RETO a cualquier TRINITARIO

¿Por qué no, si toda la plenitud de la deidad habita en los tres?

Si te fijas, el texto dice:
Colosenses 2:9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

No dice que en Él habita toda la plenitud del Padre
Ver el archivo adjunto 3339247

Buen punto. Es cierto que Colosenses 2:9 dice:

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.

Pero conviene leerlo en el contexto del pensamiento paulino, y no aisladamente.

Cuando Pablo habla de “la plenitud de la Deidad” (plērōma tēs theotētos), no está diciendo que Cristo sea la fuente originaria de esa plenitud, sino que en el reside plenamente la presencia y naturaleza divina, porque Dios mismo quiso que así fuera.

Solo un versículo antes lo aclara explícitamente:

“Porque agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:19).

Esto es clave: la plenitud no es intrínseca ni autodeterminada, sino concedida y manifestada por el Padre.
Es decir, Cristo posee toda la plenitud divina, pero por procedencia y dependencia del Padre, no por autoexistencia independiente.

De hecho, Jesús mismo lo confirma en Juan 5:26:

“Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo.”

Si el Hijo la recibe, entonces su plenitud es real, pero derivada del Padre, que es la fuente.

Por tanto, Colosenses 2:9 no contradice esto, sino que lo completa:
En Cristo habita toda la plenitud divina porque el Padre quiso que así fuera —no porque sea una segunda fuente eterna e independiente de Deidad.

La plenitud del Hijo y del Espíritu es verdadera y completa, pero procedente, no originaria.
Solo el Padre es llamado en la Escritura “el único Dios verdadero” (Juan 17:3), del cual proceden todas las cosas (1 Corintios 8:6).
 
Buen punto. Es cierto que Colosenses 2:9 dice:



Pero conviene leerlo en el contexto del pensamiento paulino, y no aisladamente.

Cuando Pablo habla de “la plenitud de la Deidad” (plērōma tēs theotētos), no está diciendo que Cristo sea la fuente originaria de esa plenitud, sino que en el reside plenamente la presencia y naturaleza divina, porque Dios mismo quiso que así fuera.

Solo un versículo antes lo aclara explícitamente:



Esto es clave: la plenitud no es intrínseca ni autodeterminada, sino concedida y manifestada por el Padre.
Es decir, Cristo posee toda la plenitud divina, pero por procedencia y dependencia del Padre, no por autoexistencia independiente.

De hecho, Jesús mismo lo confirma en Juan 5:26:



Si el Hijo la recibe, entonces su plenitud es real, pero derivada del Padre, que es la fuente.

Por tanto, Colosenses 2:9 no contradice esto, sino que lo completa:
En Cristo habita toda la plenitud divina porque el Padre quiso que así fuera —no porque sea una segunda fuente eterna e independiente de Deidad.

La plenitud del Hijo y del Espíritu es verdadera y completa, pero procedente, no originaria.
Solo el Padre es llamado en la Escritura “el único Dios verdadero” (Juan 17:3), del cual proceden todas las cosas (1 Corintios 8:6).

El día que dejes de adquirir doctrinas preconcebidas de donde las recibes y te vuelvas a la unica Enseñanza (Las Escrituras), quizá te sea dado entender que el Padre 'se hizo' (es*) Hijo, así como se hizo (es*) Fuego, 3 Varones, Paloma, etc etc etc para MANIFESTARSE a los hombres y ni aun así entendieron y siguen sin entender...

Aquí te lo demostré y te resbaló, aunque sigues insistiendo en tu fanatismo:

 
Pero conviene leerlo en el contexto del pensamiento paulino, y no aisladamente.
Creo que lo estás leyendo en el contexto de tu pensamiento y no en el "pensamiento paulino"

Por otro lado, prefiero leerlo en el contexto del pensamiento de Dios

La plenitud de la deidad se refiere a la plenitud de Dios
La cual habita en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo

Colosenses 1:19 dice: “Porque agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”. No dice que fuera porque el Padre así lo quiso

Agradó al Padre, porque el Hijo era igual a Él

Lo mismo debió suceder con el Hijo y el Espíritu Santo (los tres se agradaron de ser iguales)

