Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Sigamos leyendo allá los cristianos del s.II, y ahora respecto al Espíritu Santo en el N.T.

EL ESPÍRITU SANTO (II)

Pronunciada en Jerusalén, termina lo que quedaba acerca del Espíritu Santo. La lectura se toma de la Primera epístola a los Corintios: «Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia...» (I Cor 12,8 ss.)(1).

Nos detendremos en puntos fundamentales del Nuevo Testamento

1. En la catequesis precedente ofrecimos, en cuanto lo permitieron nuestras fuerzas, una pequeña parte de los testimonios referentes al Espíritu Santo. En la presente, en cuanto se nos permita, tocaremos, si Dios quiere, lo que nos queda, es decir, lo referente al Nuevo Testamento. Ya entonces, para no excedernos en el hablar, pusimos límites a nuestra tarea —pues nunca se acabaría de hablar del Espíritu Santo— y ahora daremos cuenta de una pequeña parte de lo que resta. No pretendemos ingenuamente cubrir lo poco que diremos con la multitud de lo que puede extraerse de la Escritura. Tampoco utilizaremos hoy razonamientos e invenciones humanas—no debe hacerse—, sino que nos bastará traer a la memoria las sentencias de la Sagrada Escritura. Es el procedimiento más seguro según el bienaventurado apóstol Pablo, que dice «... de las cuales también hablamos(2), no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales» (1 Cor 2, 13). Hacemos cosas semejantes a los viandantes y navegantes, los cuales, teniendo en mente la meta de un larguísimo camino, se apresuran adrede, pero acostumbran, por la limitación humana, a detenerse en las distintas ciudades y puertos.

Un solo Dios Padre, un solo Hijo, un solo Espíritu Santo

2. Pues aunque se han dado divisiones a la hora de disputar acerca del Espíritu Santo, él permanece no obstante indiviso, puesto que es único y el mismo. Igualmente cuando hablábamos del Padre, mencionábamos, por un lado, el sumo y único poder de su persona, y por otro, cómo se llamaba «Padre» y «Todopoderoso» y, además, creador de todas las cosas(3) pero esta distribución de las catequesis no significaba una división de la fe. Era único también el propósito de la piedad y de nuestra religiosidad cuando hablábamos del Hijo unigénito de Dios, cuando enseñábamos tanto lo que se refiere a su divinidad como lo que atañe a su humanidad. De este modo cuando distribuíamos en cuestiones diversas lo que había que decir acerca de nuestro Señor Jesucristo, predicábamos una fe indivisa en él. Así, pues, también ahora, aun habiendo dividido las catequesis acerca del Espíritu Santo, es una fe indivisa en él la que anunciamos. Pues el Espíritu Santo es uno y el mismo, pues «todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad» (1 Cor 12,11), pero él permanece sin división. Pues no hay otro Paráclito que no sea el Espíritu Santo, pero es único e idéntico aunque con diversas denominaciones: vivo y subsistente(4), que habla y actúa. Es santificador de todas las criaturas dotadas de razón que Dios ha hecho por medio de Cristo, los ángeles y los hombres.

Diversas denominaciones, pero un solo Espíritu

3. Pero que no crean algunos, por su ignorancia y por la diversidad de denominaciones del Espíritu Santo, que se trata de espíritus diversos, y no de uno único e idéntico, el único que existe. Por ello, la Iglesia Católica, que vela por tu seguridad, transmitió en la confesión de fe que creyésemos «en un único Espíritu Santo Paráclito, que habló por los profetas»: para que pudieses darte cuenta de que ciertamente las denominaciones pueden ser muchas, pero Espíritu Santo sólo hay uno. De aquellas muchas denominaciones os hablaremos ahora de algunas.

La relación del Espíritu Santo al Hijo y al Padre

4. Se llama Espíritu según lo que hemos leído: «Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría» ( 1 Cor 12,8). Y se le llama Espíritu de Verdad, según lo que dice el Salvador: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad...» (Jn 16, 13). También se le llama Paráclito, como también dijo: «... porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (16, 7). Y que se trata de una única y misma realidad, a la que se denomina con nombres diversos, se explica claramente por lo que inmediatamente diré. Pues ya se dijo que el Espíritu Santo y el Paráclito son el mismo. Pero está igualmente dicho que son lo mismo el Paráclito y el Espíritu de la verdad: «(Y yo pediré al Padre) y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad» (14, 16-17). Y también, «cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad» (15, 26). Se le llama Espíritu de Dios, como está escrito: «He visto al Espíritu que bajaba... sobre él» (Jn 1, 32), y, a su vez: «Todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rm 8, 14). También se le denomina Espíritu del Padre, como dijo el Salvador: «No seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará por vosotros» (Mt 10, 20). Y también Pablo: «Doblo mis rodillas ante el Padre» (Ef 3, 14) y, más abajo: «... para que os conceda... que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu» (3, 16). Se le llama también Espiritu del Señor, como dice Pedro: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba el Espíritu del Señor?» (Hech 5, 9). Igualmente se le llama Espíritu de Dios y de Cristo, como Pablo escribe: «Más vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece» (Ro». 8, 9). Se le llama asimismo Espíritu del Hijo de Dios, como está dicho: «La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4). Y se le menciona también como Espíritu de Cristo, como ha quedado escrito: «... procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo» (I Pe 1, 11). Y también: «... gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo» (Flp 1, 19).

Más denominaciones del Espíritu Santo

5. Además encontrarás otras muchas denominaciones del Espíritu Santo. Pues se le llama Espíritu de santificación, como está escrito: «Según el Espíritu de santidad» (Rm 1, 4)(5). También se le llama Espíritu de adopción, como dice Pablo: «Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8, 15). Igualmente se le llama Espiritu de revelación, según está escrito: «... os conceda (el Dios de nuestro Señor Jesucristo) espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente» (Ef 1, 17). También se le menciona como Espíritu de la Promesa, como se dice en el mismo lugar: «En él también vosotros, tras haber... creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa» (1, 13). Se le llama también Espíritu de gracia, cuando a su vez, dice: «el que... ultrajó al Espíritu de la gracia» (Hebr 10, 29). Y también se le denomina con otras muchas denominaciones del mismo modo. Oíste claramente también en la catequesis precedente que a él en los Salmos se le llama a veces «bueno» y, a veces, «generoso» (51, 14). Y en Isaías se le ha llamado «espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2). De todo lo cual se deduce, tanto de lo anterior como de lo que hemos dicho ahora, que realmente son distintas las denominaciones, pero el Espíritu Santo es uno y el mismo, vivo y subsistente, siempre presente juntamente con el Padre y el Hijo. No es proferido mediante palabras por la boca o los labios del Padre o del Hijo, ni mediante ninguna expiración ni tampoco es echado al aire, sino que subsiste en sí mismo(6), hablando y actuando él mismo, dispensador y santificador. No es dispensación con desgarro, sino en la concordia, y es la única que da la salvación, la cual procede —como ya dijimos—, del Padre, el Hijo y Espíritu Santo. Quiero que recordéis lo que hace poco dijimos(7) y que claramente os deis cuenta de que no se trata, en la Ley y los Profetas, de un Espíritu y de otro distinto en los Evangelios y en los Apóstoles. Sólo hay un único e idéntico Espíritu Santo, que inspiró las Sagradas Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

El Espíritu Santo hizo posible la concepción virginal de María

6. Este es el Espíritu Santo que vino a Santa María Virgen. Pues como se trataba de engendrar a Cristo, el Unigénito, la fuerza del Altísimo la cubrió con su sombra y el Espíritu Santo, acercándose hasta ella (cf. Lc 1, 35), la santificó para esto, para que pudiese tener en su interior a aquel por quien todo fue hecho. No tengo necesidad de muchas palabras para que entiendas que esta gestación estuvo libre de toda mancha y contaminación, pues ya lo aprendiste (cf. cat. 12, núm. 25). Gabriel es quien a ella le dijo: soy mensajero y pregonero de lo que ha de suceder, pero yo no participo en la operación. Pues aunque sea arcángel, soy conocedor de mi orden y de mi oficio. Yo te anuncio la alegría, pero no es por gracia mía por lo que darás a luz: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35).

El Espíritu Santo en Isabel, Zacarías y Simeón

7. Este Espíritu Santo mostró su eficacia en Isabel. Pues no sólo actuó con las vírgenes, sino también entre cónyuges con tal que se trate de un matrimonio legítimo. «E Isabel quedó llena de Espíritu Santo» (Lc 1, 41) y profetizó. Y la preclara sierva dijo de su Señor: «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (1, 43). Pues Isabel la llamó bienaventurada (1, 45). Lleno del mismo Espíritu, también Zacarías, padre de Juan, profetizó diciendo cuántos bienes causaría este Unigénito, añadiendo además que Juan sería, por su bautismo, precursor suyo. También Simeón el justo fue advertido por el Espíritu Santo de que no vería la muerte antes de contemplar al Mesías del Señor y, recibiéndolo en sus brazos, dio testimonio públicamente en el Templo en lo que a él le tocaba (cf. Lc 2, 25-35).

Juan Bautista y el Espíritu Santo

8. Juan, por su parte, que había sido lleno por el Espíritu Santo desde el seno de su madre (Lc 1, 5), fue santificado en orden a bautizar al Señor, no porque él comunicase el Espíritu sino porque anunciaba al que sí lo comunicaba. Pues dice: «Yo os bautizo con agua para conversión; pero el que viene detrás de mí... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mt 3, 11). «En fuego», ¿por qué? Porque en lenguas de fuego tuvo lugar el descenso del Espíritu Santo. Acerca de lo cual dice el Señor con alegría: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!».

El Espíritu Santo en el bautismo de Jesús

9. Este Espíritu Santo descendió al ser bautizado el Señor (Mt 3, 16) para que no quedase oculta la dignidad del que se bautizaba, según lo que dice Juan: «El que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quién veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo (Jn 1, 33). Pero mira lo que dice el evangelio: «Se abrieron los cielos». Abiertos por la dignidad del que descendió. Dice: «Se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él». (Mt 3, 16). Se trataba de un descenso por su propia iniciativa(8). Pues era conveniente, como algunos han interpretado, que las primicias y los dones del Espíritu Santo, que se otorgan a los bautizados, se mostrasen en primer lugar en la humanidad del Salvador, que es quién tal gracia confiere(9). Descendió en forma de paloma —como dicen algunos, pura, inocente y sencilla—, cooperando con sus oraciones en favor de los nuevos hijos y del perdón de sus pecados, mostrando así la imagen y el ejemplo(10). De este modo se había predicho, en forma misteriosa, que el Mesías habría de manifestarse de esa manera. Pues en el Cantar de los Cantares se exclama acerca del Esposo: «Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua» (Cant 5, 12)(11).

El Arca de Noé, la paloma, el bautismo, el Espíritu Santo(12)

10. Según algunos, una imagen de esa paloma venía ofrecida en parte por aquella de la que se cuenta en la historia de Noé (Gén 8, 8 ss.). Pues en aquellos tiempos llegó a los hombres, a través de la madera y el agua, la salvación y el comienzo de la nueva humanidad. La paloma volvió a Noé al atardecer, llevando un ramo de olivo (Gén 8, 11). Así, dicen, fue el Espíritu Santo quien descendió en realidad junto a Noé, el cabeza de esa nueva humanidad. El (el Espíritu Santo) es el que hizo una unidad de las voluntades y el genio de los linajes diversos. De esta diversidad de intereses eran imagen las distintas naturalezas de los animales encerrados en el arca. Y después que él (Cristo) llegó, los lobos espirituales pastan juntamente con las ovejas, porque la Iglesia apacienta al ternero y al toro junto al león (Is 11, 6; 65, 25). Hoy día vemos que los príncipes del mundo son guiados y enseñados por los hombres de la Iglesia. Por tanto descendió, como algunos interpretan, una paloma inteligible en el momento del bautismo. Así mostraba que era el mismo el que por el leño de la cruz otorga la salvación a los que creen y el que, al atardecer(13), habría de traer la salvación mediante su muerte.

El mismo Jesús habla del Espíritu Santo y lo promete a los Apóstoles (14)

11. Y de estas cosas hay que hablar también bajo otro aspecto. Es necesario oír las palabras del Salvador sobre el Espíritu Santo. Pues dice: «El que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5). Y sobre que esta gracia viene del Padre dice: ¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Jn 11, 13). Y también señala que Dios ha de ser adorado en Espíritu: «Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben adorar en espíritu y verdad» (Jn 4, 23-24). Y también: «Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios...» (Mt 12, 28), y poco después, en lo que se sigue: «Por eso os digo: todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el otro» (12, 31-32). Y asimismo dice: «Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 16-17). Y también dice: «Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (14, 25-26). Y dice: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (15,26). También: «Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito... y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio» (16, 7-8). Y a su vez, en lo que sigue: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (16, 12-15). He leído expresiones del mismo Unigénito, de modo que ya no prestes atención a palabras humanas.

El don parcial del Espíritu Santo, ya el mismo día de la resurrección

12. Otorgó el don del Espíritu Santo a los apóstoles. Pues está escrito: «Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas"» (Jn 20, 22-23). Esta es la segunda vez que se insufló el Espíritu, puesto que la primera (Gén 2, 7)(15) había quedado oscurecido por los pecados voluntarios. Ahora se cumplió lo que está escrito: «Ascendió soplándote a la cara, librándote de la aflicción» (Nah 2, 2 LXX) . ¿De dónde «ascendió»? De los infiernos(16). El evangelio narra, en efecto, que, después de su resurrección, sopló Jesús sobre ellos (Jn 20, 22). Realmente les da su gracia en este momento, pero la otorgará después con mayor abundancia. Es como si les dijera: estoy en condiciones de dárosla ahora, pero el recipiente no puede recogerla. Recibid por ahora la gracia que podáis, pero esperad una más amplia. «Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto» (Lc 24, 39). Ahora «recibidla» en parte; más tarde, íntegramente, y seréis completamente portadores de ella. Pues el que «recibe», a menudo sólo tiene en parte lo que se le concede. Pero el que se reviste, se cubre completamente con la estola. No temáis—dice—las armas del diablo y sus dardos, pues seréis portadores de la fuerza del Espíritu Santo. Acordaos de lo que anteriormente decíamos, que no es el Espíritu Santo el que se divide, sino la gracia que él confiere.

La venida del Espíritu en Pentecostés

13. Ascendió, pues, Jesús a los cielos y cumplió su promesa. Pues les había dicho: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito» (Jn 14, 16). Estaban sentados a la espera de la venida del Espíritu Santo. «Al llegar el día de Pentecostés» (Hech 2, 2), aquí, en esta ciudad de Jerusalén —en realidad, es algo que nos afecta, pues no hablamos de lo que a otros les sucedió, sino de los dones que se nos han concedido a nosotros—, cuando era, digo, Pentecostés, estaban sentados y llegó del cielo el Paráclito: custodio y santificador de la Iglesia, rector de las almas, guía de los arrojados a las olas y a la tempestad, luz de los perdidos, árbitro de los que combaten y corona de los vencedores.

La venida del Espíritu penetra en el interior del alma

14. Y descendió para revestir de su poder y bautizar a los apóstoles. Dice el Señor: «Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días» (Hech 1, 5). No es que la gracia se haya dividido o se dé sólo en parte, sino que es una fuerza íntegra y que se ha derramado totalmente. Pues así como el que es bautizado por inmersión queda rodeado de agua por todas partes, así los bautizados en el Espíritu se encuentran totalmente envueltos de él. Por otra parte, el agua se derrama de modo externo al cuerpo, pero el Espíritu penetra y bautiza al alma escondida sin que nada se le oculte. ¿De qué te asombras? Toma el ejemplo de la materia, débil y humilde, pero que puede ser útil a los más sencillos. El fuego, al penetrar en el interior del hierro, todo lo convierte en fuego y hace que hierva el metal frío, comenzando así a brillar lo que era negro y oscuro. Pues bien, si el fuego, una realidad material, al introducirse en el interior del hierro, actúa ahí sin encontrar obstáculos, ¿por qué te asombras de que el Espíritu Santo penetre en el interior del alma?

