LA DIOSA MARIA

Re: LA DIOSA MARIA

LA DIOSA MARIA

DUEÑA DE LA MITAD DEL REINO DE DIOS
"El rey debe ante todo dedicarse a las obras de misericordia, pero no de modo que dejan de usar la justicia contra los criminales cuando es debido. No obra así María, que aunque reina no lo es de justicia, preocupada del castigo de los malhechores, sino reina de la misericordia, atenta únicamente a la piedad y al perdón de los pecadores. Por eso la Iglesia quiere que la llamemos expresamente reina de la misericordia. Reflexionando el gran canciller de París Juan Gerson las palabras de David: "Dos cosas he oído: que Dios tiene el poder y que tuya es, Señor, la misericordia" (Sal 61,12), dice que fundandose el reino de Dios en la justicia y en la misericordia, el Señor lo ha dividido: el reino de la justicia se lo ha reservado para él, y el reino de la misericordia se lo ha cedido a María, mandando que todas las misericordias que se otorgan a los hombres pasen por las manos de María y se distribuyan según su voluntad. Santo Tomás lo confirma en el prólogo a las Epístolas canónicas diciendo que la santísima Virgen, desde que concibió en su seno al Verbo de Dios y le dio a luz, obtuvo la mitad del reino de Dios al ser constituida reina de la misericordia, quedando para Jesucristo el reino de la justicia".



<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Escrito por "San" Alfonso, en LAS GLORIAS DE MARIA.</o:p>
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<o:p>Parte de las mentiras del diablo es que Dios solo es misericordia, porque la justicia no nos gusta. Queremos hacer lo que nos de la gana y que aún así Dios nos perdone.</o:p>
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<o:p>Dios es profundamente misericordioso, pero además es justo.</o:p>
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<o:p>Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como la buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado.</o:p>
 
Re: LA DIOSA MARIA

LA DIOSA MARIA

DUEÑA DE LA MITAD DEL REINO DE DIOS
"El rey debe ante todo dedicarse a las obras de misericordia, pero no de modo que dejan de usar la justicia contra los criminales cuando es debido. No obra así María, que aunque reina no lo es de justicia, preocupada del castigo de los malhechores, sino reina de la misericordia, atenta únicamente a la piedad y al perdón de los pecadores. Por eso la Iglesia quiere que la llamemos expresamente reina de la misericordia. Reflexionando el gran canciller de París Juan Gerson las palabras de David: "Dos cosas he oído: que Dios tiene el poder y que tuya es, Señor, la misericordia" (Sal 61,12), dice que fundandose el reino de Dios en la justicia y en la misericordia, el Señor lo ha dividido: el reino de la justicia se lo ha reservado para él, y el reino de la misericordia se lo ha cedido a María, mandando que todas las misericordias que se otorgan a los hombres pasen por las manos de María y se distribuyan según su voluntad. Santo Tomás lo confirma en el prólogo a las Epístolas canónicas diciendo que la santísima Virgen, desde que concibió en su seno al Verbo de Dios y le dio a luz, obtuvo la mitad del reino de Dios al ser constituida reina de la misericordia, quedando para Jesucristo el reino de la justicia".



<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Escrito por "San" Alfonso, en LAS GLORIAS DE MARIA.</o:p>
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<o:p>Parte de las mentiras del diablo es que Dios solo es misericordia, porque la justicia no nos gusta. Queremos hacer lo que nos de la gana y que aún así Dios nos perdone.</o:p>
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<o:p>Dios es profundamente misericordioso, pero además es justo.</o:p>
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<o:p>Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como la buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado.</o:p>

Un acertijo, sencillo. Jesus es Hijo de David segun la Profecia.

Salomon, Hijo de David, tuvo a su Madre como Reina de Israel. Jesus, hijo de David. ¿A quien tendra como Reina de la Jerusalem Celestial?
 
Re: LA DIOSA MARIA

una persona no puede ser Cristiana si cree que María es Reina de Los Cielos y la Tierra, eso lo haría más mariano que Cristiano o mejor dicho, no lo haría Cristiano.

Esto es importante recalcarlo, por que antes yo decía que Cristianos eramos todos, nosotros los evangélicos, pero también decía que lo eran los católicos, los mormones, los testigos, etc, pero cuando ví realmente en que cristo creían los otros, pues obviamente no eran Cristianos, menos aún los católicos romanos que le dan a María una posición IGUAL a la de Cristo, algo que es totalmente inaceptable.
 
Re: LA DIOSA MARIA

Pero por supuesto.



1.- ¿Constantino impuso eso? Pero si el titulo de Vicario de Cristo no se usa sino hasta el siglo XII, con Inocencio III.

2.- San Cipriano afirma la Infalibilidad del Obispo de Roma, como Sucesor de san Pedro:
"¿Se atreverían los herejes a acercarse a la misma silla de Pedro de la cual se deriva la fe apostólica y desde la cual no puede emanar error?”
San Cipriano de Cartago. Año 256 DC. Epistulæ 59 (55), 14.

3.- La Cristiandad ya creia en Maria Santisima como CoRedentora y Asunta al Cielo y viene en la Biblia.
CoRedencion:
Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga».
Evangelio de san Juan. 2, 5.


Asunta al Cielo:
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Libro del Apocalipsis. 12, 1

Asi ha sido siempre.

Estas no son pruebas, son absurdos, no sé como puedes creer cosas tan sin sentido...
 
Re: LA DIOSA MARIA

¿Es María una diosa pagana?

El evangélico Ralph Woodrow antes sostenía como posición de que María era una diosa pagana y escribió un libro popular conectando el catolicismo al paganismo, basándose en un libro escrito en 1857 por Alexander Hislop llamado: "Las dos Babilonias". Después que la integridad de las investigaciones de Hislop fueran cuestionadas, Woodrow decidió investigar por sí mismo sobre el tema. Y quedó estupefacto al descubrir que las investigaciones de Hislpo fueron por lo menos defectuosas si no escandalosas. Fue así que sacó de circulación su primer libro y publicó en su lugar otro llamado "La conexión Babilonia". En este libro, en las páginas 33-38 Woodrow discute en detalle los argumentos de Hislop en contra de María. El se avergüenza de sus hermanos evangélicos que utilizan este enfoque para condenar la relación de la Iglesia Católica con María y se disculpa por haber propagado esos puntos de vista. El continúa siendo evangélico pero ya no asocia la Iglesia Católica con el paganismo.

Problemas del reclamo de Syncretismo
Un estudio cuidadoso y honesto de los cultos de la diosa pagana revelarán que, sacando unos pocos símbolos superficiales (ej: la diosa puede ser considerada virgen o madre) no tienen nada en común con la relación católica con María. La relación de los católicos con María no puede compararse a la adoración profana y corrompida que se ofrece a la/s diosa/s. La diosa Gaia (La Madre Tierra) es un símbolo de todo lo que se opone a los que nosotros creemos de María. María no nos obliga a adorar la tierra ni nos hace exaltar el placer sexual fuera del matrimonio, María no permitiría jamás que profanemos el nombre de su Hijo Jesús. María no alimenta el culto de otras religiones en detrimento del mensaje de su Hijo. María es acerca de una y solamente una cosa: su Hijo Jesús.

...cada católico romano que he conocido ve a María como una mujer intachable, un virgen, totalmente dedicada a Dios y la práctica de las virtudes. Ninguno de estos atributos puede asignarse a la diosa pagana Semiramis. Su estilo de vida es exactamente el opuesto. (Woodrow pg 35)

Los primeros cristianos, convertidos desde el paganismo, abandonaron la oscuridad y la superstición de su antigua fe. Muchos de ellos se hicieron mártires entregando sus vidas antes que ofrecer incienso a una imágen del Cesar. Nunca hubieran adorado a Gaia, Isis o Cybele, incluso bajo el manto de la Madre de Jesús.

¡¿Acusar a la Iglesia primitiva de que dudara de la sinceridad de la conversión de los paganos?! Estos conversos eran tirados a los leones por su fe en Jesús. ¿Por qué hubieran seguido sosteniendo a sus antiguos dioses paganos? Los cristianos consideran que las deidades paganas son demonios y, la fórmula del Bautismo involucraba (y aún involucra) la renuncia a Satanás. De modo que para recibir el Bautismo, los catecúmenos debían renunciar a sus antiguos dioses. ¿Cómo podrían continuar adorando a los demonios después de haber renunciado a ellos? ¿Y cómo podrían identificar a la Madre del Salvador con demonios impostores? Siento que la gente que promueve esta teoría no suenan prácticos, racionales o serios en su investigación.

María es una cristiana "renacida" que recibió el Espíritu Santo en Pentecostés y habló en lenguas 2000 años antes que los Pentecostales recibieran este don (Hech.1,14-2,3). Ella sabe como orar (sí, incluso en lenguas)


¿Collyridianos?
Así se llamaba una pequeña secta del siglo IV en Arabia. Compuesto mayoritariamente por mujeres que abiertamente adoraban a la Bienaventurada Virgen ofreciéndole tortas durante sus ceremonias religiosas. Algunos lo puntualizan, proclamando que este es un ejemplo de antiguos paganos adorando a María como "diosa".

Los collyridianos no eran católicos, era un culto syncrético que, al igual que los gnósticos y otros grupos de aquel tiempo, mezclaba prácticas de varias tradiciones religiosas. Eran heréticos. Tomaro la figura de María del catolicismo y le ofrecían sacrificios (relicto de los sacrificios ofrecidos a algunas diosas paganas - Ver: Jer 44,18-19). Fue una rara mezcla de creencias contradictorias y fue de hecho sancionado por la Iglesia Católica. La única razón por la que conocemos la existencia de esta pequeña secta es porque San Epifanio, uno de los Padres de la Iglesia, los condenó en uno de sus escritos llamado el "Panarion"

¿Madre de Dios?
Recibí un e-mail diciendo: "María necesitaba un salvador" . Los católicos están de acuerdo con que María necesitaba un Salvador. Ella fue salvada por su Hijo. Y fue al mismo tiempo su madre.

Lc. 1,46-49

Mi alma glorifica al Señor,
Y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su esclava
Por tanto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones

María necesitó de un Salvador y todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Algunos evangélicos siente que María es una "diosa católica" por el título mariano de "Madre de Dios". Al parecer piensan que los católicos la llaman de esta manera porque creen que dio a Jesús su divinidad.

Jesús nació de María para hacerse hombre. Si ella hubiera sido una especie de ser divino ¿Cómo Él hubiera derivado de ella su naturaleza humana?

La mayoría de los cristianos dirían que es imposible separar la divinidad de Jesús de su humanidad. Él es al mismo tiempo totalmente Dios y totalmente hombre. Hay una unión inseparable de estas dos naturalezas de Dios y Hombre en Jesucristo Llamamos a María Madre de Dios porque Jesús es Dios y ella es su madre. Ya que las dos naturalezas de Jesús (divina y humana) son inseparables los católicos creen que es apropiado llamarla Madre de Dios. Isabel dijo: ¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc. 1,43). Este no es un título pagano, sino un título bíblico.

Aquí transcribo lo que Martin Lutero, el fundador de la reforma dice acerca del título mariano de "Madre de Dios".

"San Pablo dijo: "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer" Estas palabra que tengo por verdaderas, realmente sostienen con toda firmeza que María es la Madre de Dios". (Martin Luther, Martin Luther's Works, vol 7, pg 592)

"Este artículo de fe -que María es la Madre de Dios- está presente en la Iglesia desde sus comienzos y no es una nueva creación del concilio sino la presentación del Evangelio y de las Escrituras". (Martin Luther, Martin Luther's Works, vol 7, pg 572)

"Es cierto que María es la Madre del real y verdadero Dios". (Martin Luther, Martin Luther's Works, vol 24, pg107)

". . . ella es llamada correctamente no solamente madre del hombre sino también la Madre de Dios...es cierto que María es la Madre del real y verdadero Dios."
Ref: Sermon on John 14. 16: Luther's Works ( (St. Louis, ed. Jaroslav, Pelican, Concordia. vol. 24. p. 107

¿Es María la diosa pagana Istar?
La declaración de "Reina del Universo" en Lumen Gentium (constitución católica de 1964) provocó que alguna gente piense que la Iglesia Católica la estaba colocando como cabeza del cielo. Ellos hicieron notar que "Reina del Cielo" fue un título aplicado alguna vez a la diosa Istar por sus devotos en Babilonia. (Jer. 44:18-19). E incluso han llegado a pensar que en algún modo esto prueba que María e Istar se refieren al mismo ser y que los católicos realmente están adorando a Istar cuando honran a María.

