¿Qué dijo Jesús de la ley? Su Palabra registra estas expresiones de nuestro Señor: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir” (Mat. 5:17)
Veamos que dice el diccionario español de la palabra “abrogar”:
“Abrogar: Abolir o revocar una ley, código o norma jurídica en su totalidad”;“abolir, cancelar, derogar, invalidar, revocar, suprimir, anular”
¿Qué dice el diccionario griego de la palabra “abrogar”? La palabra griega para abrogar, es kataluo:
“Kataluo: derribar,disolver, desunir (Lo que se ha unido), para destruir, demoler”
Tomando estas referencias, entendemos entonces que el significado de la palabra “abolir”, literalmente es invalidar, derribar, eliminar, cancelar, anular etc. Por tanto, lo que nuestro Señor Jesucristo dijo, fue que él no había venido a cancelar la ley, a invalidar o a derribar etc. en forma arbitraria (autoritaria, es decir con abuso de poder) la ley de Dios dada por Moisés; sino, dijo él, (parafraseado): “he venido a cumplirla”.
Nuestro Señor Jesucristo usó la palabra “abrogar” como lo opuesto (antítesis) a “cumplir”, por tanto en este contexto, si “abrogar” significa invalidar o eliminar en forma arbitraria, es decir, usando solo el poder, o autoritariamente sin más explicaciones; entonces el “cumplir” de Jesús, no significa obedecer los preceptos morales de la ley, sino pagar por lo que la ley pedía legalmente (no lo que enseñaba).
El Señor no está diciendo que él venía a someterse a la ley, a obedecerla, cumpliendo todo lo que la ley estipulaba; porque esa práctica era inherente a todo israelita, no era nada nuevo el cumplir lo que enseñaba la ley; lo que sí, nadie había podido hacer en relación a la ley, era cumplir o pagar lo que la ley exigía o pedía.
Cumplir la ley, obedeciéndola, sometiéndose a los mandatos, especialmente morales y demás preceptos; como se decía, era inherente a todo israelita; por tanto, si el Señor Jesús se estaba refiriendo a ese tipo de “cumplir”, no revestía ninguna acción especial, como para que él lo diera a conocer públicamente; para nadie era una sorpresa o maravilla el someterse a la ley, era parte de la vida de cada judío.
De modo que se necesita poco discernimiento, para entender que cuando Jesús hacía público que él venía a cumplir la ley, se refería a “pagar” lo que la ley exigía del pecador; porque eso sí que era trascendente, pues hasta entonces, nadie había podido pagar lo que pedía la ley de Moisés; ni aún el judío más exigente moralmente la había podido cumplir en lo que ella pedía; eso sí era sorprendente y de maravillarse, que alguno pudiera cumplir la ley en ese aspecto, porque eso significaba morir por el pecado.
¿Qué pedía la ley? La ley pedía o exigía la muerte del pecador: “Porque la paga del pecado es muerte”, eso es lo que pedía la ley, la muerte del pecador, y nadie podía cumplir esta exigencia, pues la muerte de cualquier pecador, ni siquiera servía para sí mismo, pues el pecado no permitía que el sacrificio o muerte sirviera o pudiera satisfacer la exigencia de la ley.
De acuerdo a la ley, cualquier sacrificio por el pecado, debía ser con un animalito perfecto, no debía tener tacha alguna, ningún tipo de defecto; estos sacrificios suplían, ocupaban el lugar que debía ocupar el propio pecador.
El pecado era una tacha, un defecto que, al hombre que debía pagar por su pecado, le imposibilitaba el ofrecerse a sí mismo en lugar de aquellos animales para pagar por su pecado. Pero esto no fue impedimento para nuestro Señor Jesucristo, quien ocupó el lugar de todos los pecadores (propiciación), pues siendo sin defecto (sin pecado) satisfacía plenamente la exigencia de Dios a través de la ley; “el alma que pecare, morirá”; por lo tanto Jesús, reunía todos los requisitos o condiciones perfectas para morir por el pecado; no de sí mismo, sino de toda la humanidad y “cumplir” así, la exigencia de la ley, que clamaba por la muerte del pecador.
De modo que nuestro Señor cumple así la exigencia de la ley, y habiendo cumplido lo que la ley pedía, ya la ley no puede pedir más porque su exigencia fue perfectamente cumplida por Cristo.
Entonces cuando nuestro Señor cumple la ley, ésta ha quedado satisfecha y habiéndose pagado la deuda, legalmente la ley ya no puede exigir más nada, y por tanto ha terminado su función que era exigir la muerte del pecador. Habiendo pagado el pecador el precio que exigía la ley: la muerte (Cristo en nuestro lugar) entonces ya no hay nada más que pagar por parte del pecador, ni nada más que pedir, por parte de la ley.