El acontecimiento de Pentecostés en Hech 2

15. Y para que no se ignorase la grandeza de la gracia que venía, sonó como una trompeta celeste: «De repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso» (Hech 2, 2), que daba así una señal de la venida de aquel que concede a los hombres «obtener con violencia el Reino de Dios» (cf. Mt 11, 12). Y hacía que los ojos viesen unas lenguas de fuego y que los oídos oyesen el sonido. Y «llenó toda la casa en la que se encontraban» (Hech 2, 2). Aquella casa se convirtió en el receptáculo de una onda inteligible. Los discípulos estaban sentados en el interior y se llenó toda la casa. Fueron bautizados, «sumergidos»(17) del todo. de acuerdo con la promesa (cf. Hech 1,5). Se revistieron en el alma y en el cuerpo de un vestidura divina y saludable. «Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo» (2, 3). Recibieron un fuego que no abrasaba, sino que era saludable y que, destruyendo las espinas de los pecados, devolvió al alma su brillo y su esplendor. Este es el que pronto habrá de venir a vosotros. Y mientras corta y retira vuestros pecados, que son como espinas, hará resplandecer en mayor medida el fondo de vuestra alma y os dará la gracia, como entonces la dio a los apóstoles. Se posó sobre ellos bajo la apariencia de unas lenguas de fuego, como queriendo redimir sus cabezas con diademas espirituales en forma de lenguas de fuego. En anterior ocasión, una espada de fuego impedía la entrada al paraíso (Gn, 03-24). Ahora, una lengua de fuego que procuraba la salvación devolvió aquella gracia.

El don de lenguas

16. «Y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hech 2, 4). El galileo Pedro y Andrés hablan la lengua de los persas o los medos. Juan y los demás apóstoles hablaban en cualquier lengua a gentes que provenían de pueblos diversos. Pues no es ahora cuando ha comenzado a reunirse de todas partes una multitud de gente extranjera, sino que ello sucedió ya desde aquella época. ¿Dónde se encontrará un maestro tan grande que sólo con el ejemplo enseñe a sus oyentes sin haber éstos aprendido previamente su lengua? Muchos años se emplean, mediante la gramática y las demás artes, para sólo aprender a hablar correctamente en griego. Y no todos, sin embargo, lo hablan del mismo modo. Tal vez un rhétor(18) consigue hablar hermosamente, pero quizá no un gramático. Y un experto en gramática desconoce tal vez las materias filosóficas. Pero el Espíritu Santo enseñó a la vez muchas lenguas que aquellos hombres no habían aprendido nunca. Esto es realmente una gran sabiduría y una fuerza de Dios. ¿Puede acaso compararse una incultura de tantos años por parte de aquellos con la energía múltiple e inaudita de las lenguas?

El asombro de los creyentes

17. Se produjo estupor en la multitud de los que estaban escuchando (Hech 2, 6), una confusión diferente a la confusión que provenía del mal y que se había producido en Babel (cf. Gén. 11, 7-9). Pues en aquella se produjo, con la confusión de lenguas, una división de espíritus y voluntades cuando se concibió un proyecto opuesto a Dios(19). Pero aquí los pensamientos de la mente fueron reparados y llamados a la unidad, pues eran intereses piadosos los que estaban de por medio. Por los mismos medios por los que se produjo la caída, se produjo también la conversión. De ahí que se admirasen diciendo: «¿Cómo cada uno de nosotros les oímos?» (Hech 2, 8). No tiene nada de extraño que lo ignoréis, pues también Nicodemo desconocía la llegada del Espíritu, y a él le fue dicho: «El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3, 8). Y si alguna vez oigo su voz, desconozco de dónde viene. ¿Cómo podré explicar su persona?

El Espíritu Santo es como el vino nuevo de la nueva Alianza

18. «Otros en cambio decían riéndose: "¡Están llenos de mosto!" (Hech 2, 13)». Decían la verdad pero en plan de burla. Pues se trataba de un vino verdaderamente nuevo: la gracia de la nueva Alianza. Este era un vino realmente nuevo(20), de una viña inteligible, que a menudo, según los profetas, ya había dado fruto y que germinó en el Nuevo Testamento. Pues del mismo modo que, tomando un ejemplo gráfico, la viña permanece siempre la misma, pero según el cambio de las estaciones produce siempre frutos nuevos, así, aún permaneciendo siempre el Espíritu como él es, del mismo modo que manifestó a menudo su fuerza en los profetas, decidió ahora algo nuevo y admirable. Ya anteriormente llegó la gracia a los Padres, pero ahora lo hace en mayor medida. Pues ellos recibían realmente una participación en el Espíritu Santo. Pero en esta ocasión(21) fueron bautizados (en él) íntegra y plenamente.

Se cumplen la promesa del Espíritu por Jesús y la profecía de Joel

19. Mas Pedro, que tenía el Espíritu Santo, era plenamente consciente de lo que tenía y dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén», que predicáis a Joel pero desconocéis las Escrituras, «no están estos borrachos, como vosotros suponéis» (Hech 2, 14-15). Pues están ebrios, pero no como vosotros pensáis, sino según lo que está escrito: «Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas» (Sal 36, 9). Están ebrios con sobria ebriedad, la que destruye el pecado y da vida al corazón, completamente distinta a la borrachera del cuerpo. Pues ésta provoca que olvidemos las cosas que sabemos, pero aquella otra otorga incluso el conocimiento de las cosas desconocidas. Están ebrios de vino de la vid inteligible, él que dice: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15, 5). Y si a mí no me creéis, entended por la misma circunstancia de tiempo lo que digo. «Pues es la hora tercia del día» (Hech 2, 15). El (Cristo) había sido crucificado a la hora tercia, como dice Marcos (15, 25). Ahora también(22) envió la gracia. Pues no son distintas aquella gracia y ésta, sino que el que había sido crucificado y se había comprometido, cumplió así su palabra. Si optáis por aceptar este testimonio, oíd lo que dice: «Es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu...» (Hech 2, 16-17; cf.Joel 3, 1-5). Pero derramaré quiere decir una donación copiosa, pues Dios «da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano» (Jn 3, 34-35). Y le dio la potestad de conceder la gracia del Espíritu Santísimo a quienes desee. «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas» (Hech 2, 17)...» y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu» (2, 18; cf.Joel 3, 1-2). El Espíritu Santo no hace acepción de personas, pues no busca dignidades sino la piedad del alma. Ni los ricos se endurezcan ni pierdan el ánimo los pobres, sino que simplemente se prepare cada uno para recibir la gracia celestial.

Ante la multitud de datos, reduciremos nuestras pretensiones

20. Son muchas las cosas que hemos tratado hoy y quizá estén fatigados los oídos. Pero quedan todavía muchas cosas y para concluir la enseñanza sobre el Espíritu Santo serían necesarias una tercera e incluso más catequesis Pero concédasenos la venia de todo ello, pues se nos echa ya encima la fiesta de la Pascua. Por consiguiente, hoy todavía hablaremos de ello, pero no podremos mencionar todo lo que hay en el Nuevo Testamento. Y es que nos quedan muchos datos de los Hechos de los Apóstoles, según los cuales la gracia del Espíritu Santo actuó eficazmente en Pedro y también en todos los demás apóstoles. Hay otras muchas cosas en las epístolas católicas y en las catorce epístolas de Pablo, de las que ahora intentaremos deshojar algunas pocas, como tomándolas de un prado inmenso, con la finalidad de traerlas a la memoria.

La fuerza de las palabras de Pedro. Curación del paralítico. Ananías y Safira

21. Pues en la fuerza del Espíritu Santo, por voluntad del Padre y del Hijo, «Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz» (según aquello: «Clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén», Is 40, 9) y en la red espiritual de sus palabras captó «unas tres mil almas» (Hech 2, 41). En todos los apóstoles actuaba una gracia tan intensa que muchísimos de los judíos—que habían crucificado al Mesías—creían y se hacían bautizar en nombre de Cristo, y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en las oraciones (cf. Hech 2, 42). Y en una ocasión en que, por la misma fuerza del Espíritu Santo, Pedro y Juan, a la hora nona, habían subido al templo a orar, sanaron a uno que estaba en la Puerta Hermosa, cojo desde el seno de su madre, hacía cuarenta años (3, 110). Así se cumplía lo dicho: «Entonces saltará el cojo como un ciervo» (Is 35). Con la red espiritual de su enseñanza creyeron aquel día cinco mil (Hech 4, 4) y declararon convictos de error a los jefes del pueblo y a los sumos sacerdotes. Y ello, no en virtud de su propia sabiduría, pues eran iletrados e ignorantes, sino por la eficacia del Espíritu. Pues está escrito: «Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo...» (Hech 4, 8 ss.). Y fue tanta la gracia del Espíritu Santo que se obró por los doce apóstoles en los que habían creído, que éstos eran un solo corazón y una sola alma, pero era común el uso de sus bienes. Pues los que poseían entregaban religiosamente el valor de sus posesiones y ninguno entre ellos pasaba necesidad. Ananías y Safira, que intentaron engañar al Espíritu Santo, hubieron de soportar un castigo adecuado (5, 1-11).

El vigor del Espíritu Santo

22. «Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo» (5, 12). Y tanta gracia del Espíritu había sido derramada sobre los apóstoles que, aunque eran sencillos, producían temor (pues había quienes no se atrevían a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa). Pero se les añadían «muchedumbres de hombres y mujeres que creían»... «hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados» (5, 15-16; cf. 5, 13) por la fuerza del Espíritu Santo.

Prendimiento y liberación de los apóstoles

23. En otra ocasión los doce apóstoles, arrojados —por anunciar a Cristo—a la cárcel por los príncipes de los sacerdotes, fueron sacados de allí de noche por el Angel(23) en contra de lo que se hubiera podido esperar. Y llevados desde el templo al tribunal hasta ellos(24), les reprendieron hablándoles valientemente de Cristo. Y cuando añadieron que «Dios dio también el Espíritu Santo a los que le obedecen» (Hech 5, 32) y les azotaron con cuerdas, marcharon alegres y no cesaban de enseñar y anunciar la buena noticia de Cristo Jesús (cf. 5, 40-42).

La fuerza del Espíritu Santo en el diácono Esteban

24. Pero la gracia del Espíritu Santo no fue eficaz sólo en los doce apóstoles, sino también en los hijos primogénitos de esta Iglesia a veces estéril. Me refiero a los siete diáconos. Estos fueron elegidos, como dice la Escritura, «llenos de Espíritu y de sabiduría» (Hech 6, 3). Uno de ellos, Esteban, llamado así dignamente por la corona(25), primicia de los mártires, «hombre lleno de fe y de Espíritu Santo» (6, 5), «realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales» (6, 8). Con él entablaban discusiones algunos, «pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (6, 10). Atacado con calumnias y llevado a juicio, brillaba con fulgores angélicos. Pues «fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel». Y después de haber refutado, con una sabia apología de sí mismo, a los judíos, de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, y que siempre se resisten al Espíritu Santo (Hech 7, 51), «vio la gloria de Dios y al Hijo del hombre que estaba en pie a la diestra de Dios». Pero no lo vio por su propio poder, sino que, como dice la Sagrada Escritura, «lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios» (7, 55).

En el diácono Felipe. Conversión del eunuco etíope

25. En la misma fuerza del Espíritu Santo, también Felipe, en el nombre de Cristo, expulsaba en alguna ocasión, en una ciudad de Samaria, espíritus inmundos que daban fuertes gritos. Y curó a paralíticos y cojos, y convirtió a Cristo a una gran multitud de aquellos que habían creído (Hech 8, 4-8). Habiendo bajado a ellos Pedro y Juan, les hicieron, por la imposición de las manos, partícipes del Espíritu Santo (8, 14-17). De lo cual fue merecidamente privado sólo Simón Mago (18-24). En otro momento, llamado por el Ángel del Señor a ponerse en camino a causa de aquel piadosísimo eunuco etíope (8, 26 ss.), oyó claramente al mismo Espíritu Santo: «Acércate y ponte junto a ese carro» (8, 29). Instruyó al etíope y lo bautizó, y envió así hasta Etiopía el mensaje de Cristo, según lo que estaba escrito: «Tienda hacia Dios sus manos Etiopía» (Sal 68, 32). Y, arrebatado por un ángel(26), anunciaba el evangelio a todas las demás ciudades.

En el apóstol Pablo

26. Del mismo Espíritu Santo estuvo lleno también Pablo, después que fue llamado por Nuestro Señor Jesucristo. Como piadoso testigo de esto tenemos al piadoso Ananías, que se encontraba en Damasco y le dijo a Pablo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo» (Hech 9, 17). Y él, que actuó rápidamente, devolvió a los ojos cegados de Pablo el uso de la luz, imprimiendo un sello(27) en su alma. Lo convirtió así en vaso de elección (cf. Hech 9, 15), para que llevase ante los reyes y los hijos de Israel el nombre del Señor que se le había aparecido. Al que antes había sido perseguidor lo convirtió en heraldo y en siervo bueno, que llevó el evangelio desde Jerusalén hasta Iliria; llenó a la Roma imperial con sus enseñanzas y extendió hasta España su voluntad diligente de anunciar el Kerigma(28). Abordó, además, mil tareas y realizó signos y prodigios. Pero de momento baste con lo dicho.

El Espíritu Santo ilumina a Pedro

27. En la fuerza, por consiguiente, del mismo Espíritu Santo, Pedro, príncipe de los apóstoles y encargado de las llaves del reino de los cielos, en Lidda (actual Dióspolis), devolvió la salud en nombre de Cristo al paralítico Eneas (9, 32-35). Y en Joppe levantó de entre los muertos a Tabita (9, 36-37), que se dedicaba a hacer buenas obras. Y estando en la parte más alta de la casa, en un éxtasis, vio el cielo abierto y que bajaba como un gran lienzo, en el que había numerosas figuras y animales, de modo que no se pudiera decir que nadie, aunque fuese griego, fuera vulgar o inmundo (10, 14-16). Llamado por Cornelio, oyó (Pedro) claramente del mismo Espíritu Santo: «Ahí tienes unos hombres que te buscan. Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo les he enviado» (10, 19-20). Y para explicar con más claridad que también los que creen de entre los gentiles son hechos partícipes de la gracia del Espíritu Santo, al llegar Pedro a Cesárea y enseñar lo que se refiere a Cristo, dice la Escritura acerca de Cornelio y de los que estaban presentes: «Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra» (10, 44), de tal manera que los que habían venido con Pedro de entre los circuncisos se asombraban y, estupefactos, decían: «Que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles» (v. 45)(29).

La comunidad de Antioquía y la primera misión de Bernabé y Pablo

28. Y en Antioquía de Siria, ciudad nobilísima, se desarrolló admirablemente el anuncio de Cristo y desde el lugar en que estamos fue enviado a Antioquía, como colaborador de aquella buena obra, Bernabé, «un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe» (Hech 11, 24). Al ver una gran mies de creyentes en Cristo, llevó como ayudante a Pablo desde Tarso a Antioquía. Y como hubiesen reunido una gran multitud en la asamblea, todos instruidos en sus mandatos y congregados allí, sucedió que «en Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos (11, 26). En Antioquía derramó Dios de modo muy abundante el Espíritu. Había allí profetas y doctores (13, 1), con los cuales también estaba Agabo (12, 28). «Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado" (13, 2). Entonces, tras haberles impuesto las manos, fueron enviados por el Espíritu Santo (cf. 13, 3). Está, pues, claro que el Espíritu que habla y envía, está vivo, tiene subsistencia propia y, como dijimos, actúa con eficacia.

