Respuesta a Mensaje # 176:
Tú pretendes medir la justicia divina con los códigos humano, que a la gravedad de los delitos cometidos castiga con determinados tiempos de penitenciaría.
No es necesario que un hombre peque por 70 u 80 años, o por 700 u 800 como en el caso de algunos antediluvianos, para merecer su eterno tormento. Puede vivir apenas 20 años y arrostrar su condenación por la eternidad.
Incluso, el amor, gracia y misericordia de Dios es tan grande, que algunos de los peores pecadores durante toda su vida, al final se arrepintieron, creyeron y se convirtieron.
Disfrutarán del gozo, paz y bienaventuranza eterna pese a que prácticamente no dedicaron tiempo alguno a amar y servir a Dios y a su prójimo como debían haber hecho. El crucificado junto a Jesús puede ser un ejemplo.
“¿Qué, pues, diremos? Que hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera!” (Ro 9:14).
Bien, ¿cómo podemos entonces comenzar a entender esa justicia divina que nos parece excesivamente severa dado lo limitado del tiempo durante el cual se pecó?
Cuando el Señor Jesús le pregunta al fariseo Simón (Lc 7:40-47) cuál de los deudores amará más al que perdonó a ambos, correctamente le contestó que a aquel a quien más perdonó. De ello el Señor concluye que mucho ama a quien mucho se le perdonó. Esta es la dimensión de la justicia divina. “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Ro 5:20). Pero la gracia no es chicle que se estira por la eternidad cubriendo la infinita expansión del universo. Si así fuera, llegaría incluso a comprender a los incrédulos y rebeldes que la desprecian. Pero entonces ya no habría justicia sino impunidad.
El tormento eterno de los condenados se corresponde con la inmensidad de una salvación que requirió de la muerte en cruz del Hijo de Dios. El derramamiento de la sangre inocente del Redentor es una ofrenda de valor infinito. Que Dios Padre escuchara los gritos de su Hijo desde la cruz: “¿Por qué me has abandonado?”, sólo tiene en ti, en mí y todos los pecadores del mundo la debida respuesta. Pero a los que menosprecian al Hijo y su sangre, sólo les queda una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego. Por eso dice: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:26-31).
Visto todo a la luz de la Palabra de Dios, la justicia divina se mantiene incólume pese a la ira divina tan severa como perpetua (Salmo 85:10).
Pero si la miramos con las gafas humanistas “Made in Hong Kong”, podemos ver cualquier cosa.
Cordiales saludos.
Ricardo