Primero echemos una mirada a la Escritura que es usada contra la Iglesia Católica en este asunto:

"¿No ves acaso lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos juntan leña, los padres encienden el fuego, las mujeres amasan la pasta para hacer tortas a la Reina del Cielo y se derraman libaciones a otros dioses, a fin de agraviarme". (Jer. 7,17-18)

Jamás la Iglesia Católica ha ofrecido tortas (o cualquier otro sacrifico a María). El pasaje además dice: "y se derraman libaciones a otros dioses". Los católicos nunca han presentado ninguna ofrenda a otro que no sea el único Dios verdadero descripto en la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

El propósito que ha sido dado a María es delineado en la Escritura: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador". (Lc.1,46)

Muchos reyes de diferentes naciones son llamados "Su Majestad" por sus súbditos, ¡Pero eso no prueba que sean la misma persona! Numerosos son los paganos que llamaban a sus dioses "Padre" como a Zeus ("Padre de dioses y hombres") y a Odin (el "Padre de todos"). Sin embargo esto no significa que Zeus y Odin sean idénticos a Dios Padre

Yo me llamo David. Han habido muchos asesinos llamados David y también magníficos líderes llamados David. Obviamente no soy ninguno de ellos, soy yo. Y María, la madre de Jesús es María la Madre de Jesús.

Tal vez es comprensible que los Evangélicos se hayan alarmado con la declaración de María como "Reina", dado el contexto cultural de esta generación. Vivimos en un momento en que la Reina de Inglaterra es la autoridad más alta del Commonwealth. No hay un rey. Ella lleva los pantalones, es ella el centro; todos hablamos de la reina y cantamos "Dios salve a la reina". De manera que es natural que nuestro entendimiento contemporáneo del rol de la reina es que se trata de alguien con la máxima autoridad. Pero, qué pasa con la reina cuando hay un rey, ¿Quién tiene la autoridad? En la ley del Commonwealth cuando hay un rey, la reina no tiene ningún tipo de autoridad, salvo lo que pueda susurrarle al oído para influenciar alguna decisión.

JESÚS ES EL REY; Él lo es. María es la Reina, significa que ella no tiene ningún tipo de autoridad, salvo lo que pueda susurrarle al oído. (Jn.3,3). De modo que, no creo que llamar a María la Reina del Universo disminuya la autoridad del Rey Jesús en lo más mínimo. De hecho, la reforza ¿Qué rey respetable no tiene una reina?

Los católicos sustentan con las Escrituras el Reinado de María. Apocalipsis 11,19 dice:

"Entonces el templo de Dios en el cielo se abrió y el Arca de la Alianza fue vista en su templo...un gran signo apareció en el cielo: una mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Ella estaba embarazada...y dio a luz un hijo varón quien reinará sobre todas la naciones con cetro de hierro ...Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono..."

Este pasaje presenta a Jesús como Rey. También presenta a su Madre luciendo una corona en el Cielo. Los católicos sienten que la Escritura es muy clara.

Lumen Gentium
Presento aquí algunos párrafos de Lumen Gentium, un documento oficial de la Iglesia del Concilio Vaticano II; que es frecuentemente citado por los evangélicos en su documento "Reina del Cielo". Pienso que Lumen Gentium claramente afirma la autoridad de Jesús sobre cielo y tierra:

60. Uno solo es nuestro Medidador según las palabras del Apóstol: "Hay un solo Dios y un solo Mediador entre Dios y los hombre, Jesucristo, hombre él también que se entregó a sí mismo para rescatar a todos." (I Tim 2,5-6)Pero la misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta mediación única de Cristo sino más bien muestra su poder. Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres no nace de ninguna ley sino del divino beneplácito, dimana de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca todo su poder y, lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes en Cristo.

62. ...Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado, nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de diversas maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel , y así como la bondad única de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la mediación del Redentor no excluye sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la única fuente. La Iglesia no duda en profesar esta misión subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador.

66...Según las palabras proféticas de ella misma: "En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas" (cf Lc. 1,48-49)...mientras que se honra a la Madre, el Hijo, por razón del cual fueron creadas todas las cosas (cf. Col 1,15-16) y en quien el Padre quiso que residiera toda plenitud (cf Col 1,19) sea mejor conocido, sea amado, sea glorificado y sean cumplidos sus mandamientos.

67. ... Asimismo exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la Palabra divina, que se abstengan con cuidado, tanto de toda falsa exageración, como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios 23. Cultivando el estudio de las Sagradas Escrituras, de los Santos Padres y doctores y de las liturgias de la Iglesia, bajo la dirección del Magisterio, ilustren rectamente los dones y privilegios de la Santísima Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad.

(23) Cfr. Pius XII, Nunius radioph., 24 oct. 1954: AAS 46 (1954) p. 679. Litt. Encycl. Ad coeli Reginam, 11 oct. 1954: AAS 46 (1954) p. 637.

Estatuas de la Madre y el Niño
Algunos sostienen que las imágenes de María con el Niño Jesús en brazos fueron copiadas de estatuas de Isis llevando en sus brazos a Horus o de alguna otra de las diosas cargando a sus respectivos hijos.

La maternidad es común a todas las culturas alrededor del mundo, no es difícil entender entonces porqué la imágenes referidas a la maternidad se parezcan en las diferentes religiones.

Los católicos presentan a María con el Niño porque esto es lo que ella hacía cuando Él era un bebé. La mayoría de las madres llevan en brazos a sus hijos y María cargó a su Hijo cuando era pequeño. ¡Esto no la hace una diosa pagana! Podríamos culpar de lo mismo a cualquier artista plástico o escultor que presente a una madre con su hijo pero no sería legítimo.

"Y llegando a la casa encontraron al niño en brazos de María, su Madre, se postraron y lo adoraron" (Mt. 2,11) ¿Acaso los magos cometieron idolatría por reverenciar al Niño en brazos de su Madre? ¿Serías capaz de negarte a adorar a Cristo si lo vieras en brazos de su madre?

El verdadero origen de la Devoción Mariana
¿Cuándo y cómo comenzó la devoción mariana? Con el santo ángel Gabriel, cuando dijo a María: "Salve, llena de Gracia, el Señor es contigo" (Lc.1,27). Cuando su prima Isabel, inspirada por el Espíritu Santo le gritó: "Bendita eres tú entre las mujeres...bendita eres porque has creído" (Lc. 1,41-45) ¡Fue Dios quien inspiró estos primeros homenajes a María! Incluso Él inspira a María una profecía sobre sí misma: "De ahora en adelante todas las generaciones me llamarán feliz" (Lc. 1, 47). Estos son los fundamentos bíblicos para la devoción mariana.

La relación de los católicos con María no se origina en la adoración de diosas paganas, sino con los primeros cristianos que habían abandonado el paganismo y nunca volvieron a adoptar sus prácticas.

Condena del Vaticano a las diosas de la New Age
El Vaticano ha publicado su posición en un documento sobre la New Age. Este documento habla de como las teorías New Age sobre la madre tierra (la diosa pagana Gaia o sus equivalentes) van en contra de la fe católica y la fe de todos los cristianos. Este es un link a ese documento. Seguidamente puedes leer algunos extractos tomados de él discutiendo sobre Gaia, la Madre Tierra.

El libro "La Hipótesis Gaia", de James Lovelock, declara erróneamente que "todos los tipos de materia viva sobre la Tierra, desde las ballenas a los virus y desde los robles hasta las algas pueden ser entendidas como una única entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera terrestre para satisfacer las necesidades del todo y dotada con facultades y poderes que superan a los de las partes constituyentes" (38). Para algunos la "Hipótesis Gaia" es una "extraña síntesis de individualismo y colectivismo. Como todo lo que ocurre y tiene que ver con la New Age, que habiendo arrancado a la gente de diferentes fragmentos políticos no puede esperar a empujarlos al gran caldero de la mente global". El cerebro global necesita instituciones que lo regulen, en otras palabras, un gobierno mundial. "Para lidiar con los problemas de hoy, la New Age sueña con una aristocracia espiritual, al estilo de la República de Platón, regida por sociedades secretas..." (39). Esto puede ser una afirmación exagerada sobre el caso, pero hay mucha evidencia de que un elitismo gnóstico y un "gobierno global" coinciden en muchos puntos con la política internacional.

Esto puede ser visto en la promoción de un gobierno mundial desde tempranamente en le siglo 20. La conciencia de la unidad de la humanidad cae perfecto con la hipótesis Gaia...El pensamiento "positivo": la convicción de que la gente puede cambiar la realidad física o las circunstancias externas alterando su actitud mental, por pensar en positivo y constructivamente...

Lo que ha sido exitoso es la generalización de la ecología como una fascinación por la naturaleza y la resacralización de la tierra, Madre Tierra o Gaia, con el celo misionero, característico de los políticos verdes. El gerente de la Tierra es la raza humana en su conjunto, y la armonía y el entendimiento son requeridos para un gobierno responsable que es progresivamente entendido debiera ser un movimiento global apoyado en una estructura ética. El calentamiento de la (Madre) Tierra, cuya divinidad se difunde a través de la creación entera, es levantado como puente para cerrar la brecha entre la creación y el Dios Padre trascendente judeocristiano, evitando así ser juzgado como "Ser".

En tal visión de un universo cerrado que contiene a "Dios" y otros seres espirituales junto con nosotros, reconocemos la reaparición implícita del panteísmo. Este es un punto fundamental que atraviesa la práctica y el modo de pensar de la New Age en todas sus formas, y condiciona cualquier otro aspecto, aunque fuera positivo, de su espiritualidad. Como cristianos creemos que, por el contrario "el hombre es esencialmente una criatura y permanecerá como tal por toda la eternidad, de modo que una "absorción" de lo humano "en lo divino" nunca será posible"... (31)

De cualquier manera, es suficiente aclarar que la New Age comparte con un número de grupos influyentes a nivel internacional, el objetivo de reemplazar o trascender a las religiones particulares en orden a crear espacio para una "religión" universal que pudiera unificar a la humanidad. Cercanamente relacionado a esto está el esfuerzo concertado por muchas instituciones para inventar una Ética global, una estructura ética que refleje la naturaleza global de la cultura contemporánea, la economía y la política. Más aún, la politización de cuestiones ecológicas ciertamente añade color a la cuestión total de la hipótesis Gaia o adoración de la madre tierra..."

... El Santo Padre remarca el gran interés en la espiritualidad que puede hallarse hoy en el mundo secular y cómo otras religiones están respondiendo a esas demandas en formas excitantes. El avanza sobre este punto desafiando a los cristiandos con esta frase: "Pero nosotros que hemos recibido la gracia de la fe en Cristo, el que revela al Padre y el Salvador del mundo, tenemos el deber de mostrar cuán profundo la relación con Cristo puede llevarnos" (n. 33). A todos quienes compran estas propuestas religiosas alrededor de este mundo de feria, el llamado a la cristiandad será sentirse primero que nada por medio del testimonio de los miembros de la Iglesia, en su confianza, calma, paciencia y cariño, en su amor concreto al prójimo, todo fruto de su fe alimentada en una auténtica oración personal.

(La Iglesia Católica no quiere nada con "Gaia" ni con las diosas paganas que adoran los seguidores de la New Age que tampoco tienen nada que ver con María, la Madre de Jesús).

Una nota personal acerca de María
Espero no haber causado animosidades con este artículo. Muchos desearían que todo acerca de María fuera dejado de lado por la Iglesia en pos de lograr una mayor unidad con los demás cristianos. Yo solamente deseo ayudar a construir un puente entre católicos y protestantes. No creo que evitar a María ayudara a construirlo. Al parecer la mayor parte de los sentimientos más cerrados en contra de María han surgido dentro del movimiento protestante en los últimos 100 años. Muchos de los padres de la reforma han tenido fuertes sentimientos positivos en favor de María incluyendo a C.S. Lewis, Calvino, Heinrich, Bullinger y John Wesley. Incluso el propio Martin Lutero habló de ella en primera persona diciendo:

"Ninguna mujer es como tú. Tú eres más aún que Eva o Sara, bendita sobre toda nobleza, sabiduría y santidad". (Sermón, Fiesta de la Visitación, 1537)."

