Estimado palestra. Saludos cordiales.
Tú dices:
Respondo: Me alegra que reconozcas a la Nueva Jerusalén como el Lugar Santísimo en el que ministra nuestro Señor.
"Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios." Apoc. 21:2,3.
Respondo: Al parecer estás tan claro como el alquitrán, ¿podrías dar la fecha de inicio de tu interpretación particular y los motivos en que te basas para señalar esta hipótesis?
Mis saludos nuevamente Gabriel!
Definitivamente que estamos de acuerdo con el Santuario!!!
No me cabe la menor duda y asi fue que lo expuse en mi estudio largo ayer. Ahora bien vamos a aclarar seguidamente la fecha que usada erroneamente apuntaria al
Gran Chasco.
Para comenzar con el pie derecho al interpretar esta profecía, debemos entender un punto fundamental en torno a la misma. No está hablando el versículo 14 de Daniel 8 de 2,300 días, sino evidentemente se habla, sin lugar a dudas, de 2,300 sacrificios, que vendrían a ser por fuerza mayor 1,150 días, pues se hacía dos sacrificios al día. El señalamiento de
“tarde y de mañana” es una alusión a ese hecho. No es esa aseveración alusiva o similar a los días de la creación donde se dice que
“fue la tarde y la mañana un día” (Gn. 1:5). Sin embargo, ese señalamiento de Génesis, a pesar de que no es una misma connotación, con todo y eso, establece nuestro criterio para entender qué cantidad de días hay en 2,300 sacrificios de tarde y de mañana. Por consiguiente, no hay duda alguna de que el tiempo de la profecía se limita a 1,150 días o años proféticos.
Conscientes ya de la duración de la profecía, pasemos ahora a componer el rompecabezas. Debemos preguntarnos: ¿Cómo comienza el cumplimiento de la profecía? ¿Comienza dicho cumplimiento con un trasfondo o contexto purificador, o con un contexto vindicador? Note cómo el ángel revelador comienza expresando los actos de la prevaricación asoladora que efectúa el prevaricador prefigurativo, Antíoco Epífanes, cuando históricamente arrasó con el templo judío allá para el año 168 a.C. Logró Antíoco profanar el templo y quitar la ofrenda diaria que ofrecía el pueblo prefigurativa y tipológicamente a Dios, por aproximadamente
42 meses o, lo que es igual,
tres años y medio ó 1,150 días. Durante tres años y medio el pueblo quedó sin el sacrificio continuo, hasta su restablecimiento entre los años
165 y 164 a.C. Esto dio el cumplimiento literal a la profecía en su contexto histórico. Siempre debemos entender que la profecía, históricamente hablando, se cumple doblemente o bilateralmente; me explico: El término prefigurativo implica traer acontecimientos históricos cumplidos en el pasado y que apunten hacia realidades finales. Antíoco Epífanes es una clara figura de la aniquilación del templo que habría de realizar a su tiempo el romanismo en términos figurativos; y para apuntar hacia el futuro es necesario utilizar el método de “día por año te lo he dado”. Tomemos la autorización que Roma ofreció al sometido cristianismo durante el reinado de Constantino, quien comenzara a oficializar el cristianismo como la religión aceptada por el Imperio; obra esta que viabilizó el emperador Teodosio allá para los años 379 a 380, y que legalizara Justiniano posteriormente. Con Teodosio fue el tiempo que, en términos prácticos, el cristianismo de aquel entonces comenzó a hacer cuanto quiso en materia religiosa y, específicamente hablando, comenzó a echar por tierra la verdad cuando colocó en el sacerdocio la intercesión, en lugar de dejarla donde estaba establecida por Dios, que es en Cristo —sacerdote según el orden de Melquisedec—, quien entró en el Lugar Santísimo una vez para siempre, y con una sola ofrenda justificó la raza humana (He. 10:14). Si tomamos este año
(380) como punto de partida, y lo proyectamos hasta
1,150 años después, nos lleva nada más y nada menos que al
1530, fecha en que la Reforma dirigida por Martín Lutero y sostenida por su compañero Felipe Melanchton, vindicó el santuario en términos figurativos en la conferencia de Augsburgo; conferencia esta que marcó el triunfo de Dios, y que ha sido una de las batallas más exitosas de la guerra que implica el Conflicto de los Siglos, donde se estableció que sólo el Evangelio o la justicia labrada por Cristo, constituye la base de nuestra salvación, porque allí se fijó el Calvario como único camino hacia el cielo. Es el equivalente de señalar que el santuario permanente y perfecto no es otro que el Señor Jesucristo, he ahí el porqué Pablo señala:
“Me preparaste cuerpo” (He.10:5). Que entienda mi amigo Gabriel de un modo claro que los oficios tipológicos que en el santuario terrenal se realizaban constituyeron actos y creencias que apuntaban hacia la realidad extraordinaria de Cristo, Su encarnación, Su intercesión y Su obra redentora. Por consiguiente, he ahí la correctísima interpretación de los 2,300 sacrificios ó 1,150 días. No hay duda alguna que no se debe tomar esta profecía para hablar de un
“Juicio Investigador” en 1844, por razones obvias, sino de eventos realizados en la historia, que aun cuando no sean cronométricos, apuntan hacia la realidad final. Te recordamos ahora, amigo lector, que la historia es repetitiva, que los principios en pugna entre Antíoco y los judíos, entre el Imperio romano y la Reforma, seguirán repitiéndose en la historia, y ahora, al fin de los tiempos, cobra vida nuevamente el señalamiento profético que ha marcado el Conflicto de los Siglos.
Esto es lo que indubitablemente nos lleva a la gloriosa fecha de 1530 donde se vindica y reforma el evangelio.
Mucha bendiciones mi amigo!