Apreciado Dagoberto:
Apreciado Dagoberto:
Pues bien, seguimos razonando, ya que cuando la Sagrada Escritura no registra específicamente algo, en tren de indagar la verdad de las cosas, todavía la hermenéutica ayuda a hacer una buena exégesis, reparando en los principios bíblicos más generales así como en otros aspectos paralelos que hacen al caso. Si fuéramos abogados, sin duda que la práctica forense podría también venir en nuestro auxilio. Como no lo somos, al menos podremos no apartarnos de la lógica, el sano criterio y el sentido común, como facultades naturales que Dios nos ha otorgado, capacitándonos para el bien pensar.
1 – Tu posición se sostiene con la primer premisa que estableces:
“El hecho de que las Escrituras no registre expresamente que los primeros cristianos diezmaron, no significa que no lo hacían.”
Fíjate que aún concediéndote esto, el aspecto contrario reclamará igual legitimidad:
“El hecho que las Escrituras no registren expresamente que los primeros cristianos no diezmaran, no significa que sí lo hicieran”.
Nobleza obliga confesar que es justicia aquilatar como igualmente probables ambos presupuestos. Pero tal paridad tampoco significa que debamos resignarnos a dar el caso como insoluble. Tú tienes ciertos elementos que parecen inclinar la probabilidad hacia tu lado, y yo tengo otros que parecen avalar mi posición.
De cotejar unos y otros, es posible que se haga alguna luz.
Pero antes de confrontarlos, creo que vale la pena una ilustración sencilla: sabemos que ante la Ley, todo acusado es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En tu posición, es como si actuando como fiscal en un juicio, dijeras al juez, que aunque falten testigos, pruebas o evidencias, ello no significa que el sospechoso no sea culpable, y por lo tanto pides la sentencia más dura que marca la Ley. En mi caso, como abogado, tomaré la total ausencia de testigos, pruebas o evidencias, como suficiente para que el jurado declarare inocente al acusado.
Trasladando ahora los ejemplos a nuestro asunto: Yo sostengo que faltando en el NT cualquier mención de diezmos entre cristianos, es porque no existía tal práctica.
Tú en cambio aduces que la falta de tal constancia no implica que no existiera la práctica.
Aquí llegamos al punto en que ambos (con nuestros lectores) hemos de escuchar la voz de nuestras conciencias y procurar ser razonablemente lógicos.
2 - El primer alegato de tu premisa es:
“A lo largo de la historia del pueblo de Israel, encontramos larguísimos periodos de tiempo en que existe un absoluto silencio en relación al diezmo; y no podemos inferir por eso, de que el diezmo se encontraba obsoleto o no se practicaba.”
Respondo: Resulta clarísimo en la historia del pueblo de Israel, y preferentemente del reino de Judá, que bajo reformas tales como las de Ezequías y Nehemías, los diezmos fueron restaurados junto a muchas otras cosas que habían dejado de practicarse, no por obsoletos, sino por la apostasía de sus reyes, sacerdotes y el pueblo en general. Que haya constancia de esto en las Escrituras (2Cr.31:5,6,12;
Neh.10:37,38; 12:44; 13:5,12

te da la pauta que la no constancia durante largas épocas anteriores en cuanto a los diezmos, es porque habían dejado de darse, junto a muchas otras cosas establecidas en la Ley. Basta leer los contextos en los capítulos citados para comprobar lo que digo. Ezequías y Nehemías poco es lo que innovan; más bien ellos restauran lo que había caído en desuso.
En la oración-confesión de Esdras se hace una reseña de la historia de Israel con el detalle de sus transgresiones a la Ley y el alejamiento de su Dios (Neh.9). Aunque no se mencionan allí los diezmos, muy ingenuos debíamos ser para imaginar que pese a rebelarse contra Dios, echando su Ley tras sus espaldas, matando a sus profetas y ofendiéndole en gran manera (v.26) con todo pagaban puntualmente sus diezmos. La práctica pastoral nos enseña que la tibieza espiritual de un hermano comienza a mostrarse en lo exiguo que sale de su bolsillo. Creo que tienes suficiente experiencia con esta realidad como para que abunde en detalles.
Que haya sido tan largo como milenio y medio el período en que el Antiguo Pacto estuvo vigente, y apenas medio siglo la historia del Nuevo desde Hechos a las epístolas - con pocos ejemplos de dadores en el primero y ninguno en el segundo -, tampoco da pie para pensar que sólo en consideración de tan escaso porcentaje en el tiempo se comprenda que no se registraran aquellos casos de recolección de diezmos en las iglesias primitivas.