Querer y agradar.jpg
 
Creo que lo estás leyendo en el contexto de tu pensamiento y no en el "pensamiento paulino"

Por otro lado, prefiero leerlo en el contexto del pensamiento de Dios

La plenitud de la deidad se refiere a la plenitud de Dios
La cual habita en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo

Colosenses 1:19 dice: “Porque agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”. No dice que fuera porque el Padre así lo quiso

Agradó al Padre, porque el Hijo era igual a Él

Lo mismo debió suceder con el Hijo y el Espíritu Santo (los tres se agradaron de ser iguales)

Ver el archivo adjunto 3339273
No, en realidad el texto no dice que “el Hijo era igual al Padre”, sino que agradó al Padre que en él habitara toda plenitud.
Eso implica procedencia y voluntad del Padre, no igualdad ontológica automática.

Pablo es muy claro en Colosenses 1:19:
“Porque agradó al Padre que en el habitase toda plenitud”.

Si la plenitud fuese intrínseca e independiente en el Hijo, no haría falta que “agradara al Padre” que así fuera.

Además, el contexto paulino reafirma que Dios es la fuente de todo:

  • “Un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas” (1 Cor 8:6).
Pablo distingue: el Padre es origen; el Hijo es medio; y el espíritu obra.
La plenitud divina del Hijo es recibida, no autoexistente; es “del Padre” (Juan 5:26: “Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”).

Así que Colosenses no enseña igualdad absoluta entre tres seres, sino que toda la plenitud divina se manifiesta en el Hijo porque el Padre quiso que así fuera, para reconciliar todas las cosas por medio de el (Col 1:20).

En otras palabras: la plenitud habita en el Hijo por procedencia del Padre, no por independencia del Padre.
 
El día que dejes de adquirir doctrinas preconcebidas de donde las recibes y te vuelvas a la unica Enseñanza (Las Escrituras), quizá te sea dado entender que el Padre 'se hizo' (es*) Hijo, así como se hizo (es*) Fuego, 3 Varones, Paloma, etc etc etc para MANIFESTARSE a los hombres y ni aun así entendieron y siguen sin entender...

Entiendo lo que dices, pero eso que planteas es más cercano al modalismo (la idea de que el Padre simplemente “se manifiesta” como Hijo o Espíritu), y no es lo que enseñan las Escrituras cuando se leen con atención.

Jesús mismo habla de una relación real con el Padre, no de una simple manifestación de sí mismo:
  • “El Padre me envió” (Juan 5:36; 8:42)
  • “No he venido de mí mismo” (Juan 7:28; 8:42)
  • “El Padre es mayor que yo” (Juan 14:28)
  • “Padre, glorifica a tu Hijo con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5)

Si el Padre “se hizo” Hijo, no tendría sentido que el Hijo hable con el Padre, le ore, o reciba de Él. Es una relación, no un disfraz.

En la Escritura, Dios se manifiesta de muchas formas (fuego, nube, voz, paloma), pero esas no son “personas”. En cambio, el Hijo habla, ama, obedece y se somete al Padre —eso va más allá de una simple manifestación simbólica.


Pablo lo expresa claramente:
“Un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas” (1 Corintios 8:6).

Aquí no se dice que el Padre sea el Hijo, sino que el Hijo es el medio por el cual el Padre actúa.

Así que reconocer la distinción entre el Padre y el Hijo no es seguir “doctrinas preconcebidas”, sino respetar lo que el texto bíblico realmente muestra.
 
¿Dónde dice que toda la plenitud del Padre habita en el hijo?

Es cierto que no existe un versículo que diga literalmente “toda la plenitud del Padre habita en el Hijo”, pero sí se enseña claramente que la plenitud del Hijo proviene del Padre.

Jesús mismo lo dice:

-“El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre” (Juan 5:19).
-“Como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26).
-“La palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24).

Estos textos muestran que todo lo que el Hijo tiene —vida, autoridad, plenitud— le ha sido dado por el Padre.

Así que cuando Pablo dice en Colosenses 2:9 que “en el habita corporalmente toda la plenitud de la deidad”, no está negando su procedencia, sino afirmando que esa plenitud divina se manifestó en el porque proviene del Padre, tal como Jesús dijo: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10).

