Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4:23)
ADORAR
1. Reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina.
2. Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido.
ALABAR
1. Elogiar, celebrar con palabras.
Queridos/as hermanos/as:
Antes de exponer el tema que deseo tratar, he querido señalar algunas de las acepciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da a las palabras ‘adorar’ y ‘alabar’ como punto de referencia para evitar confusiones en los conceptos.
Vemos pues que adoración y alabanza son conceptos distintos. La adoración es una actitud constante de reverencia y honra a Dios, mientras que la alabanza es un concepto, integrado en el anterior, que requiere de un elogio con palabras a ese Dios al cual se adora. Por supuesto que la alabanza se produce primeramente en el corazón o en nuestro espíritu y también se alaba al señor en silencio (¿cómo, si no, lo habrían de alabar los mudos?). Pero ahora lo que quisiera es centrarme en la alabanza musical como parte de nuestros cultos en la iglesia.
Sin ánimo de polemizar más allá de lo razonable, quiero dejar clara mi postura sobre la utilización de instrumentos:
No soy contrario a su utilización en el culto cristiano.
Creo que si el Nuevo Testamento no los prohíbe expresamente, ni tampoco los exige, queda a nuestra voluntad su utilización o no. Si su uso fuera moralmente intolerable a los ojos de Dios habrían estado totalmente proscritos en el Antiguo Testamento.
Creo que el uso de instrumentos en el culto cristiano debería estar supeditado, en su mayor parte, al acompañamiento del canto de himnos, ya se trate de un canto congregacional (preferentemente), de un coro o de un solista.
En la Biblia hay muchos casos de cantos de alabanza (salmos e himnos), en muchos casos acompañados por instrumentos (Templo de Salomón), en otros no lo han sido (sobre todo en el Nuevo Testamento), pero no conozco casos de alabanza exclusivamente instrumental (no digo que no los haya, sólo que los desconozco, y si alguien me puede ayudar en este punto se lo agradeceré).
Tampoco me parece mal que haya una intervención instrumental en un momento dado del culto (al principio, al final, o mientras se ora), pero creo que es más escritural el canto, pues con las letras que se cantan sí se expresa nuestra alabanza a Dios. Ningún otro instrumento puede hablar, salvo el creado por Dios: la voz humana.
En relación a la alabanza en el cielo, en todos los casos que se menciona la utilización de arpas en el libro del Apocalipsis es acompañando un canto.
El otro instrumento que aparece en el Nuevo Testamento son las trompetas del Apocalipsis utilizadas a modo de fanfarria anunciadora del derramamiento de los juicios de Dios sobre la tierra (no son cantos de alabanza), excepto la última, con la que anuncia que todos los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo.
Repito que con esto no estoy negando la interpretación de piezas musicales exclusivamente instrumentales en un culto, pero si niego su primacía sobre el canto (y este preferentemente congregacional).
Las formas musicales utilizadas históricamente en el culto cristiano son Salmos e Himnos.
Todos sabemos aquí lo que es un Salmo, y todos sabemos que el libro de los 150 Salmos de David era para ser cantado; pero quizás no sean tan conocidas las características que debe reunir un Himno.
El término Himno, entendido en su sentido arqueológico, esto es, tal y cómo se entendía en la época del Antiguo Testamento y en tiempos de Jesús, es ‘un canto de alabanza a Dios’. Si falta alguna de estas tres características deja de ser un Himno religioso (añado lo de ‘religioso’ porque después han aparecido otras formas musicales también llamadas himnos que nada tienen que ver con lo que aquí se trata; por ejemplo: el ‘himno nacional’, el ‘himno de un equipo de fútbol’, etc.). Vemos, pues, que si no es cantado no es un himno; si no es de alabanza no es un himno; y si esa alabanza no está dirigida a Dios tampoco es un himno.
Ambas formas (Salmo e Himno) están enraizadas en la religión del pueblo judío y eran, por tanto, conocidas y practicadas por Jesús y los apóstoles (Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos; Mateo 26:30).
Estas formas musicales pasaron a la iglesia cristiana, y cuando Pablo menciona los ‘cánticos espirituales’ en Efesios y en Colosenses, según muchos musicólogos, más bien no se está refiriendo a una forma musical distinta a las mencionadas, sino que esta expresión engloba a ambas. Tal parece que esas eran las únicas formas conocidas en aquel entonces; aunque con el transcurso del tiempo surgirían otras muchas.
