Lo que nadie dijo aquí ni tampoco lo dice el Apocalipsis (ni puede, obviamente) es que desde la Revolución Francesa el Estado moderno derrotó no solamente al antiguo régimen (absolutismo) a base de guillotina, sino al poder eclesiástico.
Desde entonces el Estado democrático absorbió el poder eclesiástico relegándolo a simple “libertad de culto”.
Al fin y al cabo muchos se rasgan las vestiduras por negar algún que otro versículo.
La realidad es que actualmente el libro del Apocalipsis ha quedado reducido a una simple y perversa herramienta política de desprestigio (caballo de Troya) al poder papal como la gran ramera. Al mismo tiempo que se oculta a la reina anglo (papisa) como poder real en la tierra.
Los protestantes en general compran el paquete completo, incluido el caballo de Troya, especialmente en el mundo hispano para continuar dividiéndolo. Pero de esto ni siquiera son conscientes.
Estamos todos engañados. Tanto los que se creen el papel de buenos (tontos útiles) como los contrarios (o sea, nadie, porque nadie se califica a sí mismo como malo).
