Se podrían repetir una y otra vez los pasajes que hacen mención al amor de Dios en Cristo Jesús, y que cumplen a cabalidad lo escrito en Juan 3:16. Sin embargo, los incrédulos no tardarán en dar sus excusas y pretextos de siempre con tal de decir que ahí no dice lo que dice.
Porque, para ser testigo del Altísimo, se debe ser testigo de Jesús; al Padre se llega por Jesús si a alguien le llama. Y si a alguien no le llama, no habrá modo posible de sacar a estos incrédulos del bucle que, más temprano que tarde, los llevará a lo escrito aquí:
«Otra vez les dijo Jesús:
- Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir.
Decían entonces los judíos:
- ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: 'A donde yo voy, vosotros no podéis venir'?
Y [Jesús] les dijo:
- Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis.
Entonces le dijeron:
- ¿Tú quién eres?
- Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.
Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús:
- Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que YO SOY, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.
Hablando él estas cosas, muchos creyeron en Él»