Re: Se pierde quien se suicida?
Una pregunta que normalmente surge en la mente de los creyentes, relacionada con el suicidio es en cuanto al destino eterno del alma y espíritu de ese creyente. ¿Va al cielo, o al infierno? Respecto a esto, la pregunta en realidad se reduce al asunto de si un verdadero creyente puede o no perder su salvación. La Biblia provee abundante información en cuanto a que un genuino creyente no puede perder su salvación, por cuanto todos sus pecados han sido ya juzgados en Cristo. Esto de ninguna manera debe ser interpretado como un estímulo para que los creyentes se suiciden, porque como ha quedado establecido, el suicidarse es un pecado porque pretende usurpar la autoridad que sólo Dios tiene para otorgar y quitar la vida, porque niega el poder de Dios, niega los propósitos de Dios para probar al creyente y niega las promesas de Dios de una pronta liberación. Que un creyente genuino, tal vez en una crisis emocional y espiritual, atente contra su propia vida, cae dentro de las posibilidades, pero de ninguna manera es lo que la Biblia aconseja a los creyentes. El destino de cualquier persona que se ha suicidado no está determinado por el acto de suicidio sino por su relación con Cristo. Si esa persona recibió alguna vez a Cristo como su Salvador, es salva, pero si esa persona jamás recibió a Cristo como Salvador, no es salva. Muchos piensan que el suicidio es el pecado imperdonable. Esta idea se fundamenta en el hecho que cuando la persona comete suicidio es incapaz de pedir y recibir perdón después del acto, y por lo tanto le espera el castigo eterno. Debido a que el suicidio es un homicidio de la propia persona, es un acto pecaminoso. No obstante, el acto de suicidio no condena a ninguna persona al castigo eterno. La salvación y la vida eterna son regalos que Dios otorga gratuitamente a todos los que reconocen su condición pecadora ante Dios y confían de manera personal en la muerte de Cristo en la cruz como el pago justo por su pecado. Juan 3:16 dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
La salvación para cualquier persona descansa sobre la obra completa y perfecta de Jesucristo en la cruz, no sobre el hecho de no cometer jamás algo que Dios ha catalogado como pecado. El suicidarse no nos condena de por sí al castigo eterno, más que cualquier otro pecado por el cual no hayamos pedido perdón en el momento de morir físicamente. Note lo que dice Romanos 8:1 y complementario con esto, los versículos 37 a 39. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Rom 8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, Rom 8:39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Para el creyente no hay ningún acto o pecado individual que pueda anular la salvación, cambiar el destino eterno o separar al creyente de Dios, y dentro de esto está el pecado de suicidio.