Sin embargo, un detalle que señalé en un mensaje anterior – y que nada comentaste – pienso que sí es importante: tu premisa cobraría fuerza, si el silencio en el NT sobre los diezmos en las iglesias, callara también toda referencia a dinero, ofrendas, colectas y salarios. De no tocarse ningún aspecto fiduciario, se entendería fácilmente que tampoco los diezmos se mencionaran en el ámbito cristiano. Pero tanto en Hechos como en las epístolas el asunto es presentado una y otra vez, con preferencia en la segunda mitad de 2Corintios, y en algunos de estos pasajes la ocasión hubiera sido de lo más oportuna para mencionar los diezmos, si fuera práctica de las iglesias el darlos y percibirlos. Pero al haber casos varios de distintos ofrendantes así como enseñanza en cuanto a la forma de hacerlo, es que se hace asaz improbable que la práctica judaica hubiera pasado a la iglesia primitiva. Los cristianos ninguna responsabilidad ya tenían con los sacerdotes y levitas que sirvieron en el Templo hasta el año 70.
3 – Luego, no le das vela en este entierro a la Historia profesando una postura exclusivamente bíblica. Pues en este punto a nadie le cedo un palmo, arriesgando hasta que se me tache de dogmático y legalista. Pero por más escrituralista que sea nuestra postura, no podemos desligarnos ni de la historia ni de la realidad circundante. Que en un orden de preferencias tengas la Biblia en primer lugar, ¡de acuerdo, yo también! Pero muchas cosas que hacen los cristianos hoy día y que no se originan en el texto bíblico, hallan su razón de ser en algún momento de la historia.
Es así que cuando nos percatamos de ciertas iniciativas promovidas entre los bautistas del Sur de Estados Unidos para comenzar a ofrendar adoptando el modelo del diezmo, que data del 1909, caemos en cuenta que entre los evangélicos esta modalidad recién se acerca a su primer centenario. Así que no se trata de un sistema que “siempre estuvo vigente” entre los cristianos, sino que fue reimplantado a conveniencia en una y otra época. Los misioneros difundieron luego esta práctica por todo el mundo, y las nuevas denominaciones no quisieron quedarse atrás y los imitaron, tal como parece que ahora están haciendo los católicos.
4 – Finalmente vuelves con un viejo asunto que hemos discutido largamente años atrás:el diezmo abrahámico, que según la línea de tu propuesta, es el que pervive aún en las iglesias, y no el mosaico. Le asignas a este diezmo la cualidad de VOLUNTARIO, ya que así fue en el caso de Abraham, y entre cristianos se añade la motivación “por gratitud” y la forma “alegremente”.
Esta versión especial del diezmo la veo aceptable y no la contradigo, siempre y cuando se mantengan esas características de voluntario, agradecido y alegre, y no cobre un marco de legalidad eclesiástica. Si lo que en su enunciado original – tal como tú lo haces -, es inobjetable, se desviara luego en una lamentable corruptela a ser exigido con similar rigor que el mosaico, entonces resurge el viejo problema.
Pero tampoco soy dogmático en orden a rechazar absolutamente tu premisa: admito que en las iglesias primitivas pudieron recibirse entre las ofrendas los diezmos de los ingresos de hermanos que habían optado por una forma sistemática y porcentual de hacer su contribución. De la misma manera que no se les hacía problema a los que guardaban determinados días, o se abstenían de vino y carnes, tampoco a los que trajeran la décima parte de sus ingresos. Si Ananías y Safira hubieran traído a los pies de los apóstoles el diezmo de la venta que hicieron (sin simular que era el precio entero), no hubieran recibido reproche alguno. Estaba en su potestad dar lo que quisieran. Pero lo que sostengo firmemente es que no fue trasladada la práctica judía a la iglesia cristiana. La libertad para ofrendar generosa y alegremente del cristiano neotestamentario, no podía excluir el diezmo si aquel así lo prefiriera, tanto como cualquier otro porcentaje fijo con que tuviera a bien contribuir. Pero una cosa es admitir esta contingencia, y otra muy distinta declararla práctica normal en las iglesias. Si la decisión de un hermano a ofrendar metódicamente cada mes la décima parte de su sueldo tú la quieres bautizar como “el diezmo de Abraham”, yo no veo inconveniente alguno, siempre y cuando no insistas con el hermano para que acepte la nominación que tú le das a su libre ofrenda, voluntaria, agradecida y alegre. Él está ligado a Abraham por su fe, no por su diezmo. Y sería de esperar que se respetara la elección del ofrendante en cuanto al porcentaje, caso que se decidiera por un 11% o el 9%.
Como ves, mi querido hermano Dagoberto, de la propuesta original a debatir tu posición de que no hay necesidad de reimplantar ni reivindicar lo que por miles de años viene siendo practicado sin declaración alguna por parte de Dios que hubiera terminado, hemos arribado a esta otra insólita instancia de un diezmo abrahámico jamás practicado por Israel ni la iglesia de Cristo, sin otra mención en las Escrituras que el caso especifico de Abraham en Gn.14 citado en Hebreos 7.
Cordiales saludos.
Ricardo.