En resumen: la plenitud del Hijo no es independiente ni ajena al Padre, sino la misma plenitud que procede del Padre y se revela en Él.
 
Es cierto que no existe un versículo que diga literalmente “toda la plenitud del Padre habita en el Hijo”, pero sí se enseña claramente que la plenitud del Hijo proviene del Padre.
Lo que sí se enseña con toda claridad es que:
2:9 Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
Y toda la plenitud de la Deidad habita en el Padre, el Hijo y en el Espíritu Santo

La plenitud del hijo proviene de la Deidad
La plenitud del Padre proviene de la Deidad
La plenitud del Espíritu Santo proviene de la Deidad
 
Gracias por su respuesta tan cuidadosa, respetuosa y profundamente comprometida con la Palabra. Mil disculpas por la respuesta algo tardía. Es evidente que usted no busca defender una posición, sino entender lo que los escritores bíblicos realmente quisieron decir o eso quiero pensar, ya que la misma palabra revela quien es el Padre, Hijo y El Espíritu Santo. Permítame responder con el mismo espíritu — no con categorías posteriores, sino con el texto mismo, en su contexto histórico, lingüístico, canónico y litúrgico primitivo, apoyado por los manuscritos más antiguos, los usos judíos del primer siglo y la práctica apostólica tal como se registra en los papiros y testimonios más tempranos.

Sobre Juan 17:3
Usted tiene razón: Jesús dice “el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Pero fíjese lo que no dice:
— No dice “al único Dios verdadero, y luego a su siervo”.
— No dice “al único Dios verdadero, y a su profeta”.
— Dice “y a Jesucristo” — como objeto directo de conocimiento salvífico.

En el judaísmo del primer siglo, solo YHWH era objeto de ginōskō salvífico (Jeremías 31:34; Oseas 4:6). Si Jesús fuera una criatura, incluirlo en la misma cláusula de vida eterna sería idolatría — y Juan, fariseo convertido, lo sabría mejor que nadie. Pero no lo corrige. Porque ya en Juan 1:1, establece: “El Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” — con theos sin artículo, como en Juan 1:18: “a Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Solo quien es Dios puede dar a conocer a Dios.

Sobre Juan 10:30 y ἕν (hen)
Es cierto que Jesús explica en Juan 10:38: “para que creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”. Pero observe el verbo griego: ἐν ἐμοὶ ἐστιν ὁ Πατήρ, κἀγὼ ἐν τῷ Πατρί — “el Padre está en mí, y yo en el Padre”.
Este lenguaje de mutua indwelling (perichōrēsis) no se usa para criaturas. En el judaísmo, solo Dios “habita” en otro ser si ese ser es templo — pero Jesús dice que Él mismo es el templo (Juan 2:19–21).
Y sobre Juan 17:22: sí, los discípulos son uno como el Padre y el Hijo son uno — pero la palabra “como” (καθὼς) indica analogía, no identidad. Los discípulos son uno por participación; el Padre y el Hijo son uno por esencia. De lo contrario, los creyentes serían dioses — y Jesús rechazó esa idea (Juan 10:34–36).

Sobre Filipenses 2:6–7
Usted dice que morphē theou no implica naturaleza. Pero en griego clásico y koiné, morphē nunca se refiere a “apariencia” o “función” — eso sería schēma.
— Morphē= forma esencial, lo que algo es en su ser (como morphē doulos — forma de siervo — no “rol de siervo”, sino identidad real).
— El verbo ὑπάρχων (*hyparchōn*) significa “existiendo previamente como”, no “ocupando una posición”.
— Y ἁρπαγμόν (harpagmon) no es “algo que aferrar”, sino “algo que retener con ventaja ilegítima”.

Jesús, siendo en esencia Dios, no consideró esa igualdad como algo que debía explotar para sí mismo — sino que se humilló. La exaltación de Filipenses 2:9 no contradice la igualdad; la confirma, porque solo quien es Dios puede recibir el ónoma hypèr pan ónoma — el nombre que en el Antiguo Testamento pertenece solo a YHWH (Filipenses 2:10–11 cita Isaías 45:23: “toda rodilla se doble… y toda lengua confiese” — donde “confesar” es exomologeō, el mismo verbo usado para confesar a YHWH como Señor).

