Los Diez Mandamientos no justifican, 	no santifican, no salvan a nadie. Son el “ayo” que nos llevan a Cristo, pues 	nos hacen reconocer que somos viles pecadores “destituidos de la gloria de 	Dios”. Nos señalan que aunque ellos no pueden salvarnos ni limpiarnos, hay 	uno que puede hacerlo y es Cristo Jesús.
	No podemos guardar la ley por 	nosotros mismos, pues somos pecadores de nacimiento (Sal. 51:5). Dios 	debe implantar algo dentro de nosotros para poder ser justificados, 	santificados y hechos para toda buena obra. Y ese poder es su Santo Espíritu 	que mora en nosotros cuando aceptamos a Jesús como sustituto nuestro por 	nuestros pecados. El Espíritu Santo nos hace nacer de nuevo, y como nuevas 	criaturas “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, 	llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 	fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda 	paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos 	para participar de la herencia de los santos en luz. 	El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al 	reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón 	de pecados.” (Col. 1:10-14).
	    	 	Pero para recibir el don del Espíritu Santo hay una 	condición que mucho de nosotros pasamos por alto: “Si me amáis, guardad 	mis Mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que 	esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, el cual el mundo no 	puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, 	porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”
	“El que tiene mis Mandamientos, y 	los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, 	y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Juan 14)
	No podemos recibir el Espíritu Santo 	si no guardamos los Mandamientos de Dios, la Santa Biblia es muy clara 	respecto a esto. Dios no es hombre para que mienta; y podemos hacer a Dios 	mentiroso de dos formas: (1) Si decimos que no hemos pecado “Si decimos 	que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en 	nosotros.”  (1 Juan 1:10); 	(2) decir que no podemos guardar la ley “Todo lo puedo en Cristo que me 	fortalece.” (Fil. 4:13).
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.