La controversia de Antioquía y el llamado «concilio» de Jerusalén

29. El mismo Espíritu Santo, que, en consenso con el Padre y el Hijo, inspiró en la Iglesia el Nuevo Testamento, nos liberó de las difíciles cargas de la Ley, quiero decir las que se refieren a lo puro e impuro y a los alimentos. Nos liberó de los sábados, de los novilunios y de la circuncisión, las aspersiones y los sacrificios (cf. Rom 8, 2; Hech 15, 10; Hebr 9, 10), las cuales cosas, dadas por un tiempo, eran «una sombra de los bienes futuros» (Hebr 10, 1). Pero cuando ha llegado la verdad, adecuadamente han sido suprimidas. Al suscitarse la controversia en Antioquía por parte de quienes decían que era necesario circuncidarse y observar las normas de Moisés, fueron enviados Pablo y Bernabé. Los apóstoles, que se encontraban entonces en Jerusalén, con todo el bagaje de la ley y de las figuras, liberaron a todo el orbe mediante una carta que escribieron. Pero no se atribuyeron a sí mismos la autoridad de un asunto de tanta envergadura, sino que en la epístola declaran: «Nos ha parecido(30) al Espíritu Santo y a nosotros no imponernos más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza (Hech 15, 28-29). Mediante lo que escribieron dieron a entender abiertamente que, aunque aquello lo habían escrito los apóstoles, que eran hombres, aquello era, sin embargo, un mandato del Espíritu Santo y afectaba al mundo entero. Por todo el mundo, tomándolo consigo, lo llevaron Pablo y Bernabé.

La fuerza del Espíritu en los viajes misioneros de Pablo

30. Llegados a este punto de mis palabras, ruego de vuestro amor que me concedáis la venia. Se lo suplico también al Espíritu Santo que habitaba en Pablo, si no me es posible que lo logre todo, tanto por mi debilidad como por la propia fatiga de vosotros que estáis oyendo. Pues, ¿cuándo he explicado dignamente sus hazañas admirables en nombre de Cristo y por obra del Espíritu Santo? Lo sucedido en Chipre con el mago Elimas (Hech 13, 5-12) o la curación del tullido en Listra (14, 8-10), y lo de Cilicia (15, 41), Frigia y Galacia (16, 6), Misia (16, 8) y Macedonia (16, 99 ss.). O también lo de la ciudad de Filipos (16, 12 ss.). Me refiero a su predicación y a la expulsión, en nombre de Cristo, de un espíritu de adivinación (16,16-18). También, tras el terremoto, la salvación que se dio por el bautismo al guardián de la cárcel con toda su casa (16, 25-34). Igualmente, lo sucedido en Tesalónica (17, 1 ss.) o su discurso entre los atenienses en el Areópago (17, 22 ss.). O sus trabajos de enseñanza en la ciudad de Corinto y en toda Acaya (18, 1 ss.). ¿Cómo habré de continuar diciendo todo lo que, por medio de Pablo, hizo el Espíritu Santo en Efeso? A él (el Espíritu Santo) lo conocieron, por la enseñanza de Pablo, quienes anteriormente no lo conocían. Pues después de que Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo, «se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar» (Hech 19, 6). Y tanta era la gracia del Espíritu sobre él que no sólo el contacto con él producía la salvación, sino que también los pañuelos y los mandiles que se habían separado de él curaban las enfermedades y se retiraban los malos espíritus (Hech 19, 12). Además, los que se habían dedicado a las artes esotéricas «reunieron los libros y los quemaron delante de todos» (19, 19).

31. Paso por encima de lo realizado también en Tróade, en Eutico, que, vencido por el sueño, «se cayó del piso tercero abajo» y «lo encontraron ya cadáver» (Hech 20, 9), pero fue devuelto sano y salvo por Pablo (cf. 20, 10). Paso por alto la profecía que expuso ante los presbíteros de Efeso convocados en Mileto, a los que explicó ampliamente: «Solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que...», etc. (20, 23 ss.). Por las palabras «en cada ciudad» hacía Pablo referencia a las cosas admirables que había hecho en cada lugar y que provenían de la acción del Espíritu Santo: por voluntad de Dios y en nombre de Cristo que hablaba en él. Por la fuerza de este Espíritu Santo, Pablo también venía decidido a esta santa ciudad de Jerusalén, aunque Agabo profetizaba por el Espíritu las cosas que le habían de suceder (cf. Hech 21, 10). Pero él exponía entre los pueblos su doctrina con la confianza de Cristo. Trasladado a Cesarea (23, 23 ss.), sentado en medio de los jueces, ante Félix (24, 10 ss.) o bien ante el procurador Festo o ante el rey Agripa, Pablo, por el Espíritu Santo y con la sabiduría de la gracia vencedora, consiguió que el mismo rey de los judíos, Agripa, dijese: «Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano» (26, 28). El mismo Espíritu Santo concedió a Pablo que en la isla de Mileto no resultase herido en absoluto al ser mordido por una víbora y que realizase diversas curaciones con enfermos (Hech 28, 1-9). El mismo Espíritu Santo condujo al antiguo perseguidor como heraldo a la Roma regia. Persuadió a muchos de los judíos que allí vivían a que creyesen en Cristo y a quienes contradecían les hablaba claramente: «Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías..., etc.» (28, 25)(31).

Pablo mismo estaba lleno del Espíritu Santo

Pero que Pablo estaba lleno del Espíritu Santo, y también los demás apóstoles semejantes a él y a los que después de ellos creen en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo(32), escuchaselo claramente a él mismo que en sus cartas escribe: «Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría», sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder» (1 Cor 2, 4). Y también: «... y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor 1, 22). Y: «Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales» (Rm 8, 3). Y a su vez, escribiendo a Timoteo, le dice que ha conservado el depósito de la fe (cf. 2 Tim 4, 6-8) «por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).

El Espítu Santo tiene su propia actuación

33. Y que el Espíritu Santo tiene su propia subsistencia, vive, habla y anuncia lo que ha de suceder es algo que muchas veces ya hemos dicho en las cosas tratadas anteriormente. De modo penetrante escribe Pablo a Timoteo: «El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe» (1 Tim 4, 1). Esto lo vemos no sólo en los tiempos antiguos, sino en la escisiones de nuestra época, puesto que los herejes enseñan diversos errores que adoptan formas diferentes. Y dice él también: «... que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu» (Ef 3, 5). Y a su vez: «Por eso, como dice el Espíritu Santo» (Hebr 3, 7), y: «también el Espíritu Santo nos da testimonio de ello» (Hebr 10, 15). También aclama a los soldados de la justicia diciendo: «Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica» (Ef 6, 17-18). Y de nuevo: «No os embriaguéis de vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados» (5, 18-19). Y, por último: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros».

Se debe aceptar, pues, al Espiritu Santo

34. Por todo lo cual y por otras muchas cosas que no se han mencionado se recomienda vivamente que los hombres acepten la fuerza personal, santificadora y eficazmente activa del Espíritu Santo. Pues me faltaría tiempo para hablar, si quisiera continuar, de lo que queda por decir acerca del Espíritu Santo en las catorce epístolas de San Pablo, en las que él enseñó diversa, íntegra y piadosamente. Pero que se nos conceda el don de la fuerza del Espíritu Santo mismo para que se nos dispensen las cosas que hemos pasado por alto por escasez de tiempo y a vosotros, que estáis escuchando, se os conceda un conocimiento más completo de lo que falta. Quienes entre vosotros sean estudiosos, aprendan estas cosas mediante una más frecuente lectura de la Sagrada Escritura, aunque de las presentes catequesis y de lo que anteriormente tratamos han sacado una fe más firme «en un solo Dios Padre todopoderoso y en nuestro Señor Jesucristo, su Hijo unigénito; y en el Espíritu Santo Paráclito». Pero este término y la denominación «Espíritu» se adoptan muy frecuentemente en la Escritura —pues del Padre se dice: «Dios es espíritu», como está escrito en el evangelio de Juan (4, 24)— y también sobre el Hijo: «El Espíritu ante nuestro rostro, Cristo el Señor», como dice el profeta Jeremías (Lm 4, 20). Y acerca del Espíritu Santo: «Pero el Paráclito el Espíritu Santo» (Jn 14, 26), como se ha dicho. Por tanto, lo que se ha percibido piadosamente en la fe arrincone también el error de Sabelio(33). Pero volvamos ahora a lo que urge y a vosotros os es útil.

El sellará tu alma

Ten cuidado de que no te suceda que, a ejemplo de Simón, te acerques al bautismo con simulación, pero tu corazón no esté buscando la verdad. Nosotros debemos advertírtelo y tú debes precaverte. Dichoso tú, si te mantienes en la fe. Pero si por infidelidad caes, rechaza ya desde este día la infidelidad y revístete de firmes convicciones. Pues cuando se acerque el tiempo del bautismo y vayas a los obispos o a los presbíteros o a los diáconos (en todos los lugares se concede la gracia, tanto en los pueblos como en las ciudades, tanto por medio de incultos como de eruditos, por siervos y por libres, como quiera que no es gracia que viene de los hombres, sino que es un don concedido por Dios por medio de los hombres), tú acércate al que bautiza, pero no detengas tu mente en el aspecto del hombre al que ves, sino acuérdate del Espíritu Santo del que ahora hablamos. Pues él está dispuesto a sellar tu alma y te regalará una señal celestial y divina ante la que tiemblan los demonios, según está también escrito: «En él también vosotros, tras haber... creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa» (Ef 1, 13).

Acercarse con sinceridad para recibir la fuerza del Espíritu

36. Pero él prueba al alma y no arroja las piedras preciosas a los cerdos (Mt 7, 6). Si te acercas con fingimientos, los hombres ciertamente te bautizarán, pero no te bautizará el Espíritu. Pero si te acercas desde la fe, los hombres harán lo que corresponde a lo que se ve con los ojos y el Espíritu Santo concederá lo que no es exteriormente visible. En el espacio de una hora te acercas al examen o a la selección de un importante ejército. Pero si ese tiempo no lo aprovechas, te sobrevendrá un mal incorregible. Sin embargo, si te haces digno de la gracia, tu alma se iluminará y recibirás una luz que no tenías. Cogerás armas terribles para los demonios, de modo que, si no las pierdes, tendrás una señal en el alma y no se te acercará el demonio. Saldrá huyendo de horror, puesto que los demonios se arrojan con el Espíritu de Dios (Mt 12, 28).

37. Si crees, no sólo recibirás el perdón de los pecados, sino que también realizarás cosas superiores a las fuerzas humanas. Y ojalá seas digno también del don de profecía. En tanto recibirás la gracia en cuanto la puedas recibir y no en la medida en que yo digo. Pues puede ser que yo diga cosas pequeñas, pero tú las recibas mayores, pues grande es la fe para obtener cosas. Pero el Paráclito será para ti principalmente guardián y defensor. El Paráclito se preocupará de ti como de su propio soldado, de tus entradas y salidas (cf. Sal 121, 8) y de los que te acechan. Y te ha de dar los dones de toda clase de gracias, si no le contristas por el pecado. Pues está escrito: «No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef 4, 30). ¿Y qué es, pues, queridos, cuidar la gracia? Estad preparados para acogerla y, una vez recibida, no la echéis a perder.

38. Y el mismo Dios de todas las cosas, que habló en el Espíritu Santo por los profetas; que lo envió a los apóstoles el día de Pentecostés en este lugar donde estamos, que os lo envíe también a vosotros y que asimismo por él nos proteja a nosotros, otorgándonos su bien a todos. De este modo, en todo tiempo produciremos los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gál 5, 22-23), en Cristo Jesús Señor nuestro. Por el cual y con el cual, juntamente con el Espíritu Santo, sea gloria al Padre ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


Ver fuente aquí
 
Juan 4:23... ¿"en" o "con" espíritu?

Juan 4:23... ¿"en" o "con" espíritu?

No citas con honestidad esa definición de la palabra griega "ἐν". Yo la busqué en el diccionario bíblico "Strong’s Hebrew and Greek Dictionaries
Dictionaries of Hebrew and Greek Words taken from Strong's Exhaustive Concordance by James Strong, S.T.D., LL.D., 1890"
que está en el programa e-Sword, y vi que omites la parte que no te conviene, engañando así intencionadamente a los foristas:


Concedo que la definición en ingles contiene "with" pero con un sentido expandido de "within" en la cita en cuestión, que significa "dentro de" o esencialmente "en". Por eso la interlinear lo ha traducido de esa manera. Si no fuese asi, facilmente hubiese traducido "with spirit and truth" en vez de "IN spirit and truth"...



Pero la definición del strongs en ingles dice "WITH" (-in) que significa: "dentro de"


Por eso no aparece en la definición del strongs en español:


G1722
ἐν en; prep. prim. denotando posición (fija) (en lugar, tiempo o estado), y (por impl.) instrumentalidad (como medio o constructivamente), i.e. relación de reposo (intermedior entre G1519 y G1537); «en,» a, sobre, por, etc.:-exhortación, interior, bajo, oscuramente, potente.



Es una preposición que denota posición, no poseción.

[...]

Ves que no es lo mismo "con" y "en" ??

[...]

Espero que te quede claro que "en" en Juan 4:23 es sinonimo a "dentro de" o "WITHIN"...y no se puede traducir "CON" como tu biblia anticristo lo ha hecho.

[...]

DONDE APARECE "CON" ?¿¿ EN JUAN 4:23 ??

[...]
OSEA QUE LOS ERUDITOS DE LAS CIENTAS DE OTRAS TRADUCCIONES SE EQUIVOCARON APOLOS ¿

[...]

PARA EL ADORADOR VERDADERO SOLO HAY UNA ALTERNATIVA:

ADORAR EN EL ESPIRITU!


[...]

"CON" Y "EN" ES EQUIVALENTE APOLOS ??

[...]

WITH (CON) y WITH IN (DENTRO DE) no es lo mismo.


El único engañador aquí es el diablo que te tiene engañado.
Luis Alberto
[/B]

Como siempre "satanizando" en vez de investigar....

1) En el diccionario de Strong está claro que la palabra griega "en" puede ser traducida "con". Esto quiere decir que puede ser traducida de varias formas, con tal que no choquen con el sentido lógico de la oración o el contexto. En tal sentido, "en verdad" puede ser traducido "con verdad", sin ningún problema, puesto que la verdad es un concepto. En tal caso que queramos traducir "en verdad" se sobreentiende que es en sentido figurado; no se puede estar físicamente dentro de un concepto.

2) Cuando Strong dice "WITH (-IN)" se refiere a que se puede traducir tanto "WITH" como "WHITIN".

3) Es claro que "con" y "en" no siempre son sinónimos, pero algunas veces son perfectamente iguales. Ve el ejemplo de 1 Corintios 1:17:


Texto griego de Nestlé-Aland:
1Co 1:17 ου3756 PRT-N γαρ1063 CONJ απεστειλεν649 V-AAI-3S με3165 P-1AS χριστος5547 N-NSM βαπτιζειν907 V-PAN αλλα235 CONJ ευαγγελιζεσθαι2097 V-PMN ουκ3756 PRT-N εν1722 PREP σοφια4678 N-DSF λογου3056 N-GSM ινα2443 CONJ μη3361 PRT-N κενωθη2758 V-APS-3S ο3588 T-NSM σταυρος4716 N-NSM του3588 T-GSM χριστου5547 N-GSM

Reina-Valera 1960:
1Co 1:17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.​

Reina-Valera 1995:
1Co 1:17 No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.​

La Biblia de Las Américas:
1Co 1:17 Pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, no con palabras elocuentes, para que no se haga vana la cruz de Cristo.​

Y la que más te gusta...
Traducción del Nuevo Mundo

1 Corintios 1:17
“Porque no me despachó Cristo para ir bautizando, sino para ir declarando las buenas nuevas, no con sabiduría de habla, para que no se haga inútil el madero de tormento del Cristo.”