Hablando un poco Sobre Tomás y Juan 20:28
Tomás dice: Ὁ Κύριός μου καὶ ὁ Θεός μου — “El Señor mío y el Dios mío”.
En el judaísmo del primer siglo, ningún judío fiel diría esto a una criatura — ni siquiera a un ángel (Apocalipsis 19:10; 22:8–9: “No lo hagas… adora a Dios”).
Jesús no lo corrige. No dice “no me llames Dios”. Acepta la adoración.
Y Juan inmediatamente escribe: “Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios*” — donde Hijo de Dios no es un título humano, sino divino (Salmo 2:7; 2 Samuel 7:14; Hebreos 1:5). En el judaísmo, “Hijo de Dios” aplicado a una persona significaba igualdad con Dios — por eso los judíos querían apedrear a Jesús (Juan 5:18).

Mas Sobre Hechos 5:3–4 y el Espíritu Santo
Usted cita Isaías 63:-10 “contristaron su Espíritu Santo”. Pero el versículo 11 añade: “¿Dónde está aquel que hizo subir de él su santo Espíritu?”. El pronombre אֲשֶׁר (asher, “aquel”) es masculino — y se refiere al Espíritu, no a Dios en tercera persona. En hebreo, el Espíritu (רוּחַ, ruaj) es femenino, pero aquí se le atribuye un pronombre masculino — señal de personificación real, no metafórica.
Y en Hechos 5:3–4, Pedro no dice “has ofendido la presencia de Dios”, sino **“has mentido al Espíritu Santo… no a los hombres, sino a Dios”. La gramática griega es inequívoca: dos sujetos (tō pneumati / tō theō), un verbo (epseusō). Solo se usa así cuando dos nombres denotan una misma realidad personal — como en 2 Corintios 3:17: “el Señor es el Espíritu”.

Sobre la predicación apostólica y la Trinidad, aquí te enseñó más.
Usted cita Hechos 2:22–24: “Jesús de Nazaret, varón aprobado por Dios… a este, entregado por el determinado consejo y presciencia de Dios, crucificasteis… a quien Dios resucitó”.
Pero observe lo que Pedro añade en el versículo 33:
Exaltado, pues, a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís”.
¿Quién derrama el Espíritu? Jesús, desde la diestra de Dios.
¿Quién promete el Espíritu? El Padre.
¿Quién es derramado? El Espíritu.
Tres sujetos, una obra salvífica — y eso desde el día de Pentecostés.
Los apóstoles no usaban la palabra Trinidad, pero sí bautizaban en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19) — y los manuscritos más antiguos (𝔓⁶⁴, 𝔓⁴⁵, Codex Sinaiticus, Vaticanus) confirman esta lectura sin variantes.

Mas datos que son indispensable:
Los papiros cristianos más antiguos — 𝔓⁵² (Juan, ~125 d.C.), 𝔓⁴⁶ (Pablo, ~200 d.C.) — ya muestran una cristología alta: Jesús es Kyrios, Theos, Sōtēr.

Los escritos de Ignacio de Antioquía (107 d.C.) dicen: “Jesucristo es nuestro Dios”.
Justino Mártir (150 d.C.) escribe: “El Hijo es Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos”.

No citan homoousios; citan Juan 1:1, Romanos 9:5, Tito 2:13 — donde “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” es una construcción gramatical (Granville Sharp’s Rule) que une Theos y Sōtēr al mismo sujeto.

La fe primitiva no era unitaria. Era trinitaria en práctica, aun cuando no tenía la terminología. Porque no podían predicar el evangelio sin confesar:
— Un solo Dios (Deuteronomio 6:4),
— Un solo Señor (1 Corintios 8:6),
— Un solo Espíritu (Efesios 4:4),
— Y los tres son objeto de adoración, obediencia y confianza salvífica.

Que el Señor nos dé gracia para amar la verdad más que nuestras interpretaciones, y para buscar no quién tiene razón, sino qué dice la Escritura — con corazones dispuestos a obedecer, no solo a razonar.

נֵר עֶלְיוֹן
[◊] ✡️
P.A.E. ✝️

Aprecio sinceramente tu respuesta tan detallada y la claridad con la que intentas sostener tu posición con datos lingüísticos e históricos. Sin embargo, sigo viendo que el marco general de tu interpretación depende de una lectura sistemática posterior —elaborada ya en los siglos II–IV— más que del lenguaje original de los apóstoles y profetas.


