PREFACIO de WILLIAM PENN a SU TRATADO de «SIN CRUZ, NO HAY CORONA»

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Salud y bendición en la paz de Cristo.

Avancemos un poco más...

«Deja Todo por Él

Por lo tanto, quienquiera que seas, que deseas hacer la voluntad de Dios, pero desfalleces debido a la oposición de las consideraciones mundanas, recuerda que te digo, en el nombre de Cristo, que aquel que prefiere padre o madre, hermana o hermano, esposa o hijo, casa o tierra, reputación, honor, oficio, libertad o vida, antes que el testimonio de la luz de Jesús en su propia consciencia, será rechazado por Él, en el juicio solemne y general del mundo, cuando todos serán juzgados y recibirán de acuerdo a las obras hechas (no a la profesión hecha) en esta vida. La doctrina de Jesús es que, si tu mano derecha te es ocasión de caer, debes cortarla; y si tu ojo derecho te es ocasión de caer, debes sacarlo; es decir, si las comodidades más preciadas, más útiles y tiernas que disfrutas, se interponen en el camino de tu alma, interrumpiendo tu obediencia a la voz de Dios y tu conformidad a Su voluntad santa revelada en tu alma, estás llamado, bajo pena de condenación, a dejarlas.»

William Penn - «SIN CRUZ, NO HAY CORONA»
Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
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Salud y bendición en la paz de Cristo.

Avancemos un poco más...

«El camino de Dios es un camino de fe, que es tan oscuro para los sentidos naturales como mortal para el “yo”. Los hijos de obediencia, con el santo Pablo, estiman todas las cosas basura y desecho para ganar a Cristo, y para experimentar y andar en este camino angosto. La especulación no servirá, ni los conceptos refinados entrarán. Solo el obediente comerá del fruto de esta tierra. “Si alguno quisiere hacer su voluntad,” dice el bendito Jesús, “conocerá de Mi doctrina;” a estos Él les enseñará. No hay lugar en el corazón para la instrucción, donde el “yo” lícito es señor y no servidor. Porque el “yo” no puede recibirla; y lo que debería recibirla es oprimido por el “yo”, con miedos y dudas: “¿Qué dirán mi padreo mi madre? ¿Cómo me tratará mi esposo? O, ¿Qué harán los magistrados conmigo? Porque, aunque siento una poderosa persuasión y una clara convicción en mi alma sobre esto o aquello, sin embargo, considerando cuán menospreciado es, los enemigos que tiene y lo extraño que pareceré para algunos, espero que Dios se compadezca de mi debilidad si me rindo. No soy más que carne y sangre; quizás más adelante Él me capacite mejor; y hay tiempo suficiente.” Así habla el hombre egoísta y cobarde.

Razonar siempre es lo peor, porque el alma pierde cuando consulta; pero la manifestación de la luz trae poder con ella. Dios nunca busca persuadir los razonamientos de las personas; sino que las empodera en su sumisión. Él no requiere nada sin dar la capacidad de realizarlo; porque eso sería burlarse de los hombres, y no salvarlos. Es suficiente que hagas lo que Dios muestra como tu deber, con tal que te rindas a la luz o Espíritu por el cual te da ese conocimiento. Aquellos que no reciben a Cristo en Sus convicciones en el alma, son los que carecen de poder, y a estos siempre les faltará. Pero los que sí lo reciben, también reciben poder (como los santos de antaño) para ser hechos hijos de Dios, a través de la obediencia pura de la fe.

Por lo tanto, permítanme implorarles por el amor y la misericordia de Dios, por la vida y la muerte de Cristo, por el poder de Su Espíritu y la esperanza de la inmortalidad, ustedes cuyos corazones están puestos en sus comodidades temporales, siendo amadores de sí mismos más que de estas cosas celestiales ¡dejen que el tiempo pasado sea suficiente para tales cosas! No piensen que es suficiente estar libre de ciertas impiedades graves en las que se encuentran otros, mientras que su amor desmesurado por las cosas lícitas contamina su disfrute de ellas y saca su corazón del temor, amor, obediencia y abnegación de un verdadero discípulo de Jesús. Vuélvanse, pues, y escuchen la voz apacible en su conciencia; ella les habla de sus pecados y de su miseria en ellos. Les da un descubrimiento vivo de la vanidad del mundo y le abre a su alma una perspectiva de la eternidad y de los consuelos de los justos que están en reposo. Si se aferran a ella, los divorciará del pecado y del yo. Pronto notarán que el poder de sus encantos excede el de la riqueza, el honor y la belleza del mundo, y, finalmente, les concederá esa tranquilidad que las tormentas del tiempo nunca pueden naufragar o trastornar. Aquí todos sus disfrutes son bendecidos. Aunque sean pequeños, sin embargo, son grandes debido a esa presencia que los acompaña.