Creo que debería haber un estilo diferenciado entre la música que se toca en las iglesias y la que se toca fuera de ellas.
Tradicionalmente ha habido una separación entre los estilos y formas musicales en el culto cristiano y las externas a este acto. Cuando se escuchaba música uno sabía si se trataba de música ‘de iglesia’ o música ‘de baile’ o música ‘folclórica’, etc. Hoy día hay iglesias y ocasiones en la que esa diferencia no es apreciable.
Cuando mencioné en una anterior intervención que tenía que soportar en algunos cultos a músicos que no eran tales y cuyo nivel musical está más cercano al ruido que al arte, tenía en mente una experiencia personal en unas conferencias en las que intervenía un grupo de ‘rock cristiano’ que (yo no sé su efecto en los demás asistentes) produjo mi huida de la sala de conferencias ante música tan horripilante y a tan alto nivel sonoro.
Jamás he pensado que un hermano que toque algún instrumento tenga obligación de ir a estudiar a un conservatorio, aunque sería conveniente adquirir conocimientos musicales (en un conservatorio, en una academia musical, o con un profesor particular) hasta donde nuestra capacidad y circunstancias nos lo permitan para mejor alabar musicalmente al Señor. Si Él se merece lo mejor ¿por qué hemos de darle menos?
Lo que no es admisible, según mi criterio, es que un grupito de jóvenes en el transcurso de un culto se pongan a cantar y tocar unas músicas muy mal compuestas, con los instrumentos desafinados, y con unas niñas gritando unos textos teológicamente discutibles y casi ininteligibles por el volumen de los instrumentos.
Ya sé que para gustos se hicieron los colores, y que mis gustos musicales están mediatizados por mi vocación que luego fue y es profesión. No a todo el mundo le gusta la música ‘clásica’, sin embargo a mi me parece la más digna que podemos ofrecerle a nuestro Señor por ser la máxima expresión de la creatividad de una mente humana iluminada por la fe. No me estoy refiriendo a ‘toda la música clásica’ (pues incluso el término ‘clásica’ es incorrecto por referirse sólo a un período histórico, pero es el que ha quedado en el uso popular), sino a aquella (abundantísima) escrita sobre textos bíblicos o poéticos de exaltación de Dios, como por ejemplo: canto llano, mozárabe, ambrosiano, polifonía religiosa, corales, cantatas, pasiones, oratorios, etc., de compositores que derramaron su vida y sabiduría, empapados de fe en Jesús, en esas excelsas partituras que por su belleza, arte y magnificencia musical, perdurarán hasta que el Señor regrese, y ¿quién sabe? quizás un día nos veamos todos ensayando algunas de estas obras en el coro celestial.
De igual forma que a muchos no les gusta esta música, a mí no me gusta, por ejemplo, la música rock, ‘qué les vamos a hacer’, y no me parece adecuada para ser interpretada en un culto cristiano.
También me parecen muy adecuadas las expresiones musicales populares de almas sencillas redimidas con el deseo de ofrecer al Señor lo mejor que pueden y tienen. Ese es el verdadero espíritu de alabanza: dar lo mejor de sí mismo al Redentor. No tanto la calidad artística de la ofrenda.
Creo que hay músicas que no están compuestas con el propósito específico de alabar a Dios, pero tampoco para envilecer su nombre, por tanto son inocuas espiritualmente y cualquier cristiano tiene perfecto derecho a disfrutar de ellas si le place.
Yo creo que todo lo hermoso que hay en el universo, y todo lo bueno y bello que puede surgir de la mente humana (creación e imagen divina), aun de aquella que todavía no ha sido regenerada por el Espíritu Santo, es digno de respeto y de ser disfrutado por el creyente.
Al decir esto tengo en mente ciertas obras musicales, como determinadas óperas o conciertos sinfónicos o de cámara, que no son sino un mero espectáculo artístico, con cuyos melodiosos sonidos y escenografía dan placer al oído, a la vista y al espíritu
Para terminar quisiera decir que, aunque no lo he pretendido, si con este largo escrito he dado la impresión de ser presumido y poco humilde (como ya alguien me apuntó), y por si acaso en el fondo esto es verdad, les pido perdón.
Que el Señor les bendiga.
