UNA GUERRA
No es terrorismo. Es guerra. Ya está bien de eufemismos. Que llevan al desastre. Sólo. Es una guerra, en la que el parapeto fronterizo del Mediterráneo se ha disuelto. Es una guerra que está aquí, en todos y cada uno de los países de una Europa fuertemente islamizada. Que está aquí, tanto como en Irak o Siria. No es cualquier tipo de guerra. Es una a cuyo anacronismo se creía nuestra alegre modernidad inmune: guerra de religión, conforme a las reglas de sumisión que atan al musulmán a un Alá cuyos mandatos constituyen la única ley mundana.
Nadie puede abrigarse en retóricas ridículas. No, no es cierto que todas las religiones sean benefactoras; menos aún, que el objetivo de todas sea la paz en el mundo. El mandato coránico es explícito y muy poco concordante con fantasías benévolas: la guerra que los yihadistas despliegan contra el mundo infiel es lucha contra una resistencia diabólica al mandato de Alá. Y, para esa resistencia, contempla el Corán un solo castigo: la muerte. Indiferenciada. En un concierto de heavy metal como en un partido de fútbol. En París como en Madrid. Porque todo no musulmán es culpable de estar vivo.
La alternativa hoy en Europa no es paz o guerra. La guerra está aquí: Europa es territorio de yihad para los musulmanes piadosos. La alternativa a la cual los europeos se confrontan es más agria: dar esa guerra y ganarla, o aceptar ir de cabeza al matadero. Los discursos pacifistas son hoy cómplices estúpidos de la teocracia. No es «venganza» aniquilar a EI. Es legítima defensa.
Sé que no es confortable decir esto. La verdad nunca lo es. Todo el mundo desea que le ofrezcan dulces consuelos. Y la verdad no consuela. Pero hasta un socialdemócrata tan tibio como Hollande ha acabado por alzar constancia de lo inocultable: el islam ha declarado guerra a Europa; si esa guerra no la ganamos, todas las estructuras de libertad que Europa forjó durante siglos serán reducidas a escombros. Eso se juega. En esta guerra. Porque es guerra. De dimensiones mayores. Que nadie se consuele llamándola «terrorismo».
Fuente
No es terrorismo. Es guerra. Ya está bien de eufemismos. Que llevan al desastre. Sólo. Es una guerra, en la que el parapeto fronterizo del Mediterráneo se ha disuelto. Es una guerra que está aquí, en todos y cada uno de los países de una Europa fuertemente islamizada. Que está aquí, tanto como en Irak o Siria. No es cualquier tipo de guerra. Es una a cuyo anacronismo se creía nuestra alegre modernidad inmune: guerra de religión, conforme a las reglas de sumisión que atan al musulmán a un Alá cuyos mandatos constituyen la única ley mundana.
Nadie puede abrigarse en retóricas ridículas. No, no es cierto que todas las religiones sean benefactoras; menos aún, que el objetivo de todas sea la paz en el mundo. El mandato coránico es explícito y muy poco concordante con fantasías benévolas: la guerra que los yihadistas despliegan contra el mundo infiel es lucha contra una resistencia diabólica al mandato de Alá. Y, para esa resistencia, contempla el Corán un solo castigo: la muerte. Indiferenciada. En un concierto de heavy metal como en un partido de fútbol. En París como en Madrid. Porque todo no musulmán es culpable de estar vivo.
La alternativa hoy en Europa no es paz o guerra. La guerra está aquí: Europa es territorio de yihad para los musulmanes piadosos. La alternativa a la cual los europeos se confrontan es más agria: dar esa guerra y ganarla, o aceptar ir de cabeza al matadero. Los discursos pacifistas son hoy cómplices estúpidos de la teocracia. No es «venganza» aniquilar a EI. Es legítima defensa.
Sé que no es confortable decir esto. La verdad nunca lo es. Todo el mundo desea que le ofrezcan dulces consuelos. Y la verdad no consuela. Pero hasta un socialdemócrata tan tibio como Hollande ha acabado por alzar constancia de lo inocultable: el islam ha declarado guerra a Europa; si esa guerra no la ganamos, todas las estructuras de libertad que Europa forjó durante siglos serán reducidas a escombros. Eso se juega. En esta guerra. Porque es guerra. De dimensiones mayores. Que nadie se consuele llamándola «terrorismo».
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