1. Sobre Juan 17:3
Que Jesús incluya su propio nombre junto al del Padre no lo coloca necesariamente dentro del “único Dios verdadero”, sino que muestra que la vida eterna depende de conocer al Dios verdadero por medio de aquel que Él envió.

El verbo “conocer” (ginōskō) en sentido relacional no significa divinizar al objeto conocido, sino entrar en comunión con quien el Padre ha revelado. Jesús mismo dice: “El Padre mayor es que yo” (Juan 14:28) y “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti…” — la distinción es explícita.

Juan 1:1 y 1:18 deben leerse desde esa distinción: el Logos “estaba con Dios”, lo que ya implica alteridad; y “era dios” en sentido cualitativo, no identificativo. Es decir, expresaba lo divino porque procedía de Dios, no porque fuera el mismo Ser.


2. Sobre Juan 10:30 y la “unidad” (ἕν)
El propio contexto explica la unidad como acción conjunta (“para que crean que el Padre está en mí y yo en el Padre”, v. 38).

Jesús ora después para que los discípulos sean “uno como nosotros” (Juan 17:22). Si la unidad del Padre y del Hijo fuera de “esencia”, los discípulos participarían de esa misma esencia, lo cual es imposible. Por tanto, la comparación es funcional: unidad en propósito, no en ontología.


3. Sobre Filipenses 2:6–7
Morphē (forma) no significa necesariamente “esencia”. En la literatura helenística, puede referirse al estatus o condición visible (como morphē doulou).
Pablo no está describiendo una igualdad eterna con Dios, sino que subraya la humildad de Cristo frente a la exaltación que recibió después.
El punto del pasaje es moral (ejemplo de humillación), no metafísico (definición de naturaleza).


4. Sobre Juan 20:28
La exclamación de Tomás es una confesión de reconocimiento ante la manifestación divina en Cristo, no una definición ontológica. Los judíos usaban ese tipo de lenguaje teofánico (“Dios está con nosotros”, Isaías 7:14) sin convertir al mediador en el propio YHWH.

Además, el evangelista aclara inmediatamente el propósito de su relato: “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31).
Si Juan hubiera querido afirmar que Jesús es Dios, ese habría sido el momento para decirlo claramente.


5. Sobre Hechos 5:3–4
El paralelismo “mentir al Espíritu Santo / mentir a Dios” no prueba identidad personal, sino que muestra que el Espíritu es la presencia de Dios actuando en la comunidad. Isaías 63:10–11 ya hablaba del "Espíritu Santo" de YHWH como Su propia presencia ofendida.


6. Sobre la historia y los Padres
Es cierto que desde el siglo II se fue desarrollando una cristología cada vez más alta, pero eso no implica que fuera la comprensión original de los apóstoles.
Que Ignacio o Justino usen expresiones como “Jesucristo es Dios” refleja el lenguaje devocional de su tiempo, ya influido por la filosofía helenística y el esfuerzo por defender la fe frente al paganismo, no necesariamente la enseñanza literal de los textos hebreos y arameos del primer siglo.


En síntesis:
-Los apóstoles proclamaban a un solo Dios, el Padre (1 Cor 8:6), y a Jesucristo su Hijo, el mediador exaltado por Él (Hech 2:32–36).
-El Espíritu es Su presencia y poder activo en los creyentes.
-La teología posterior sistematizó esa experiencia en términos de “Trinidad” y “una esencia”, pero esos conceptos no pertenecen al pensamiento semita original de las Escrituras.

Sigamos buscando juntos lo que realmente enseña el texto, sin imponerle categorías filosóficas ajenas a su propio contexto.
 
Lo que sí se enseña con toda claridad es que:
2:9 Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
Y toda la plenitud de la Deidad habita en el Padre, el Hijo y en el Espíritu Santo

La plenitud del hijo proviene de la Deidad
La plenitud del Padre proviene de la Deidad
La plenitud del Espíritu Santo proviene de la Deidad

El problema con esa formulación es que introduce una categoría (“la Deidad” como algo distinto del Padre) que la Biblia no enseña.

En la Escritura, “Dios” o “la Deidad” no son una sustancia separada de las Personas, sino una referencia al mismo Ser Divino — identificado constantemente con el Padre (Juan 17:3; 1 Corintios 8:6; Efesios 4:6).

Cuando Pablo dice en Colosenses 2:9 que “en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, lo que está expresando es que Dios mismo, el Padre, habita en Cristo, no que Cristo posea una plenitud independiente o que exista una “Deidad” de la cual ambos derivan algo.

De hecho, Colosenses 1:19 aclara la fuente: “porque agradó al Padre que en el habitase toda plenitud.”

Por tanto, la plenitud del Hijo no proviene de una esencia abstracta llamada ‘Deidad’, sino del Padre mismo, de quien el Hijo recibe todo (Juan 5:26; 5:19; 14:10).

En resumen:
  • El Padre es la fuente y origen de la plenitud divina.
  • El Hijo la recibe del Padre.
  • El Espíritu procede igualmente del Padre (Juan 15:26).
Esto mantiene la enseñanza bíblica sin introducir un concepto filosófico ajeno al texto (“la Deidad” como sustancia común e independiente).
 
El problema con esa formulación es que introduce una categoría (“la Deidad” como algo distinto del Padre) que la Biblia no enseña.

En la Escritura, “Dios” o “la Deidad” no son una sustancia separada de las Personas, sino una referencia al mismo Ser Divino — identificado constantemente con el Padre (Juan 17:3; 1 Corintios 8:6; Efesios 4:6).

Cuando Pablo dice en Colosenses 2:9 que “en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, lo que está expresando es que Dios mismo, el Padre, habita en Cristo, no que Cristo posea una plenitud independiente o que exista una “Deidad” de la cual ambos derivan algo.

De hecho, Colosenses 1:19 aclara la fuente: “porque agradó al Padre que en el habitase toda plenitud.”

Por tanto, la plenitud del Hijo no proviene de una esencia abstracta llamada ‘Deidad’, sino del Padre mismo, de quien el Hijo recibe todo (Juan 5:26; 5:19; 14:10).

En resumen:
  • El Padre es la fuente y origen de la plenitud divina.
  • El Hijo la recibe del Padre.
  • El Espíritu procede igualmente del Padre (Juan 15:26).
Esto mantiene la enseñanza bíblica sin introducir un concepto filosófico ajeno al texto (“la Deidad” como sustancia común e independiente).
Bien, llegado a este punto te puedo decir que concuerdo en todo contigo, excepto en tu conclusión: "no que Cristo posea una plenitud independiente"
Es decir, le otorgamos distinto significado al término: "Habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad"

Toda la plenitud de la Deidad significa que nada de esta plenitud queda fuera, es limitada o condicionada. Significa que es la misma plenitud de la Deidad en su totalidad, la misma e igual.

Para que tú tuvieras razón debe existir un momento en que esta plenitud de la deidad no habite en Cristo Jesús

¿Puedes decirme en qué momento esto no ocurre? quiero decir, en qué momento la plenitud de la Deidad no habita en Cristo Jesús..., y, por otra parte,
¿En qué momento Dios anuncia que su plenitud va a habitar en Cristo?
 
Bien, llegado a este punto te puedo decir que concuerdo en todo contigo, excepto en tu conclusión: "no que Cristo posea una plenitud independiente"
Es decir, le otorgamos distinto significado al término: "Habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad"

Toda la plenitud de la Deidad significa que nada de esta plenitud queda fuera, es limitada o condicionada. Significa que es la misma plenitud de la Deidad en su totalidad, la misma e igual.

Para que tú tuvieras razón debe existir un momento en que esta plenitud de la deidad no habite en Cristo Jesús

¿Puedes decirme en qué momento esto no ocurre? quiero decir, en qué momento la plenitud de la Deidad no habita en Cristo Jesús..., y, por otra parte,
¿En qué momento Dios anuncia que su plenitud va a habitar en Cristo?

Buena pregunta — y de hecho, la respuesta está en la misma Escritura: la plenitud habita en Cristo porque el Padre así lo quiso (Colosenses 1:19), no porque le pertenezca por independencia.

No hay ningún texto que diga que el Hijo poseía eternamente “plenitud en sí mismo” aparte del Padre.

Al contrario, Jesús mismo dijo:
“Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26).

Es decir, el Hijo posee la misma vida y plenitud divina, pero por donación o procedencia, no por autogeneración.
Su plenitud es total — pero derivada.

No hay momento en que la pierda, porque la comunión con el Padre es eterna, pero eso no convierte al Hijo en fuente de plenitud, sino en receptor perfecto de ella.

Por eso Pablo no dice “el Hijo posee la plenitud por naturaleza propia”, sino:
“agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col 1:19).

Ese “agradó al Padre” marca el acto soberano de disposición: Dios determina que toda su plenitud habite en Cristo, y desde entonces —y para siempre— el Hijo es la plena manifestación de Dios, sin dejar de ser dependiente del Padre como su fuente.

En resumen:
  • Nunca hubo momento en que la plenitud de la Deidad no habitara en el Hijo, desde que el Padre lo engendra y le da su vida (Juan 5:26).
  • Pero esa plenitud no es autónoma, sino participada del Padre, conforme al principio bíblico: “El Padre es mayor que yo” (Juan 14:28).
Así se mantiene la verdad completa: el Hijo tiene toda la plenitud divina, no por independencia, sino por comunión eterna con el Padre que se la da.
 
Buena pregunta — y de hecho, la respuesta está en la misma Escritura: la plenitud habita en Cristo porque el Padre así lo quiso (Colosenses 1:19), no porque le pertenezca por independencia.
La pregunta no es por qué..., la plenitud habita en Cristo
Sino, desde cuando..., habita en Él

Porque si el Padre se la dio, tiene que existir un instante en que no la tenía

Porque si habita en Jesús desde la eternidad, entonces quiere decir que es la misma, igual
Por lo tanto, los tres son iguales
 
La pregunta no es por qué..., la plenitud habita en Cristo
Sino, desde cuando..., habita en Él

Porque si el Padre se la dio, tiene que existir un instante en que no la tenía

Porque si habita en Jesús desde la eternidad, entonces quiere decir que es la misma, igual
Por lo tanto, los tres son iguales

Tu planteamiento parte de una suposición: que “recibir” algo implica necesariamente un momento temporal anterior en que no se tenía.
Pero eso solo aplica a los seres creados y al tiempo finito.

Cuando hablamos de Dios, no hay “antes” ni “después” en sentido temporal, sino relaciones eternas.

Por eso la Biblia dice:

“Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26).

Ese “dio” no indica un instante en el tiempo, sino una relación eterna de procedencia: el Padre es la fuente, el Hijo el que la recibe, pero la comunión entre ambos es eterna.

No hay momento en que el Hijo carezca de esa plenitud, ni momento en que se la otorgue “a posteriori”.
Simplemente, su ser procede del Padre.

Así se cumple lo que enseña la Escritura sin inventar “igualdad ontológica” ni “subordinación temporal”:
  • El Padre es la fuente de toda plenitud divina (Efesios 4:6).
  • El Hijo la posee eternamente, porque procede del Padre (Juan 5:26; Hebreos 1:3).
  • El Espíritu igualmente procede del Padre (Juan 15:26).

Entonces sí: la plenitud que habita en Cristo es la misma plenitud divina, pero no porque sea una “tercera parte igual” de una esencia común, sino porque el Padre, fuente de todo, habita plenamente en el (Juan 14:10).

Así que no hay un “instante” en que el Hijo no tuviera esa plenitud, pero tampoco una “igualdad de origen”:
El Hijo la tiene eternamente, pero por procedencia del Padre, no por independencia.
 
Tu planteamiento parte de una suposición: que “recibir” algo implica necesariamente un momento temporal anterior en que no se tenía.
Pero eso solo aplica a los seres creados y al tiempo finito.

Cuando hablamos de Dios, no hay “antes” ni “después” en sentido temporal, sino relaciones eternas.

Por eso la Biblia dice:



Ese “dio” no indica un instante en el tiempo, sino una relación eterna de procedencia: el Padre es la fuente, el Hijo el que la recibe, pero la comunión entre ambos es eterna.