ADORAR
1. Reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina.
2. Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido.
ALABAR
1. Elogiar, celebrar con palabras.
Queridos/as hermanos/as:
Antes de exponer el tema que deseo tratar, he querido señalar algunas de las acepciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da a las palabras ‘adorar’ y ‘alabar’ como punto de referencia para evitar confusiones en los conceptos.
Vemos pues que adoración y alabanza son conceptos distintos. La adoración es una actitud constante de reverencia y honra a Dios, mientras que la alabanza es un concepto, integrado en el anterior, que requiere de un elogio con palabras a ese Dios al cual se adora. Por supuesto que la alabanza se produce primeramente en el corazón o en nuestro espíritu y también se alaba al señor en silencio (¿cómo, si no, lo habrían de alabar los mudos?). Pero ahora lo que quisiera es centrarme en la alabanza musical como parte de nuestros cultos en la iglesia.
Sin ánimo de polemizar más allá de lo razonable, quiero dejar clara mi postura sobre la utilización de instrumentos:
No soy contrario a su utilización en el culto cristiano.
Creo que si el Nuevo Testamento no los prohíbe expresamente, ni tampoco los exige, queda a nuestra voluntad su utilización o no. Si su uso fuera moralmente intolerable a los ojos de Dios habrían estado totalmente proscritos en el Antiguo Testamento.
Creo que el uso de instrumentos en el culto cristiano debería estar supeditado, en su mayor parte, al acompañamiento del canto de himnos, ya se trate de un canto congregacional (preferentemente), de un coro o de un solista.
En la Biblia hay muchos casos de cantos de alabanza (salmos e himnos), en muchos casos acompañados por instrumentos (Templo de Salomón), en otros no lo han sido (sobre todo en el Nuevo Testamento), pero no conozco casos de alabanza exclusivamente instrumental (no digo que no los haya, sólo que los desconozco, y si alguien me puede ayudar en este punto se lo agradeceré).
Tampoco me parece mal que haya una intervención instrumental en un momento dado del culto (al principio, al final, o mientras se ora), pero creo que es más escritural el canto, pues con las letras que se cantan sí se expresa nuestra alabanza a Dios. Ningún otro instrumento puede hablar, salvo el creado por Dios: la voz humana.
En relación a la alabanza en el cielo, en todos los casos que se menciona la utilización de arpas en el libro del Apocalipsis es acompañando un canto.
El otro instrumento que aparece en el Nuevo Testamento son las trompetas del Apocalipsis utilizadas a modo de fanfarria anunciadora del derramamiento de los juicios de Dios sobre la tierra (no son cantos de alabanza), excepto la última, con la que anuncia que todos los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo.
Repito que con esto no estoy negando la interpretación de piezas musicales exclusivamente instrumentales en un culto, pero si niego su primacía sobre el canto (y este preferentemente congregacional).
Las formas musicales utilizadas históricamente en el culto cristiano son Salmos e Himnos.
Todos sabemos aquí lo que es un Salmo, y todos sabemos que el libro de los 150 Salmos de David era para ser cantado; pero quizás no sean tan conocidas las características que debe reunir un Himno.
El término Himno, entendido en su sentido arqueológico, esto es, tal y cómo se entendía en la época del Antiguo Testamento y en tiempos de Jesús, es ‘un canto de alabanza a Dios’. Si falta alguna de estas tres características deja de ser un Himno religioso (añado lo de ‘religioso’ porque después han aparecido otras formas musicales también llamadas himnos que nada tienen que ver con lo que aquí se trata; por ejemplo: el ‘himno nacional’, el ‘himno de un equipo de fútbol’, etc.). Vemos, pues, que si no es cantado no es un himno; si no es de alabanza no es un himno; y si esa alabanza no está dirigida a Dios tampoco es un himno.
Ambas formas (Salmo e Himno) están enraizadas en la religión del pueblo judío y eran, por tanto, conocidas y practicadas por Jesús y los apóstoles (Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos; Mateo 26:30).
Estas formas musicales pasaron a la iglesia cristiana, y cuando Pablo menciona los ‘cánticos espirituales’ en Efesios y en Colosenses, según muchos musicólogos, más bien no se está refiriendo a una forma musical distinta a las mencionadas, sino que esta expresión engloba a ambas. Tal parece que esas eran las únicas formas conocidas en aquel entonces; aunque con el transcurso del tiempo surgirían otras muchas.
