Citando a los Padres del Desierto:
Los Padres contaban que un anciano moraba en su celda y sufría fuertes tentaciones. Veía claramente a los demonios y se burlaba de ellos. Al verse vencido por el anciano, el demonio se le presentó y le dijo: «Soy Cristo». Al verle, el anciano cerró los ojos. Y el diablo le dijo: «Soy Cristo, ¿por qué cierras los ojos?». Y le contestó el anciano: «Yo aquí no quiero ver a Cristo, sino en la otra vida». Al oír esto desapareció el diablo.
Citando a San Juan Clímaco:
Los demonios de la vanagloria profetizan en nuestro sueño. Siendo muy ingeniosos, ellos conjeturan sobre algunas cosas por venir y nos las anuncian. Cuando estas cosas suceden, nos sentimos maravillados y nos elevamos a nosotros mismos a la categoría de poseedores de la pre-ciencia. Y con esto nos ensoberbecemos.
Y muchas veces sucede, por secreto juicio de Dios, que el demonio resulte veraz para con aquellos que creen en él, del mismo modo que resulta mentiroso para con los que no le hacen caso. Siendo un espíritu, él ve todas las cosas que suceden en el aire que nos rodea, y cuando adivina que alguno ha de morir se lo comunica en sueños a alguno de los que creen en él, y así lo engaña.
Pero ninguna cosa futura la saben de ciencia cierta, sino por conjetura; y por esta vía hasta los médicos pueden predecir la muerte de un enfermo.
Muchas veces ocurre que los demonios toman la figura de un ángel de luz, o la de un mártir, y así se nos presentan en sueños, despertando nosotros llenos de alegría y soberbia. Esto último debe ser tomado como una de las señales de su engaño.
Porque los ángeles buenos nos hacen ver la representación de los suplicios, los juicios y las separaciones, y cuando despertamos lo hacemos tristes y temerosos.
Aquellos que comienzan a creer a los demonios en sus sueños, terminan siendo engañados fuera de los sueños. Por todo esto, es de locos y malvados el dar crédito a tales vanidades; mas el que ningún crédito les da, este es un verdadero sabio.
Debes creer, entonces, solamente en aquellos sueños que te predican pena y juicio. Y si esto te mueve a desesperación, debes entender que también esto te viene del demonio.
La enseñanza es clara y sencilla, escrita por quienes ya libraron batallas, la vanagloria puede llegar a hacernos creer que somos merecedores de una gloria que no pertenece a esta vida.
"¡Ay de mí! ¿Cómo podré estar en pie ante el tribunal de Cristo? ¿Cómo podré darle cuenta de mis actos?". Si meditas así continuamente, podrás salvarte».
Hay palabras duras de escuchar y que nos parecen difíciles de seguir, pero si lo pensamos, más duro y difícil puede ser lo venidero y desconocido, aquello que nos espera después de la muerte.