En este hilo me propongo hacer una rápida refutación de unos de los argumentos que usan algunos teólogos y pastores para dar sentido lógico al tormento eterno de un pecador. El argumento va así: Dios es infinitamente bueno. Por lo tanto, toda ofensa contra Dios constituye una ofensa infinita, que amerita un castigo infinito.
Según este argumento, la naturaleza de la falta no es lo que importa, sino la naturaleza de Dios, contra quien se comete: podría igual tratarse de un asesinato múltiple, o de insultar a un forista. Podría ser abusar sexualmente de muchos niños, o masturbarse en la regadera. Según esta perspectiva, todas estas acciones constituyen ofensas infinitas que ameritan castigos infinitos.
He leído dos ilustraciones de esta tesis: una en un libro y otra en una página web, ambos de autores evangélicos.
EJEMPLO 1: Imagínate que vas caminando por la calle y pasas al lado de un señor que le está arrancando las patas a un grillo con sus propias manos. La conducta se te hace extraña, y si eres muy sensible, puede que repulsiva. Quizá te detengas a cuestionarlo o quizá, si llevas prisa, simplemente sigas tu camino. Más allá, te encuentras un señor intentando arrancarle una pata a un perrito chihuahueño, tirando de ella con todas sus fuerzas. Tu conducta ahora es muy diferente. Te horrorizas e intentas liberar al animal o por lo menos llamar a la policía. Sabes que hay leyes que castigan el maltrato animal, y el señor podría ser acreedor a grandes multas o cárcel. Si extrapolamos el ejemplo a encontrarte a un señor intentando arrancarle una piernita a un bebé, la situación se multiplica por mil. Se trataría de un intento de homicidio, y la pena sería mucho más elevada. Conclusión: la magnitud de la falta va en relación al valor que tiene el agredido. Un bebé tiene más valor que un perrito que a su vez tiene más valor que un grillo. Por lo tanto, una ofensa contra Dios, que tiene un valor infinito, implica una ofensa infinita que amerita un castigo infinito.
EJEMPLO 2: Mentirle a un profesor es menos penado que mentirle a un juez en una corte, que a su vez es menos penado que mentirle al Congreso de tu país. CONCLUSIÓN: La magnitud de la falta y su castigo va en relación al personaje al que se miente. Por lo tanto, mentirle a Dios conllevaría una pena infinita.
Se les invita a comentar. Como siempre, con respeto a todos los compañeros.
Según este argumento, la naturaleza de la falta no es lo que importa, sino la naturaleza de Dios, contra quien se comete: podría igual tratarse de un asesinato múltiple, o de insultar a un forista. Podría ser abusar sexualmente de muchos niños, o masturbarse en la regadera. Según esta perspectiva, todas estas acciones constituyen ofensas infinitas que ameritan castigos infinitos.
He leído dos ilustraciones de esta tesis: una en un libro y otra en una página web, ambos de autores evangélicos.
EJEMPLO 1: Imagínate que vas caminando por la calle y pasas al lado de un señor que le está arrancando las patas a un grillo con sus propias manos. La conducta se te hace extraña, y si eres muy sensible, puede que repulsiva. Quizá te detengas a cuestionarlo o quizá, si llevas prisa, simplemente sigas tu camino. Más allá, te encuentras un señor intentando arrancarle una pata a un perrito chihuahueño, tirando de ella con todas sus fuerzas. Tu conducta ahora es muy diferente. Te horrorizas e intentas liberar al animal o por lo menos llamar a la policía. Sabes que hay leyes que castigan el maltrato animal, y el señor podría ser acreedor a grandes multas o cárcel. Si extrapolamos el ejemplo a encontrarte a un señor intentando arrancarle una piernita a un bebé, la situación se multiplica por mil. Se trataría de un intento de homicidio, y la pena sería mucho más elevada. Conclusión: la magnitud de la falta va en relación al valor que tiene el agredido. Un bebé tiene más valor que un perrito que a su vez tiene más valor que un grillo. Por lo tanto, una ofensa contra Dios, que tiene un valor infinito, implica una ofensa infinita que amerita un castigo infinito.
EJEMPLO 2: Mentirle a un profesor es menos penado que mentirle a un juez en una corte, que a su vez es menos penado que mentirle al Congreso de tu país. CONCLUSIÓN: La magnitud de la falta y su castigo va en relación al personaje al que se miente. Por lo tanto, mentirle a Dios conllevaría una pena infinita.
Se les invita a comentar. Como siempre, con respeto a todos los compañeros.
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