Los únicos incircuncisos de oídos acá son tú y los que se congregan en los 'salones del reino' porque sois más duros de cerviz que los Israelitas que salieron de Egipto.
Mas quienes LEEMOS con detenimiento Las Escrituras ENTENDEMOS que Dios fue echo carne porque ASÍ ESTÁ ESCRITO.
EN el principio era La Palabra... La Palabra era con Dios...y La Palabra era Dios...
(Jn. 1:1-4)
14. Y aquella Palabra fué hecha carne, y habitó entre nosotros...
(Juan, 1)
Antes que nada, las descalificaciones personales (“incircuncisos de oídos”, etc.) sobran. Si quieres dialogar bíblicamente, podemos hacerlo, pero sin ataques gratuitos.
Respecto a Juan 1:1 y 14, es un texto clave, y conviene leerlo con atención, no solo repetirlo:
El texto no dice que “Dios se hizo carne”, sino que “el Logos fue hecho carne”.
Juan distingue claramente entre “Dios” (ho Theós, con artículo) y “la Palabra” (Logos). “La Palabra estaba con Dios (pros ton Theón)” ; es decir, hay distinción relacional.
Luego dice “la Palabra era Dios” (theós, sin artículo), lo cual muchos exégetas reconocen que describe naturaleza divina, no identidad personal con el Padre.
Por eso el versículo 18 aclara: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo [o el unigénito dios], que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Es decir, el Hijo revela al Padre, no es el mismo Padre encarnado.
Así que sí: el Logos tiene naturaleza divina, pero el texto no enseña que “Dios el Padre” se encarnó, sino que el Hijo, que estaba “con” Dios, tomó carne.
Sí, Jesús elogió su fe y tú aún no puedes ser administrado con aquella fe tan grande que movió a aquel centurión...
Vergonzoso...
6. Y diciendo: Señor, mi mozo yace en casa paralítico, gravemente atormentado.
7. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8. Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado; mas solamente di la palabra, y mi mozo sanará.
9. Porque también yo soy hombre bajo de potestad, y tengo bajo de mí soldados: y digo á éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y á mi siervo: Haz esto, y lo hace.
10. Y oyendo Jesús, se maravilló, y dijo á los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado fe tanta.
(Mateo, 8)
El centurión pide a Jesús que sane a su criado paralítico*... Tan grande era su fe que sabía que Jesús tenía el poder de hacer eso, sanar a su criado.
El centurión no pide nada para él mismo, él también pudo haber tenido alguna necesidad en particular o incluso de algún familiar.
¡Mas no pidió nada para sí ni siquiera para un familiar sino para su criado!
Cuando escucha decir a Jesús que iría y le sanaría, incluso le suplica que no vaya a su casa porque se reconoce un pecador* indigno de que la Santidad de Jesús entrara a ella.
Y más aún, este centurión reconoce que al igual que él tiene potestad sobre sus subordinados, entiende y sabe que también Jesús tiene el poder de la sanidad de su criado ¡con sólo abrir Su boca y decir la Palabra!
Pos, es es la fe que te falta a ti y a todos los que se reúnen en "el salón del reino" porque no saben que El Reino de Dios no es ningún sitio que se inventaron los hombres diz que pa adorar a Dios...
Quien quiera adorar a Dios deberá hacerlo en Espíritu y Verdad porque esa hora llegó hace más de dos mil años.
Tu comentario mezcla dos cosas distintas: la descripción bíblica del episodio y tus juicios personales. Me centro en el texto:
El centurión reconoció autoridad en Jesús, pero en ningún momento el texto dice que él lo reconociera como “Dios encarnado”.
Él compara la autoridad de Jesús con la suya propia como oficial romano: “Porque también yo soy hombre bajo autoridad… y digo a éste: ve, y va”.
Jesús elogia su fe, no por una confesión teológica sobre su naturaleza divina, sino por confiar plenamente en su palabra y autoridad delegada por Dios.
De hecho, este episodio se produce antes de cualquier declaración explícita sobre la identidad mesiánica de Jesús, y el centurión era gentil, ajeno a las categorías trinitarias que se desarrollarían siglos después.
Así que sí, fue una fe grande, pero no una fe trinitaria. Es importante no leer retroactivamente definiciones conciliares en episodios que sencillamente no las contienen.