¿Estás adorando al Padre "con verdad"?
¿A quién estará engañando realmente el Diablo?
 
Raúl... quita el automático

Raúl... quita el automático

Sigamos leyendo allá los cristianos del s.II, y ahora respecto al Espíritu Santo en el N.T.

EL ESPÍRITU SANTO (II)

Por favor, Raúl, quita el automático y piensa un poquito...

El que copies tan largas respuestas no nos dice nada. El punto en cuestión es qué dice LA BIBLIA, no los apóstatas que vinieron luego de la muerte de los apóstoles...
 
Re: Raúl... quita el automático

Re: Raúl... quita el automático

Por favor, Raúl, quita el automático y piensa un poquito...

El que copies tan largas respuestas no nos dice nada. El punto en cuestión es qué dice LA BIBLIA, no los apóstatas que vinieron luego de la muerte de los apóstoles...

Verá, tiene las citas bíblicas, y ello antes de tener lugar el canon mismo, y a la vez, lo siento, usted ha de demostrar que no son ustedes los apostatas, pues estamos en el s.II y apenas unos años recien marchado el Apóstol Juan, y espere, que aun no he empezado con los del s.I, ahí ya le revienta por todas partes sus arguementos.

Tenga, una entradilla más:

LA ENCARNACIÓN DE CRISTO


Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «se encarnó y se hizo hombre». Se parte del pasaje de Isaías: «Volvió Yahvé a hablar a Ajaz diciendo: "Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios..." (7, 10-11), y: "He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel"» (7, 14), etc.(1)

El Hijo de Dios se ha hecho hombre

1. Como alumnos de la pureza y discípulos de la prudencia, celebremos con labios castos al Dios nacido de la Virgen. Quienes nos consideramos dignos de alimentarnos del cordero racional(2), comamos de él tanto la cabeza como las patas(3), significando la divinidad mediante la cabeza y la humanidad mediante las patas. Los que escuchamos los Evangelios oigamos al teólogo Juan, que tras escribir: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn I, 1), añadió después: «Y la Palabra se hizo carne» (1, 14). Tampoco se debe adorar a un simple hombre(4) ni tampoco a sólo Dios sin hacer referencia a la humanidad. Pues si Cristo es Dios, como sucede en realidad, pero no asume la naturaleza humana, no tenemos la salvación. Adóresele, por consiguiente, como Dios, pero créase también que se ha revestido de la naturaleza humana. Tampoco es aceptable que se le llame hombre dejando aparte la divinidad ni lleva a la salvación separar la humanidad de la confesión de la divinidad. Reconozcamos la presencia del rey y del médico. Jesús es rey que aportará salvación ciñéndose con el lienzo de la humanidad y tras haber sanado lo que estaba enfermo. Como perfecto maestro de niños, se ha hecho niño con ellos «para enseñar a los simples la prudencia» (Prov 1, 4). El pan del cielo ha descendido a la tierra para alimentar a los que tienen hambre.

No rechazar a aquél en quien se cumple la profecía de la encarnación

2. Pero los judíos, cuando rechazan a aquel que ha venido, esperan a aquel que ha de venir con dureza: ellos repudiaron a Cristo, pero acogerán, inducidos a error, al impostor que venga. Así se hará verdadera la palabra del Salvador: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis» (Jn 5, 43). Sería estupendo hacer esta pregunta a los judíos: ¿dice verdad o mentira el profeta Isaías cuando señala que el Emmanuel nacerá de una virgen? (cf. Is 7, 14). No es de extrañar que lo acusen de mentiroso, pues es costumbre para ellos no sólo acusar a los profetas de mentir, sino incluso lapidarlos. Ahora bien, si el profeta dijo la verdad, señalad quién es el Emmanuel. Más todavía: el que ha de venir, y al que esperáis, ¿ha de nacer de una virgen o no? Si no nace de una virgen argüís al profeta de falsedad. Y si esperabais que ello sucediera en el futuro, ¿por qué lo rechazáis cuando ya se ha cumplido?

Verdadera humanidad plena y concepción virginal de Cristo

3. De su error serán sacados los judíos cuando lo permitan(5), y será glorificada la Iglesia de Dios, pues nosotros acogemos verdaderamente al Dios que es Palabra hecha hombre. Esto ha sucedido, no por la voluntad de hombre y de mujer, como dicen los herejes, sino que se ha hecho hombre de una virgen y por el Espíritu Santo, como dice el Evangelio. Y no en apariencia, sino en verdad. Y me gustaría que te dieras cuenta de que ahora es el tiempo de transmitir la doctrina de que él ha recibido la naturaleza humana de una virgen. Ahora recibirás las pruebas de esta realidad. El error de los herejes es múltiple, pues éstos negaron de modo total que él hubiera nacido de una virgen(6); otros concedían la realidad de su nacimiento, pero no de una virgen, sino de la unión de un hombre y una mujer. Otros dicen que no es el Mesías Dios quien se ha hecho hombre, sino un hombre deificado(7). Estos se atrevieron a decir que no una Palabra preexistente se hizo hombre, sino que fue coronado (como Dios) un hombre con méritos propios(8).

Haremos frente a las objeciones

4. Pero tú acuérdate de las cosas que ayer se dijeron sobre la divinidad. Cree que el Hijo unigénito de Dios es el que a su vez ha nacido de la Virgen. Cree al evangelista Juan cuando dice: «La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros. Es realmente Palabra eterna, engendrado del Padre antes de todos los siglos, aunque en el tiempo ha tomado carne por causa nuestra. Muchos están en contra de esto y dicen: ¿Qué es lo que ha pasado tan grave para que Dios descendiese hasta lo humano? A lo que puede decirse: «Después apareció ella(9) en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3, 38). O bien (se plantean): ¿es posible que una virgen dé a luz sin un hombre? Al encontrarnos, pues, que se nos contradice ampliamente y que se nos presenta batalla en diversos frentes, se hace preciso que aniquilemos todo ello mediante la gracia de Cristo y mediante los discursos que aquí ofrecemos.

El Hijo asumió la carne de la más excelente de las criaturas

5. Preguntémonos, en primer lugar, por qué vino Jesús. Y no repares en mis razonamientos, a los que quizá podría contradecirse mediante sofismas. Ahora bien, si no aceptas los testimonios de los profetas acerca de cada una de estas cosas, no creerás en lo que digamos. Si no aprendes por las Escrituras lo referente a la Virgen, al lugar, al tiempo y al modo, tampoco recibas testimonio de hombre alguno(10). Pues sobre éste que ahora está aquí y os instruye puede recaer alguna sospecha, pero sobre el que pronunció las profecías, hace mil años e incluso más tiempo, ¿quién puede tener reticencias si está en su sano juicio? Por tanto, si buscas la causa de la venida de Cristo, acude simplemente al primer libro de la Escritura. En seis días hizo Dios el mundo. Pero éste existe para el hombre. Resplandezca el sol con sus fulgores espléndidos: fue hecho para que luzca en favor del hombre. Todos los animales fueron hechos para nuestro servicio; y las hierbas y los árboles fueron creados para que los utilizásemos. Son todas criaturas buenas(11), pero ninguna de ellas es imagen de Dios excepto únicamente el hombre. Una simple orden hizo el sol, mientras que el hombre fue formado por las manos de Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como nuestra semejanza» (Gén 1, 26)(12). Y si se tributa honor a la imagen de madera de un rey terreno, ¿cuánto más deberá hacerse con la imagen de Dios? Pero ésta, la más excelsa de las criaturas de Dios, que estaba feliz en el paraíso, fue expulsada de allí por la envidia del diablo (Gén 3, 23-24; Sab 2, 24). Feliz se encontraba el enemigo al ver postrado a aquel a quien había envidiado. ¿Querrás tú acaso ser como ese enemigo que se alegraba?

Este no se había atrevido a acercarse al hombre a causa de su tuerza, pero sí, por ser más débil, se dirigió a la mujer cuando ésta todavía era virgen. Fue después de su salida del paraíso cuando «conoció el hombre a Eva, su mujer» (Gén 4, 1 ) .

El pecado se había extendido por la tierra

6. Sus sucesores en la progenie humana fueron Caín y Abel, y Caín fue el primer homicida. Más tarde tuvo lugar el diluvio a causa de la multiplicación de la maldad de los hombres(13). Un fuego del cielo cayó sobre los habitantes de Sodoma a causa de su impiedad (cf. Gén 19). En épocas posteriores Dios eligió a Israel, pero también éste cayó en la perversión y el pueblo elegido quedó herido de muerte: Moisés se encontraba en el monte ante Dios, y el pueblo, en lugar de a Dios, adoró a un becerro (Ex 32, 1-6). Mientras que en la ley de Moisés se decía: «No cometerás adulterio» (Ex 20, 14), un hombre se atrevió a pecar entrando en un lugar de prostitución (cf. Núm 25, 1-9). Posteriormente a Moisés, fueron enviados profetas que cuidasen de Israel. Pero cuando éstos traían la medicina, se lamentaban vencidos por la fuerza de la enfermedad, de tal manera que alguno de ellos clamaba: «¡Ay de mí, que ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres!» (Miq 7, 2); o también: «Todos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera» (Sa 14, 3). Y, a su vez: «Tiene pleito Yahvé con los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre» (Os 4, 1-2). Y: «Sacrificaban sus hijos y sus hijas a los demonios» (Sal 106, 37). Se ocupaban con hechicerías sagradas y con la vanidad de sus vergüenzas. Así dice: «Sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar» (Am 2, 8; cf. Dt 24, 12-13).

Gravedad del pecado

7. Muy grande era la herida de la humanidad. Desde los pies hasta la cabeza nada había íntegro en ella. No había lugar ni para una gasa ni para aceite ni para unas vendas. Después, entre lamentos y fatigas, decían los profetas: «¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel?» (Sal 14, 7). Y, por otra parte: «Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste, ya no volveremos a apartarnos de ti». (Sal 80, 18-19a). Y otro profeta suplicaba diciendo: «¡Yahvé, inclina tus cielos y desciende!» (Sal 144, 5). Las heridas de los hombres son más fuertes que nuestros remedios. «Han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas» (1 Re 19, 10). No es posible evitar el mal; para evitarlo, haces falta tú(14).

Dios viene a los hombres, aunque no se le acoja

8. El Señor escuchó esta súplica de los profetas: el Padre no se desentendió de nuestra estirpe en camino hacia la destrucción y envió desde el cielo a su Hijo como Señor y como médico. Dice uno de los profetas: «Enseguida vendrá a su Templo —el lugar donde lo lapidasteis— el Señor a quien vosotros buscáis» (Mal 3, 1)(15). Después, oyendo esto otro de los profetas, le dice: «Si anuncias que Dios viene para la salvación, ¿hablas de modo oculto?»: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí está vuestro Dios. Ahí viene el Señor Yahvé con poder"» (Is 40, 9-10). Pero, por otra parte, el Señor mismo dice: «He aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahvé. Muchas naciones se unirán a Yahvé aquel día» (Zac 2, 14-15). Pero los israelitas rechazaron la salvación que les ofrecí: «Vengo a reunir a todas las naciones y lenguas» (Is 66, 18), pero «vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Y, cuando vienes, ¿qué es lo que les das a los gentiles: «Vengo a reunir a todas las naciones... Pondré en ellos señal» (Is 66,18-19). Pues, por mi combate en la cruz, a cada uno de mis soldados les daré una señal para tenerla en la frente(16), y otro profeta dijo: «El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies» (Sal 18, 10). Pero el que bajó de los cielos permaneció ignorado de los hombres.

Estaba previsto el nacimiento del Mesías

9. En otro momento, Salomón, oyendo a su padre David hablar de estas cosas, tras haber construido aquel templo admirable, y viendo de lejos al que tenía que venir a él, dice: «¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra?» (1 Re 8, 27). La respuesta de David, en un salmo dedicado a Salomón, era afirmativa: «Caerá como rocío sobre el vellón» (Sal 72, 6)(17). Rocío, a causa de su origen celeste; sobre el vellón, por tratarse de la humanidad. Y el rocío cae sobre el vellón silenciosamente, de modo semejante a como los Magos, ignorantes del misterio de la Natividad, dijeron: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?» (Mt 2, 2), y un Herodes turbado por aquel que había nacido indagaba y se informaba «del lugar donde había de nacer el Cristo» (2, 4).

Signos de humildad del Mesías victorioso

10. ¿Y quién es el que vino? Dice en lo que sigue(18): «Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad» (Sal 72, 5). Dice a su vez otro de los profetas: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso» (Zac 9, 9). Muchos son los reyes. ¿A quién te refieres, profeta? Danos una señal que no tengan los otros reyes. Si te refieres a un rey vestido de púrpura, ya hay otros que tienen este privilegio en el vestido. Si se trata de que está rodeado de una escolta de soldados o que va sentado en carros dorados, también estos distintivos los tienen otros. Danos un signo propio de este rey cuya venida anuncias. Responde el profeta diciendo: «He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna» (ibid.), pero no en carros. Aquí está la señal única y singular del rey que llega(19). Jesús es el único entre los reyes que, montando un asna que todavía no ha llevado ninguna carga, entra en Jerusalén entre aclamaciones como un rey. ¿Y qué hace este rey al llegar?: «Y tú en la sangre de la alianza sacaste a los prisioneros del lago que no tenía agua» (Zac 11, 11).

En el mismo lugar donde se dan las catequesis fue crucificado el Mesías

11. Era, desde luego, verosímil que fuese sentado en un pollino. Pero darnos más bien un signo acerca de sobre qué se apoya este rey que ahora viene. No ofrezcas un signo que esté lejos de la ciudad, no sea que no nos demos cuenta. Muéstranos un signo muy visible a los ojos para que, incluso estando en la ciudad, lo veamos aquí mismo. A esto responde el profeta diciendo: «Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente» (Zac 14, 4). ¿Acaso hay alguien que no vea este lugar, aun estando dentro de la ciudad?(20).

Los signos mesiánicos de los milagros y del juicio de los ancianos del pueblo

12. Tenemos dos signos, pero queremos ver un tercero. Di qué ha de hacer el Señor cuando venga. Dice otro profeta: «Mirad que vuestro Dios viene vengador, es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo» (Is 35, 4-6). Dígasenos también otro testimonio. Dices, profeta, que ha de venir el Señor realizando signos como nunca se habían hecho (cf. Jn 15, 24a). ¿De qué otra forma dices que se ha manifestado?: «El Señor entra en el juicio de los ancianos de su pueblo y de sus jefes» (Is 3, 14). Este es el signo principal: el Señor es juzgado y tiene que soportarlo, por sus siervos, los ancianos.