Creo que debería haber un estilo diferenciado entre la música que se toca en las iglesias y la que se toca fuera de ellas.
Tradicionalmente ha habido una separación entre los estilos y formas musicales en el culto cristiano y las externas a este acto. Cuando se escuchaba música uno sabía si se trataba de música ‘de iglesia’ o música ‘de baile’ o música ‘folclórica’, etc. Hoy día hay iglesias y ocasiones en la que esa diferencia no es apreciable.
Cuando mencioné en una anterior intervención que tenía que soportar en algunos cultos a músicos que no eran tales y cuyo nivel musical está más cercano al ruido que al arte, tenía en mente una experiencia personal en unas conferencias en las que intervenía un grupo de ‘rock cristiano’ que (yo no sé su efecto en los demás asistentes) produjo mi huida de la sala de conferencias ante música tan horripilante y a tan alto nivel sonoro.
Jamás he pensado que un hermano que toque algún instrumento tenga obligación de ir a estudiar a un conservatorio, aunque sería conveniente adquirir conocimientos musicales (en un conservatorio, en una academia musical, o con un profesor particular) hasta donde nuestra capacidad y circunstancias nos lo permitan para mejor alabar musicalmente al Señor. Si Él se merece lo mejor ¿por qué hemos de darle menos?
Lo que no es admisible, según mi criterio, es que un grupito de jóvenes en el transcurso de un culto se pongan a cantar y tocar unas músicas muy mal compuestas, con los instrumentos desafinados, y con unas niñas gritando unos textos teológicamente discutibles y casi ininteligibles por el volumen de los instrumentos.
Ya sé que para gustos se hicieron los colores, y que mis gustos musicales están mediatizados por mi vocación que luego fue y es profesión. No a todo el mundo le gusta la música ‘clásica’, sin embargo a mi me parece la más digna que podemos ofrecerle a nuestro Señor por ser la máxima expresión de la creatividad de una mente humana iluminada por la fe. No me estoy refiriendo a ‘toda la música clásica’ (pues incluso el término ‘clásica’ es incorrecto por referirse sólo a un período histórico, pero es el que ha quedado en el uso popular), sino a aquella (abundantísima) escrita sobre textos bíblicos o poéticos de exaltación de Dios, como por ejemplo: canto llano, mozárabe, ambrosiano, polifonía religiosa, corales, cantatas, pasiones, oratorios, etc., de compositores que derramaron su vida y sabiduría, empapados de fe en Jesús, en esas excelsas partituras que por su belleza, arte y magnificencia musical, perdurarán hasta que el Señor regrese, y ¿quién sabe? quizás un día nos veamos todos ensayando algunas de estas obras en el coro celestial.
De igual forma que a muchos no les gusta esta música, a mí no me gusta, por ejemplo, la música rock, ‘qué les vamos a hacer’, y no me parece adecuada para ser interpretada en un culto cristiano.
También me parecen muy adecuadas las expresiones musicales populares de almas sencillas redimidas con el deseo de ofrecer al Señor lo mejor que pueden y tienen. Ese es el verdadero espíritu de alabanza: dar lo mejor de sí mismo al Redentor. No tanto la calidad artística de la ofrenda.
Creo que hay músicas que no están compuestas con el propósito específico de alabar a Dios, pero tampoco para envilecer su nombre, por tanto son inocuas espiritualmente y cualquier cristiano tiene perfecto derecho a disfrutar de ellas si le place.
Yo creo que todo lo hermoso que hay en el universo, y todo lo bueno y bello que puede surgir de la mente humana (creación e imagen divina), aun de aquella que todavía no ha sido regenerada por el Espíritu Santo, es digno de respeto y de ser disfrutado por el creyente.
Al decir esto tengo en mente ciertas obras musicales, como determinadas óperas o conciertos sinfónicos o de cámara, que no son sino un mero espectáculo artístico, con cuyos melodiosos sonidos y escenografía dan placer al oído, a la vista y al espíritu
Para terminar quisiera decir que, aunque no lo he pretendido, si con este largo escrito he dado la impresión de ser presumido y poco humilde (como ya alguien me apuntó), y por si acaso en el fondo esto es verdad, les pido perdón.
Que el Señor les bendiga.