No hay momento en que el Hijo carezca de esa plenitud, ni momento en que se la otorgue “a posteriori”.
Simplemente, su ser procede del Padre.

Así se cumple lo que enseña la Escritura sin inventar “igualdad ontológica” ni “subordinación temporal”:
  • El Padre es la fuente de toda plenitud divina (Efesios 4:6).
  • El Hijo la posee eternamente, porque procede del Padre (Juan 5:26; Hebreos 1:3).
  • El Espíritu igualmente procede del Padre (Juan 15:26).

Entonces sí: la plenitud que habita en Cristo es la misma plenitud divina, pero no porque sea una “tercera parte igual” de una esencia común, sino porque el Padre, fuente de todo, habita plenamente en el (Juan 14:10).

Así que no hay un “instante” en que el Hijo no tuviera esa plenitud, pero tampoco una “igualdad de origen”:
El Hijo la tiene eternamente, pero por procedencia del Padre, no por independencia.
Si Cristo posee toda la plenitud de la Deidad desde la eternidad, entonces no la recibió.

Y si la recibió, no la poseía eternamente.

No puedes afirmar ambas cosas sin caer en contradicción.
 
Si Cristo posee toda la plenitud de la Deidad desde la eternidad, entonces no la recibió.

Y si la recibió, no la poseía eternamente.

No puedes afirmar ambas cosas sin caer en contradicción.
Justamente ahí está el corazón del asunto: la Escritura enseña que el Hijo recibe del Padre, no que sea coeterno e independiente en plenitud.

Jesús mismo lo dijo con claridad:

“Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo.” (Juan 5:26)

Si el Hijo la recibió, entonces hubo un acto de otorgamiento — y eso implica procedencia, no igualdad de origen.
Y si la plenitud le fue dada, como dice Colosenses 1:19 (“agradó al Padre que en el habitase toda plenitud”), no puede ser eterna por sí misma, sino derivada del Padre.

No es contradicción: es relación de fuente y participación.

El Padre es la fuente absoluta;
el Hijo participa plenamente de esa plenitud, pero por comunicación, no por independencia.
 
Justamente ahí está el corazón del asunto: la Escritura enseña que el Hijo recibe del Padre, no que sea coeterno e independiente en plenitud.

Jesús mismo lo dijo con claridad:



Si el Hijo la recibió, entonces hubo un acto de otorgamiento — y eso implica procedencia, no igualdad de origen.
Y si la plenitud le fue dada, como dice Colosenses 1:19 (“agradó al Padre que en el habitase toda plenitud”), no puede ser eterna por sí misma, sino derivada del Padre.

No es contradicción: es relación de fuente y participación.

El Padre es la fuente absoluta;
el Hijo participa plenamente de esa plenitud, pero por comunicación, no por independencia.
Es cuestión personal caer o no en contradicción
Si eliges contradecirte te recuerdo que una contradicción anula el argumento
No pueden ser válidas tus dos proposiciones
 
Es cuestión personal caer o no en contradicción
Si eliges contradecirte te recuerdo que una contradicción anula el argumento
No pueden ser válidas tus dos proposiciones

No hay contradicción en afirmar que el Hijo posee toda la plenitud divina porque la recibió del Padre.
Contradicción sería decir que la recibió y a la vez no la recibió.
Pero la Escritura es explícita: “Agradó al Padre que en el habitase toda plenitud” (Col 1:19).
Por tanto, la plenitud del Hijo no es independiente ni originaria, sino participada y comunicada por el Padre, que es la fuente de todo (1 Cor 8:6; Juan 5:26).
 
No hay contradicción en afirmar que el Hijo posee toda la plenitud divina porque la recibió del Padre.
Contradicción sería decir que la recibió y a la vez no la recibió.
Pero la Escritura es explícita: “Agradó al Padre que en el habitase toda plenitud” (Col 1:19).
Por tanto, la plenitud del Hijo no es independiente ni originaria, sino participada y comunicada por el Padre, que es la fuente de todo (1 Cor 8:6; Juan 5:26).
No te hagas
La contradiccion es decir que la plenitud que el Hijo posee es eterna (no existe un momento en que la recibió)
Y, por otro lado, decir que la recibe del Padre
Es una de las dos situaciones
Pero no las dos al mismo tiempo