Algunos cristianos sienten que habría una mayor unidad dentro de la Iglesia si todos dejaramos de hablar de María. Sin embargo, María no se va a ir de mi vida (ni de la tuya) a menos que se lo pida. Y con toda franqueza, eso sería como decir a mi mamá que se vaya y nunca más piense en mí. Yo lo hice una vez con mi mamá (biológica) y fue muy doloroso para ella. María me corrijió. Heriría a María inmensamente si le pidiera que se vaya, pero me haría todavía mucho más daño a mí mismo. De modo que no puedo dejar de lado lo que tenga que ver con ella, al menos en mi propia vida como sé que en la vida de millones de cristianos que viven en el espíritu de Cristo y han sido enriquecidos por su relación con María.

Quisera concluir con una invitación que podría ser muy difícil y tal vez imposible para algunos. Quisiera pedirte que olvides todo lo que has oído acerca de María, todo lo que leíste acerca de ella incluyendo lo que he dicho aquí.

Quiero invitarte a que ores a Jesús. La mayoría de los cristianos aceptarán que totalmente seguro orar Jesús acerca de lo que fuera. Quiero invitarte a que ores a Jesús acerca de María. Simplemente pide a Jesús qie te muestre la verdad acerca de su madre. Pídele que dirija tus pensamientos sobre ella. Pregunta a Jesús si su madre está viva con Él. Pregúntale si María está orando por nosotros. Simplemente ora a Jesús respecto de ella. Inténtalo cada noche durante seis semanas. Estoy seguro que Él te conducirá a la verdad acerca de su madre.
 
Re: LA DIOSA MARIA

¿Viene la veneración a María del paganismo?

Introducción

Una de las acusaciones que se nos suele hacer a los católicos es que cometemos pecado de idolatría al adorar a la Virgen María, que la veneración a María proviene del paganismo en donde se adoraba a la reina de los cielos (Jeremías 44), una Diosa pagana. A pesar de que los católicos con paciencia explicamos una y otra vez que a María no la adoramos, sino que la veneramos, estas explicaciones son frecuentemente inútiles ya que las personas que hacen estas acusaciones se les ha repetido esta afirmación tantas veces que se les hace muy difícil escuchar. Estas líneas están dedicadas a aquellas personas que todavía no están en ese estado y todavía están abiertos al dialogo y a escuchar.

¿Es adorar lo mismo que venerar?

Muchos protestantes afirman que adorar es lo mismo que venerar, por tanto venerar a María es cometer pecado de idolatría. Sin embargo los significados de ambas palabras son claramente distintos. El diccionario de la Real Academia Española las define de la siguiente manera:

Adorar: .Reverenciar con sumo honor o respeto considerándolo como cosa divina 2. Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido.

Venerar: Respetar en sumo grado a una persona por su santidad, dignidad o grandes virtudes o a una cosa.

El diccionario también define:

Idolatría: Adoración que se da a los ídolos

Ídolo: Imagen de una deidad, adorada como si fuera la divinidad misma

Esta definición coincide con la composición de la palabra idolatría: Ídolo – Latría. Donde ídolo es aquello que toma el lugar de Dios, y latría significa culto de adoración.

Según las definiciones anteriores la diferencia es evidente. Idolatría consiste en adorar (considerar como Dios o como una deidad) a algo o alguien diferente de Dios mientras venerar es respetar en sumo grado o a alguien. En ese sentido, podemos venerar a alguien por considerar que esta persona por su vida y virtudes es grata a Dios, sin necesariamente considerarla en sí misma Dios o igual a Él cayendo en pecado de idolatría.

¿Pero al arrodillarnos a María no la estamos adorando?


Los protestantes alegan frecuentemente que ponerse de rodillas ante alguna imagen o incluso alguien es acto de idolatría, y utilizan esto para argumentar que en la práctica nosotros si adoramos a María o a los Santos. Si conocieran más profundamente la Escritura sabrían que estar de rodillas puede tener varios significados dependiendo de la intención con que se haga. Puede hacerse con intención de adorar:

“Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un hombre.»” Hechos 10,25-26

“Yo, Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo oí y vi, caí a los pies del Angel que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: «No, cuidado; yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar.»” Apocalipsis 22,9

En los dos últimos pasajes, ambos hombres, Cornelio y Juan se pusieron de rodillas con intención de adoración, y por eso su gesto es reprobado. Por eso dice el pasaje que Juan cayo a sus pies "para adorarle", a lo que el ángel responde: "A Dios tienes que adorar".

Pero estar de rodillas también puede hacerse como una muestra de veneración y respeto, como lo vemos en otros pasajes en que este acto no es reprobado, por ejemplo cuando el Rey Salomón se arrodilla ante su madre y nadie entendió que por eso él la adoraba.

“Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra” 1 Reyes 2,19

Abdías se arrodilló ante Elías y este no le corrige porque era por respeto también:

“Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le reconoció y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?»” 1 Reyes 18,7

Ante Eliseo también se pusieron de rodillas:

“Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra,” 2 Reyes 2,15

Daniel se arrodillo ante el ángel Gabriel:

“Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre, y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.» Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me tocó y me hizo incorporarme donde estaba.” Daniel 8,15-18

Las mujeres se arrodillaron frente a ángeles en el sepulcro:

“No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” Lucas 24,4-5

En ese sentido es muy aventurado para quien no ve el corazón del prójimo y es incapaz de conocer realmente con que intención se arrodilla afirmar que se hace con intención de adorar. Sobre todo si la persona deja claro que su intención no es esa. Recordemos que acusar a alguien de pecado de idolatría es algo muy serio.

¿Pero no proviene la veneración de María del paganismo?


Los hermanos separados utilizan el siguiente pasaje para afirmar que nosotros adoramos a María al darle el título de Reina:

“«En eso que nos has dicho en nombre de Yahveh, no te hacemos caso, sino que cumpliremos precisamente cuanto tenemos prometido, que es quemar incienso a la Reina de los Cielos y hacerle libaciones, como venimos haciendo nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que nos hartábamos de pan, éramos felices y ningún mal nos sucedía. En cambio, desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y el hambre somos acabados.» «Pues y cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina de los Cielos y nos dedicábamos a hacerle libaciones, ¿acaso sin contar con nuestros maridos le hacíamos pasteles con su efigie derramando libaciones?»” Jeremías 44,16-19

En el pasaje anterior vemos como los judíos cometían pecado de idolatría al "adorar" a la diosa pagana llamada reina del cielo. Es absurdo pretender trasladas la idolatría cometida a los católicos solo por reconocer a la Virgen María como Reina del Cielo. La Reina de los cielos era considerada una divinidad que ocupaba el lugar que solo corresponde a Yahveh, cosa que no sucede con María que recibe su honra (no adoración) no por ocupar el lugar de Yahveh, sino por ser la madre de Jesucristo y no es considerada una Diosa sino la madre del Señor.

Siguiendo esa línea de pensamiento, ¿por qué no decir entonces que la creencia en la resurrección de Cristo salió del paganismo que enseñaba que Osiris y Dionisos, dioses de la fertilidad morían y resucitaban?. ¿Por qué no decir que el título de Cristo de Rey de Reyes proviene también del paganismo ya que Nabucodonosor es llamado Rey de reyes en Daniel 2,37? ¿Por qué no decir que el bautismo también tiene origen pagano?. Después de todo el bautismo fue antes un rito religioso pagano practicado entre los pueblos de la antigüedad y eran comunes a muchas religiones antiguas, como los ritos eléusicos o el hinduismo y el budismo. Los romanos del tiempo de Cristo se interesaron en las religiones místicas de Egipto y Babilonia en algunas de las cuales se practicaba el bautismo como ritual. Por ejemplo en los ritos de iniciación del culto de Isis, el iniciado confesaba sus pecados delante de otros devotos y era luego bautizado en la creencia que el baño ritual lo purificaba de sus faltas y lo enrolaba en las filas de la diosa salvadora.

En ese sentido ningún católico piensa que María es la diosa Astarté o Ishtar, así como tampoco que al bautizarse se enrola en las filas de Isis, y mucho menos que la creencia de la resurrección de Cristo proviene de la resurrección de Osiris. Un cristiano serio no debe dar oídos a este tipo de argumentos y no basa su credo en "casualidades". El cristiano verdadero reconoce el árbol por su fruto.

¿Pero de donde proviene entonces la veneración a María?


“¡Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada!” Lucas 1,48

Por medio de estas palabras que María dijo inspirada por el Espíritu Santo, describiría cual sería la actitud que el pueblo de Dios tendría con ella por todas las generaciones. El pasaje es realmente revelador en tiempos como hoy cuando muchos cristianos no-católicos piensan que al venerar a María como madre del Señor se le quita la gloria que solo corresponde a Dios, pero aquí vemos todo lo contrario. Aquellos llenos del Espíritu Santo no dudarán en alabar a María y llamarla "bienaventurada".

Es importante notar también el verdadero sentido del pasaje. El pasaje no dice: "Todas las generaciones sabrán que soy bienaventurada", o "Todas las generaciones dirán que fui bienaventurada", sino que va mucho más allá: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada", la llamarán a ella, desde ese momento y en el futuro.

¿Eres tu uno de los que pertenecen a las generaciones de los que hablaba María?, no dudes en llamarla bienaventurada, a ella. Como lo hizo el ángel Gabriel por orden de Dios:

“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»” Lucas 1,26-28

Como lo hizo su prima Isabel cuando la llamó "Madre del Señor"

“y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” Lucas 1,43

La palabra utilizada para Señor en griego es Kyrios, palabra con que la Biblia Griega designa a Yahveh que es Dios de Dioses y Señor de Señores (Deuteronomio 10,17 y Salmo 136,2-3) y que en el Nuevo Testamento solo se da a Cristo dejando claro que le reconoce sin la más mínima duda como Dios. Es por eso que cuando Isabel llama a María "Madre de mi Señor" le está llamando "Madre de Dios", y por eso podemos decir sin ningún temor a equivocarnos que María es realmente Madre de Dios (Que no es lo mismo a creadora de Dios).

Ni siquiera el primer reformador protestante negó a María el título de Madre de Dios a quien veneró hasta su muerte rezando el Magnificat:

“«Al llamar [a María] "Madre de Dios" se compendia todo su honor y nadie puede decir algo más grande, aunque tuviera tantas lenguas como las hojas o plantas de hierba que existen, como estrellas en el cielo o arenas en el mar».” Martín Lutero, «Das Magnificat», W 7, 572-573.

Isabel inspirada por el Espíritu Santo también la llamó "Bendita entre las mujeres"

“Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;” Lucas 1,41-42

Isabel fue una de las que pertenecía a la generación del pueblo de Dios que no temía ofender a Dios por llamar a María bienaventurada.

María fue la primera cristiana creyente de la nueva alianza:

“Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»” Lucas 1,38

Fue la que guardaría y practicaría la palabra de Dios, guardándola en su corazón:

“María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.” Lucas 2,19

El cristiano católico debe tener claro que la adoración solo se debe a Dios, pero a María hay que amarla y honrarla por ser quien es, la madre del Rey y Señor y por tanto la Reina. Recordemos que en el reinado de David siempre la reina era la madre y tenía un trono al lado del rey:

“Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra. Ella dijo: «Tengo que hacerte una pequeña petición, no me la niegues.» Dijo el rey: «Pide, madre mía, porque no te la negaré.»” 1 Reyes 2,19-20

Tenía un título poderoso y prestigioso: GEBIRAH ("señora", "Gran Dama") y hasta llevó una corona:

“Di al rey y a la Gran Dama: Humillaos, sentaos, porque ha caído de vuestras cabezas vuestra diadema preciosa.” Jeremías 13,18

Y por eso la madre del rey ocupaba un lugar especial y su nombre era asociado con la toma de poder de éste:

“Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá; tenía 41 años Roboam cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.” 1 Reyes 14,21

“El año dieciocho del rey Jeroboam, hijo de Nebat, comenzó a reinar Abiyyam sobre Judá. Reinó tres años en Jerusalén; el nombres de su madre era Maaká, hija de Absalón.” 1 Reyes 15,1-2

La "Gebirah" es mencionada casi regularmente en las listas de los reyes de Judá (salvo Jorán, Acaz y Asá).