Incluso en este mundo, los justos tienen la mejor parte, ya que usan el mundo sin remordimiento, y no abusan de él. Ellos ven y bendicen la mano que los alimenta, los viste y los preserva. Mirándolo a Él en todos Sus dones, no adoran los dones, sino al Dador. En verdad, la dulzura de Su bendición es una ventaja que tienen sobre los que no lo ven. No se enorgullecen en su prosperidad, ni son derribados en sus adversidades; porque son moderados en lo primero y consolados en lo otro, por Su presencia divina.

En resumen, el cielo es el trono y la tierra no es más que el estrado de los pies de ese hombre que tiene el “yo” bajo los pies. Aquellos que conocen esta condición no serán movidos fácilmente. Ellos aprenden a contar sus días para que no sean sorprendidos cuando su tabernáculo se deshiciere. Aprenden a “redimir el tiempo, porque los días son malos;” recordando que no son más que administradores y que deben rendir sus cuentas a un Juez imparcial. Por lo tanto, no para sí mismos, sino para Él viven, y en Él mueren, y son bendecidos con los que mueren en el Señor. Así concluyo mi discurso sobre el uso correcto del “yo” lícito.»


William Penn - «SIN CRUZ, NO HAY CORONA»
Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
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Salud y bendición en la paz de Cristo.

Avancemos un poco más...

«Negando el Yo Ilícito

Ahora vengo al “yo” ilícito, que es, en una medida u otra, el problema presente de la mayor parte de la humanidad. Este yo ilícito es de dos formas. Primero, aquello que se relaciona con la adoración religiosa. Segundo, aquello que tiene que ver con la conducta moral y civil en el mundo, y es de infinita importancia que los consideremos a ambos. Seré tan breve como sea posible con tranquilidad en mi conciencia y sin dañar el asunto en cuestión.

El “yo” ilícito en la religión, que debe ser crucificado por la cruz de Cristo, es la invención y ejecución del hombre, de la adoración a Dios, que realmente no es adoración en absoluto, ni en su institución ni realización. En este gran error, muchos de los que se atribuyen el nombre de cristianos toman la delantera, siendo los más externos, extravagantes y supersticiosos en su adoración. Estos no solamente se desvían excesivamente por falta de preparación espiritual en su forma de rendir adoración al Dios Todopoderoso (quien es espíritu eterno), sino que la adoración en sí misma se compone de lo que es absolutamente inconsistente con la forma y práctica de la doctrina de Cristo y el ejemplo apostólico. La adoración de los apóstoles era simple y espiritual; la de hoy es llamativa y mundana. La adoración de Cristo era interna, en el alma; la del mundo es externa y corporal. La verdadera adoración correspondía a la naturaleza de Dios, que es espíritu; pero la adoración inventada por el hombre se adapta a la parte carnal. En lugar de excluir la carne y la sangre, he aquí que ahora hay una adoración calculada para satisfacer la carne, como si la meta no fuera presentar le a Dios una adoración que le agradara, sino inventar una que le agradara al hombre.

Esta es una adoración decorada con edificios e imágenes majestuosas, muebles y vestimentas costosos, voces y música refinadas, lámparas, velas de cera y perfumes caros, y todo hecho con la variedad más placentera para los sentidos externos que el arte puede inventar o el dinero procurar. Actúan como si el mundo volviera a ser judío o egipcio otra vez, o como sí Dios fuese un anciano y Cristo un pequeño niño, que debe ser tratado con una especie de espectáculo religioso —porque así es como muchos lo pintan en sus templos y lo imaginan en sus mentes. Tal adoración carnal encaja muy bien con esta idea de Dios, porque cuando los hombres piensan que Él es como uno de ellos, no es de extrañar que se dirijan a Él y Lo entretengan de una manera que les gustaría recibir de otras personas.

Pero ¿Qué dijo el Todopoderoso a ese pueblo tan carnal de la antigüedad, en una ocasión similar? “Pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé, y pondré tus pecados delante de tus ojos. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, no sea que os despedace, y no haya quien os libre. El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios.” La adoración aceptable para Él es, “hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Aquel que escudriña el corazón y prueba los pensamientos del hombre, y pone sus pecados en orden delante de sus ojos, quien es el Dios de los espíritus de toda carne, no mira la cubierta externa, sino la disposición interna del alma y la inclinación del corazón. Tampoco se puede pensar sobriamente que Él que está “vestido de gloria y de magnificencia, que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina, que establece sus aposentos entre las aguas, que pone las nubes por su carroza, que anda sobre las alas del viento; que hace a los vientos sus mensajeros, y a las flamas de fuego sus ministros, y que fundó la tierra sobre sus cimientos; para que jamás sea removida,” puede adorarse adecuadamente mediante esas invenciones humanas que son el refugio de un pueblo que ha apostatado del poder y la espiritualidad primitivos de la adoración cristiana.»


William Penn - «SIN CRUZ, NO HAY CORONA»
Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad