Yo soy católico y leo la Biblia, lo hago desde dos puntos de vista, uno como alimento espiritual (que es al que dedico mayor tiempo) y otro al estudio sistemático de ella.
Desde ambas posiciones tengo (aunque declaro que es por gusto) que leerla, analizarla y meditarla.
Ahora bien, si ello no me lleva a un cambio de estilo de vida, pues es tiempo perdido (sea católico o evangélico). Si la Biblia no se convierte en un libro que guíe mis pasos, es tiempo perdido, pasa a ser otro libro más (y la Biblia no es "otro libro" sino la Palabra de Dios misma).
He oido a muchos evangélicos decir que los católicos no leen la Biblia, pero al interrogarlos sobre su lectura, pocos me han dado una respuesta que sea buena. No voy a criticar a los bibliolátricos (aquellos que la salvación pasa por leer la Biblia, y de los cuales, he encontrado muchos), ni a ningún grupo en particular, sino a cuestionar (y, de paso, cuestionarme) no sólo la lectura sino el llevar esa lectura a la vida misma. Este es un error de muchos católicos y evangélicos (he encontrado muchos ateos, que han sido de un lado o del otro, y que han renunciado a la fe por la poca coherencia de quienes dicen leerla y "vivirla".
Este es el cuestionamiento más grande que debemos tener, no sie esta denominación o aquella está más próxima a la verdad, sino si nuestra Iglesia está leyendo e intentando aplicarla en la vida cotidiana (hay que tomar en cuenta que no todos lo van a hacer, por lo que siempre podremos sacarnos casos en cara, pero si logramos hacer crecer el porcentaje que lo hace, nuestro mundo va a cambiar).
No debemos mirar la espina en el ojo ajeno y pasar por alto la viga que cada uno de nosotros llevamos.
Fraternalmente en Cristo.
Fegna