Y Jesús es el legítimo heredero del reinado de David, que trascendería el mundo terrenal:

“El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;” Lucas 1,32

Y por eso estaba profetizado desde el antiguo testamento que Jesús tomaría posesión de su reino, y a su lado, una reina vestida con oro de Ofir (lugar que como hemos visto ocupa siempre la madre)

“Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros; mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean. Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina, con el oro de Ofir” Salmo 45,7-10

Y la concordancia entre el salmo 45 y las palabras de María es innegable:

“Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas; entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey. En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra.¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!” Salmo 45,14-18

“por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,” Lucas 1,48

La veneración a María no es contraria a la adoración a Dios Es precisamente porque adoramos a Cristo que honramos a su madre. El lugar de María en nuestros corazones se debe precisamente al amor que sentimos por Cristo. María es una criatura como nosotros, pero estamos seguros que todos somos parte del cuerpo de Cristo, tanto cuando estamos vivos como cuando estamos muertos, y somos una familia. Estamos seguros también que María si bien es una criatura, es la "más pura de todas las criaturas", la más "bendita", en ella Dios derramó la plenitud de su gracia. Y así como estamos seguros de que Cristo no desoirá nuestras peticiones porque lo ha prometido, estamos seguros también que sería absurdo negar que Él oye sus peticiones siendo su madre.

No es cuestión de quitarle gloria a Dios para dársela a María, sino de dar gloria a Dios por lo que ha hecho en María.

La Biblia nos revela que María es la nueva arca de la alianza, por haber en ella la presencia completa de la Trinidad:

“El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.” Lucas 1,35

El Padre: "y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra"

El Hijo: "eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios."

El Espíritu Santo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti"

Ya que en el génesis estaba profetizado que el hijo de "la mujer" que es Cristo pisaría la cabeza de la serpiente:

“Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»” Génesis 3,15

Profecía que se vería cumplida cuando ella como nueva arca de la alianza y la serpiente manifestaría su enemistad contra ella:

“Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada.” Apocalipsis 11,19

“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza;” Apocalipsis 12,1

La mujer es María, con una corona (por ser reina, "La gran Dama") de 12 estrellas (reina de las 12 tribus de Israel y de los 12 apóstoles)

“está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.” Apocalipsis 12,2

Que está en cinta del Mesías (El linaje de la mujer), por lo que aparece el dragón que en su rebelión le siguen la tercera parte de los ángeles convertidos en demonios y precipitados a tierra:

“Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de = las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. = El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz.” Apocalipsis 12,3-4

La mujer da a luz el Mesías:

“La mujer = dio a luz un = Hijo = varón, = el que ha de = regir a todas las naciones con cetro de hierro; = y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.” Apocalipsis 12,5

Y sus ángeles dirigidos por San Miguel combaten a las serpientes y vencen gracias a la sangre del Cordero:

“Entonces se entabló una batalla en el cielo: = Miguel = y sus Angeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Angeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Angeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte.” Apocalipsis 12,7-11

Cumpliéndose plenamente la profecía:

“Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»” Génesis 3,15

En esta lucha donde hay enemistad entre la mujer y el dragón debemos tener claro de que lado debemos estar. Sin saber muchas veces atacamos a la mujer y nos ponemos del lado del dragón. Yo estoy seguro de que lado estar porque quiero ser de aquellos de que hablaba María:

¡Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada!

Hermano que lees estas líneas, te invito que pidas al Señor que te ilumine y te ayude a leer la Biblia sin prejuicios. Quizá te han enseñado una y otra vez que al amar a María quitas adoración a Dios, pero esto no es así, todo lo contrario. Comienza a dar Gloria a Dios por lo que ha hecho en María. Mientras más ames a Jesús más amarás a su madre. Te invito a que seas como Juan, el discípulo amado, quien fue a quien Cristo encomendó a su madre y quien la recibió en su casa. ¿Eres tu un discípulo amado de Jesús?, recíbela en tu casa, sin miedo, con seguridad. Recuerda, que en tu corazón sabes que solo se debe adorar a Dios, y eso es lo que importa ya que solo Dios ve al corazón de los hombres.
 
Re: LA DIOSA MARIA

La mujer coronada de estrellas

Estudio exegético de Apocalipsis 12.

Tomado de

Ignace de la Potterie

María en el misterio de la Alianza

BAC, Madrid, 1993, pp. 285-311.


1.- Introducción


Sin lugar a dudas, el libro de la Biblia que más se ha comentado en el curso de los siglos es el libro de la Revelación de Juan, el Apocalipsis. No puede esto sorprendernos, teniendo en cuenta el carácter misterioso de este libro y la gran variedad de interpretaciones a que parece prestarse.



La mayor dificultad que presenta la interpretación del Apocalipsis proviene principalmente del lenguaje simbólico que el autor emplea. Recordemos que las dos palabras “lenguaje” y “símbolo” indican, en la lingüística moderna, las dos formas fundamentales de aproximarnos a la realidad de las cosas. Los símbolos han de explicarse necesariamente por medio de palabras, lo cual no siempre es fácil, pero son mucho más sugestivos que el lenguaje lógico. Como decía con razón P. Ricoeur: “El lenguaje no captura más que la espuma de la vida”. Mediante el lenguaje conceptual no alcanzamos más que la superficie de las cosas, y no su misterio. El símbolo llega más lejos y a mayor profundidad; por esta razón es más evocador, pero es también más impreciso. De este modo, ofrece posibilidades de interpretación frecuentemente dispares. Pero de aquí procede también la fuerza de seducción que sobre nosotros ejercen los grandes símbolos bíblicos.



El libro de la Revelación de Juan es casi íntegramente un tejido de símbolos. No resulta fácil interpretarlo. Hace algunos años, el patrólogo italiano E. Corsini[1] propuso para la interpretación del Apocalipsis una nueva orientación, que ha suscitado gran interés, tanto en Italia como fuera de Italia. En el curso de su trabajo de traducción del comentario de Orígenes al evangelio de Juan, le sorprendió el hecho de que Orígenes remitiera regularmente al Apocalipsis para interpretar el cuarto evangelio, como si se tratara de algo completamente normal. Nosotros haríamos espontáneamente lo contrario: utilizaríamos más bien el cuarto evangelio para explicar el libro misterioso del Apocalipsis. Orígenes, en cambio, cita con frecuencia textos de la Revelación para interpretar el misterio de Cristo, tal como se revela en el evangelio de Juan.



Así se puso de manifiesto que, en su lectura del Apocalipsis, Orígenes lo concentraba todo en el misterio pascual y no en el tema de la escatología, del gran combate del fin de los tiempos entre las fuerzas del mal y el Hijo del hombre, y de la victoria final en la Jerusalén celeste, como pensaba Corsini antes de emprender su traducción, y como creían y siguen creyendo la mayoría de los exegetas.



En su calidad de patrólogo, Corsini reflexionó sobre esa extraña forma de proceder de Orígenes y quiso estudiarla desde un punto de vista histórico. De este modo llegó a comprobar que la aparición de la interpretación escatológica del Apocalipsis y, correlativamente, la desaparición de la interpretación pascual se remontan a Eusebio de Cesarea[2]. Por esta razón, quiso escribir él mismo un comentario al Apocalipsis en la línea de Orígenes. Corsini presenta el libro de la Revelación, según sus propias palabras, como “una lectura del Antiguo Testamento a la luz del acontecimiento pascual”; así se explica, añade, “no sólo su carácter litúrgico”, sino también “las invocaciones a la venida de Jesús incluidas al final ( ... ): estas invocaciones se refieren al grito que resonó a lo largo de toda la historia de Israel” (p.306‑307). Esta nueva interpretación ha suscitado diferentes reacciones: algunos se han declarado francamente favorables; otros se han mostrado interesados, pero mantienen sus reservas y plantean algunas cuestiones críticas. En nuestra opinión, el estudio de Corsini aporta un justo correctivo a la interpretación habitual, centrada en exceso en una visión exclusivamente escatológica. Pero nos parece bastante problemático que, de pronto, deba explicarse todo el Apocalipsis a partir del misterio pascual. Creemos, con todo, que la idea fundamental del comentario de Corsini ofrece una sana visión de este libro bíblico, de tan difícil interpretación. Señalemos que su gran amigo, Mons. Rossano[3] excelente exegeta y hombre de vasta cultura, escribió para su libro una introducción luminosa, penetrante y llena de entusiasmo.



Todo ello pone de manifiesto que no hemos llegado todavía al final de nuestros esfuerzos en la explicación del libro de la Revelación; pero queremos subrayar igualmente que una correcta interpretación del Apocalipsis no puede prescindir de las referencias al misterio pascual. Es evidente que tales referencias revisten especial importancia a la hora de interpretar la visión de la Mujer en Ap 12 como un gran símbolo del misterio de María. Veremos que este símbolo presenta sorprendentes puntos de contacto con la escena de María al pie de la Cruz, de la que hemos hablado en el capítulo anterior.



En la Tradición ‑y también en nuestros días‑ hallamos dos interpretaciones fundamentales de esta figura misteriosa de la Mujer. Se quiere ver en ella, bien un símbolo de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, bien un símbolo de María, la Madre de Jesús. Algunos autores sostienen que no es más que un símbolo de la Iglesia; según otros, representa únicamente a María. Dos posiciones extremas cuya defensa resulta harto difícil.



Sin embargo, es un hecho que la exégesis patrística, e incluso medieval, era una exégesis principalmente eclesiológica. La mayoría de los autores antiguos vio en la Mujer del Apocalipsis, ante todo, un símbolo de la Iglesia que, a despecho de numerosas y graves persecuciones, ha de alcanzar la victoria final sobre el mundo y las fuerzas del mal. Es en la Edad Media cuando, en algunos autores monásticos y, sobre todo, en “toda una tradición litúrgica e iconográfica” (TOB), se desplaza el acento hacia una interpretación mariana del símbolo de la Mujer, sin excluir totalmente, sin embargo, la interpretación eclesiológica. Se da, pues, un movimiento pendular entre las dos interpretaciones. Lo que para nosotros resulta importante es comprobar que en estos dos grandes períodos de la tradición cristiana ‑la época patrística y la tradición medieval‑ se encuentran los dos acentos. Hay aquí una advertencia para nuestro tiempo: ninguno de los dos aspectos puede excluirse enteramente en la interpretación de este símbolo misterioso.



Pero ¿en cuál de esos dos aspectos ha de ponerse el acento principal? Es ésta, naturalmente, una cuestión distinta. Es cierto que en la exégesis moderna ha tenido lugar un claro retorno a la interpretación eclesiológica y que no son pocos los exegetas que sostienen que aquí se trata únicamente de la Iglesia. Según los partidarios de esta orientación, la interpretación mariológica no seria mas que una relectura ulterior, una adaptación y una explicación piadosa al servicio de la pastoral, del culto y de la espiritualidad. Esta proyección, se afirma, es legítima, pero no corresponde al sentido literal del texto.



A nuestro parecer, toda forma de exclusivismo sería en este caso un error. Pero ¿cómo conservar o recobrar el equilibrio? No es fácil. A pesar de que la exégesis del Apocalipsis no sea nuestra especialidad[4], de manera que nos adentramos excepcionalmente en ese difícil terreno, nos satisface poder proponer aquí ‑aunque no sea más que de manera provisoria‑ una visión sintética de este importante pasaje del libro de la Revelación.



2.- El contexto de Apocalipsis 12



Situemos, ante todo, el capítulo 12 en el conjunto del libro de la Revelación. También sobre este punto se dividen las opiniones. ¿Cuál es la estructura del libro?[5] La división que presentamos está tomada ‑a grandes rasgos‑ del comentario de L. Cerfaux y J. Cambier[6].



Todo el mundo está de acuerdo en que los tres primeros capítulos, con la grandiosa manifestación del Hijo del hombre al vidente de Patmos y las siete cartas a las iglesias de Asia Menor, forman una especie de parte introductoria, que está separada del resto del libro.



La primera gran parte, que sigue a la introducción, abarca los capítulos 4‑11. Apoyándose en visiones proféticas, describe la evolución de la historia del mundo y la confrontación de los primeros “testigos” con el “mundo”. Comienza con una visión grandiosa de la corte y de la liturgia celestes (5‑6). El libro sellado[7], en el que está consignado el plan divino de la salvación, es entregado al Cordero, que está de pie delante del trono. El Cordero abre los sellos uno a uno. En una serie de cuadros apocalípticos se describen los azotes que se abatirán sobre la tierra. Los elegidos, sin embargo, son liberados y celebran en torno al trono de Dios la victoria del Cordero. Las plegarias de los santos han apresurado la venida del “Gran Día” y suenan las trompetas[8]. Grandes calamidades y las tres “plagas” evocan las catástrofes del fin de los tiempos. ¡Pero no se ha pronunciado aún la última palabra! Un apocalipsis cristiano no puede dejar de describir la parusía, con el juicio final.



Una segunda parte, que contiene los capítulos 12 al 22,5, está consagrada al destino de la Iglesia: persecuciones en el curso de los tiempos comprendidos entre su nacimiento y los acontecimientos escatológicos, y victoria final en la Jerusalén celeste. La Iglesia perseguida se describe magníficamente con el símbolo de la lucha entre la Mujer y el Dragón. Al fin aparece el Cordero, acompañado de los suyos. Cristo sale victorioso del combate y el juicio final puede comenzar: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios... El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos le servirán... No habrá ya noche..., porque el Señor Dios nos alumbrará, y reinará por los siglos de los siglos” (21,1‑2; 22,3‑5).



El epílogo (22,6‑21) es un diálogo entre Cristo y su Esposa, la Iglesia. En él se expresa el deseo ardiente de la Esposa, que aguarda la venida del Esposo: “He aquí que vengo presto... Amén. Ven, Señor Jesús”. Así termina el Apocalipsis y toda la Escritura.



El conjunto del libro puede esquematizarse de la siguiente manera:



PARTE INTRODUCTORIA (c.1‑3)

La visión del Hijo del hombre y las cartas a las siete iglesias del Asia Menor.



PRIMERA PARTE (c.4‑11)

Visiones proféticas sobre el futuro del mundo: El libro sellado (4‑5). Los siete sellos (6‑8,1). Las siete trompetas (8,2-11).



SEGUNDA PARTE (c.12‑22,5)

Futuro de la Iglesia: persecuciones y victoria final. Historia de la Iglesia perseguida (12‑14,5). Los acontecimientos escatológicos (14,6‑20). La nueva Jerusalén (21‑22,5).



EPÍLOGO (c.22,641)

“He aquí que vengo pronto... Amén, ven Señor Jesús”.



El capítulo 12 se encuentra, pues, al principio de la segunda sección, que describe el destino de la Iglesia, y más concretamente las persecuciones que deberá soportar. En este capítulo podemos distinguir cuatro partes:



v. 1‑ 6 Descripción de la Mujer ante el Dragón que la asedia.

v. 7‑ 9 Victoria de Miguel y de sus ángeles sobre el Dragón, que es precipitado en la tierra.

v.10‑12 Doxología en el cielo.

v. 13‑17 Huida de la Mujer al desierto por un cierto período que le está reservado.



He aquí el contexto general y las grandes divisiones de Ap 12. Para situar el texto basta que lo estudiemos en un conjunto más amplio. Procederemos en tres etapas. Luego de presentar la interpretación eclesiológica fundamental del símbolo de la Mujer y de su Hijo, así como de su confrontación con el Dragón, mostraremos cómo, en ese marco general, tiene también perfecta cabida una interpretación mariológica. Finalmente, en una conclusión general, que será el epílogo de toda la obra, recapitularemos el conjunto de nuestra exposición a la luz de la Escritura, de la Tradición y de¡ Vaticano II.



3.- La interpretación eclesiológica fundamental de Apocalipsis 12



La “Mujer”



En la descripción de esta figura, cada detalle contiene una alusión a los escritos proféticos del Antiguo Testamento o a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío. Esta es la razón de que cada uno de estos detalles presente diversas posibilidades de interpretación; nada tiene de extraño que las opiniones de los exegetas se encuentren divididas. Creemos, sin embargo, que las grandes líneas de la interpretación se apoyan en una base suficientemente segura.



El principio fundamental, que a nuestro parecer debemos tener muy presente, es que aquí nos sale al paso una figura de la que hemos hablado ya en diferentes lugares de este libro sobre el misterio de María[9], es decir, la figura de la Hija de Sión. Nos hallamos ahora en la última fase del desarrollo de este gran tema bíblico.



Esta “Mujer” es, en primer lugar, un símbolo de Israel, del Pueblo de Dios, del que ha nacido el Mesías. En un lenguaje puramente lógico, hallamos expresada la misma idea en Jn 4,22, donde Jesús, hablando de sí mismo, dice a la Samaritana: “La salvación viene de los judíos”. Jesús, en cuanto hombre, tiene una ascendencia judía, es hijo del pueblo judío, de la Mujer-Sión. Pero, en el Nuevo Testamento, la Mujer-Sión viene a ser la Iglesia. En su obra La Mère de Jésus dans le Nouveau Testament, J. McHugh dedica dos capítulos al Apocalipsis. Escribe: “La mujer vestida de sol ( ... ) es el símbolo arquetípico de la Iglesia indestructible, de la Iglesia eterna”[10]. Es una afirmación a todas luces acertada. La Mujer de Ap 12 es la “Mujer-Sión”, que representa ahora a la Iglesia: ella ha de soportar sufrimientos y persecuciones; pero no se deja abatir y alcanza finalmente la victoria como Esposa del Cordero.



Examinemos a continuación algunos aspectos de esta figura femenina, tal como se describe en los versículos 1 al 6.



Comprobamos, en primer lugar, que la “Mujer” no pertenece a esta tierra. Es una figura celeste, “envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas” (v.1). No faltan sugerencias para interpretar estas imágenes. Con A. Feuillet, que ha escrito un interesante artículo sobre este tema[11], creemos que el trasfondo bíblico de los cuerpos celestes, que sirven de adorno a la “Mujer”, debe buscarse en Is 60,1.19‑21 y en un versículo del Cantar de los Cantares (6,10). Según el mismo autor, este pasaje del Cantar se inspira a su vez en Is 60.



Citemos estos dos textos. Se verá hasta qué punto resultan sugestivos para la interpretación de los cuerpos celestes (el sol, la luna y las estrellas), que el autor del Apocalipsis utiliza como imágenes para describir el ornato de la Mujer en el capítulo 12. El capítulo de Is 60 es una descripción del esplendor de la nueva Jerusalén. He ahí los versículos más sugestivos:



Levántate y resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria del Yahweh alborea sobre ti. (…) Ya no será el sol tu lumbrera de día, ni te alumbrará el resplandor de la luna, sino que Yahweh será tu eterna lumbrera y tu Dios será tu esplendor. Tu sol no se pondrá jamás ni menguará tu luna, porque será Yahweh tu eterna luz; acabáronse los días de luto. Tu pueblo será un pueblo de justos, poseerá la tierra para siempre, renuevos del plantío de Yahweh, obra de mis manos para resplandecer. (Is 60,1.19‑21).



A propósito de este texto, es preciso fijar la atención en algunos detalles. La Sión escatológica resplandece en todo su esplendor y magnificencia; pero no brilla con luz propia, sino gracias a la gloria de Dios que sobre ella resplandece: está revestida de la gloria de Yahweh. En Ap 21 se dice también que en la Sión escatológica no hay sol ni luna. Estos astros ya no son necesarios, “porque la gloria de Dios la ilumina y su lumbrera es el Cordero” (Ap 21,23).



En el texto del Cantar de los Cantares, el coro se dirige al esposo para hablar de la esposa:



¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el sol, terrible como escuadrones ordenados? (Cant 6,10).



En la representación que nos ofrece Ap 12, la Mujer está revestida de sol y tiene la luna debajo de sus pies. Estas imágenes, por consiguiente, pueden emplearse de maneras diferentes y con ciertas variaciones. Aquí, por ejemplo, en el contexto del Apocalipsis, ¿qué puede significar la imagen de la luna? Muchos comentaristas observan que al hombre ordinario, que no se ocupa de ciencia y que se limita a experimentar los fenómenos de la naturaleza, lo que le llama realmente la atención es el carácter variable de la luna. De forma sucesiva y regular, hay luna llena, media luna, cuarto menguante y creciente, luna nueva, y esto cada mes lunar de veintiocho días, en un ciclo de cambios constantes que se repite imperturbable a lo largo de los siglos. Por esta razón, muchos comentaristas han visto en este símbolo una imagen de los aspectos incesantemente cambiantes de la historia humana. En la mente del autor del Apocalipsis, la luna, debajo de los pies de la Mujer, indicaría que toda la historia humana le está sometida. En otras palabras: la Iglesia eterna, cuerpo de Cristo, domina las mutaciones de los tiempos y las revoluciones de la historia[12].



Indiquemos, de paso, otro aspecto del símbolo de la luna, que no se halla aquí directamente acentuado, pero que ha tenido notable resonancia en la tradición patrística y en la liturgia: el mysterium lunae, el “misterio de la luna”. Hugo Rahner[13], que era un gran patrólogo, ha consagrado a este tema un estudio muy erudito[14]. ¿Qué veían los Padres de la Iglesia en este símbolo?



La luna puede ser muy hermosa. Cuando es luna llena, la naturaleza se nos ofrece magnífica en el profundo silencio de la noche. Todo produce una impresión de tranquilidad, de calma, de paz. Pero esta pálida luz de la luna no le pertenece, es una luz recibida. La belleza de la luna no es más que un reflejo del esplendor del sol. Gracias a los astronautas que la han visitado, sabemos ahora que la luna es inhóspita y árida. Sin embargo, vista desde la tierra, brillando con la luz que recibe del sol, al que no vemos, es maravillosamente hermosa, en lo alto de la noche. Ahí se apoya el simbolismo del mysterium lunae, tan querido de los Padres de la Iglesia, y frecuentemente aplicado a María: “hermosa como la luna”.



En Ap 12, la luz de la Mujer (trátese de la Iglesia o de María) es una luz recibida, un esplendor que le viene de Dios y de Cristo. La Mujer brilla con una luz que no procede de ella. Dicho de otro modo: la luz, el esplendor de la Iglesia ‑y de María‑ es gracia pura. Porque en la Biblia y en la liturgia, la imagen del sol se aplica a Dios y a Cristo. El es sol ¡ustitiae, el sol de justicia. “Dios es luz” (1 Jn 1,5). El es la fuente de toda luz (cf. 1 Jn 1,7). Esta luz divina resplandece en todo, pero es la Mujer Sión la que mejor la refleja. La Mujer vestida de sol, dice Primasius, “es la Iglesia revestida de Cristo”[15] . Por esta razón, también es pulchra ut luna, “hermosa como la luna” (Cant 6,10). Aunque sea ésta una imagen diferente de la que nos presenta la luna debajo de los pies de la Mujer, que hallamos explícitamente indicada en Ap 12, no hace más que expresar un aspecto distinto del mismo simbolismo fundamental[16].



¿Y cuál es la significación de las doce estrellas que coronan la cabeza de la Mujer? En la Biblia, y muy especialmente en el Apocalipsis, el número doce simboliza la plenitud. Se encuentra en la Escritura toda una simbología de los números, que interesaba en gran manera a los Padres de la Iglesia, aunque, de acuerdo con los criterios actuales, iban demasiado lejos en ese terreno. El carácter extraño y aparentemente arbitrario de este simbolismo nos inspira, por lo general, una actitud escéptica. Pero el exegeta ha de interpretar los textos con los símbolos tal como los entendían los antiguos. Ahora bien: el autor del Apocalipsis recurre en diferentes ocasiones al simbolismo de los números. Es tarea nuestra tratar de comprender su lenguaje. Únicamente a este precio podremos gustar su poesía y penetrar, aunque sólo sea en escasa medida, el misterio que en ella se oculta.



Al leer la Escritura no podemos olvidar que los números tienen en la Biblia una significación especial, que debemos aprender a descifrar. Doce es el símbolo de la perfección. En las doce estrellas que coronan la cabeza de la Mujer en Ap 12, la tradición ha visto acertadamente una alusión a los doce apóstoles, que a su vez nos remiten a las doce tribus de Israel; en la misma línea han de interpretarse los ciento cuarenta y cuatro mil sellados (144.000 es el cuadrado de doce multiplicado por mil: 12 x 12 x 1.000) en Ap 7,4: este número indica la plenitud del nuevo Israel, cuando tenga lugar el cumplimiento final del Reino de Dios. La Mujer coronada de doce estrellas es una imagen del antiguo y del nuevo Israel en su perfección escatológica. “No es únicamente la Iglesia de la historia, sino el pueblo de Dios predestinado a ser la ciudad de Dios”[17].



La imagen del segundo versículo es la de la mujer en trance de dar a luz. A primera vista, se da un violento contraste entre esta penosa situación de la Mujer y la que se describe en el versículo anterior, que nos la presenta en actitud triunfante: la luna debajo de sus pies, doce estrellas alrededor de su cabeza y toda resplandeciente en la luz del sol. Ahora aparece en la situación de la mujer que está encinta y que grita con los dolores del parto. Es ésta una imagen clásica de la tradición apocalíptica. Los dolores de una mujer encinta han sido siempre un símbolo de los dolores escatológicos de la Hija de Sión en cuanto madre. El Antiguo Testamento nos ofrece algunos ejemplos. Y, a raíz del descubrimiento de los manuscritos de Qumrán, disponemos también de un himno célebre, una especie de salmo, que, como Jn 16,21, describe a una mujer a punto de dar a luz y que, en medio de los dolores del parto, alumbra al nuevo pueblo mesiánico[18].



Pero ciñámonos a dos textos del Antiguo Testamento. En Miq 4,10, la figura simbólica de la “Hija de Sión” se describe explícitamente en el momento en que va a ser madre:



Duélete y gime, hija de Sión, como mujer en parto, porque vas a salir ahora de la ciudad y morarás en los campos, y llegarás hasta Babilonia, pero allí serás liberada, allí te redimirá Yahweh del poder de tus enemigos. (Miq 4,10).



El pasaje más importante se encuentra al final del libro de Isaías, a partir del capítulo 60. Es probablemente el texto más rico del Antiguo Testamento en lo que se refiere a la descripción de los grandes acontecimientos escatológicos. Citemos los versículos 6‑10 del capítulo 66:



Voces, alborotos de la ciudad, voces que salen del templo. Es la voz de Yahweh, que da a sus enemigos el pago merecido. Antes de ponerse de parto, ha parido; antes de que le sobrevinieran los dolores, dio a luz un varón. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio nunca tal? ¿Es dado a luz un país en un día? ¿Una nación nace toda de una vez? Pues apenas ha sentido los dolores, ya Sión ha parido a sus hijos. ¿Voy yo a abrir el seno materno para que no haya alumbramiento?, dice Yahweh. ¿Voy yo, el que hace parir, a cerrarlo?, dice tu Dios. Alegraos con Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis. Llenaos con ella de alegría los que con ella hicisteis duelo. (Is 66,6‑10).



Aquí y en el himno de Qumrán, el hijo que la Mujer Sión da a luz son todos los hijos del pueblo de Israel, del nuevo pueblo mesiánico. Esto reviste particular importancia, como veremos, para la interpretación de Ap 12,2 y 5.



Debemos recordar igualmente el texto ya citado de Jn 16 donde ‑en el contexto de la última cena‑ encontramos la misma imagen, aunque no era de esperar que apareciera en este lugar. Jesús, conociendo que sus discípulos querían preguntarle, les dijo: “¿De esto inquirís entre vosotros porque os he dicho: Todavía un poco, y no me veréis, y todavía otro poco, y me veréis? En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se volverá en gozo. La mujer, cuando pare, siente tristeza,porque llega su hora; pero cuando ha dado a luz un hijo, ya no se acuerda de la tribulación, por el gozo que tiene de haber venido al mundo un hombre. Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría” (In 16,19‑22).



La utilización del símbolo de la mujer que da a luz, en el contexto de la última cena, inmediatamente antes de la Pasión y la Resurrección de Jesús, nos permite dar un gran paso adelante hacia una interpretación más precisa del tema en su conjunto. Los dolores de parto de la mujer, con los que se compara la tristeza de los discípulos, son un signo del nuevo mundo que ha de hacerse realidad para ellos en el acontecimiento pascual. Es evidente, pues, como lo ha mostrado A. Feuillet, que los dolores de parto de la Mujer de Ap 12,2 no deben relacionarse con el nacimiento corporal y virginal de Jesús en Belén, sino con el alumbramiento doloroso del nuevo pueblo de Dios, a través de la Cruz y la Resurrección. Vemos así hasta qué punto es oportuna la insistencia de E. Corsini en acentuar la relación entre el Apocalipsis y el misterio pascual.



Pero ¿quién es el varón que la Mujer da a luz? (12,5). Con la mayoría de los comentaristas, debemos admitir, sin duda, que designa al Mesías, Jesús, como pone de manifiesto, en la frase que sigue inmediatamente, la cita de un versículo de Sal 2, que describe el drama mesiánico: “Es él el que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro” (Sal 2,9 LXX). Pero ¿de qué alumbramiento se trata? Ya lo hemos dicho: este nacimiento mesiánico no es el que relatan los evangelios de la infancia, sino el que tiene lugar en la mañana de Pascua. En el Nuevo Testamento, en efecto, la Resurrección se describe en no pocos lugares como un nuevo nacimiento. Encontramos un ejemplo ‑posiblemente el más claro‑ en los Hechos de los Apóstoles. En Antioquía de Pisidia, Pablo declara: “Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestro padres, que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy” (Hech 13,32‑33). El versículo 7 del salmo 2 que aquí se cita, “Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy”, es aplicado también en otros lugares, en el Nuevo Testamento y en los escritos apostólicos, a la Resurrección de Jesús[19]. No pasemos por alto que la descripción del varón en nuestro versículo de Ap 12,5 se toma precisamente del mismo salmo mesiánico (a saber: Sal 2,9). La Resurrección es, pues, el momento en que Jesús es despertado a una nueva vida. Es el momento del “nacimiento” del Cristo glorificado, el comienzo de su vida gloriosa. Se comprende entonces que la elevación del hijo “hacia Dios y su trono” (Ap 12,5c) describe la glorificación celeste de Cristo en la Ascensión. Teniendo en cuenta estos datos, es claro que el alumbramiento de un varón por la Mujer de Ap 12 ha de relacionarse esencialmente con la Resurrección de Jesús y con su victoria definitiva sobre las fuerzas del mal. Y es así como se ha interpretado el texto las más de las veces. T. Vetrali, por ejemplo, escribe en un artículo reciente: “El autor del Apocalipsis nos describe a la Madre Sión, de la que nace el Mesías en los acontecimientos pascuales; el Mesías que, de este modo, obtiene el dominio sobre todas las naciones y sobre toda la historia”[20].



Sin embargo, esta explicación no es enteramente satisfactoria, porque nos sitúa ante una extraña paradoja: si la mujer que da a luz es la Mujer Sión, el pueblo mesiánico, y si su hijo es Cristo, el Mesías, ¿no resulta extraño proponer así una interpretación colectiva para la madre y una interpretación individual para su hijo? No olvidemos que en los textos proféticos sobre la Mujer Sión que da a luz, su hijo no designa al Mesías, sino al pueblo mesiánico. Es una dificultad que A. Feuillet no ha percibido, al parecer. Una dificultad análoga a la que planteábamos a propósito del simbolismo de la Esposa en las bodas de Caná[21]; también en la cruz se dan unidos los dos aspectos, el colectivo y el individual: la “Mujer” a la que Jesús se dirige es, a la vez, su madre (María) y la Mujer Sión (la Iglesia), a la que aquélla simboliza; del mismo modo, el discípulo es, a la vez, “ el discípulo que Jesús amaba” y todos los discípulos a los que él representa. En Ap 12,5, el hijo que la Mujer da a luz es, ciertamente, el Jesús histórico resucitado y glorificado. Pero es preciso decir, con E.‑P. Allo, que en toda esta descripción “hay ciertos rasgos que convienen a la vez al Cristo personal y al Cristo místico, mientras que otros conciernen tan sólo al Cristo personal, y otros únicamente al Cristo místico”[22]. Así, el ser arrebatado al trono de Dios conviene sólo al Cristo personal. Pero, “teniendo en cuenta la amplitud de todas estas imágenes, no hay por qué excluir a los fieles, que, según las Cartas a las Iglesias, participan del poder de su jefe[23]. Por lo demás, así lo deja entender la continuación de nuestro texto: el tiempo en que será vencido el Diablo por el poder de Dios no será únicamente el tiempo de “la autoridad de su Cristo” (12,10), sino también el de la victoria de los hermanos: “Ellos le han vencido con la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio” (12,11). En 12,17, los fieles son llamados “el resto de su descendencia”: son todos los hermanos de Jesús, “los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Todos éstos son también los hijos de la Mujer. El nacimiento del hijo varón, por tanto, no es solamente el nacimiento de Cristo, sino también el de sus miembros, a los que la Iglesia ha dado a luz, como bien dice Primasius: “Cristo, se nos ha dicho, nace en cada uno de sus miembros... Aunque este nacimiento haya tenido lugar, ante todo, para la cabeza, que es Cristo, le conviene también al cuerpo. Así se explican estas palabras del Apóstol: "Nos resucitó y nos sentó en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2,6)[24].





Hay un tercer aspecto de nuestro pasaje que debemos aclarar un poco: la huida de la “Mujer” al desierto. De esta huida trata ya el versículo 6, pero se halla más ampliamente descrita en los versículos 13 y 17. A este propósito no conviene olvidar que el tema del desierto ocupa un significativo lugar en la Biblia y que ‑según el contexto en que se presente‑ puede expresar significaciones o matices diversos. Pensamos, en primer lugar, en el libro del Éxodo, donde se nos habla de la permanencia del pueblo de Israel en el desierto por espacio de cuarenta años y de los acontecimientos que allí tuvieron lugar. En el desierto se cerró la Alianza entre Yahweh y su pueblo, al pie del monte Sinaí. Fue aquél un tiempo de infidelidad y de prueba, pero fue también el tiempo en que Dios condujo a su pueblo, yendo delante de él en la columna de fuego.



El desierto fue, pues, el lugar en que Israel buscó refugio y donde fue especialmente protegido y conducido por Dios. Este aspecto de salvaguarda y protección se halla particularmente subrayado en la mayoría de los relatos de acontecimientos que tienen lugar en el desierto. Recordemos, por ejemplo, el hermoso pasaje de la vida del profeta Elías (I Re 19,4-16): huyendo de sus perseguidores, el profeta se adentra solo en el desierto, hasta el monte Horeb ‑la montaña en la que también Moisés habló con Dios y recibe allí su misión en una intensa experiencia de Dios. El desierto es, pues, un lugar de protección y defensa contra los peligros y los enemigos, pero también un lugar privilegiado de encuentro con Dios.



Rodeada de pruebas y de persecuciones, la Mujer de Ap 12, la Iglesia, huye también al desierto, para permanecer allí durante mil doscientos sesenta días, o, como indica otro cómputo del mismo espacio: un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Siendo así que cada tiempo equivale a un año, quiere esto decir tres años y medio, que corresponde a mil doscientos sesenta días. Esta manera de computar el tiempo procede del libro de Daniel (7,25; 12,7) y se encuentra también en Ap 11,1‑3 para la profecía de los dos testigos, pero de acuerdo con otro sistema de cálculo: “Fueme dada una caña semejante a una vara, diciendo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar de los que adoran en él. El atrio exterior del templo déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses[25]. Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días, vestidos de saco”. Este lapso de tiempo simbólico indica, pues, el largo período del testimonio de la Iglesia en el curso de su existencia escatológica sobre la tierra; durante este período, la Iglesia, testigo privilegiado de Dios, se verá sometida a prueba, pero será también protegida por el Señor: “La mujer‑pueblo de Dios escapa al acoso de los poderes del mal y vive en el desierto, confiada únicamente en la providencia de su Señor” (TOB).



El Dragón



“Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el Dragón, y peleó el Dragón y sus ángeles” (Ap 12,7); viene luego, en el versículo 9, el siguiente comentario: “Fue arrojado el Dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás”. La “antigua serpiente” es evidentemente una referencia a Gen 3, a la serpiente del paraíso que engañó a la Mujer, pero que será finalmente aplastada por el talón de la Mujer. Se trata, pues, de la victoria de la mujer del paraíso sobre la serpiente.



Este monstruo ‑uno de los muchos que se encuentran en el Apocalipsis‑ tiene un significado simbólico. Aclaremos un poco los pormenores de la descripción de esta bestia monstruosa. Es una extraña escena que la iconografía ha tratado de reproducir de múltiples formas. El espectáculo es horrible: “Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra” (Ap 12,34).