Alusión al miedo a ver a Dios directamente

13. Al leer esto los judíos, no se dan cuenta; los oídos de su corazón se han cerrado para no oír. Pero creamos nosotros en Jesucristo «que vino en la carne y se hizo hombre» y al que, de otro modo, no lo hubiéramos podido percibirá(21). Al no poder nosotros ver a Dios como él es ni gozar de él, se hizo lo que nosotros somos para que tuviésemos así la capacidad de disfrutarlo. Pues si no tenemos capacidad para ver perfectamente el sol, que fue hecho el cuarto día, ¿podremos ver a Dios, su autor? El Señor descendió en el fuego sobre el monte Sinaí, pero el pueblo no soportaba verlo, sino que «dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, que podremos entenderte, pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos» (Ex 20, 19). Y, por otra parte: «¿Qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y ha sobrevivido? (Dt 5, 2). Pues si oyes la voz de Dios, él está llamando a la muerte(22) y, si te das cuenta de que es Dios mismo, ¿cómo no habrá de atraer él la muerte? ¿De qué te asombras «si el mismo Moisés dijo: "Espantado estoy y temblando"» (Hebr 12, 31)(23)?

Dios se hace hombre para ser mejor entendido

14. ¿Qué querrías, pues? ¿Que aquel que vino para la salvación se convierta para nosotros en causa de muerte porque no podríamos soportar su presencia? ¿No será mejor que él adapte su gracia a nuestra capacidad? Daniel no soportaba la presencia del ángel, y tú, ¿soportarías la visión directa de los ángeles del Señor? Cuando se apareció Gabriel, cayó al suelo Daniel (cf. Dan 10, 9). ¿Cómo era y cuál era el aspecto del que se aparecía?: «Su rostro era como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorchas de fuego» (no dice «como horno de fuego»), «y el son de sus palabras como el ruido de una multitud» (10,6), pero no como el de «doce legiones de ángeles» (cf. Mt 26, 53). Sin embargo, el profeta se postró en tierra y, acercándose el ángel, dijo: «No temas, Daniel», ponte en pie y levanta tu ánimo, que «fueron oídas tus palabras» (cf. Dan 10, 12). Y dice Daniel: «Me levanté temeroso»(24). Sin embargo, no le respondió hasta que una mano le tocó (cf. 10, 10). Y después de que el que se aparecía se transformó en lo que se veía como un hombre, entonces comenzó Daniel a hablar. ¿Y qué es lo que dijo?: Señor, al verte a ti, se han revuelto mis entrañas. No habrá en mí fortaleza, pues tu hálito no se quedó en mí. Si la visión del ángel arrebató al profeta su voz y su fuerza, ¿permitiría un respiro la aparición del mismo Dios? Y, dice la Escritura, hasta que lo vio con aspecto de hombre, no tuvo lugar en Daniel una nueva creación. Por tanto, una vez demostrada por experiencia nuestra debilidad, el Señor asumió lo que era preciso en bien del hombre. En efecto, el hombre estaba deseoso de oír hablar a alguien semejante a él. De esa naturaleza de similares cualidades se revistó el Salvador para que así los hombres fuesen enseñados con mayor facilidad.

El Hijo se hace carne para salvar al hombre

15. Pero hay también otra razón. Cristo vino para ser bautizado y santificar así el bautismo. Vino para obrar milagros andando sobre las aguas del mar (cf. Mt 14, 25). Pero, antes de su venida en carne, «lo vio el mar y huyó, retrocedió el Jordán», (Sal 114, 3): el Señor asumió un cuerpo que se sostenía en el mar y al que el Jordán acogió con temor. Y esto es una razón. Pero hay otra más: por medio de la virgen Eva apareció la muerte. Era, pues, oportuno que por medio de una virgen, o más bien proviniendo de una virgen, brotase la vida, para que, como a aquella la engañó la serpiente, a ésta Gabriel le trajese la buena noticia. Los hombres, al abandonar a Dios, fabricaron imágenes de forma humana. Pero, puesto que se adoraba engañosamente como Dios a una ficción de apariencia humana, Dios se hizo verdaderamente hombre para deshacer el engaño. El diablo usaba contra nosotros del instrumento de la carne. Consciente de ello, Pablo dice: «Advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza...» (Rm 7, 23). Pero con las mismas armas con que el diablo nos combatía, con esas mismas hemos sido salvados. El Señor tomó de nosotros lo que es semejante a nosotros, para llevar la salvación a la naturaleza humana. Asumió nuestra semejanza para conceder una mayor gracia a lo que se encontraba en situación deficiente y para que la naturaleza humana pecadora se hiciese partícipe de Dios. «Donde abundó pecado, sobreabundó la gracia» (Ro». 5, 20). Convenía que el Señor padeciera por nosotros, y el diablo no se habría atrevido a acercarse a él si lo hubiese conocido: «pues de haberla conocido(25), hubieran crucificado al Señor de la gloria» (I Cor 2, 8). Por tanto, el cuerpo fue arrojado a la muerte para que, cuando el dragón creía que él lo devoraría, en realidad vomitaría incluso a los que ya había devorado(26). «Consumirá a la muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros...» (Is 25, 8).

La encarnación es el cumplimiento de la Ley y los Profetas

16. Pero, ¿acaso Cristo se hizo hombre en vano? ¿Son nuestras enseñanzas fruto de la charlatanería y falacias del ingenio humano? ¿Es que no son las Sagradas Escrituras nuestra salvación? ¿Es que no lo son las predicciones de los profetas? Se me ha encomendado que este depósito(27) lo guarde inmóvil y que nadie te mueva de él. Cree que Dios se ha hecho hombre. Y realmente se demostró que fue posible que él se hiciese hombre. Y si los judíos rechazan creer más allá de su propia fe, pongámonos de acuerdo con ellos en esto: ¿Qué anunciamos de nuevo cuando decimos que Dios se ha hecho hombre si vosotros mismos decís que Abraham dio hospedaje al Señor (cf. Gén 18, 3). ¿Predicamos de modo insolente cuándo Jacob dice: «He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva» (Gén 32, 31). El mismo Señor que comió con Abraham (Gén 18, 8) es el que comió con nosotros. ¿Qué decimos, pues, de inusual? Tenemos también dos testigos que en el monte Sinaí estuvieron junto al Señor: Moisés estuvo en la hendidura de la roca (Ex 33, 21-23) y Elías también en la entrada de la cueva (I Re 19, 9). Ambos estuvieron presentes cuando él se transfiguró en el monte Tabor y señalaban a los discípulos la partida que él habría de realizar en Jerusalén (Lc 9, 30-31)(28). La encarnación fue posible, como anteriormente se demostró. Sobran ahora más demostraciones, que pueden dejarse a la curiosidad de los estudiosos.

El Salvador vino durante la dominación romana en Palestina

17. Por lo demás, os habíamos prometido que en nuestras palabras daríamos cuenta del lugar y el tiempo de la venida del Salvador. Y no debemos terminar como reos de una falsa promesa, sino que deberemos despedirnos de vosotros dejándoos suficientemente protegidos como candidatos de la Iglesia. Indaguemos, por tanto, el tiempo en que vino el Salvador, puesto que su venida está aún reciente, aunque alguien lo niegue. Además, ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre» (Hebr 13, 8). Moisés dice proféticamente: «Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti» (Dt 18, 18)(29). Dejemos de momento el «como yo», que se explicará en su lugar. Pero, ¿cuándo llegó aquel profeta esperado? Acude, dice, a las cosas que yo he escrito. Investiga en la profecía de Jacob a Judá: «A ti, Judá, te alabarán tus hermanos» (Gén 49, 8), y, un poco más abajo, por no recitarlo todo: «No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre tus piernas, hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan homenaje las naciones» (Gén 49,10)(30). Un signo de la venida de Cristo fue que los judíos perdieron su independencia. Si no hubieran estado en esa época sometidos a los romanos, Cristo no habría venido. Si hubieran tenido un príncipe del linaje de Judá y de David, tampoco habría venido el esperado. Siento reparo incluso en mencionar sus propias instituciones, lo que se refiere a los patriarcas y a su linaje, temas que dejo gustosamente a quienes los conocen. Ahora bien, el que viene como deseado de las naciones, ¿qué señal trae consigo? Dice inmediatamente después: «ata a la vid su borriquillo». Te das cuenta de que es el pollino del que ya Zacarías (9, 9) habló elocuentemente.

Todo sucederá en los días de un gran imperio

18. Pero buscas también otro testimonio acerca de la época. El (el Señor) me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy» (Sal 2, 7). Y, un poco más abajo: «Con cetro de hierro los quebrantarás»(31). Dije ya en otra ocasión que se llama vara de hierro al imperio Romano(32). En lo que queda de él podemos reflexionar a propósito de Daniel. Pues, describiendo e interpretando a Nabucodonosor la imagen de la estatua, le explica también toda la visión de la misma (Dn 2, 27-45; cf. 46-49) y anuncia que la piedra, que se ha desprendido del monte «sin intervención de mano alguna» (3, 34), dominará sobre todo el orbe. Habla también con toda claridad de este modo: «En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo» (3, 44)(33).

Más detalles sobre la época de la venida del Mesías

19. Pero buscamos una exposición todavía más clara de la época de su venida. De hecho, al hombre se le induce dificilmente a creer -no cree en lo que se le dice- si no logra abiertamente un cálculo exacto de años. ¿Cuáles son, pues, las circunstancias de la época y la época misma? Cuando ya no hay reyes oriundos de Judá, después reinará el extranjero Herodes. Dice, pues, el ángel que habla a Daniel (y anótame ahora lo que diga): «Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas» (Dan 9, 25)(34). Sesenta y nueve semanas de años son cuatrocientos ochenta y tres. Afirma, por consiguiente, que cuatrocientos ochenta y tres años después de la reconstrucción de Jerusalén, y cuando ya no haya jefes propios, vendrá entonces un rey extranjero en cuya época nacerá el Mesías. Darío el Medo edificó Jerusalén(35) en el sexto año de su reinado (Esdr 6, 15)(36), en el primero de la olimpíada griega sexagésimo sexta. Entre los griegos se llama olimpíada a los juegos que suelen hacerse cada cuatro años. Ello era a causa del día que se consigue cada cuatro años sumando los restos de horas que cada año deja sobrantes el movimiento solar. Herodes era rey en la olimpíada ciento ochenta y seis, año cuarto. Por tanto, desde la olimpíada sesenta y seis hasta la ciento ochenta y seis con ciento veinte olimpíadas y un poco más. Y estas ciento veinte olimpíadas hacen un total de cuatrocientos ochenta años. Los otros tres años que faltan, necesarios para completar el número de semanas, caben en el intervalo que hay entre el primero y el cuarto año. Por consiguiente, ya tienes una demostración a partir de la Escritura, que dice, como ya se ha explicado, que el tiempo desde la orden de reconstrucción de Jerusalén hasta Cristo es de sesenta y nueve semanas (cf., ya antes, Dan 9, 25). Aquí tienes esta demostración del momento, aunque no faltan otras interpretaciones de las profecías sobre las semanas de años en Daniel(37).

Detalles sobre el lugar

20. Pero escucha ya el lugar de la promesa. Dice Miqueas: «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias deJudá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño» (Miq 5, 1)(38). Por lo que respecta a los lugares, siendo de Jerusalén como eres, ya sabes lo que está escrito en el salmo 132: «Mirad: hemos oído de ella que está en Efratá(39), ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6). Pues hasta hace pocos años se trataba de un lugar poblado de bosque. Has oído, por otro lado, a Habacuc, que dice al Señor: «¡En medio de los años hazla revivir, en medio de los años dala a conocer!» (Hab 3, 2). ¿Y cuál será, oh profeta, el signo de que el Señor viene?: «En medio de dos vidas lo conocerás». Con esto alude claramente al Señor: cuando vengas en la carne, vivirás y morirás; pero, al resucitar de entre los muertos, vivirás de nuevo. Pero, ¿de qué parte de la región de Jerusalén ha de venir?, ¿del oriente o del ocaso, del aquilón o del sur? Dínoslo detalladamente. Responde con toda claridad y dice: «Viene Dios de Temán» —pero por Temán se entiende el Sur(40)—, «el Santo del monte Farán, con sombras y nubes»(41), lo cual lo dijo el salmista en idéntico sentido: «¡La hemos encontrado en los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6).

Nacimiento virginal

21. Después preguntamos de quién vendrá y cómo vendrá. Esto nos lo enseña Isaías: «He aquí que una virgen(42) está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7, 14). Los judíos, que desde antiguo suelen rechazar la verdad, argumentan contra esto y dicen que no está escrito virgen, sino muchacha. Pero, aunque yo conceda esto, encuentro que la verdad se encuentra preguntándose: si una virgen es violada y grita pidiendo auxilio, ¿lo hace después o antes de ser violada? Por consiguiente, si en algún lugar dice la Escritura: «La joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera» (Dt 32, 27), ¿acaso no se dice esto de una muchacha que es virgen?(43). Y para que conozcas con más claridad que las vírgenes en la Sagrada Escritura también son llamadas «muchachas», escucha el libro de los Reyes acerca de Abisag, la sunamita, que dice: «La joven era extraordinariamente bella» (I Re 1, 4). Y se sabe que ésta es la virgen que fue elegido y llevada hasta David (1, 3).

El signo ofrecido a Ajaz no se refiere a su hijo Ezequías, sino a una virgen, en el futuro

22. Pero los judíos replican: lo que se dijo a Ajaz se refería a Ezequías. Leamos la Escritura: «Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios en lo profundo del sheol o en lo más alto» (Is 7, 11). Pero debe tratarse de un signo que cause admiración y sea indiscutible. Un signo había sido el agua sacada de la roca (Ex 17, 6), que el mar se abriese (14, 21) o que retrocediese el sol (2 Re 20, 11)(44) y otras cosas semejantes.

Pero lo que he de decir es una evidencia mayor en contra de los judíos(45). Isaías hablaba de todo esto cuando era rey Ajaz, que lo fue durante dieciséis años, período en el que tuvo lugar este oráculo profético. La contradicción de los judíos la refuta su sucesor, el rey Ezequías, hijo de Ajaz, que tenía veinticinco años al acceder al trono (2 Re 18, 2). Pero puesto que la profecía fue hecha en el período de los dieciséis años(46), es al menos nueve años antes de la profecía cuando nació Ezequías de Ajaz. No hay necesidad, por tanto, de que la profecía se refiera a aquel que ya había nacido incluso antes de que su padre Ajaz comenzase a reinar. Además Isaías no dice que una virgen «estuvo» encinta, sino —como predicción— que lo «estará».

El linaje de David es eterno

23. Ya hemos visto con claridad que Cristo nace de una virgen. Ahora habrá que explicar cómo es esta virginidad. «Juró Yahvé a David, y no se arrepentirá: "El fruto de tu seno asentaré en tu trono» (Sal 132, 11), y también: «Estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos» (89, 30). Y, además: «Una vez he jurado por mi santidad: ¡A David no he de mentir! "Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí, por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo"» (Sal 89, 36-38). Ves que se habla de Cristo, no de Salomón, pues el trono de éste no permaneció como el sol. Pero si alguien estuviese en desacuerdo porque Cristo no se sentó en el trono de madera de David, recordémosle esta sentencia: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos» (Mt 23, 2). No se refiere a una cátedra de madera, sino a la autoridad doctrinal. No busques tampoco el trono de David en uno de madera, sino en la potestad regia. Como testigos de esto acepta a los niños que aclamaban: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» (Mt 21, 9). También los ciegos dicen: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9, 27). Y Gabriel anuncia con claridad a María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1, 32). Y Pablo: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi evangelio» (2 Tim 2, 8). Y, al principio de la epístola a los Romanos, dice: «Nacido del linaje de David según la carne» (Rm 1, 3). Acoge, por tanto, al que ha nacido de David, de acuerdo con la profecía: «Aquel día la raíz de Jesé(47) que estará enhiesta para estandarte de pueblos, los gentiles la buscarán» (Is 11, 10).

24. Pero los judíos se enfurecen fuertemente por estas cosas. Esto lo había previsto también Isaías al decir: «Serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9, 4-5). Date cuenta de que primeramente era Hijo de Dios y que luego nos ha sido dado. Poco más abajo dice: «Su paz no tendrá fin» (9, 6). Los romanos terminan con ellos mismos, pero el reino del Hijo de Dios no tiene un final. Tuvieron un final los persas y los medos. Pero no tiene un final el Hijo de Dios. Y luego sigue: «... sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo» (ibid.). De David surgió, pues, la Virgen santa.

Se insiste en el nacimiento virginal

25. Convenía, pues, que aquel que es purísimo y maestro de la pureza surgiese de un tálamo puro. Pues si todo el que junto con Jesús tiene el sacerdocio se abstiene de mujeres(48), ¿cómo iba a nacer Jesús de un hombre y una mujer? «Sí, tú del vientre me sacaste —se dice en los Salmos—, me diste confianza a los pechos de mi madre» (Sal 22, 10). Pon atención a «del vientre me sacaste»: con ello se significa que él salió y nació del útero y de la carne de una virgen, pero sin obra de varón, de una manera distinta a la de aquellos que nacen según la ley nupcial.

Es la carne del hombre lo que Dios asume

26. No teme asumir la carne de unos miembros de los que él es el artífice. Pero, ¿quién es el que nos dice esto? El Señor dice a Jeremías: «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado» (Jer 1, 5). Y quien, al hacer a los hombres, tocaba sus miembros sin avergonzarse de ello, ¿se avergonzará de crear, a causa de sí mismo, esta santa carne que es el manto de su divinidad? Es Dios quien en el útero, hasta el día de hoy, da forma a los fetos humanos, de acuerdo con lo escrito en Job: «¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios» (Job 10, 10-11). Nada hay abominable en la hechura del hombre mientras no la manche por el adulterio y la lascivia. El que hizo a Adán hizo también a Eva; con las manos divinas fueron hechos tanto el hombre como la mujer. Ninguno de los miembros del cuerpo fue hecho desde un principio abominable. Callen, pues, todos los herejes que acusan a los cuerpos y a quien los hizo(49). Nosotros, en cambio, recordaremos la sentencia de Pablo: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros»? (1 Cor 6, 19). Además, el profeta predijo acerca de la persona de Jesús: «Mi carne es de ellos» (Os 9,12 LXX)(50). Y, en otro lugar, está escrito: «Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz» (Miq 5, 2)(51). ¿Y cuál será el signo de ésta?: «Dará a luz y el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel». ¿Y cuáles son las arras nupciales de la Virgen, la santa esposa?: «Te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé» (Os 2, 22). E Isabel, hablando de lo mismo, dice algo semejante: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45).

Contra las objeciones de los griegos

27. Pero nos perturban tanto los griegos como los judíos, diciendo que fue imposible que el Mesías naciese de una virgen. Tapemos, en primer lugar, la boca a los griegos por sus fábulas. Quienes sostenéis que unas piedras que se arrojan pueden transformarse en hombres(52), ¿cómo decís que es imposible que una virgen dé a luz? Quienes fabuláis que una hija nació de un cerebro(53), ¿afirmáis que un hijo no puede salir del útero de una virgen? Quienes afirmáis, falsamente, que Baco salió del muslo de Júpiter, como si fuese un útero preñado, ¿cómo es que rechazáis nuestra verdad? Lo que digo es indigno del presente auditorio. Pero esto lo decimos para que rechaces a los griegos, que con sus fábulas se desmienten a sí mismos.

El parto de Sara y otros prodigios con Moisés y Aarón hacen comprender el milagro de la concepción virginal

28. A los que provienen de la circuncisión arguméntales así: ¿qué es más difícil, que una anciana estéril dé a luz o que lo haga una virgen que está en la flor de la edad? Sara era estéril y, ya sin la regla (Gén 11, 30; 18, 11), dio a luz fuera de su capacidad natural (cf. Gén 21, 2). Por consiguiente, si es posible que una estéril engendre de un modo no natural, también, más allá de la naturaleza puede una virgen ser madre. Así pues, o bien rechazas ambas cosas o las admites las dos. Pues el mismo Dios es el que hizo aquello y esto. No te atreverás a decir que aquello es posible para Dios, pero esto es imposible. ¿Y qué hay, por ejemplo, de natural en que la mano de un hombre cambie de aspecto en el espacio de una hora, pero luego vuelva a recobrarlo? ¿Cómo es, pues, que la mano de Moisés se volvió blanca como la nieve, pero volvió de modo instantáneo a su estado anterior? (vid. Ex 4, 6-7). Y dices: es Dios quien ha operado el cambio. Y si Dios puede esto, ¿no puede también lo otro? Y aquel signo iba destinado a los egipcios (Ex 4, 8-9), pero éste ha sido dado al mundo entero.

¿Qué trabajo es más difícil, oh judíos, que una virgen dé a luz o que una vara se convierta en un ser vivo? Confesad que, en tiempos de Moisés, una vara rígida tomó aspecto de serpiente que causaba miedo al mismo Moisés. De modo que el que antes sostenía la vara huía después de ella como de un dragón, pues realmente lo era, pero en realidad huía, no por aquello que sostenía sino de pavor ante el que había provocado el cambio(54). Si, pues, de la vara salían unos ojos que podían ver, ¿no puede nacer, si Dios quiere, un niño de un útero virginal?

Y no menciono ahora que la vara de Aarón produjo en una sola noche (cf. Núm 17, 23) lo que otros árboles producen en el espacio de muchos años. Pues, ¿quién ignora que una vara desprovista de corteza, aunque se la plante en medio de un río, no germinará jamás? Pero Dios no está al servicio de los árboles, sino que es autor de la naturaleza. Y una vara sin frutos, seca y sin corteza floreció, germinó y dio nueces como fruto (cf. ibid.). Y aquel que concedió a la vara —ante un sacerdocio que sólo era tipo, es decir, figura de otro(55)— fruto más allá de su capacidad, ¿no habría de conceder el parto a una virgen en razón del verdadero sumo sacerdote?

También es milagroso el nacimiento de Eva

29. Todos estos ejemplos son muy notables. Sin embargo, los judíos los discuten. Y no asienten a estos ejemplos de la vara si no se les convence mediante partos admirables del mismo género y no naturales. Pregúntales, pues, de ese modo: ¿de quién nació Eva al principio? ¿Qué madre la hizo si carecía de ella? Pero la Escritura dice que fue hecha de la costilla de Adán (Gén 2, 22). Pero si Eva fue hecha de la costilla del hombre sin necesitar una madre, ¿no podría nacer un niño del vientre de una virgen sin concurso de varón? Las mujeres están sometidas al hombre para procrear(56). Pues Eva había nacido de Adán, sin ser concebida por una madre, sino salida de un hombre como si él la hubiese dado a luz: la deuda de esta gracia la devolvió María cuando, por la fuerza de Dios, no por un hombre sino por sí sola, concibió intacta y por el poder del Espíritu Santo.

La misma creación del hombre es un milagro

30. Pero hay otro ejemplo mucho mejor. Aunque parezca asombroso que unos cuerpos se generan de otros, es, sin embargo, posible. Y más asombroso es que el hombre se haga del polvo de la tierra(57). Y todavía es más admirable que de una masa de lodo aparezcan los párpados y la luz de los ojos, y que de un poco de barro nazcan la solidez de los huesos, la suavidad de los pulmones y las diversas clases de miembros. Todo eso es admirable. Y que un barro que ha cobrado vida recorra el mundo por cualquier lugar y edifique, y que enseñe y hable, realice trabajos fabriles o haga tareas de gobierno, todo ello es digno de admiración. Por tanto, judíos ignorantes, ¿de dónde ha salido Adán? ¿Acaso no ha moldeado Dios su figura admirable tomando polvo de la tierra? ¿Qué, pues? Si el lodo se transforma en ojo, ¿no engendrará una virgen a un hijo? Lo que al juicio humano parece más imposible se convierte, sin embargo, en realidad. ¿Y no habrá de realizarse lo que por sí mismo es posible?

Desposada sin haber roto su virginidad

31. Hagamos memoria, hermanos, de estas glorias y usémoslas como armas arrojadizas. No sigamos a los que enseñan heréticamente una venida de Cristo sólo en apariencia o discutible58. Rechacemos también a quienes dicen que el nacimiento del Salvador tuvo lugar de un hombre y una mujer, que se han atrevido a decir que ha sido engendrado de José y María, basándose en aquello que está escrito: «Tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24). Recordemos a Jacob, que, antes de tomar a Raquel, dijo a Labán: «Dame a mi mujer» (Gén 29, 21). Como aquélla antes de sancionar las nupcias ya era llamada esposa de Jacob simplemente por haber quedado prometida con él, así también María fue llamada esposa de José a causa del desposorio. Observa el modo cuidadoso de hablar del Evangelio al decir: «Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José» (Lc 1, 26). Y, a su vez, cuando se habla del empadronamiento y de que José subió para empadronarse, ¿qué dice la Escritura?: «Subió también José desde Galilea... para empadronarse con María, su desposada mujer, que estaba encinta» (Lc 2, 4-5). Y, aunque estaba embarazada, no dijo simplemente «su mujer», sino su «mujer desposada». «Dios envió a su Hijo», dice Pablo, no hecho de hombre y mujer, sino sólo «nacido de una mujer» (Gál 4, 4), en este caso, de una virgen. Que a una virgen se le llame sin mas «mujer» es algo que ya antes mostramos. De una virgen nació quien hizo las almas vírgenes.

Los múltiples testigos frente a la herejía

32. Te asombras de lo que ha sucedido. Pero también estaba asombrada la misma que lo engendró. Pues a Gabriel le dice: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». Y él responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 34-35). Es una concepción pura e incontaminada. Pues donde sopla el Espíritu Santo, desaparece toda mancha. El nacimiento virginal del Unigénito en la carne está exento de impureza. Y si los herejes están en contra de esta verdad, los convencerá de ella el Espíritu Santo tras el enojo del poder del Altísimo que cubrió a la Virgen con su sombra (Lc 1,35): se enfrentará con ellos el día del juicio con el rostro vuelto hacia Gabriel. Será confusión para ellos el lugar del pesebre que acogió al Señor (cf. Lc 2, 7). Aportarán su testimonio los pastores que recibieron entonces la fausta noticia (Lc 2, 10 ss), y también el ejército de los ángeles que alababan, celebraban y decían: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace» (Lc 2, 14). Asimismo el templo al que fue llevado a los cuarenta días (Lc 2, 22) «también para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones» (2, 24). Testificarán igualmente Simeon, que entonces «le tomó en brazos» (2, 28) y la profetisa Ana, que allí estaba (2, 36 ss).

Es verdadero hombre el que ha nacido de la Virgen.

Elogio de la castidad

33. Ante el testimonio de Dios, juntamente con el del Espíritu Santo y con las palabras de Cristo: «¿Por qué queréis matarme (Jn 7, 19), a mí, que soy un hombre que os ha dicho la verdad (cf. 8, 46b)?», enmudezcan los herejes que están en contra de su humanidad. Pues le contradicen al decir él: «Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo» (Lc 24, 39). Sea adorado el Señor nacido de la Virgen y conozcan las vírgenes el honor y la corona de su propia institución. También el orden de los monjes reconozca la gloria de la pureza. Pues no nos vemos privados los varones de la dignidad de la integridad. Cristo cumplió el tiempo de nueve meses en el vientre de la Virgen, pero el Señor fue hombre durante treinta y tres años, de modo que si una virgen se gloría por un tiempo de nueve meses, mucho más podemos gloriarnos nosotros por una multitud de años.

Dignidad de la castidad y de la virginidad

34. Corramos todos por la gracia de Dios la carrera de la castidad, «los jóvenes y las doncellas, los ancianos junto con los niños» (Sal 148, 12), no siguiendo la lascivia, sino alabando el nombre de Cristo. No ignoremos la gloria de la pureza, pues se trata de una superioridad angélica y de una tarea que va más allá del hombre: respetemos los cuerpos, que en su momento lucirán como el sol. No manchemos con tan bajas pasiones un cuerpo tan digno. El pecado es algo pequeño y que sólo dura un tiempo limitado, pero su oprobio se prolonga por una eternidad de años. Los que siguen la pureza son ángeles que caminan por la tierra. Las vírgenes tienen parte con María Virgen. Elimínese todo adorno llamativo, toda mirada peligrosa y cualquier vestido y perfume que arrastren a las bajas pasiones. En cuanto a todos, el perfume sea la oración, el olor de las buenas obras y la santificación de los cuerpos, para que el Señor nacido de la Virgen, diga también de nosotros, hombres que han guardado su integridad y mujeres que han recibido la corona: «Estableceré mi morada en medio de vosotros... Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios, y vosotros seréis para mí un pueblo» (Lev 26, 11-12; cf. 2 Cor 6, 16; Apoc 21, 3; Ez 36, 28; Jer 31, 31-34). A quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Ver fuente aquí
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Apolos, tan solo he empezado, voy a traer TODOS los documentos que hacen referencia. DE TODOS LOS PADRES DE LA IGLESIA, del s.I, II, III, y IV... hasta la consitución del canon bíblico. Por lo tanto relajese pues estamos hablando como de un millar de escritos que hacen referencia y por igual a lo que hasta hoy le voy mostrando. Con sus correspondientes citas bíblica y como no, muchos de ellos aun viviendo los Apóstoles mismos. Por lo tanto, si quiere desmentirlos todos, YA TIENE TRABAJO. Un saludo.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Apolos, tan solo he empezado, voy a traer TODOS los documentos que hacen referencia. DE TODOS LOS PADRES DE LA IGLESIA, del s.I, II, III, y IV... hasta la consitución del canon bíblico. Por lo tanto relajese pues estamos hablando como de un millar de escritos que hacen referencia y por igual a lo que hasta hoy le voy mostrando. Con sus correspondientes citas bíblica y como no, muchos de ellos aun viviendo los Apóstoles mismos. Por lo tanto, si quiere desmentirlos todos, YA TIENE TRABAJO. Un saludo.

Apolos, para que se vaya haciendo una idea de cuales son mis intenciones: Primero le traeré las XXV catequesis enteritas. Después pasaré a comentar cada punto en particular de las mismas. Una vez terminado con todos los puntos de las XXV catequesis, pasaremos a ver a otro Padre, y será el mismo procedimiento: primero toda su obra, y después comentar punto por punto cada uno de sus argumentos. Puede llevar tiempo, y tanto, pero con ello estamos. Para que vea cuales son mis intenciones, y para que sepa a que se está enfrentando. Y como no, sin olvidar que usted carece de documentación alguna que pueda mostrar sus pretendidos supuestos y mediante los cuales los declara apostatas. Lo cual también lo tendremos en cuenta, ya que la historia no está de su lado, ni la Biblia, ni los escritos de los primeros cristianos.

Un saludo.

PD. Ello será así siempre que no sea necesario repetir hasta la saciedad aquello que considere necesario.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Y Apolos, para que vaya avanzando trabajo, le digo quien es el siguiente padre y cuales son los escritos que le traeré uno a uno, y como no, depues los comentaremos, y como no, los iremos viendo punto por punto. Le dejo esta referencia de temas para que los vaya analizando. Y todo ello porque ustedes son quienes pretenden restaurar lo que jamás se ha perdido, y ante ello siempre hay que acudir a lo más antiguo, ya que nos pretenden vender el principio, en él y desde él empezamos:

SAN AGUSTÍN: OBRAS COMPLETAS

Actas del debate con el maniqueo Fortunato
Actas del debate con el maniqueo Félix
Actas del debate con el donatista Emérito
Actas del proceso a Pelagio
La adivinación diabólica
Anotaciones al libro de Job.
A Orosio, contra los priscilianistas y origenistas
La bondad del matrimonio
La bondad de la viudez
Carta a los católicos sobre la secta donatista (La unidad de la Iglesia)
Cartas (1º) 1-123
Cartas (2º) 124-187
Cartas (3º) 188-270
La catequesis a principiantes
La ciudad de Dios
Contra la mentira
Contra los académicos
El combate cristiano
Comentario al Génesis en réplica a los maniqueos
Comentario literal al Génesis
Comentario literal al génesis ( incompleto)
Comentarios a los salmos ( 1º) 1-40
Comentarios a los salmos ( 2º) 41-75
Comentarios a los salmos ( 3º) 76-117
Comentarios a los salmos ( 4º) 118-150
Concordancia de los evangelistas
Las confesiones
Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños
La continencia
La corrección y la gracia
Las costumbres de la Iglesia y las de los maniqueos
Cuestiones diversas a Simpliciano
Cuestiones sobre el Heptateuco
Debate con Maximino, obispo arriano
La devastación de Roma
La Dialéctica
Diecisiete pasajes del Evangelio de Mateo
La dimensión del alma
La doctrina cristiana
El don de la perseverancia
Las dos almas del hombre
El espejo de la Sagrada Escritura
El espíritu y la letra
Exposición de algunos textos de la Carta a los Romanos
Exposición de la Carta a los Gálatas
Exposición incoada de la carta a los Romanos
Expresiones del Heptateuco
La fe en lo que no se ve
La fe y el Símbolo de los apóstoles
La fe y las obras
La gracia de Jesucristo y el pecado original
La gracia y el libre albedrío
Las herejías, dedicado a Quodvultdeo
La inmortalidad del alma
El libre albedrío
El maestro
Manual de fe, esperanza y caridad
El matrimonio y la concupiscencia
Mensaje a los donatistas después de la Conferencia
La mentira
La música
La naturaleza del bien
La naturaleza y la gracia
Naturaleza y origen del alma
Ochenta y tres cuestiones diversas
Ocho cuestiones del Antiguo Testamento
El orden
La paciencia
La perfección de la justicia del hombre
La piedad con los difuntos
La predestinación de los santos
Regla a los siervos de Dios
Réplica a Adimanto, discípulo de Manés
Réplica a Fausto, el maniqueo
Réplica a Gaudencio, obispo donatista
Réplica a Juliano
Réplica a Juliano (obra inacabada)
Réplica a la carta de Manés, llamada “del Fundamento”
Réplica a la carta de Parmeniano
Réplica a las cartas de Petiliano
Réplica a las dos cartas de los pelagianos
Réplica al adversario de la Ley y los Profetas
Réplica al gramático Cresconio, donatista
Respuesta a las ocho preguntas de Dulcicio
Respuesta al maniqueo Secundino
Réplica al sermón de los arrianos
Réplica a Maximino, arriano
Resumen del debate con los donatistas
Las retractaciones
Salmo contra la secta de Donato
La santa virginidad
Sermón a los catecúmenos sobre el Símbolo de los apóstoles
Sermón a los fieles de la Iglesia de Cesarea
El Sermón de la Montaña
Sermón sobre la disciplina cristina
Sermones ( 1º) 1- 50: Sobre el Antiguo Testamento.
Sermones ( 2º) 51-116: Sobre los evangelios sinópticos
Sermones (3º) 117-183: Sobre el Evangelio de San Juan, Hechos y Cartas de los apóstoles
Sermones (4º) 184-272B: Sobre los tiempos litúrgicos.
Sermones (5º) 273-338: Sobre los mártires.
Sermones (6º) 339-396: Sobre temas diversos.
Soliloquios
El trabajo de los monjes
Tratado sobre el bautismo
Tratado contra los judíos
Tratados sobre el Evangelio de San Juan (1º) 1-35
Tratados sobre el Evangelio de San Juan ( 2º) 36-124
Tratados sobre la primera carta de San Juan
La Trinidad
El único bautismo
Las uniones adulterinas
La utilidad de la fe
La utilidad del ayuno
La verdadera religión
La vida feliz


Esperando sea de su agrado y sepa claramente mis intenciones. Un saludo.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Apolos, tan solo he empezado, voy a traer TODOS los documentos que hacen referencia. DE TODOS LOS PADRES DE LA IGLESIA, del s.I, II, III, y IV... hasta la consitución del canon bíblico. Por lo tanto relajese pues estamos hablando como de un millar de escritos que hacen referencia y por igual a lo que hasta hoy le voy mostrando. Con sus correspondientes citas bíblica y como no, muchos de ellos aun viviendo los Apóstoles mismos. Por lo tanto, si quiere desmentirlos todos, YA TIENE TRABAJO. Un saludo.

Apolos, para que se vaya haciendo una idea de cuales son mis intenciones: Primero le traeré las XXV catequesis enteritas. Después pasaré a comentar cada punto en particular de las mismas. Una vez terminado con todos los puntos de las XXV catequesis, pasaremos a ver a otro Padre, y será el mismo procedimiento: primero toda su obra, y después comentar punto por punto cada uno de sus argumentos. Puede llevar tiempo, y tanto, pero con ello estamos. Para que vea cuales son mis intenciones, y para que sepa a que se está enfrentando. Y como no, sin olvidar que usted carece de documentación alguna que pueda mostrar sus pretendidos supuestos y mediante los cuales los declara apostatas. Lo cual también lo tendremos en cuenta, ya que la historia no está de su lado, ni la Biblia, ni los escritos de los primeros cristianos.

Un saludo.

PD. Ello será así siempre que no sea necesario repetir hasta la saciedad aquello que considere necesario.

QUÉ ABUSO Y FALTA DE RESPETO AL FORO. AL WEBMASTER SE LO DIGO.

"Muchas palabras no dan prueba del hombre sabio, porque el sabio no ha de hablar sino cuando la necesidad demanda, y las palabras han de ser medidas y correspondientes a la necesidad." - Tales de Mileto​
(w w w .creatublog.aquiguatemala.com/2007/06/27/frases-celebres-de-tales-de-mileto)
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

QUÉ ABUSO Y FALTA DE RESPETO AL FORO. AL WEBMASTER SE LO DIGO.

"Muchas palabras no dan prueba del hombre sabio, porque el sabio no ha de hablar sino cuando la necesidad demanda, y las palabras han de ser medidas y correspondientes a la necesidad." - Tales de Mileto​
(w w w .creatublog.aquiguatemala.com/2007/06/27/frases-celebres-de-tales-de-mileto)



No, verá, el tema de debate es: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original? ¿verdad?... bien, pues para no ir por libre HAY QUE ACUDIR A LOS ESCRITOS MÁS ANTIGÜOS por tal de ver donde hallamos su pretendido error y por ello la necesidad de restaurar lo que por lugar alguno vemos. Es usted quien abrió el tema: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?... Y DE ELLO LE ESTOY HABLANDO. Del cristianimos original... ¿le quedó claro?... estas son las horas que ustes y por parte de la historia NADA HAN MOSTRADO, y ello estamos. Un saludo. :)
 
Raúl... déjate de eso...

Raúl... déjate de eso...

No, verá, el tema de debate es: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original? ¿verdad?... bien, pues para no ir por libre HAY QUE ACUDIR A LOS ESCRITOS MÁS ANTIGÜOS por tal de ver donde hallamos su pretendido error y por ello la necesidad de restaurar lo que por lugar alguno vemos. Es usted quien abrió el tema: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?... Y DE ELLO LE ESTOY HABLANDO. Del cristianimos original... ¿le quedó claro?... estas son las horas que ustes y por parte de la historia NADA HAN MOSTRADO, y ello estamos. Un saludo. :)

¿No crees que es mejor que presentes un argumento en unas cuantas líneas que puedan ser leídas, estudies las respuestas y vuelvas a contestar, siguiendo un hilo de conversación?

Varias veces te he demostrado lo ilógico de tu lógica, con la propia Biblia y citas de tus propios coreligionarios. Pero si no estás dispuesto a debatir sanamente, estás quedando en evidencia com persona intransigente, lo cual debilita tu posición de "cristiano".
 
Re: Raúl... déjate de eso...

Re: Raúl... déjate de eso...

¿No crees que es mejor que presentes un argumento en unas cuantas líneas que puedan ser leídas, estudies las respuestas y vuelvas a contestar, siguiendo un hilo de conversación?

Varias veces te he demostrado lo ilógico de tu lógica, con la propia Biblia y citas de tus propios coreligionarios. Pero si no estás dispuesto a debatir sanamente, estás quedando en evidencia com persona intransigente, lo cual debilita tu posición de "cristiano".

Y como no, Apolos, quiero que recuerde que ha sido usted quien ha usado hasta la saciedad los escritos del atalaya, la torre del vigía y no se cuantos más, ha sido usted quien ha venido trayendo para defender sus creencias, todo escrito que le ha venido en gana, pero por desgracia y para usted, tan solo de hace y todo lo más cien años.

Ante ello, y para ser justos, y para no ser yo quien hable, por ello por mi parte y a su vez, he empezado a traer todos cuantos escritos considero dan apoyo a mi fe y creencias.

Y siendo que el tema es: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original? Ello es lo que he hecho, irme a los cuatro primeros siglos. No como usted que empieza desde el XVIII...

¿Claro, hay que ser justos, usted empezó trayendo lo que le vino en gana y considero oportuno, y yo por mi parte HAGO EXACTAMENTE LO MISMO. Pero con un gran diferencia, por mi parte he acudido a LOS PRIMEROS ESCRITOS, no como usted QUE PLENAMENTE LOS HA OMITIDO.

Un saludo.
 
Re: Raúl... déjate de eso...

Re: Raúl... déjate de eso...

¿Claro, hay que ser justos, usted empezó trayendo lo que le vino en gana y considero oportuno, y yo por mi parte HAGO EXACTAMENTE LO MISMO. Pero con un gran diferencia, por mi parte he acudido a LOS PRIMEROS ESCRITOS, no como usted QUE PLENAMENTE LOS HA OMITIDO.

Cuando he copiado de alguna literatura, generalmente he copiado la parte clave que quiero exponer o responder, siempre tratando de seguir un hilo argumental.
No me pongo a copiar tomos y tomos de la Atalaya, lo cual sería tonto, pues eso desanima de leer los mensajes.
 
Re: Raúl... déjate de eso...

Re: Raúl... déjate de eso...

Cuando he copiado de alguna literatura, generalmente he copiado la parte clave que quiero exponer o responder, siempre tratando de seguir un hilo argumental.
No me pongo a copiar tomos y tomos de la Atalaya, lo cual sería tonto, pues eso desanima de leer los mensajes.

Cuando ha copiado alguna literatura?... le garantizo que más de trescientas veces, así a ojo, Y YO Y POR MI PARTE JAMÁS LE TRAJE NINGUNA. Ahora es cuando empiezo a traerle LOS ESCRISTO DEL PRIMER, SEGUNDO, TERCER, Y CUARTO SIGLO. Ante su continuo pretender defenderse con escritos de hace apenas un siglo, y ello que el propósito del debate es restaurar desde el principio. Ello, lo primero.

Y como segundo, le estoy trayendo y hasta ahora únicamente lo que hace referencia a lo que ustedes sin base alguna de los primeros siglos, andan torciendo una vez, y otra, y otra, y otra, y otra...

Es simple, la diferencia es que ahora el mango de la sartén está de mi lado. La historia también, la Biblia mismamente, y LOS PADRES DE LA IGLESIA IGUALMENTE. Y tan siquiera me hace falta añadir nada de mi cosecha, simplemente y al igual que usted y hasta la saciedad ha vendido haciendo, al igual que usted, ahora me dedico al copy and paste.

Justos, hay que ser justos, usted empezó con ello, ahora todos TENEMOS EL MISMO DERECHO.

Ale, espero que ya quede claro. Y tranquilo, ahora nada más pase la página, le traigo y de nuevo lo último que he compartido respecto al Espíritu Santo.

Un saludo.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Sototo,

Vuelva a leer las Escrituras, Jesus siempre dijo que era el Hijo de Dios, no Dios. Hasta la expresion "Hijo de Dios" nos dice que Jesús no es Dios, Dios no puede ser Hijo de si mismo, eso seria un disparate ilógico. Si Jesús es Hijo es porque tuvo principio, y el Dios verdadero no tuvo principio. Conclusion logica Jesus no es Dios, sino el Hijo de ese Gran Dios, Jehová. Si usted insiste en que es Dios mismo, Dios no permanece en usted se lo aseguro:



Si usted quiere la aprobación de Dios recapacite y de confieselo como Hijo de Dios.




no me venga a ofender de que el Señor no esta en mi.


El problema es q ue ud tiene su mente repleta de razonamientos humanos que no son los mismos pensmaientos que tiene Dios. Nuestra mente no puede de comprender a Dios completamente, quedamos achicados frente a su inmensa sabiduria.


Como dije anteriormente, toda la personalidad de Cristo demuestra que el es Dios, vea su somportamiento, nuevamente le digo que Jesus era buscado por blasfemia, o ud piensa que toda la obra hecha por los apostoles en el nombre de Cristo es una farsa ???

Creo que debe leer los primeros versiculos de Juan y se dara cuenta y no me saque eso de la traduccion porque incluso hay hombres que son traductores de griego y hebreo que se declaran abiertamente ateos y dicen que la traduccion de los TJ de los primeros versiculos del evangelio de Juan es errada.



Bendiciones.


[email protected]
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Y como no, sin olvidar que usted carece de documentación alguna que pueda mostrar sus pretendidos supuestos y mediante los cuales los declara apostatas. Lo cual también lo tendremos en cuenta, ya que la historia no está de su lado, ni la Biblia, ni los escritos de los primeros cristianos.

Ahorrate eso. Ya en este tema se consideró que los primeros "padres apostólicos" no creían ni enseñaban la Trinidad.

Véase el siguiente link donde se responde eso:
¿Enseñaron los padres apostólicos la doctrina de la Trinidad?

Allí encontrarás lo que decían estas fuentes cercanas al primer siglo:
- La Didajé, o Enseñanza de los Doce Apóstoles (antes o cerca del año 100 d.C.)
- Clemente de Roma, obispo de la misma ciudad (antes o cerca del año 100 d.C.)
- Ignacio, obispo de Antioquía (vivió desde mediados del siglo I d.C. hasta principios del siglo II d.C.)
- Policarpo de Esmirna (nació en el último tercio del primer siglo y murió a mediados del segundo. Se dice que estuvo en comunicación con el apóstol Juan y que escribió la Carta de Policarpo a los Filipenses)
- Hermas (escribió en la primera parte del siglo segundo)
- Papías (obispo de Hierápolis, compañero de Policarpo y se dice que conoció al apóstol Juan. Es probable que él escribiera a principios del siglo segundo)
 
Re: ¿Marioneta de quién?

Re: ¿Marioneta de quién?

Deberías hacerte marioneta de ese "titiritero" también... Hasta Cristo lo hizo...

“Por lo tanto, dijo Jesús: “Una vez que hayan alzado al Hijo del hombre, entonces sabrán que yo soy [ese], y que no hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado. 29*Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago las cosas que le agradan”.*.*.” (Juan 8:28-29)

- Cristo no es un titiritero, es mi Señor.
- WT es tu titiritero

- Cristo me ama
- WT te controla

- La marioneta no cuestiona lo que hace el titirero
- Tu no cuestionas lo que hace WT

- La marioneta solo sabe seguir instrucciones del titiritero
- Tu solo sabes seguir instrucciones de WT

- La marioneta se vuelve inutil sin los hilos del titiritero
- Tu te volverías inutil sin las atalayas de WT

- La marioneta es solo una parte de la coleccion del titiritero
- Tu eres solo una parte de la coleccion de empleados/vendedores/publicadores de WT

¿quieres que siga o ya entendiste???
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Por cierto...
Para los que quieren mas evidencia..
quien es el Señor del día de reposo??

Exo 20:10 Pero el séptimo día es un sábado a Jehová tu Dios.

Mat 12:8 Porque Señor del sábado es el Hijo del hombre
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Ahorrate eso. Ya en este tema se consideró que los primeros "padres apostólicos" no creían ni enseñaban la Trinidad.

Véase el siguiente link donde se responde eso:
¿Enseñaron los padres apostólicos la doctrina de la Trinidad?

Allí encontrarás lo que decían estas fuentes cercanas al primer siglo:
- La Didajé, o Enseñanza de los Doce Apóstoles (antes o cerca del año 100 d.C.)

Vamos a ver la Didajé, primeramente, ya que ella misma les declara apostatas a ustedes, pues para empezar sus doctrinas no son conforme la Didajé nos muestra y bien se entiende. Principalmente el partimiento del pan y demás detalles. Y recuerde que aquí no veamos la palabra Trinidad, no significa que nieguen que Dios es un Dios Trino. Leamos:

La Didajé


Introducción

La Didajé es un texto fundamental del cristianismo primitivo, puesto que es un resumen de la enseñanza (= didaché gr.) de los apóstoles. Es el texto no canónico más antiguo que conocemos —incluso anterior a algunos libros del Nuevo Testamento—. Algunos doctores del siglo III, como Clemente de Alejandría , llegaron a citar la Didajé como escritura divinamente inspirada .

A pesar del título, no se entiende que haya sido escrita por la totalidad de los apóstoles o por alguno de ellos, sino sencillamente que el escritor se propone recoger las enseñanzas fundamentales —de carácter preferentemente moral— que, a través de los apóstoles, se remontan al Señor. Como podrá advertirse, el texto está impregnado del espíritu evangélico.

Tal como nos ha llegado, el libro puede dividirse en tres partes claramente identificables, a saber: una instrucción que —según se afirma en VI, I— ha de preceder al bautismo, cuyo carácter es esencialmente moral y práctico; se expone mediante la alegoría de los dos caminos (caps. I-VI). Un esbozo de ritual para los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía — o Santa Cena — (VII-IX), con un capítulo intercalado sobre el ayuno y la oración. Finalmente, una ordenación de las relaciones de la comunidad respecto a apóstoles y profetas, con avisos y cautelas para distinguir los verdaderos de los falsos profetas (XI-XIII), la manera en que se debe proveer sustento, algunas indicaciones sobre el día del Señor, y criterios sobre la elección de Obispos y Diáconos. Una exhortación a la vigilancia, con referencia a los últimos tiempos.

Lea atentamente la Didajé y luego complete el cuestionario correspondiente (al final del texto). Como esta lección es optativa, no se evaluará en el examen final.

La Doctrina de los doce Apóstoles

Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles.
Traducida por Rvdo. P. Daniel Ruiz Bueno C. M. E., catedrático de lengua griega. México, Librería Parroquial, 1946.

I. Los dos caminos

Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.

Camino de la vida
Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y un en segundo lugar, a tu prójimo, como a ti mismo.
Y todo aquello que no quieras se te haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro.

La perfección evangélica
Mas la doctrina de estas palabras es como sigue:
Bendecid a los que os maldicen y orad por vuestros enemigos, y aun ayunad por los que os persiguen. ¿Pues qué gracia tiene que améis a los que os aman? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Mas vosotros amad a los que os aborrecen y no tendréis enemigos.
Abstente de los deseos carnales y corporales.
Si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda y serás perfecto.
Si uno te fuerza a ir con él el espacio de una milla, acompáñale dos.
Si alguien te quitare el manto, dale también la túnica.
Si alguien te quita lo tuyo, no lo reclames, pues tampoco puedes.

La limosna

A todo el que te pida, dale, y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios dones.
Bienaventurado el que da, conforme al mandamiento, pues es inocente.
Mas ¡ay del que recibe! Porque si recibe por necesidad, será inocente; mas el que recibió sin necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué y para qué recibió. Será puesto en prisión y no saldrá de allí hasta pagar el último ochavo.
Y aun sobre esto fue dicho: “Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién das”.

II. El segundo mandamiento
El segundo mandamiento de la Doctrina es éste:
No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No robarás. No te dedicarás a la magia ni a la hechicería. No matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No perjurarás. No levantarás falsos testimonios. No calumniarás ni guardarás rencor a nadie.
No serás doble ni de pensamiento ni de lengua, pues la doblez es un lazo de muerte.
Tu palabra no será mentirosa ni vacía, sino cumplida por la obra.
No serás avariento, ni ladrón, ni fingido, ni mal intencionado, ni soberbio.
No tomarás mal consejo contra tu prójimo.
No aborrecerás a ningún hombre, sino que a unos les corregirás, a otros los compadecerás; por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma.

III. Apártate del mal
Hijo mío, huye de todo mal y de cuanto se asemeje al mal. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato.
No seas envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran muertes.
Hijo mío, no te dejes llevar de tu deseo, pues el deseo conduce a la fornicación.
No hables deshonestamente ni andes con ojos desenvueltos, pues de todas estas cosas se engendran fornicaciones.
Hijo mío, no te hagas adivino, pues esto conduce a la idolatría; ni encantador, ni astrólogo, ni purificador, ni quieras ver estas cosas, pues de todo ello se engendra idolatría.
Hijo mío, no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo.
No seas avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos.
Hijo mío, no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia.
No seas arrogante, ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran blasfemias.

Haz el bien
Sé más bien manso, pues los mansos poseerán la tierra.
Sé longánime, compasivo, sin malicia, tranquilo, bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste.
No te exaltes a ti mismo, ni consientas a tu alma temeridad alguna.
No se juntará tu alma con los soberbios, sino que conversarás con los humildes y con los justos.
Recibe como bienes las cosas que te sucedieren, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede.

IV. La comunidad cristiana
Hijo mío, acuérdate noche y día del que te habla la palabra de Dios y hónrale como al Señor; porque donde la gloria del Señor es anunciada, allí está el Señor.
Buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras.
No fomentarás la escisión, sino que pondrás en paz a los que contienden.
Juzgarás con justicia, sin miramiento de personas, para reprender las faltas.
No dudarás si será o no será.

Liberalidad en el dar
No seas de los que alargan la mano para recibir y la encogen para dar. Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, da de ellos como redención de tus pecados.
No dudarás si das o no, ni murmures cuando des, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna.
No eches de ti al necesitado, sino comunica en todo con tu hermano, y de nada digas que es tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales os comunicáis, ¿cuánto más en los mortales?

La familia cristiana
No levantarás la mano de tu hijo o de tu hija, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. No mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que esperan en el mismo Señor que tú, no sea que pierdan el temor del Señor que está sobre unos y otros.
Porque no viene a llamar con miramiento de personas, sino a aquellos a quienes preparó su Espíritu.
Por vuestra parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros señores, como a representantes de Dios, en reverencia y temor.

Últimos preceptos
Aborrece toda hipocresía y todo cuanto no agrada al Señor. No abandones los mandamientos del Señor, sino guarda lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna.
Confiesa en la reunión tus pecados y no te acerques a la oración con mala conciencia.
Este es el camino de la vida.

V. El camino de la muerte
El camino de la muerte es este:
Ante todo, es camino malo y lleno de maldición. En él se dan muertes, adulterios, concupiscencias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobles de corazón, engaño, soberbia, malicia, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altivez y jactancia.

Quiénes lo siguen
Este camino siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio, los que vigilan y no para el bien, sino para el mal.
Síguenlo otros sí, aquellos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los destructores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres, los pecadores en todo.
Apartaos, hijos, de todas estas cosas.

VI. Vía media
Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; mas si no puedes todo, haz aquello que puedas.
Respecto de la comida, guarda lo que puedas; mas de lo sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto a los dioses muertos.

VII. El Bautismo
Respecto del bautismo, bautizad de esta manera. Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.
Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua.
Si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente.
Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizando, y algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes.

VIII. El ayuno cristiano

Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación.

La oración cristiana
No oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar:

Padre nuestro celestial,
Santificado sea tu nombre
Venga tu reino,
Hágase tu voluntad,
Como en el cielo, también en la tierra
El pan nuestro de nuestra subsistencia,
dánosle hoy;
y perdónanos nuestra deuda, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación,
mas líbranos del malo.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Así oraréis tres veces al día.

IX. La Eucaristía
Respecto de la Eucaristía, daréis gracias de esta manera:
Primeramente, sobre el cáliz:

Te damos gracias, Padre nuestro,
Por la santa viña de David, tu siervo,
La que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.

Luego, sobre la fracción:
Te damos gracias, Padre nuestro,
Por la vida y el conocimiento
Que nos manifestaste
Por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Como este fragmentos
Estaba disperso sobre los montes
Y reunido se hizo uno,
Así sea congregada tu Iglesia
De los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder
Por Jesucristo eternamente.

Que nadie como y beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor: “No deis lo Santo a los perros”.


X. Después del ágape.
Después de saciaros, daréis gracias de este modo:
Te damos gracias, Padre nuestro,
por tu Santo nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
que nos manifestaste
por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Tú, Señor omnipotente,
Creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
Y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute,
a fin de que te dé gracias.
Mas a nosotros nos concediste
Comida y bebida espiritual
Y vida eterna por tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias,
porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
Para liberarla de todo mal,
Y reúnela, santificada,
De los cuatro vientos
En el reino que Tú le preparaste.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gracias y pase este mundo.
Hosanna al dios de David.
El que sea santo, que se acerque;
El que no lo sea, que haga penitencia.
Maranathá. Amén.
A los profetas, permitidles que den gracias cuantas quieran.


La unción.
Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta manera:
Te damos gracias, Padre nuestro,
Por el óleo de la unción,
que Tú nos manifestaste
por Jesucristo, tu Siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.

XI. Apóstoles y profetas.
Así, pues, al que viniere a vosotros y os enseñare todo lo antedicho, recibidle; mas si, extraviado el maestro mismo, os enseñare otra doctrina para vuestra disolución, no la recibáis.
Al que enseñare, en cambio, para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al Señor.
Respecto de los apóstoles y profetas, procederéis conforme a la doctrina del Evangelio.
Todo apóstol que venga a vosotros, sea recibido como el Señor.


Alerta con los falsarios.
El Apóstol no permanecerá entre vosotros sino un solo día; si hubiere necesidad, otro más. Pero si permaneciere tres días, es un falso profeta.
Al salir de entre vosotros, el apóstol no ha de tomar nada consigo, si no fuere pan, hasta su nuevo alojamiento. Mas si pidiere dinero, es un falso profeta.


No juzgar al profeta.
No examinéis ni juzguéis a ningún profeta que habla en espíritu, porque todo pecado se perdonará, pero este pecado no se perdonará.
Sin embargo, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que tuviere las costumbres del Señor.
Así, pues, por sus costumbres se conocerá el verdadero y falso profeta.

Señales de discernimiento.
Todo profeta que manda poner una mesa, no come de ella; en caso contrario, es un falso profeta.
Y si un profeta enseña la verdad, pero no cumple lo que enseña, es un falso profeta.
Todo profeta que se ha probado ser verdadero, que hace algo para el misterio mundano de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace, no ha de ser juzgado de vosotros, pues tiene su juicio con Dios. Del mismo modo, en efecto, obraron los antiguos profetas. Mas el que dijere en espíritu: Dame dinero y otras cosas, no le escuchéis; mas si dijere que se dé para otros necesitados, que nadie le juzgue.

XII. Peregrinos y vagos
Todo el que llegare a vosotros en el nombre del Señor, sea recibido; luego, examinándole, le conoceréis —pues tenéis inteligencia— por su derecha y por su izquierda.
Si el que llega a vosotros es un caminante, ayudadle en cuanto podáis. Sin embargo, no permanecerá entre vosotros sino dos días, y si hubiere necesidad, tres. Si quiere establecerse entre vosotros y tiene un oficio, que trabaje y así se alimente.
Si no tuviere oficio, proveed conforme a vuestra prudencia para que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso.
Caso de que no quisiere hacerlo así, es un traficante de Cristo.

XIII. El sustento de profetas y maestros.
Todo profeta verdadero, que quiera establecerse entre vosotros, es digno de su sustento.
Igualmente, el maestro verdadero merece también, como el trabajador, que le alimentéis.
Por lo tanto, de todos los productos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, darás las primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumo sacerdotes.
Si no tuvieres profeta, dádselo a los pobres.
Si amasares pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato de la ley.
Igualmente, cuando abrieres un cántaro de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas.
Toma de tu plata y vestidos y de toda tu riqueza las primicias que te pareciere, y dalas conforme al mandato de la ley.

XIV- El día del Señor.
Reuníos el día del Señor, partid el pan y celebrad la acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
Todo el que tuviere contienda con su prójimo, no se junte con vosotros hasta tanto se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio.
Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo lugar y en todo tiempo, se me ofrece un sacrificio puro, porque Yo soy Rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”.


XV. Elección de obispos y diáconos.
Elegíos, pues, inspectores y ministros dignos del Señor, que sean hombres mansos, desinteresados, veraces y probados. Porque también ellos os sirven el ministerio de los profetas. No los despreséis, pues, porque ellos son los que alcanzan honor entre vosotros, juntamente con los profetas y maestros.

La corrección fraterna.
Corregíos los unos a los otros, no con ira, sino con paz, como lo tenéis en el Evangelio. Nadie hable con el que hubiere faltado contra otro, ni él oiga palabra de vosotros, hasta que se arrepienta. Vuestras oraciones, vuestras limosnas y todas las demás acciones, las haréis como lo tenéis en el Evangelio de Nuestro Señor.

XVI. Exhortación a la vigilancia.
Vigilad sobre vuestra vida; no se apaguen vuestras linternas, ni se desciñan vuestras cinturas, sino estad preparados, porque no sabéis la hora en que ha de venir vuestro Señor.
Reuníos con frecuencia y buscad lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os aprovechará todo el tiempo de vuestra fe, si en el último momento no sois perfectos.

Los últimos tiempos.
Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos y el amor se convertirá en odio.
Porque, creciendo la iniquidad, los hombres se aborrecerán unos a otros y se perseguirán y traicionarán.
Y entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de Dios.
Y hará señales y prodigios
Y la tierra será entregada en sus manos,
Y cometerá crímenes
Cuales no fueron desde los siglos.
Entonces la creación de los hombres vendrá al abrasamiento del a prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán.
Mas los que perseveraren en la fe
Se salvarán por el mismo que aquellos maldicen.

Signos finales
Y entonces aparecerán los signos de la verdad. Primeramente, el signo de la apertura en el cielo; luego, el signo de la voz de la trompeta; y el tercero, la resurrección de los muertos. Mas no de todos, sino como fue dicho: “Vendrá el Señor y todos sus ángeles con él”.
Entonces verá el mundo al Señor que viene sobre las nubes del cielo.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Tenga este detalle Apolos, pues usted y solito se va a meter donde nada sabe:

VII. El Bautismo
Respecto del bautismo, bautizad de esta manera. Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.

¿Que le parece?.... :)
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Este detalle también es digno de destarse:

Signos finales
Y entonces aparecerán los signos de la verdad. Primeramente, el signo de la apertura en el cielo; luego, el signo de la voz de la trompeta; y el tercero, la resurrección de los muertos. Mas no de todos, sino como fue dicho: “Vendrá el Señor y todos sus ángeles con él”.
Entonces verá el mundo al Señor que viene sobre las nubes del cielo.

Vaya, vaya, y aun no hemos profundizado nada, y por todas partes le contradicen.