“Un gran dragón de color de fuego”. El rojo es el color de la sangre y el fuego es destructor. Con esto parece indicarse el carácter sanguinario y peligroso de esta bestia terrorífica. Es la imagen de los tormentos y terrores que esparce sobre el mundo y los desastres que provoca. Las siete cabezas significan que se trata de una bestia espantosa ‑puede morder en todas direcciones a la vez‑ y llena de vitalidad[26]. Los diez cuernos ‑más cuernos que cabezas, y puede discutirse sobre la manera en que se han de distribuir‑ indican aún más expresamente el carácter amenazador e inquietante del monstruo. Resulta igualmente curioso que haya una diadema sobe cada una de las siete cabezas. T. Vetrali ofrece la siguiente interpretación: la diadema es el símbolo del poder real. La bestia, pues, se reviste de una apariencia de gloria y de esplendor; ejerce la seducción del orden y del poder políticos. Las fuerzas del mal y las de este mundo se presentan con el distintivo de la dignidad y de la autoridad humanas. En esto reside toda la astucia del dragón.



¡Y la cola del dragón! Todo es posible en el ámbito del simbolismo: “Con su cola arrastró la tercera parte de los astros y los arrojó a la tierra” (v.4). ¡Sólo una tercera parte! Según algunos comentaristas, se trata de una acometida de las fuerzas del mal contra el mismo cielo, acometida que fracasa, naturalmente. Esta imagen ‑con otro simbolismo‑ es análoga a la de la torre de Babel. “Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos” (Gen 11,1‑9). También aquí los hombres se atreven, en su locura y orgullo, a levantarse contra el cielo, una tentativa forzosamente abocada al fracaso.



Pero he ahí que el dragón dirige ahora un ataque frontal contra la Mujer. Es una imagen del combate del Maligno contra la “Mujer Sión” ‑el pueblo de Dios, la Iglesia‑, combate que comienza en el principio de la historia humana. Dicho de otro modo: es una imagen de la lucha secular de las fuerzas del mal con todos los descendientes de Eva, la raza humana en general y, en particular, con el pueblo de Dios, que ahora es la Iglesia.



Por último, los versículos 7 al 12 describen la victoria de Miguel y de sus ángeles ‑las fuerzas del bien‑ sobre el dragón. Pero éste es un combate de larga duración, que se prolongará a través de la historia de la Iglesia, hasta que se alcance la victoria final y definitiva, “el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo” (v. 10).







4.- La interpretación mariológica



Después de cuanto hemos dicho acerca de la significación eclesiológica de la Mujer de Ap 12, ¿es aún posible proponer una interpretación mariológica de esta figura simbólica? La tradición eclesial no ha excluido ciertamente esta interpretación; muy al contrario. ¿No es acaso María, la madre de Jesús, sobre todo en la tradición joánica, la realización concreta y personal de la Iglesia? ¿No es ella la Kirche ¡m Ursprung, la “Iglesia naciente”, como hemos visto anteriormente?



Es cierto que la exégesis contemporánea tiende claramente a poner todo el acento en la interpretación eclesiológica; sin embargo, hay algunos exegeta que ‑con acierto, en nuestra opinión‑ defienden con insistencia que la interpretación mariológica no puede excluirse; más aún: que esta interpretación es necesaria para una explicación completa y equilibrada de Ap 12. ¿Cómo conjugar ambos aspectos? En el curso de nuestra exposición intentaremos dar una respuesta a esta pregunta.



En el supuesto de que no tuviésemos más que estos pocos versículos del Apocalipsis relativos a la Mujer y a su hijo amenazados por el dragón, sería muy difícil ‑a juicio de algunos autores‑[27] reconocer en ellos un símbolo mariano. Estos versículos nos describen a una mujer que sufre dolores de parto, siendo así, como hemos visto, que el nacimiento de Jesús en Belén fue un “nacimiento santo” (cf. Lc 1,35), en el que la madre dio a luz sin dolor[28]. Es, pues, evidente que nos hallamos aquí ante una dificultad insuperable para una aplicación directamente mariana del alumbramiento del que nos habla Ap 12 al nacimiento virginal de Jesús en Belén. Pero, como lo advertimos antes, en Ap 12 no se trata de la Encarnación, sino de la Resurrección de Cristo y del nacimiento de la Iglesia. Los dolores de parto de la Mujer han de explicarse situándolos en este plano; y esto resulta igualmente válido cuando se piensa en una posible aplicación a María.



El texto de Ap 12 no basta por sí solo para justificar una interpretación mariológica. Pero las cosas se presentan de manera diferente cuando se las sitúa en el marco del Nuevo Testamento y se las interpreta así desde una perspectiva más amplia.



Algunos autores afirman, con razón, que resulta impensable que la Iglesia apostólica, al afrontar la descripción de la Mujer de Ap 12, no haya pensado jamás en María. Había un hecho claro: María era una mujer concreta, que ocupaba un lugar especial en el misterio de la salvación anunciado a la Iglesia naciente por los predicadores del evangelio. Además, debemos tener muy en cuenta, en primer lugar, que el trasfondo del tema fundamental que estamos estudiando, el misterio de María en el Nuevo Testamento, es una figura femenina del Antiguo Testamento, la “Hija de Sión”; en segundo lugar, que, muy especialmente en Juan, pero también en Lucas, es precisamente la palabra “Mujer” la que se emplea para designar a María, la madre de Jesús[29].



Cuando todo esto se considera en conjunto, particularmente esta figura femenina del Antiguo Testamento, que constituye el trasfondo a partir del cual varios textos evangélicos nos hablan de María[30], parece imposible que la primera generación cristiana y la tradición eclesial que la sigue no abordaran también, en el interior de este marco más amplio, una interpretación mariológica de la Mujer victoriosa en Ap 12. En efecto, esta interpretación se dio, sobre todo en la tradición monástica, en la liturgia (cf. la liturgia de la Asunción) y en el arte cristiano. Baste recordar aquí el texto ya citado de Gerhoh de Reichersberg a propósito de María al pie de la cruz: “Ecclesiae sanctae nova inchoatio”: “María es el primer comienzo de la Iglesia santa”.



El tema de la Mujer en el Apocalipsis se vincula, pues, a la figura de la Mujer en otros episodios del Nuevo Testamento, sobre todo en Jn 19,25‑27.





Apocalipsis 12 a la luz de Juan 19,25‑27



Entre estos dos pasajes podemos descubrir, en efecto, un triple paralelismo, como muy bien ha puesto de manifiesto A. Feuillet[31]:



“En Jn 19,25‑27, la madre de Jesús se halla caracterizada por tres rasgos que no se encuentran en los otros evangelios ( ... ): 1) La insistencia con la que la madre de Jesús es llamada "Mujer". La coincidencia a este propósito entre la escena de Caná y la escena del calvario revela una intención, sin duda, de orden doctrinal. En particular, ( ... ) en cuanto que es la Mujer por excelencia, en cierto modo, María es entregada como madre a San Juan; 2) ella tiene, pues, otros hijos, además de Jesús: el mismo Salvador le da a María por hijo a su discípulo amado; 3) esta maternidad espiritual se halla ligada al Gólgota.



Ahora bien: estos rasgos caracterizan de manera semejante a la Madre del Mesías en el Apocalipsis: ella es también llamada Mujer ( ... ); también tiene otros hijos además del Mesías; y, en fin, se le atribuye igualmente un alumbramiento metafórico, que se vincula con la Cruz. ( ... ) es indudable que estamos en presencia de una tradición propiamente joánica, común al Evangelio y al Apocalipsis”.



A la luz de este excelente análisis, releamos ahora algunos trazos de Ap 12 desde una perspectiva mariológica.



Después de la huida de la Mujer al desierto (12,14) nos sale al paso el versículo 17: “Se enfureció el dragón contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Este importante versículo no menciona al hijo de la Mujer, el Mesías, sino “el resto de la descendencia”, es decir, todos los cristianos. Además del Hijo que ella ha dado a luz (el Mesías), la Mujer tiene otros hijos.



He ahí una sorprendente evocación de la escena que hemos estudiado en el capítulo anterior: la escena de María al pie de la Cruz. Es aquí donde la madre de Jesús se convierte, en el plano espiritual, en madre del discípulo, de todos los discípulos: “Mujer, he ahí a tu hijo... He ahí a tu madre” (Jn 19,25‑27). En virtud de esta maternidad espiritual, ella ha venido a ser la madre de la Iglesia, de la que es también la imagen. Remitimos a un hermoso texto de San Ambrosio, que nos ofrece esta síntesis ya cristalizada: “Que Cristo, desde lo alto de la Cruz, pueda decir también a cada uno de vosotros: he ahí a tu madre. Que pueda decir también a la Iglesia: he ahí a tu hijo. Comenzaréis a ser hijos de la Iglesia cuando veáis a Cristo triunfante en la Cruz”[32]. Ambrosio, pues, presenta a la Mujer al pie de la cruz como tipo y madre de la Iglesia. En el siguiente texto de Orígenes encontramos una reflexión que se orienta en el mismo sentido:



“Nos atrevemos a decir que, de todas las Escrituras, los evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, estas primicias corresponden al evangelio de Juan, cuyo sentido nadie logra comprender si no se ha inclinado sobre le pecho de Jesús y no ha recibido a María por madre de manos de Jesús. Y para ser otro Juan, es necesario hacerse tal que, exactamente como Juan, lleguemos a sentirnos designados por Jesús como siendo Jesús mismo. Porque, según aquellos que tienen de ella una sana opinión, María no tiene más hijos que Jesús; cuando, pues, dice Jesús a su madres: “He ahí a tu hijo”, y no : “He ahí a este hombre, que es también hijo tuyo”, es como si le dijese: “He ahí a Jesús, a quien tú has alumbrado”. En efecto, quien alcanza la perfección “ya no vive él, es Cristo quien vive en él” (Gál 2,20) y, puesto que Cristo vive en él, de él se dice a Maria: “He ahí a tu hijo”, Cristo”.[33]



En cuanto al discípulo, en virtud de la mirada que dirige al costado abierto de Jesús, guiado por la mirada de María (cf. más arriba, el comentario a Jn 19,37[34]), es transformado en hombre nuevo, se hace hijo de María e hijo de la Iglesia, es decir, cristiano. Todos nosotros hemos sido llamados a esta condición de hijos en sentido espiritual, según el modelo de la filiación de Jesús. Aquí, al pie de la Cruz, tiene lugar el nacimiento del nuevo pueblo de Dios, de la Iglesia, de la que María es a la vez imagen y madre.



La figura de la Mujer en Ap 12 tiene, pues, una significación a la vez eclesial y mariana, sobre todo bajo el aspecto de la maternidad de la Mujer, es decir, en virtud de la relación que guarda con sus hijos. Ella es la madre del Hijo varón al que ha dado a luz, pero, en el ámbito espiritual, es también ‑y esto se aplica tanto a María como a la Iglesia madre de otros hijos, “el resto de su descendencia”. Fijemos la atención en otro detalle de este versículo 17, que es revelador en lo que concierne a estos hijos de la Mujer: “... los que guardan los preceptos de Dios y mantienen fielmente el testimonio de Jesús”.



Estos hijos son, pues, los creyentes que, a través de pruebas y persecuciones, guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Ahora bien, ¿no fueron las últimas palabras de María, que el Nuevo Testamento consigna: “Haced lo que él os diga” Jn 2,5)? Como antes dijimos en nuestra interpretación de las bodas mesiánicas en Caná, estas palabras nos hablan de la obediencia a Jesús, de la fidelidad a la Alianza establecida entre Dios y su pueblo, de la apertura y disponibilidad ante la iniciativa salvífica de Dios; en suma, nos hablan de la fe profunda, que es la puerta de acceso a la condición de hijo espiritual y que constituye su fundamental característica. Y esto nos lleva a la enseñanza contenida en el versículo de Ap 12,17.



Nos queda aún por abordar una interpretación mariológica de otro tema de Ap 12: el combate entre el Dragón y la Mujer. No pensemos, evidentemente, en un conflicto situado en el plano de la historia. Carece de sentido preguntar: ¿cuándo huyó María al desierto? No se trata ciertamente de una alusión a su estancia en Egipto, de la que nos hablan los evangelios de la infancia, ni al hecho de que, según una antigua tradición, María habría ido a Asia Menor, en la proximidades de Efeso. Nada de esto tiene que ver con el texto. No debemos recurrir aquí a interpretaciones de este género. Creemos, sin embargo, que si María es la imagen concreta de la Iglesia, con todo lo que esto conlleva de pruebas, persecuciones y torturas en el curso de la historia, ha de ser también posible dar una interpretación mariológica de la lucha entre la Mujer y el Dragón.



A propósito del versículo 6,10 del Cantar de los Cantares, antes citado: “¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el sol, terrible como escuadrones ordenados?”, A. Feuillet hace una observación que puede parecer trivial, pero que no deja de ser pertinente: resulta una imagen en verdad chocante que la mujer del Cantar de los Cantares sea, a la vez, hermosa como la luna y terrible como un ejército en orden de batalla. A. Feuillet descubre aquí un argumento para afirmar que esta mujer significa a Israel[35]. Este sorprendente juego de imágenes, que expresa tanto el esplendor de esta Mujer como su victorioso poder, debe integrarse en la visión sintética de la Mujer Sión del pueblo de Dios; pero puede también aplicarse a María, por extraño que ello pueda parecer.



Un importante logro de la exégesis moderna es haber puesto de manifiesto que el misterio de María constituye, en cierto modo, la síntesis de toda la revelación anterior acerca del pueblo de Dios, de todo lo que Dios, mediante su acción salvífica, quiere realizar para su pueblo. En María alcanzan su cumplimiento todos los aspectos importantes de las promesas hechas en el Antiguo Testamento a la Hija de Sión, y en su persona concreta se anticipa lo que será realidad para el nuevo pueblo de Dios, para la Iglesia. La historia de la revelación a propósito del tema de la Mujer Sión, que se concreta en la persona de María y se prolonga en la Iglesia, constituye un bastión doctrinal, un inquebrantable conjunto estructurado para la comprensión de la historia de la salvación, desde los orígenes hasta la escatología. Una visión del misterio de María bíblicamente fundada, eclesiológicamente integrada y estructuralmente desarrollada proporciona, pues, una imagen cabal de la realización concreta de todo el misterio de la Alianza.



Esto ha de aplicarse también al tema de la victoria de la Mujer sobre el Dragón. Desde este punto de vista resulta perfectamente comprensible que en la liturgia de las festividades marianas de antaño se encontrara de modo habitual esta admirable antífona: “Alégrate, Virgen Maria, porque tu sola venciste a todas las herejías en el mundo entero”[36]. No quiere esto decir, evidentemente, que María haya contribuido en vida a combatir en lo más mínimo las herejías, sino que una sana doctrina mariológica ‑es decir, la entera resonancia de los dogmas sobre la Virgen, vistos e integrados en el misterio de la salvación y fundados en la Escritura‑ asegura la solidez de la fe y fortalece en la lucha contra todas las desviaciones doctrinales. En este sentido, María es verdaderamente “terrible, como escuadrones ordenados”. Con una fe inquebrantable en todo lo que en María se nos ha revelado, la Iglesia está segura de la victoria final sobre las fuerzas del mal. Podemos incluso pensar que María se halla personalmente comprometida en la lucha escatológica contra el mal. Esta expresión de la Iglesia primitiva, en los dos sentidos indicados, es en nuestros días de una candente actualidad[37].



Diferencia entre Juan 19,25‑27 y Apocalipsis 12



El texto de Jn 19,25‑27 ha hecho posible la interpretación mariológica de Ap 12. Sin embargo, hay diferencias entre las dos perícopas. Con todo, aunque las dos visiones no sean idénticas, son perfectamente complementarias.



En el cuarto evangelio, sobre todo en Caná, pero también al pie de la Cruz, se pone el acento sobre la persona individual de María, “la madre de Jesús” (así es como la llama Juan), pero con resonancias eclesiológicas, cuyo eco hemos tratado de hacer percibir. En Ap 12, la relación es inversa. Aquí ocupa el primer plano el aspecto eclesiológico: la Mujer Sión, la Iglesia, será la Esposa del Cordero cuanto tenga lugar la conclusión definitiva de la Alianza (21,1‑9). Se trata de la Iglesia, sin duda, pero precisamente en cuanto ella es el cumplimiento de lo que en un principio se realizó ya en la figura de María. En Ap 12 se pone el acento, pues, en la Iglesia, pero con resonancias mariológicas. Son dos maneras de aproximación complementarias, en una dialéctica constante entre los dos aspectos (individual y colectivo) del mismo misterio, el misterio de la Alianza de la Hija de Sión con Dios.



Como ya hemos indicado en varias ocasiones, la Iglesia tiene una dimensión femenina, un rostro mariano, en su relación esponsal con Dios: “Toda la Iglesia es mariana”[38]. En el ámbito simbólico profundo, la Iglesia es Mujer ante Dios. La Tradición lo ha comprendido de una manera espontánea: en la iconografía cristiana se representa siempre a la Iglesia como una Mujer; pero esta Mujer que se hace símbolo de la Iglesia es la persona concreta de María. Pensamos que la visión del Apocalipsis puede también ayudarnos a integrar estos dos aspectos ‑el aspecto eclesial y el aspecto mariano‑ en nuestra vida personal. Si procuramos considerar a la Iglesia a la luz de María, la veremos menos como una organización compleja, con un rostro demasiado humano y masculino, y más como una persona viviente, como una mujer, como una madre en nuestra vida de fe de discípulos de Cristo. Este es un remedio eficaz contra una tendencia bastante extendida entre los cristianos, tendencia que H. Urs von Balthasar ha llamado “el complejo antirromano”. Debemos superar una visión demasiado humana y sociológica de la Iglesia y elevar la mirada hacia el misterio de la “Mujer” que es, indisolublemente, María y la Iglesia, y que es nuestra Madre.
 
Re: LA DIOSA MARIA

Estas no son pruebas, son absurdos, no sé como puedes creer cosas tan sin sentido...

Por eso digo que el padre Kal pronto se hará protestante, porque él mismo dice que ""católico" ignorante, seguro protestante.
 
Re: LA DIOSA MARIA

LA DIOSA MARIA

DUEÑA DE LA MITAD DEL REINO DE DIOS
"El rey debe ante todo dedicarse a las obras de misericordia, pero no de modo que dejan de usar la justicia contra los criminales cuando es debido. No obra así María, que aunque reina no lo es de justicia, preocupada del castigo de los malhechores, sino reina de la misericordia, atenta únicamente a la piedad y al perdón de los pecadores. Por eso la Iglesia quiere que la llamemos expresamente reina de la misericordia. Reflexionando el gran canciller de París Juan Gerson las palabras de David: "Dos cosas he oído: que Dios tiene el poder y que tuya es, Señor, la misericordia" (Sal 61,12), dice que fundandose el reino de Dios en la justicia y en la misericordia, el Señor lo ha dividido: el reino de la justicia se lo ha reservado para él, y el reino de la misericordia se lo ha cedido a María, mandando que todas las misericordias que se otorgan a los hombres pasen por las manos de María y se distribuyan según su voluntad. Santo Tomás lo confirma en el prólogo a las Epístolas canónicas diciendo que la santísima Virgen, desde que concibió en su seno al Verbo de Dios y le dio a luz, obtuvo la mitad del reino de Dios al ser constituida reina de la misericordia, quedando para Jesucristo el reino de la justicia".



<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Escrito por "San" Alfonso, en LAS GLORIAS DE MARIA.</o:p>
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<o:p>Parte de las mentiras del diablo es que Dios solo es misericordia, porque la justicia no nos gusta. Queremos hacer lo que nos de la gana y que aún así Dios nos perdone.</o:p>
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<o:p>Dios es profundamente misericordioso, pero además es justo.</o:p>
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<o:p>Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como la buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado.</o:p>
 
Re: LA DIOSA MARIA

Una de las mentiras del diablo es que Dios solo es misericordia, porque la justicia no nos gusta. Queremos hacer lo que nos de la gana y que aún así Dios nos perdone.
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<o:p>Dios es profundamente misericordioso, pero además es justo.</o:p>

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<o:p>Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como la buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado. O sea, de nuevo el diablo dándole vuelta al mismo asunto, ahora a través de la "Santa" "Madre" "Iglesia" y sus "santos".</o:p>
 
Re: LA DIOSA MARIA

Lo dudo, soy un catolico instruido, doy clases a mas catolicos para que dejen de ser ignorantes y asi no se hagan protestantes.

Padre, cuénteme un secreto. No se lo diré a nadie. En ese lugar donde haces más ignorantes a los católicos, digo donde das clases, aceptan niños de 22 años como profesores. ¡Con razón están como están!

No mienta padre, hace rato quedó evidente que eres un farsante.
 
Re: LA DIOSA MARIA

LA DIOSA MARIA

DUEÑA DE LA MITAD DEL REINO DE DIOS


"El rey debe ante todo dedicarse a las obras de misericordia, pero no de modo que dejan de usar la justicia contra los criminales cuando es debido. No obra así María, que aunque reina no lo es de justicia, preocupada del castigo de los malhechores, sino reina de la misericordia, atenta únicamente a la piedad y al perdón de los pecadores. Por eso la Iglesia quiere que la llamemos expresamente reina de la misericordia. Reflexionando el gran canciller de París Juan Gerson las palabras de David: "Dos cosas he oído: que Dios tiene el poder y que tuya es, Señor, la misericordia" (Sal 61,12), dice que fundandose el reino de Dios en la justicia y en la misericordia, el Señor lo ha dividido: el reino de la justicia se lo ha reservado para él, y el reino de la misericordia se lo ha cedido a María, mandando que todas las misericordias que se otorgan a los hombres pasen por las manos de María y se distribuyan según su voluntad. Santo Tomás lo confirma en el prólogo a las Epístolas canónicas diciendo que la santísima Virgen, desde que concibió en su seno al Verbo de Dios y le dio a luz, obtuvo la mitad del reino de Dios al ser constituida reina de la misericordia, quedando para Jesucristo el reino de la justicia".



<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Escrito por "San" Alfonso, en LAS GLORIAS DE MARIA.</o:p>
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<o:p>Parte de las mentiras que el diablo ha difundido es Dios solo es misericordia. Deja de lado la justicia. Así es como escuchamos a muchos que como Dios es bueno es nos salvará a todos. A todos nos perdonará.</o:p>
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<o:p>Se conoce mucho sobre la misericordia de Dios, pero poco sobre su justicia, la cual no gusta a los injustos. </o:p><o:p>Quieren hacer lo que les dé la gana y que aún así Dios los perdone.</o:p>
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<o:p>Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como una buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado.</o:p>
 
Re: LA DIOSA MARIA

Esta doctrina sobre María presenta a la DIOSA como una buena alcahueta y al Dios verdadero, como el juez malvado

Y se dice cristiano??..... jajaja

“Señor, da tu juicio al rey y tu justicia al hijo de reyes” (Sal 71, 2).
 
Re: LA DIOSA MARIA

Padre, cuénteme un secreto. No se lo diré a nadie. En ese lugar donde haces más ignorantes a los católicos, digo donde das clases, aceptan niños de 22 años como profesores. ¡Con razón están como están!

No mienta padre, hace rato quedó evidente que eres un farsante.

JAJAJAJA. Me da risa que aun sigas terco contra mi, pero ¿que se puede esperar de quien seguramente en el pasado no fue sino un pesimo catolico que no sabia ni a que iba a Misa? Pero venga, que tendre 22 años, pero tengo mas cerebro que tu y mas ganas de trabajar que tu, ya que tu optaste por perpetuar tu ignorancia cambiandote de religion, yo no, yo opte por lo dificil, por cargar la Cruz que Cristo me dio e instruir a aquellos catolicos deseosos de conocer a Cristo sin dejar de ser catolicos.

Hay enserio, me matas de risa.
 
Re: LA DIOSA MARIA

Y se dice cristiano??..... jajaja

“Señor, da tu juicio al rey y tu justicia al hijo de reyes” (Sal 71, 2).

No soportan que se le quite méritos a su DIOSA MARIA para dárselos al único que los merece, el Señor Jesucristo.

Para los católicos, especialmente los más estúpidos, María lo es todo.
 
Re: LA DIOSA MARIA

LA DIOSA MARIA


DUEÑA DE LA MITAD DEL REINO DE DIOS






<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Escrito por "San" Alfonso, en LAS GLORIAS DE MARIA.</o:p>
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<o:p>Parte de las mentiras que el diablo ha difundido es Dios solo es misericordia. Deja de lado la justicia. Así es como escuchamos a muchos que como Dios es bueno es nos salvará a todos. A todos nos perdonará.</o:p>
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<o:p>Se conoce mucho sobre la misericordia de Dios, pero poco sobre su justicia, la cual no gusta a los injustos. </o:p><o:p>Quieren hacer lo que les dé la gana y que aún así Dios los perdone.</o:p>
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